Debo reconocer
que llevo mucho tiempo haciéndome esta pregunta, porque creo que el PP, del que
soy votante desde hace muchos años, está jugando con mis valores, dando por
seguro mi voto por otros motivos. Sin embargo, nunca me he hecho esta pregunta con
tanta urgencia de conciencia como ahora o, más en concreto, desde que el
Gobierno de Mariano Rajoy ha retirado el llamado proyecto de ley Gallardón para
la reforma de la actual ley del aborto. El día en que se produjo esa retirada
supuso para mí un gran shock. Porque creo que en el respeto del principio del
derecho a la vida de todos los seres humanos, la civilización Occidental se
juega la suya propia. Cada uno es libre de pensar que soy un exagerado, pero
así lo veo y tengo todo el derecho a verlo así y, además, he explicado razonadamente
en otros escritos por qué lo creo así.
No voy a entrar
aquí a explicar por qué estoy también convencido de que el embrión humano es,
desde el principio, un ser humano. Un ser humano débil e indefenso que, como
todos los débiles e indefensos, merece la defensa de los fuertes de una
sociedad civilizada. Sí diré que no es por motivos religiosos por lo que creo
eso, sino que lo creo sobre bases científicas y del más elemental uso de la
razón y de los principios civilizadores. También he explicado estos
razonamientos en otros escritos. Afirmo contundentemente mi convencimiento de
que únicamente la ofuscación de la razón por la ignorancia o la conveniencia
hace que estos razonamientos no sean aceptados.
Tampoco voy a
entrar en explicar por qué estoy igualmente convencido que el derecho a la vida
de los seres humanos más débiles e indefensos está por encima de cualquier otro
derecho humano, por muy comprensible, razonable e importante que ese otro derecho
sea. Por tanto, estoy convencido de que en caso de colisión de derechos, debe
primar el de la defensa de la vida de los débiles e indefensos. Creo que
alterar este orden va, también, en contra del uso de la razón y de los
principios civilizadores y que decir que otros derechos pueden justificar
quitar la vida a un ser humano es una puerta abierta a la barbarie. Creo que el
hecho de que los embriones y fetos jamás puedan alzar su voz ni protestar para
reivindicar sus derechos es lo que hace que se altere el orden de los mismos.
Que esta incapacidad absoluta de defensa sea la causa de que sus derechos sean
trágicamente relegados a la última fila me parece una aberración superlativa.
Pero, basta de
prolegómenos y vamos al voto. Jamás
daré mi voto a un partido abortista, sea del signo que sea. Sin embargo, creo
firmemente que el PP no es un partido abortista, como lo son prácticamente el
resto de los partidos con representación parlamentaria. Es un partido cobarde,
que no es lo mismo. Si creyese que es abortista por ideología, entraría dentro
del jamás que acabo de pronunciar.
Pero la retirada de la ley Gallardón, no ha sido, creo, por motivos ideológicos
–aunque haya en el PP quién sí es abortista por convencimiento– sino por miedo
y cobardía. Pero el miedo y cobardía no son motivos automáticamente excluyentes
para mi voto. Por tanto, sigo con mi pregunta en tierra de nadie. Y, desde esa
tierra de nadie es desde donde razono en voz alta y para mí mismo, quizá sin
demasiado orden, sobre los síes y los noes a darle mi voto al PP.
Lo primero que
hago es mirar a mi alrededor y ver si hay algún partido que, aparte de defender
la vida, merezca mi voto más que el PP. Y no veo ninguno. Los que actualmente
defienden la vida, que no nombraré, adolecen a mi modo de ver y en mayor o
menor grado de otros problemas. Por un lado, alguno no tiene, a mi modo de ver,
auténtico espíritu ni raíces democráticas. Y yo, lo siento, a pesar de todos
los pesares, creo en la democracia. No será perfecta, pero es uno de los
mayores logros de la civilización occidental[1] y
nunca votaré a un partido sin auténticas convicciones democráticas. Además, en
alguno de estos pequeños partidos hay claras disensiones internas que me hacen
dudar de su supervivencia en el tiempo. Por si fuera poco, algo me dice que, si
en algún momento estos partidos probasen el poder, es muy posible que cayesen
en el mismo cálculo del miedo a no perder votos en el que ha caído el PP. Por
otro lado, ninguno de estos partidos tiene, desde luego, ninguna probabilidad
de ganar las elecciones y creo que muy pocas de sacar ni siquiera un diputado.
El voto sería pues un voto desperdiciado. Más aún, sería un voto que, por mor
de la ley de Hont, podría ser que, sin ganar un diputado, se lo diese extra a
un partido abortista por convicción, con lo que estaría contribuyendo a su
crecimiento[2].
Llegados a este
punto, ¿qué me queda? Dos cosas: No votar o el voto en blanco. Ambas soluciones
me parecen inaceptables. La primera es renunciar a un derecho que ha costado
mucho conseguir. En mi juventud estuve detenido en la Dirección General de
Seguridad por luchar por la democracia. Ahora, aunque un poco decepcionado, no
voy a dejar de ejercer ese derecho por el que luché. Nunca he dejado de votar
en ninguna elección y espero no hacerlo nunca. Hay un dicho que dice; “Tú
puedes pasar de la política, pero la política no va a pasar de ti”. Las
consecuencias de lo que salga por no votar nos van a afectar como si hubiésemos
votado. El voto en blanco es todavía peor que el voto inútil a un partido sin
posibilidades. Por tanto, llegados aquí, me quedan pocas opciones: PP, PSOE,
UPyD e IU. Los tres últimos, además de ser abortistas por convencimiento,
defienden posturas económicas que me parecen erróneas y perjudiciales para la
marcha de España. Así que las descarto totalmente. Por exclusión, me queda el
PP. Y le votaré. Sin ilusión, pero le votaré. No caeré en la postura, que me
parece un poco infantil, de la pataleta. Haré de tripas corazón y le votaré. Y,
aunque desilusionado, será un voto maduro, posibilista, del que no me
avergonzaré.
Pero, además, y para no ser del todo injusto
con el PP diré que, junto a ese miedo y cobardía del PP, veo que ha hecho cosas
razonablemente buenas en economía. Sí ya sé, ya oigo las voces de los que dicen
que no ha hecho todo lo que tenía que hacer y que ha faltado a sus promesas
electorales sobre la no subida de impuestos. Además, estoy totalmente de acuerdo
con esas voces, así que que no me riñan. Sé que el PP no ha hecho la reforma de
la administración y de la estructura del Estado que debería haber hecho. Sé que
por eso ha tenido que subir impuestos que me han fastidiado enormemente y que
había prometido no subir. Lo sé TODO y me disgusta. Pero también sé que cuando
el gobierno de Rajoy llegó al poder, heredó una España arruinada sobre cuyo
futuro sólo había una duda: ¿Cuándo nos intervendría Bruselas? Bueno, pues
Bruselas no nos ha intervenido. Por otro lado, se ha llevado a cabo una reforma
del sistema de Cajas de Ahorros que, siendo imperfecta, ha despejado bastante
el panorama quitando de en medio a las Cajas podridas. Resulta que ahora, una
vez eliminadas la mayoría de las Cajas de Ahorros, el sistema financiero
español es uno de los más sólidos de Europa. Se ha hecho una reforma laboral
que siendo insuficiente ha dado al mercado laboral español una flexibilidad que
nunca ha tenido antes y que, cuando la economía se acabe recuperando, creo que
hará que España tenga el paro estructural más bajo de su historia. Ha hecho
recortes que podrán ser discutibles en muchos casos pero que están reduciendo
el déficit por la senda adecuada. Ciertamente, no ha hecho otros que creo que
debería haber hecho. Por supuesto que sigue habiendo problemas muy graves como
el paro, la deuda y otros, pero estamos vivos, tenemos una prima de riesgo
bastante razonable y nuestra economía crece más que la de Alemania, Italia o
Francia. Si alguien hace tres años hubiese dicho esto, se hubiese convertido en
el hazmereir de todo el mundo. En definitiva, el gobierno se ha ganado el respeto
de los inversores internacionales, aunque en casa, muy a la española, le
pongamos a parir.
Por el lado del
separatismo catalán, ha sabido resistir a las voces que pedían medidas
aparatosas y por la simple aplicación de la ley, ha parado el referéndum catalán.
Muchos le han pedido que suspenda la autonomía de Cataluña, que la asfixie
financieramente, y otras medidas que tal vez puedan dar la impresión de fuerza
pero que, a mi entender, serían síntomas de una debilidad que quiere
disfrazarse de dureza y que, sin duda, hubieran sido desastrosas.
Por otra parte,
tenemos en España la amenaza de una especie de Maduro II que parece que gana
terreno y, lo que es peor, excita aún más el populismo, ya bastante acentuado
del PSOE e IU. Uno puede pensar lo que quiera, pero como veamos en el gobierno
una coalición con Podemos, entonces sí que nos vamos a enterar de lo que vale
un peine. Cuando el turco asediaba Constantinopla, el Papa y otros reinos
europeos ofrecieron ayuda a los bizantinos para que la ciudad no cayese. Los
bizantinos la rechazaron diciendo: “Preferimos el turbante del turco a la tiara
papal”… hasta que entró el turco y vino el llanto y el crujir de dientes.
Alguien puede pensar que esa coalición de la que hablo es imposible. Sí, lo
será hasta que el PSOE la necesite para gobernar. Si puede haber algún momento
en el que experimentar con el voto, ese momento no es éste. Ahora, los
experimentos, con gaseosa.
Hay quien me
dice: “Ese es el voto útil”. ¡Toma claro! No tengo el más mínimo interés en el
voto inútil. Otros me dicen: “Es el voto del miedo”. ¡Y a mucha honra! El
miedo, cuando hay que tenerlo y cuando te impulsa a defenderte, es fantástico.
Lo contrario es insensatez.
Por todo esto,
¿qué haré con mi voto en las próximas elecciones? Ser pragmático, callar un
poco al corazón y votar con la cabeza y no con el estómago u otras partes de la
anatomía. Si llega un día en que el panorama político esté más despejado, en
que la izquierda española se parezca más a la socialdemocracia alemana que al
kitchnerismo o al chavismo, en el que haya una alternativa viable al PP que sea
democrática, constitucional, liberal en lo económico y que, además defienda la
vida como merece ser defendida, ese día votaré a ese partido. Mientras tanto,
madurez, no de la de Maduro, sino la de no actuar por pataletas.
Pero, eso sí,
que nadie me dé lecciones de defensa de la vida. Hay mucha gente, a la que
admiro, que lucha por el derecho a la vida ofreciéndose como voluntario en
asociaciones pro-vida de muy diversa índole. De esos sí acepto lecciones. Pero
yo defiendo la vida con los dones que Dios me ha dado: la lengua y la pluma. Me
mojo allí donde ha lugar, razono en las conversaciones en las que se puede
razonar, escribo sobre ello siempre que puedo y viene a cuento usando los
modestos medios a mi alcance. Porque, al fin y a la postre, el problema de la
aceptación del aborto es un problema social que lo sufre cualquier partido que
no tenga convicciones abortistas. Es la sociedad lo que tiene que cambiar, no
el voto. Y eso se logra con razonamientos, sentido común y comunicación. Es
decir, con la lengua y con la pluma. Y eso seguiré haciendo. Pero, votar, lo
que se dice votar, sin experimentos. Hay demasiado en juego.
Apéndice
sobre la corrupción
Antes he dicho
que creía en la democracia y que ésta era uno de los mayores logros de la
civilización occidental. La avalancha de corrupción con la que desayunamos
todos los días mientras leemos el periódico, puede hacer pensar que esta fe y
este reconocimiento a la democracia es absurdo. Nada más lejos de la realidad.
En primer lugar
debo decir que, aunque con asco, me alegro de lo que está pasando. Lo que está
ocurriendo es que heridas putrefactas y llenas de pus que llevan muchos años
creando abscesos invisibles, están siendo reventadas. Desayunarse con pus es
verdaderamente repugnante, pero el primer paso para la sanación es abrir las
heridas putrefactas. Por supuesto, hay muchas cosas que se pueden hacer para
combatir la corrupción, pero la primera, la condición sine qua non, es que
desaparezca la esperanza de la impunidad. Y, afortunadamente, este proceso está
pulverizando esta esperanza. Voy a decir algo que seguramente será contestado
por mucha gente. Creo que la gran mayoría de los políticos no son corruptos. Y
eso que suelen estar sometidos a tentaciones de corrupción inmensamente mayores
que el resto de los mortales. Se da, sin embargo, lo que Stephen Jay Gould
llamó “la gran asimetría”. A saber: Que la minoría corrupta multiplica por
mucho el ruido mediático de la mayoría no corrupta. Y esto es estupendo, porque
gracias a este ruido, sale el pus de la herida. Pero puede crear un espejismo
de que todo es pus y corrupción. Y creo que no es verdad.
Por otro lado,
es una evidencia histórica fácilmente comprobable que las dictaduras son
siempre inmensamente más corruptas que las democracias. Quizá sólo haya una
excepción a esta regla general: La dictadura de Franco. Cuando digo esto, no
soy sospechosos de ser o haber sido franquista. En mi juventud me opuse con
uñas y dientes al franquismo con más fuerza que la inmensa mayoría de los de mi
generación que puedan leer estas líneas. Y, por supuesto, no añoro la dictadura
de Franco. Pero los hechos son los hechos. En la dictadura de Franco, aun
habiendo corrupción (ahí está el caso MATESA o el del aceite de Redondela),
ésta era irrisoria comparada con la que hay ahora. Ignoro las causas de esta
excepción y no es éste el lugar para desentrañarlas, pero así son las cosas.
Sin embargo ésta no es sino la excepción que confirma la regla: Las dictaduras
son mucho más corruptas que las democracias. Sé que hay democracias muy, muy
corruptas, inmensamente más que la española. No quiero citar países porque
podría herir susceptibilidades. Pero que existen democracias muy corruptas es
evidente. Sostengo sin embargo que, en general, la más corrupta de las
democracias lo es menos que la inmensa mayoría de las dictaduras. Pero una
democracia será menos corrupta cuanto más fuerte sea una sociedad civil formada
por ciudadanos informados y con criterio sano sobre las cosas. La corrupción
medra en las democracias en las que esta sociedad civil no existe o está
invadida por la demagogia y el populismo.
¿Qué hacer
entonces para luchar contra la corrupción? La respuesta a esta cuestión excede
de lejos al alcance de estas líneas. Simplemente, delinearé algunas ideas a
vuelapluma.
1ª Que cada ciudadano sea consciente de
que la responsabilidad de crear el tejido de una sociedad civil es suya. Ningún
gobierno no ningún aparato del Estado va a desarrollar esta sociedad civil. O
la crean los ciudadanos o no la crea nadie.
2ª
Además de dinamitar la esperanza de impunidad, endurecer las penas por
delitos que se cometan abusando de la autoridad de ser políticos.
3ª Disminuir la tentación de los
políticos. Hacer que tengan muchísimos más controles y restricciones que les
impidan, ex ante, acceder a decisiones de corrupción. Para ello, dejar las
decisiones puramente técnicas (concesión de licencias, recalificaciones de
terrenos, etc) en manos de técnicos, no de políticos.
4ª Evitar a toda costa poner en sus
manos empresas que puedan dirigir hacia el objetivo de la captación de votos o
del pago de favores. Incluso a los políticos no corruptos les resulta
prácticamente imposible resistir la tentación de actuar con el objetivo, casi
exclusivo, de ganar votos a corto plazo. Que esto lo hagan con sus decisiones
políticas vaya y pase. Pero poner en sus manos empresas para que las usen para
ello, NUNCA. Más aún. Sería deseable que un político no pudiese formar parte de
órganos de administración de empresas mientras no estuviese totalmente
desvinculado de la política. Como esto es harto difícil de precisar, digamos
que sería hasta que no pasasen bastantes años tras abandonar toda actividad
política.
Sé que estas
ideas son pocas y, algunas de ellas, seguramente, erróneas. Pero en el mundo de
las grandes empresas se lleva muchos años buscando soluciones, regulatorias e
internas, (no todas ellas acertadas) para evitar el abuso de poder y de
confianza. El campo del Gobierno Corporativo (Corporate Governace) es uno de
los campos al que reguladores, inversores, analistas, y las propias empresas
han dedicado más tiempo. Por supuesto, no se ha logrado la perfección, pero en
los últimos veinte años, los avances en este campo han sido impresionantes. Cada
vez es más difícil gobernar una empresa con millones de accionistas como si
fuese el cortijo particular de sus administradores. No veo, ni de lejos, un
esfuerzo similar en el Gobierno Político (Political Governance). Es seguro que
muchas de las cosas que han demostrado mejorar el gobierno corporativo darían
buen resultado en el gobierno político, pero, como he dicho, no es, ni de
lejos, el objeto de estas líneas buscar mejoras en este campo. Pero, como con
las meigas, “haberlas, haylas”.
Como decía, sigo
creyendo en la democracia y, aunque con un cierto desencanto, que es un inmenso
logro de la civilización occidental. No vayamos a depreciarla porque no nos
gusta el pus que sale de los abscesos putrefactos, no sea que matemos al
enfermo. Inventemos antibióticos anticorrupción después de rasgarnos las
vestiduras.
Así que, este
apéndice no cambia lo que decía en la primera parte sobre el voto.
[1] Más adelante, en un apéndice
diré alguna cosa más sobre esto.
[2] Para ser realistas, este
problema de la ley de Hont se presenta con gran crudeza en circunscripciones
electorales con pocos diputados, pero de forma mucho más suave en sitios como
Madrid o Barcelona que aportan, respectivamente
36 y 31 diputados. En estas circunscripciones, la proporcionalidad es
casi perfecta. No así en circunscripciones como Ceuta, Melilla, Soria,
Guadalajara, Huesca, Cuenca, Zamora, Ávila, Palencia, Segovia o Teruel, que
cuentan con 1, 2 o 3 diputados. En estas circunscripciones es perfectamente
posible, y hasta probable, que, por la regla de Hont, si un partido quita votos
a otro que tiene votantes similares, le quite un diputado y, sin ganarlo él, se
lo dé a un tercero.
Hola Tomás, me pasa un poco lo mismo que a ti. Pero quizás estoy algo más desestabilizado que tu con la postura del PP. La lectura que hago de la acción del PP eliminando la ley Gallardón es que el PP es capaz de sacrificar sus principios (muy importantes en este caso en defensa de la vida inocente) por un puñado de votos. Si son capaces de esta acción en lo importante que no harán con otros temas?
ResponderEliminarMi querido Tomás,
ResponderEliminarEste partido no tiene heridas llenas de pus que se puedan curar, este partido tiene gangrena y hay que AMPUTAR. Lo siento pero creo que es demasiado tarde para ellos.
Dios nos salve y cambie.
Un Amigo...
Hola Amigo, seas quien seas, soy Tomás.
ResponderEliminarNo nos queda otra que intentar la cura. Desgraciadamente, la amputación es la muerte. No podemos parar el mundo para apearnos. Tenemos que mantener la cabeza en su sitio aunque todo a nuestro alrededor sea cabeza perdida, como dice el poema "If" de Rudyard Kipling que copio a continuación y que tan útil me ha sido en la vida, y no dejarnos llevar por el catastrofismo.
Un abrazo.
Tomás
Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todo a tu lado es cabeza perdida y te lo achacan.
Si puedes mantener la confianza en ti mismo cuando todos dudan de ti y, no obstante, ser indulgente con sus dudas.
Si sabes esperar sin desalentarte en la espera, o siendo engañado no contestas con engaño, o siendo odiado no respondes con odio y, aún así, sabes no parecer demasiado bueno o demasiado sabio.
Si eres capaz de soñar y evitar que los sueños te dominen.
Si puedes pensar y no convertir tus pensamientos en consignas.
Si puedes codearte con el Triunfo y el Desastre y tratar a estos dos impostores por igual.
Si puedes soportar ver tus palabras falseadas por embaucadores que han hecho de ellas trampas para idiotas o ver rotas las cosas por las que has dado tu vida y lanzarte de nuevo a construirlas con gastados instrumentos.
Si puedes hacer un cúmulo con todas tus pertenencias y arriesgarlas de una vez a cara o cruz y, si pierdes, empezar otra vez desde el principio sin nunca suspirar por lo perdido.
Si puedes obligar a tu corazón y a tus nervios y a tus fibras a que te apoyen aún después de haberlos perdido y, de este modo, hacerlos proseguir cuando sólo tu voluntad les dice: ¡Aguantad!.
Si puedes hablar con multitudes y mantener tu virtud o caminar con reyes sin perder la sencillez.
Si ni enemigos ni amigos del alma pueden dañarte.
Si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado.
Si puedes llenar cada inexorable minuto con sesenta segundos valiosos, tuya es la tierra y cuanto la llena y –lo más importante–, ¡serás hombre, hijo mío!
Rudyard Kipling (Traducción libre en prosa de su poema If)