Esta entrada
puede ser considerada como propia de un friki. Pero quiero dejar constancia de
que me he visto obligado a hacerla por otro friki que me ha puesto en el
disparadero y al que agradezco que me haya hecho pensar. Todo arranca de una
entrada hecha en este blog el 15 de Septiembre del 2013 bajo el título “Cálculo
de probabilidades de la aparición espontánea de la vida” en la que, tras un
análisis estadístico llegaba a la conclusión de que la aparición de la vida en
el cosmos era un suceso tan inconmensurablemente improbable que podía
considerarse como “imposible”. Alguien llamado Gio NA me dejó el otro día (11
de Diciembre de 2014) una réplica en la que pretendía echar por tierra. La
lectura un poco apresurada por mi parte de su réplica dio lugar a una respuesta
mía que no le convenció, y con razón. Por eso me hizo una contraréplica en la
que me llamaba la atención sobre lo que se me había pasado por alto en su
primera réplica. Vistas, ahora con detenimiento, las cosas que me decía, me he
visto empujado a la frikada de mi segunda respuesta. A continuación publico mi
primera entrada, su réplica, mi primera respuesta a su réplica, su segunda réplica
y mi segunda respuesta a esta réplica. Anticipo que, agradeciéndole de corazón
a Gio NA sus réplicas, que me han hecho pensar y mucho, me reafirmo en mi
primera conclusión y, gracias a él, con mayor solidez. Ahí va todo para quien
tenga la paciencia de leerlo.
***
Entrada
original
Hace años,
compré y leí uno de esos libros escritos por científicos de primerísima línea
intentando que los profanos entendamos los aspectos arcanos de la ciencia. El
libro se llamaba “La nueva mente del emperador” y su autor era el eminente
científico inglés Roger Penrose. El libro tuvo un enorme éxito de ventas,
aunque, yo creo, poca gente debió leerlo entero. Yo fui una de esas pocas
personas. Y debo confesar que me costó un esfuerzo ímprobo y que entendí tan
sólo una pequeña fracción de todo el caudal de conocimientos que se plasman en
el libro. No obstante creo que mereció la pena el esfuerzo. Primero, porque de
su lectura obtuve unas cuantas ideas seminales que me han hecho pensar mucho y
desarrollar ideas propias que considero interesantes. Segundo, porque aún lo
que crees no entender, aparte de que te amuebla la cabeza el hecho de luchar
por entenderlo, siempre deja un poso de conocimiento indefinible.
Una de esas
ideas seminales, que he usado mucho puede resumirse en pocas líneas y una
expresión matemática. Viene a resumirse en que la probabilidad de que un
universo viable[1]
apareciese por azar es igual a 1, dividido por 1010^128. Este número
es inimaginable. Si pusiésemos un uno seguido por tantos ceros como partículas
elementales –protones, neutrones, electrones, etc.– tiene el universo, el
número resultante sería insignificante comparado con 1010^128. Hasta
aquí Roger Penrose. Conviene fijarse en que Penrose no habla de por qué o cómo
se generó este universo, sino de las probabilidades de que nuestro universo
haya salido así por azar. A mí, esta idea seminal me lleva a postular un
universo creado con una finalidad específica por alguien que pretende algo con
él, sea lo que sea. Alguien a quien yo llamo Dios. Esta idea, incómoda para
muchos científicos, ha llevado a algunos de ellos a postular, de distintas
maneras, una infinidad de universos para que, entre infinitos universos, haya
algunos –de hecho, serían infinitos– viables. Este postulado, aparte de no
estar basado en nada que pueda ser empíricamente demostrable, atenta contra el
saludable principio de la economía de las hipótesis.
Pero no es sobre
la probabilidad de que aparezca un universo viable sobre lo que quiero hablar.
A mi modo de ver, otro fenómeno que requiere una intencionalidad, es la
aparición de la vida. Hace tiempo que está absolutamente probado que la vida no
es otra cosa que materia químicamente organizada. En el siglo XIX, se discutía
si la vida era materia más un principio diferente, indefinible y, por supuesto
no detectable: el principio vital. La vida surgiría, según estas teorías
vitalistas, de la superposición de determinada materia con ese principio vital.
Hoy, sostener esto raya en el ridículo. La vida no es otra cosa que materia químicamente
organizada. Desde que Stanley Miller, en 1952, realizase el ya famoso
experimento que lleva su nombre, se ha venido especulando sobre cómo la materia
puede ser organizada por la química para adquirir la capacidad de
autoreplicarse, que es la principal característica –ni mucho menos la única– de
la vida. Aunque hay varias teorías al respecto, la que goza de más aceptación es
la llamada “el mundo de ARN”.
En el
experimento de Miller se formaron, de forma espontánea ciertas moléculas
orgánicas. A partir de ese momento, se llegó a la afirmación gratuita,
convertida poco a poco en dogma de fe, de que la aparición de la vida era un
proceso fácil, casi espontáneo si se consideraba la inmensidad del tiempo
disponible, que se cuenta en miles de millones de años. El dogma viene a decir
que en las centenas de miles de millones de experimentos como el de Miller,
pero llevados a cabo en la realidad, por la naturaleza en la Tierra primigenia,
habría una la probabilidad muy cercana al 100% de que esas moléculas básicas se
engarzasen entre sí de manera tal que formasen una cadena que tuviese la
propiedad de autorreplicarse y de realizar otras operaciones necesarias para la
vida. Por supuesto, ningún experimento llevado a cabo en el laboratorio ha
producido jamás algo semejante, pero esto no desalienta a los defensores de ese
dogma de fe, porque arguyen, y es verdad, que el número de experimentos de
laboratorio llevados a cabo desde 1952, es insignificante comparado con el que
ha realizado la propia Tierra en miles de millones de años. Por tanto, dan por
hecho, otra vez gratuitamente y sin ningún soporte, el dogma de fe.
Pero entre los
científicos se han alzado voces que niegan este dogma de fe. Entre estas voces
está la del premio Nobel, Christian Duve, que rechaza este
dogma por estar basado en probabilidades tan inconmensurablemente pequeñas que
sólo pueden considerarse fenómenos que se alejan del ámbito de la investigación
científica.
Ante esto, me empecé a preguntar cómo de inconmensurablemente pequeñas podrían
ser estas probabilidades. Busqué cálculos elaborados por algún científico, del
estilo a los llevados a cabo por Roger Penrose para calcular su probabilidad de
universo viable. No los encontré. Entonces, ni corto ni perezoso, con mis
escasos conocimientos matemáticos, decidí intentarlo yo. Lo que viene a
continuación es el fruto de ese intento. A diferencia de los cálculos empleados
por Penrose, en los que se recurre al cálculo tensorial y a otras
sofisticadísimas herramientas matemáticas, mi intento sólo un poco de
combinatoria y cálculo de probabilidades elemental.
La teoría del
mundo de ARN requiere que se formen dos cadenas muy específicas e íntimamente
relacionadas la una con la otra (Aclaración: esas dos cadenas no son las de la
doble hélice del ADN, ya que hablamos de
ARN, sino una cadena de ARN y una proteína). Las cadenas no tienen por qué ser
muy largas, pero sí lo suficiente para contener alguna información. Me tomé la
libertad de cambiar el código de moléculas que puedan formar las cadenas de ARN
y proteínas por frases y busqué dos frases no muy largas y que tuviesen
relación la una con la otra. Se me ocurrieron estas dos frases.
ESTA FRASE ES
CIERTA SI LA DE DEBAJO ES FALSA
ESTA FRASE ES
FALSA SI LA DE ENCIMA ES CIERTA
No son frases
muy largas, pero sí contienen información, de forma que me parecieron
apropiadas[2].
Empecé por
calcular la probabilidad de que la primera de ellas se produjese por azar. El
alfabeto español, contando con la ñ, la w y la k tiene 27 caracteres, más el
espacio, 28. Las frases tienen, contando los espacios, 45 caracteres cada una.
La probabilidad
de que una combinación aleatoria de los 28 caracteres posibles formen esta
frase de 45 caracteres es de: 1/2845.
Matemáticamente
se puede demostrar (no lo voy a hacer aquí) que 2845 es igual a 1065.
Admitamos, por ejemplo, que pueda haber 10.000 frases que pudieran ser
igualmente útiles que la que se me ha ocurrido. Esto dejaría la probabilidad de
que se hubiese formado por azar una frase útil en 1/1061.
Pero, para que
la cosa funcione, es necesario que se formen las dos frases, una al lado de la
otra, lo suficientemente cerca como para que puedan interactuar, y al mismo
tiempo. Que se formen las dos frases tiene una probabilidad de 1/1061
x 1/1061 que es igual a 1/10122.
Esta es la
probabilidad de que se formen las dos frases (recuérdese que hablamos de
cadenas moleculares formadas en experimentos en la Tierra durante miles de
millones de años). Pero nada dice esta probabilidad de que ambas se tengan que
formar juntas en el espacio y en el tiempo. Dentro de esta probabilidad cabría
el caso de que se formasen una aquí y ahora y otra en China dentro de 600
millones de años. Pero, desde el punto de vista de la formación de la vida,
esto no serviría para nada. La probabilidad de que ambas frases se formen aquí
y ahora sería muchísimo más reducida. Pero renuncio a poner un factor
corrector. Simplemente, recuérdese que estoy siendo muy, pero que muy laxo con
estas probabilidades.
Alguien podría
decir que esta probabilidad es mucho mayor que la de 1/1010^128, que
era la que Penrose había calculado como probabilidad de que el universo fuese
viable. Cierto, pero eso no importa. Lo que importa es contestar a la pregunta
siguiente: ¿Cuántos experimentos de Miller se produjeron en la Tierra en unos
mil millones de años, que es la ventana de tiempo que tuvo la vida para
aparecer? Si se hubiesen producido 10122 experimentos, la aparición
de la vida sería algo prácticamente seguro. Voy a partir de esta hipótesis de
trabajo. Supongamos que en la Tierra, en mil millones de años se produjeron 10122
experimentos de Miller.
Pero, en el
universo hay 100.000 millones de galaxias con unos 100.000 millones de
estrellas en cada una de ellas. Es decir, unas 1022 estrellas.
Supongamos que todas ellas tuviesen un planeta con condiciones de habitabilidad
(hasta ahora no se ha encontrado una sola estrella que tenga planetas en los
que se den las condiciones de habitabilidad, pero de seguro que las hay. Sin
embargo, conceder que en TODA estrella hay un planeta con condiciones de
habitabilidad es mucho conceder, pero ahí va). Habría 1022 estrellas
con planetas habitables. Bastaría con que en tan sólo uno de esos planetas se
hubiesen producido las dos cadenas moleculares (las dos frases). Por tanto,
sólo serían necesarios 10122-22=10100 experimentos por
planeta para que la vida apareciese en algún lugar del cosmos.
Ahora bien, mil
millones de años, la ventana de tiempo disponible, suponen 3,2*1016
segundos. Esto significa que para que apareciese la vida en cualquier planeta,
se tendrían que producir 10100/(3,2x1016)=3,2x1083
experimentos por segundo. Supongamos ahora que los planetas son de un tamaño
parecido a la Tierra. Nuestro planeta tiene aproximadamente 1021 milímetros
cuadrados. Esto quiere decir que para que la vida fuese un proceso que se
generase automáticamente tendrían que haberse producido 3,2x1083/1021=3,2x1062
experimentos por segundo y milímetro cuadrado en cada una de las estrellas con
condiciones de habitabilidad del universo durante mil millones de años. Es
evidente que esto es imposible. De aquí sólo puede desprenderse una conclusión
lógica y racional: la vida es un fenómeno imposible. Bueno, no imposible, pero
sí tan inconmensurablemente improbable, como decía el premio Nobel Christian Duve, que no es explicable sin un agente que apañe
las cosas para que la materia se organice químicamente para formar la vida. Es
decir, sin Dios.
A pesar de esto, es normal leer en cualquier revista
científica que si en un planeta hay vestigios de que, tal vez, pueda haber habido
agua, se dé por hecho de forma inmediata que hay o ha habido vida en ese
planeta. El agua es una de las muchísimas condiciones que un planeta debe
cumplir para que pueda albergar vida. Pero aún después de que un planeta
cumpliese con todas ellas, la probabilidad de que albergue vida es
absolutamente despreciable, como acabo de mostrar (que no demostrar).
En el año 2010, un científico, Craig Venter, anunció que
había producido una célula viva en el laboratorio. ¿Contradice esto lo que
muestro más arriba? De ninguna manera, sino más bien al contrario. La célula
viva que produjo Craig Venter no se produjo espontáneamente. Venter diseñó
cuidadosamente un experimento para organizar químicamente la materia para que
se formase la vida. Es decir, fue un agente que preparó todo con el objetivo de
producir esa vida. Es decir, era una persona con una intención. Por otro lado,
es evidente que el experimento que diseñó era una copia. No hizo más que copiar
una estructura y organización química preexistente para fabricar una copia de
la vida. La cuestión, por tanto, y a pesar de la producción de Venter, sigue
viva. ¿Pudo la naturaleza, de forma espontanea, sin un agente intencional, es
decir, sin una persona, organizar químicamente la materia para que apareciese
espontáneamente la vida? Y la respuesta es la misma, dada por Christian Duve y
por mí. Las probabilidades son tan inconmensurablemente pequeñas, que esa
posibilidad no merece tomarse en consideración. Lo racional sigue siendo
postular un agente intencional. O sea, una persona. Un Dios personal.
Conscientes de esta improbabilidad, uno de los defensores
del dogma de la vida ubicua, Carl Sagan, ideó otro posible proceso para la aparición
de la vida. Este proceso se basa en las reacciones metabólicas
administradoras de energía. Tal vez por eso la teoría se llama “metabolismo
primigenio”. Viene a decir lo siguiente: En algunas cavidades microscópicas de
la superficie de una roca, o en otro tipo de “burbuja” natural que las aísle
del medio externo, pudieron reunirse fortuitamente algunas sustancias orgánicas
reactivas, muy comunes, que iniciasen una reacción metabólica muy simple, pero
capaz de reducir localmente la entropía. Posteriormente ,
esa reacción se iría perfeccionando haciéndose cada vez más eficaz. Tal vez por
esta mezcla aleatoria de sustancias orgánicas en una cavidad, se ha dado a esta
teoría el nombre coloquial de “el mundo en una bolsa de basura”. Cuenta esta
teoría con la ventaja de que no requiere moléculas especiales como las que
forman el ARN. Vale casi cualquier sustancia orgánica común, por lo tanto su
probabilidad sería mucho mayor. Pero uno de sus talones de Aquiles es que, al
no estar almacenada la información de los componentes de esa reacción química,
difícilmente podrían reproducirse las bolsas de basura más eficaces y
proliferar. Si una bolsa de basura se dividiese en otras dos, lo normal es que
las dos hijas no tuviesen la mezcla necesaria para mantener la reacción. Nacerían ,
por tanto, “muertas”. Hay otras dificultades, pero prefiero citar textualmente el
contrario a esta teoría, de Steven A. Benner, miembro del Instituto de
Astrobiología de la NASA: “... la mayoría de las sustancias orgánicas,
cuando se les aporta energía, [...] se convierten en algo parecido a asfalto,
más apropiado para la construcción de carreteras que para el inicio de la vida. Pero los modelos
que sugieren un origen ‘metabólico’ de la vida, desde el momento en que se
basan en cualquier tipo de moléculas reales, también se enfrentan a esa
paradoja: las moléculas suficientemente reactivas como para participar en un
metabolismo lo son, así mismo, para descomponerse”.
***
1ª Réplica de Gio NA
Lamento decirte que todo el
esfuerzo que pusiste en hacer tus cálculos no te sirve para demostrar que la
generación espontánea de vida es "demasiado improbable" para ser
verdad. Para que entiendas lo que digo te invito a visitar esta conocidísima
página: http://es.wikipedia.org/wiki/Teorema_del_mono_infinito
***
1ª Respuesta mía
Efectivamente, querido Gio NA, conozco desde hace mucho
tiempo esa conocidísima página y, además, la comparto. Pero lamento decirte que
no hace al caso. Porque la premisa mayor de esa página es que el tiempo es
infinito, cosa que no es verdad. Si te fijas bien en mi argumento, he considerado
una ventana de tiempo de 1000 millones de años, equivalentes a 3,2*10^16
segundos. Tampoco en este caso el número de monos es infinito. Si asimilamos
los monos al número de planetas habitables en todo el universo, en los cálculos
está la estimación de 10^16 planetas/monos. Y es teniendo en cuenta tod esto
como salen esas probabiidades tan inconmensurablemente pequeñas. Si quieres
puedes aumentar el tiempo o el número de monos, pero, el resultado seguirá
siendo una probabilidad inconmensurablemente pequeña. Así que, te agradezco
enormemente tu comentario, pero mi conclusión es la misma. La vida es un suceso
"imposible", como también opina, según digo en mi entrada, el premio
Nobel Christian Duve.
Un abrazo.
Tomás
***
2ª Réplica de Gio NA
jejeje...
parece que no entendiste el sentido de mi comentario, no te puse el link para
que tomaras el ejemplo literalmente sino para que te enteraras de cómo se hacen
los cálculos de probabilidades con respecto a temas como estos. Por supuesto
que el tiempo no es infinito en el caso de la aparición de la vida, pero
cometes dos errores fundamentales, primero haces el cálculo directo, cuando lo
adecuado es hacerlo a la inversa (como se muestra en el ejemplo de los monos) y
segundo, sin darte cuenta reduces enormemente la cantidad de opciones para la
aparición de la vida a solo los segundos transcurridos en 1000 millones de
años, dando por sentado que por cada segundo solo se puede dar 1 oportunidad
para la aparición de la vida, sin embargo considerando por ejemplo las
condiciones de la tierra en período primitivo, la cual albergaba literalmente
un océano de reacciones químicas es extremadamente probable que el número de
oportunidades al azar para que se formase un compuestos orgánico sea muchísimo
mayor a 1 oportunidad por segundo (un experimento por segundo según tu
descripción). Solo hablando de la tierra, no tenías solo un alfabeto disponible
por segundo para producir una frase conexa al azar, tenías varios miles de
millones de alfabetos disponibles con los cuales realizar experimentos en un
mismo segundo. Considerando ese posible número (que no has considerado) y
realizando el verdadero cálculo (a la inversa del tuyo) el resultado
seguramente será bastante distinto. Y que menciones a ese premio nobel no veo
que aporte nada a tu argumento; no es el primero que apela a una falacia, Hoyle
se le anticipó (para más información solo busca "falacia de Hoyle",
también es conocidísima).
***
2ª Respuesta mía:
Querido Gio NA. De verdad, muchas gracias por ésta tu
segunda réplica. Me ha hecho pensar y este mayor y mejor pensamiento me ha
llevado a una mayor certidumbre en mi conclusión. Hablas de “dos errores fundamentales” en mi
razonamiento:
El primero, que hago el cálculo directo, cuando debería
hacerlo inverso. Permíteme que esto, que es lo que lleva una mayor carga
matemático-estadística, lo deje para el final.
El segundo es que , según dices “sin darte cuenta reduces enormemente la cantidad de opciones para la
aparición de la vida a solo los segundos transcurridos en 1000 millones de
años, dando por sentado que por cada segundo solo se puede dar 1 oportunidad
para la aparición de la vida, sin embargo considerando por ejemplo las
condiciones de la tierra en período primitivo, la cual albergaba literalmente
un océano de reacciones químicas es extremadamente probable que el número de
oportunidades al azar para que se formase un compuestos orgánico sea muchísimo
mayor a 1 oportunidad por segundo (un experimento por segundo según tu
descripción)”. Sin duda se te ha pasado por alto algo de mi primera
entrada. Y es que hablo de 1 experimento por segundo y por milímetro cuadrado. Te copio el texto de mi entrada:
“Esto
significa que para que apareciese la vida en cualquier planeta, se tendrían que
producir 10100/(3,2x1016)=3,2x1083
experimentos por segundo. Supongamos ahora que los planetas son de un tamaño
parecido a la Tierra. Nuestro planeta tiene aproximadamente 1021
milímetros cuadrados. Esto quiere decir que para que la vida fuese un proceso
que se generase automáticamente tendrían
que haberse producido 3,2x1083/1021=3,2x1062
experimentos por segundo y milímetro cuadrado en cada una de las estrellas
con condiciones de habitabilidad del universo durante mil millones de años”. Ello no
obstante, en los cálculos inversos que luego haré, y para darte ventaja, he
considerado 1000 experimentos por segundo y milímetro cuadrado. Por lo tanto
éste no es un error.
Hablas también del número de alfabetos disponibles. Dices: “Solo hablando de la tierra, no tenías solo
un alfabeto disponible por segundo para producir una frase conexa al azar,
tenías varios miles de millones de alfabetos disponibles”. Supongamos que, como tú dices, hubiera mil
millones de alfabetos. Entonces, la probabilidad de que las dos frases
apareciesen a la vez, en lugar de ser de 1/10122, sería de 1/10(122-9),
es decir 1/10113. Pero, a mi vez, quiero recordarte una concesión
inmensa que ya hice, a sabiendas que no debería hacerla, en mi primera entrada:
“Esta
es la probabilidad de que se formen las dos frases (recuérdese que hablamos de
cadenas moleculares formadas en experimentos en la Tierra durante miles de
millones de años). Pero nada dice esta probabilidad de que ambas se tengan que
formar juntas en el espacio y en el tiempo. Dentro de esta probabilidad cabría
el caso de que se formasen una aquí y ahora y otra en China dentro de 600
millones de años. Pero, desde el punto de vista de la formación de la vida,
esto no serviría para nada. La probabilidad de que ambas frases se formen aquí
y ahora sería muchísimo más reducida. Pero renuncio a poner un factor
corrector. Simplemente, recuérdese que estoy siendo muy, pero que muy laxo con
estas probabilidades”.
A veces peco de
conceder cosas que no debiera, porque luego, al volver a discutir los
favorecidos por esta concesión gratuita se olvidan de que se ha hecho. Pero, a
pesar de todo, voy a seguir haciéndola. Pero no se te olvide, por favor.
Llegados a este
punto, volvemos al primer error y aquí me tengo que poner auténticamente friki.
Voy a hacer el cálculo inverso, de acuerdo con lo que me dices en tus réplicas.
¡A por ello!
El cálculo
inverso supone decir las probabilidades de que un experimento no tenga éxito. Si llamamos p a la
probabilidad de que sí lo tenga, la probabilidad de que no lo tenga, siguiendo la lógica inversa será (1-p). Por lo tanto
la probabilidad de que si se hacen n experimentos ninguno tenga éxito será (1-p)n.
Ahora bien, se puede demostrar que el desarrollo (1-p)n
será un polinomio del que los dos primeros términos serán 1-np, seguido de n-1
sumandos y restandos alternos con la p elevada a exponentes crecientes hasta el
n, de la forma ap2, bp3, cp4, …. xpn. Pero si p (la
probabilidad de que un experimento tenga éxito) es, como se ha dicho
anteriormente y haciendo concesiones al número de alfabetos 1/10113,
cualquier potencia de p será absolutamente despreciable frente
a p
(máxime cuando los sumandos siguientes alternan sumandos y restandos). Por
tanto, se puede admitir, sin un error apreciable, que la probabilidad de que
ningún experimento tenga éxito será (1-np). Por tanto, la
probabilidad de que al menos un experimento tenga éxito (lo que es suficiente
para que aparezca la vida) será [1-(1-np)], es decir np. Es decir, si
en todo el cosmos, en todos sus planetas habitables, en cada uno de sus
milímetros cuadrados, en todos los segundos de los 1.000 millones de años de la
ventana para que aparezca la vida, se produjesen 10113 experimentos,
la probabilidad de que apareciese la vida sería de 100% (10113/10113).
Si se produjesen 1020 experimentos, la probabilidad de que
apareciese la vida sería 1/1093 (1020/10113). La pregunta ahora es: ¿Cuántos experimentos se
pueden haber producido en el cosmos en todos sus planetas habitables, en cada
uno de sus milímetros cuadrados, en todos los segundos de los 1.000 millones de
años de la ventana? Para ello tenemos que hacer algunas estimaciones,
naturalmente discutibles.
¿Podemos suponer
que la producción de experimentos en el cosmos en todos sus planetas
habitables, en cada uno de sus milímetros cuadrados, en todos los segundos de
los 1.000 millones de años de la ventana sea de 1000 por milímetro cuadrado por
segundo? Si es así, dado que un planeta medio puede tener 1021 mm2,
el número de experimentos por planeta por segundo sería de 1024.
(1000x1021). Dado que en mil millones de años hay 3,2*1016
segundos, el número de experimentos por planeta sería de 3,2*1040
(3,2x1016x1024). Si en el universo se estima que hay
100.000 millones de galaxias, cada una con 100.000 millones de estrellas, esto
nos da un número de estrellas aproximado de 1022. Supongamos que una
de cada millón cumple las condiciones para tener un planeta habitable. Esto
daría 1016 planetas habitables en el cosmos. Esto supone 1056
(1040x1016) experimentos en todo el cosmos, en toda la
superficie de sus planetas, en todos los segundos de la ventana de 1000
millones de años. Pero, según lo visto anteriormente, con este número de
experimentos n=1056, las probabilidades de que aparezca vida serían
1/1054. (1056/10113) Es decir, la vida sigue
siendo un fenómeno “imposible”. Para hacernos una idea de la “imposibilidad” de
este fenómeno, me permito un pequeño ejemplo. Todos los océanos de la tierra,
supuesta una profundidad media de 1000 metros, contienen unos 1027
mm3 de agua. La probabilidad de que una lágrima de un mm2
caída en el océano y que mantuviese su identidad sin disolverse fuese pescada
por mí tras pasearse por todo el globo, sería inconmensurablemente mayor que
que apareciese la vida. El hecho de que en vez de haber 1000 experimentos por
milímetro cuadrado por segundo hubiese 1 millón, es irrelevante. El hecho de
que en vez de haber 1.000 millones de alfabetos haya un billón de alfabetos, es
también irrelevante. Con estas nuevas concesiones, la probabilidad de la vida
sería de 1/1048, es decir, “imposible”. La vida sigue siendo un
fenómeno “imposible”, con estadística inversa o directa. Punto.
Sobre la falacia
de Hoyle: hay una diferencia abismal entre aplicar estas ideas a la aparición
de la vida y a la evolución. La aparición de la primera hebra de algo parecido
a ARN con capacidad de duplicarse es un hecho que ocurre aquí y ahora o no
ocurre. La evolución (en la que creo fervientemente) es un proceso. Si
aplicamos el caso del mono (en su símil literal) a la evolución nos encontramos
con lo siguiente. Si el mono aprieta la l y después la a, ha escrito “la”, que
es una palabra en castellano y, a partir de ese momento, “la” tiene ya una
tecla suya en la máquina de escribir del mono (tener una tecla propia equivale
a la capacidad de supervivencia de una forma de vida). Si escribe la d y la o,
aparece “do”, a la que se le atribuye una tecla. Con sólo apretar “la” y luego
“do” aparece “lado”, palabra castellana a la que se le asigna una tecla. Pronto
empezarán a aparecer frases con sentido a partir de teclas más complejas, que
tendrán su tecla específica. No cabe duda de que, de esta forma, llegar a
escribir El Quijote es perfectamente factible en un proceso con un tiempo
razonable. Pero eso nada tiene que ver con que en un instante se produzca la
chispa de la vida. Eso no es un proceso. Evidentemente que Fred Hoyle, como
cualquier otro premio Nobel, Christian Duve incluido, se pueden equivocar. Pero
que un premio Nobel de fisiología y medicina esté de acuerdo con mi tesis, me
da más seguridad que si no lo estuviera, ¿no?
[1] Universo viable es aquél capaz
de producir estrellas, planetas, galaxias, química y vida.
[2] Aunque es irrelevante para el
razonamiento que estoy siguiendo, me apetece aclarar que esas dos frases tienen
sentido lógico. Efectivamente, si la primera es cierta, nos dice que la segunda
es falsa. Y si esta segunda es falsa, nos dice que la primera es cierta.
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