24 de junio de 2016

Brexit: primera victoria de la visceralidad. ¿Vendrán otras?

Publico en mi blog algo que envié esta mañana a una lista de remitentes que tengo con los que a menudo debato. Está un poco fuera de contexto, pero creo que puede ser interesante. Ahí va:

Juro por lo más sagrado que hoy no pensaba hacer envío. Ya os tenía bastante abrasados estos días. Pero han pasado dos cosas.

La primera, que yo daba por altísimamente improbable, que ha ganado el Brexit.

La segunda que he tenido una avalancha de críticas, a veces feroces, a mis envíos anteriores.

Por lo tanto, no puedo quedarme callado.

El Brexit. Primera victoria del visceralismo. Pero seguro que no la última. Es probable que el domingo veamos una segunda. Todo el mundo habla de que los populismos de distinto signo avanzan en Occidente. Si se les llama populismos, hay que puntualizar que son de distinto signo. Pero si se les llama visceralismos, esa puntualización sobra. Como esto tiene que ver con la segunda, lo dejo aquí y reconectaré.

Críticas. Son muy diversas pero intentaré ser breve. Probablemente sea también ácido.

a)       Hay un proverbios chino que dice: “Cuando el dedo señala a la luna, el idiota mira el dedo”. En mi fábula del otro día (Inserto la fábula más abajo)  mucha gente creía que la mujer era el PP, por más que le puse nombre y apellido. LIBERTAD  de nombre y DEMOCRACIA de apellido. Podría haberle puesto un segundo apellido que no le puse, pero se lo pongo ahora. UNIDAD DE ESPAÑA. El PP no es más que un instrumento. El único FACTIBLE (de los infactibles no merece la pena hablar) que defiende la libertad y la unidad de España, aunque sea con defectos, incluso graves. El ÚNICO. Algunos me han escrito una larga lista de “agravios” del PP. Unos ciertos, que a mí también me indignan, y otros absolutamente disparatados, los típicos de gente que no se entera de que la política es el arte de lo posible. Mi dedo señala a la luna, mirad a la luna, no a mi dedo. Siento tener que citar el título íntegro del artículo del P. Santiago Martín, que por afán de no molestar demasiado “censuré”. El título es: “Es la libertad, idiota”. (Los dos idiotas provienen de citas que no son mías, pero...)
b)      A vueltas con la catarsis. En este capítulo debo distinguir cuidadosamente entre dos tipos. Los que simplemente mandan información y los que opinan que el que no quiere esa catarsis es porque no es suficientemente recto de conciencia.

Entre los primeros agradezco una carta que me han enviado con la mejor voluntad. Es un escrito delirante de alguien por el que siento el máximo respeto, aún sin conocerle. Se trata de un sacerdote, misionero en Etiopía, del que a veces recibo escritos magníficos describiendo su extraordinaria labor allí y con cuya organización colaboro. Me duele tener que mostrar mi profundo desacuerdo con alguien a quien admiro, pero… Pues bien, con dolor. Es una carta delirante, en la que afirma, sin tapujos que si hubiese que volver a una situación como la del 36 eso sería estupendo para España y que lo que tenemos que hacer es inmolarnos en el martirio. ¡¡¡¡¡Bravo!!!!! Si hay algo claro es que un cristiano debe aceptar el martirio si le llega, pero de ninguna manera debe buscarlo ni propiciarlo. Es pura doctrina. Tomás Moro, buscó todos los caminos posibles, sin traicionar su alma, para evitar su martirio. No pudo y lo aceptó. Pero de ninguna manera lo buscó. El que quiera una catarsis, que se diseña una a la medida de su culo, pero no a la del culo de todos los españoles. El que busque el martirio, que lo busque, pero que no diga que los que intentamos salvar los muebles somos unos tibios. ¿Alguien se imagina a un cristiano diciéndole al emperador Constantino que se metiese el edicto de tolerancia por el culo, que o hacía del cristianismo la religión oficial del imperio o los cristianos preferían ser perseguidos?

Pero hay otros que, con esta carta o con otros argumentos, afean mi conducta y mi conciencia. Y me pregunto, ¿tan malo soy que pierdo mi alma por votar al PP como defensa de la libertad y la democracia? Para algunos parece que sí, que estoy poniendo mi alma en peligro. ¡Qué les den dos duros! ¡¡¡Ya vale de repartir certificados de rectitud de conciencia!!! ¿Me pregunto si no habrá quien está disfrazando su visceralismo de rectitud de conciencia. Ya está bien de presumir de pureza de conciencia.
c)       Luego están los que interpretan que son dos Papas, nada menos que Juan Pablo II y Benedicto XVI los que dicen que un buen cristiano no puede votar en conciencia al PP. Por supuesto, es una interpretación completamente torticera. Cierto que dicen que un político (se refiere fundamentalmente a ellos) no puede votar en conciencia una ley que aumente las posibilidades de abortar y que deben tender a la eliminación de toda ley que, en cualquier medida atente contra la vida. Y que únicamente si no es posible la reducción o eliminación de las leyes existentes que permiten ciertos casos de abortos, únicamente en esos casos, deben resignarse, sin aceptarla en conciencia, a ella. Pero, ojo, eso se refiere a los políticos que hacen las leyes, no a los votantes. Por supuesto, el día que el PP promueva o apoye con sus votos de disciplina de partido una ley que aumente las posibilidades de abortar o que abra la puerta a la eutanasia (por favor, no confundir la evitación del encarnizamiento terapéutico con la eutanasia), ese día, mi conciencia me impedirá votar al PP. Pero eso, hoy por hoy, no ha pasado.
d)      Por último están los defensores a ultranza de Mons. Munilla al cual yo, según ellos, he atacado injustamente. Otra vez más, y así lo dje en mi anterior escrito, admiro a Mons. Munilla y me duele decir esto, pero… Mons. Munilla ha contribuido activamente a la confusión y a dar rienda suelta a ese disfraz del visceralismo de muchos de libertad de conciencia. Primero, en Diciembre, dijo con absoluta claridad (por supuesto, sin decir siglas) que un cristiano no podía votar al PP. Ahora ha dicho que si alguien cree que la situación es excepcional, esa restricción no vale. Pero sigue manteniendo la falsa dicotomía entre el voto en conciencia y el voto útil. Decir sin decir, si pero… en definitiva confusión. Ejemplo debería haber tomado, desde antes de diciembre, de la Conferencia Episcopal Española que, a pesar de las presiones de algunos prelados, no quiso entrar al trapo, no por cobardía, como la acusaron algunos puros, sino porque el que calla otorga y es absolutamente innecesario decir que sí se puede votar a un partido. Por supuesto, si la CEE creyese que el alma de su grey se ponía en peligro si votase al PP, lo habría dicho. Al no decirlo, actuó con prudencia exquisita. Pero, claro, a la visceralidad le gustan los argumentos ad hominem y muchos acusan a la CEE de cobardía.

En fin, como empecé. Hoy, primera victoria de la visceralidad. ¿Veremos el domingo la segunda? ¿La de los viscerales de distinto signo que se “alían”? Los extremos se tocan. ¡Qué gran verdad!

Una última cosa. Si por la colaboración de dos visceralidades nos deja nuestra mujer, LIBERTAD DEMOCRACIA UNIDAD DE ESPAÑA, cada visceralidad, en una proporción que no sabría especificar, tendrían una grave responsabilidad. Por supuesto, no digo que pondrían su alma en peligro. No sería ante el tribunal de Dios ante el que tendrían que rendir cuantas, sino ante el tribunal de la Historia. De un libro de historia del siglo XXX ;-) “A principios del siglo XXI, una ola de visceralidad de muy distintas tipologías, hizo que una sociedad que gozaba de libertad y prosperidad, de una forma incomprensible, se buscase su propia ruina. Tardaron dos siglos en llegar al nivel que habían alcanzado.”


Me temo que el domingo sí veremos la segunda victoria. Y me temo más todavía que, detrás de esa, vendrán otras. La fábula se puede hacer realidad.

La fábula citada más arriba:

Un hombre tenía una mujer estupenda. No era perfecta. Tenía defectos, algunos de ellos graves, pero era, en general estupenda. Pero con el paso del tiempo, el hombre empezó a dejar de apreciar las cosas buenas que tenía y a fijarse sólo en los defectos, hasta el punto que llegó a no soportarla. Algunos de sus amigos alimentaban esta visión parcial y le animaban a fijarse cada vez más en sus defectos reales y en otros que ellos inventaban o exageraban. Por otro lado, el hombre estaba convencido de que su mujer estaría siempre a su lado, como si le debiese una fidelidad eterna. Pero una mañana, se dio cuenta que su mujer se había ido. Más aún, se la había levantado ese amigo que más le comía la oreja con sus defectos. Su amigo se la llevó a un país lejano de donde no se podía volver y allí la abandonó. Cuando en buen hombre (era bueno el pobre. Un poco tonto, eso sí) se dio cuenta de su error, ya no tenía arreglo. Su amigo sí volvió y cada vez que se cruzaba con él le sacaba la lengua y le guiñaba un ojo. Algunos cuentan que el buen hombre llegó a pensar que así era mejor. Que así encontraría una mujer mejor. Pero nunca la encontró.

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