El pasado viernes, saltó la noticia, comentada hasta la saciedad, de la torticera
petición de algo que difícilmente se puede llamar perdón, por parte de la banda
terrorista ETA. He leído u oído muchos comentarios en prensa, radio y televisión, pero, como me gusta ir a las fuentes, he
buscado el texto íntegro de la declaración de ETA, que os adjunto por si
queréis leerlo.
Me parece un estudiadísimo ejercicio de cinismo e hipocresía, diseñado para
engañar a los medios y la opinión pública internacional. Y lo malo es que lo
han conseguido. El mismo viernes, en La Noche de 24 Horas, se pasó revista a las menciones
que del comunicado hacían los medios internacionales. Lamentable. Prácticamente
todos -y podría quitar el prácticamente- han tragado el anzuelo. ¿Por qué la
gente del mundo mundial que, con excepción de la ultraizquierda, condenó en su
día unánimemente la las Brigadas Rojas de Italia o a la Bader Meninhoff de
Alemania o a los terroristas del IRA contra el Reino Unido, o a las FARC en
Colombia o a Sendero Luminoso en Perú, etc., etc., etc., cae en la trampa de
considerar a ETA como una organización política y este comunicado como una
sincera petición de perdón? ¿Qué maldición persigue a España para que sea la
excepción de esta regla mundial? Alguna vez, alguien debería hacer un estudio
de las razones de este estigma.
Como comparación, os envío, lo que es una auténtica petición de perdón. La
escribió hace unos años el etarra, realmente arrepentido, José Luis Álvarez
Santacristina, alias Txeli, en su día. Fue uno de los dirigentes más relevantes
de la banda y le detuvieron en Francia en 1992. Acusado y condenado por el
asesinato del ex senador de UCD, catedrático y abogado en ejercicio Manuel
Broseta, fue condenado a 90 años. Cumplió parte de su condena en Francia y la
sigue cumpliendo en España. En un momento, se encontró con Jesucristo y se
convirtió a Él. En 1998 fue expulsado de la banda terrorista por condenar el
asesinato de Miguel Ángel Blanco. En la cárcel estudió Filosofía, Teología,
Psicología, Letras Modernas y Empresariales. 23 años dan para mucho. En 2015
salió en libertad condicional. Adjunto el texto que leyó sobre el perdón en una
universidad a la que fue invitado, que acaba con su personal petición de
perdón, nada abstracta, muy concreta. He aquí su texto:
PEDIR PERDÓN DESDE
EL SUFRIMIENTO DE LAS VÍCTIMAS
Ante
todo quiero agradecer la oportunidad que se me brinda, en este foro académico
tan singular y de gran proyección social, para poder ofrecer una reflexión a la
vez rigurosa y personal acerca de la experiencia del perdón solicitado y
recibido. Dadas las circunstancias, he preferido realizar un resumen de la exposición que tenía preparada.
No
es exagerado afirmar que vivimos un periodo de gran trascendencia social y
política en la que todos los que habitamos este país, tejido de tantos
encuentros y desencuentros a lo largo de su historia, nos debemos de aportar lo
mejor de nosotros mismos a fin de labrar entre todos un presente más ilusionado
y un futuro no lejano donde la convivencia entre ciudadanos de diferentes y aun
contrapuestas visiones ideológicas y sociales sea realmente posible.
El
tema del perdón es sin duda una cuestión de candente actualidad y de enorme
valor simbólico y reparador, tanto a nivel individual como a escala grupal y
social. Solo una mirada serena y rigurosa podrá ayudarnos a profundizar y
avanzar en este terreno. Para ello es imprescindible ir más allá de los
discursos políticos de distinto signo, sin por ello ignorarlos, y tratar de situar esta reflexión en un ámbito ante
todo ético y, si se quiere,
metapolítico, de manera que pueda servir para racionalizar el debate,
dotarlo de un rigor ético y articular un camino de reconciliación y memoria que
transite por la senda de la justicia ecuánime y del perdón pedido y
otorgado.
Mi
exposición, dada mi biografía pública, se va a centrar en analizar el perdón
desde la perspectiva del perdón pedido, es decir, del perdón solicitado por
quien ha sido responsable, en una u otra medida, del sufrimiento injusto de
otra persona, y en particular por quien ha atentado gravemente contra la vida o
la integridad de otro u otros seres humanos. Trataré de mostrar que la petición
de perdón, para ser auténtica y reparadora, debe hacerse ante todo y sobre todo
desde el sufrimiento de las víctimas, a saber, desde la conciencia siempre
creciente del dolor irreparable generado en la(s) víctima(s) y en sus
familiares y allegados.
Dada
la complejidad e intensidad de emociones, pensamientos y juicios espontáneos
–en ocasiones contradictorios- que genera la temática del perdón en el conjunto
de nuestra sociedad y la particular sensibilidad que dicha cuestión requiere
para con todas las víctimas y sus familiares, conviene ir paso por paso y
aclarar bien los conceptos y su alcance. Y a todas ellas van dedicadas en
especial mis reflexiones de hoy, que quieren ser una aportación reflexiva
humanizadora, desde mi conversión religiosa y severa autocrítica personal, al
reconocimiento de la realidad masiva del sufrimiento de todas y cada una de las
víctimas y de sus familiares y allegados -víctimas también-, con el contexto
del llamado “conflicto vasco” como telón de fondo y trasfondo,
independientemente de la lectura política y social que se haga del mismo.
Solo
un acercamiento sereno y riguroso al tema del perdón nos permitirá a todos
tener elementos de juicio para construir entre todos una sociedad que camine
hacia la reconciliación. Un hombre lleno de sabiduría y bondad, y
auténticamente libre, Jesús de Nazaret, enseñó: “La verdad os hará libres”. Con
los años he podido comprender y experimentar la verdad profunda que encierra
esa enseñanza. Solo la verdad puede hacernos realmente libres. Ahora bien, ¿qué
es la verdad?, y en nuestro caso concreto: ¿cuál es la verdad del perdón, del
perdón pedido y del perdón dado?
En
filosofía hay un cierto consenso en entender que la verdad de las cosas no es
algo que esté ahí frente o exterior a nosotros, sino más bien una realidad que
nos impregna y que tenemos que descubrir y construir entre todos, sobre todo
cuando de cuestiones y actitudes sociopersonales se refiere. La verdad es, en
este sentido, reconocimiento, construcción, experiencia (vivencia pasada por el
tamiz de la reflexión y del sentido) y proyecto, proyecto de búsqueda y de
vida.
La
idea matriz y motriz que propongo a reflexión es en este caso la petición libre
y sincera de perdón, como elemento fundamental para desarrollar una dinámica de
perdón y reconciliación que erradique definitivamente todo tipo de violencia,
especialmente la violencia “de intencionalidad política” (Setién) –sea cual
fuere su signo y origen- y afiance la paz y la convivencia.
¿Qué
significado tiene o debería tener dicha petición? ¿Qué significado le da o
debería dar el infractor o victimario? ¿Qué sentido le dan o podrían dar la
víctima o sus familiares? Dicho de manera más llana y clara, si se prefiere:
¿Qué se pide exactamente cuando uno pide perdón, valga la redundancia? ¿Cómo
puede una víctima o familiar de esta recibir una petición de perdón por parte
de su victimario? Esas son las cuestiones concretas a las que voy a tratar de
responder de modo esquemático pero preciso.
A
fin de expresar de modo sintético mi posición al respecto, propongo siete
criterios básicos.
1.
Pedir perdón es un acto de humildad y no pocas veces de valentía. Acto de
humildad, en la medida que uno se reconoce radicalmente falible y responsable
del mal causado a alguien; no echa
balones fuera, valga la expresión, no busca excusas, sino que reconoce simple y
llanamente el daño objetivo causado. Acto asimismo de valentía, y voy a
precisar qué entiendo por tal para evitar malentendidos. En una cultura como la
nuestra, donde con demasiada frecuencia la valentía ha sido y sigue aún
asociada por muchos a gestos de supuesta bravura, no pocas veces violenta y
sangrante, conviene subrayar la auténtica valentía que entraña la actitud de
quien, lejos de toda arrogancia o sumisión deshumanizante, se atreve a mirar de
cara el mal que ha causado. En este sentido, quien pide perdón se honra a sí
mismo y honra aún más la memoria de la víctima y su familia.
2.
Pedir perdón es asimismo un ejercicio de libertad. Quien pide perdón con
sinceridad no lo hace forzado por presiones externas, sino fruto de una libre
reflexión autocrítica y empática que le lleva no solo a reconocer el mal
causado sino también a conmoverse profundamente ante el sufrimiento
inconmensurable que ha provocado. Por ello, a mi entender, la petición de
perdón podría quedar desnaturalizada y perder su potente fuerza reparadora y
regeneradora si se planteara solo como un requisito de cumplimiento formal, sin
negar por ello que determinadas circunstancias sociales y personales puedan y
deban favorecer un proceso de reflexión autocrítica y empática que desemboque
en su momento en una libre petición de perdón. Conviene tener presente que, al
igual que otorgar el perdón es un acto libre, generoso donde los haya, la
petición de perdón solo incoa y despliega toda su fuerza reconciliadora cuando
se manifiesta como un gesto libre y sincero, fruto de un proceso de maduración
absolutamente personal e intransferible, cuyos ritmos y fases no se pueden
forzar so pena de poner en riesgo su autenticidad.
3.
La petición de perdón no es en modo alguno un acto de exigencia para con la
víctima o sus familiares. Cuando se efectúa de manera voluntaria y sincera, dicha
petición no tiene en absoluto el ánimo de exigir a la víctima y/o a sus
familiares la obtención del perdón. No se trata de exigencia alguna, antes al
contrario. Cuando alguien pide sinceramente perdón a su víctima y comienza a
hacerlo con la expresión “Le(s) pido sinceramente perdón” trata ante todo de
expresar en primera persona y con sus propias palabras (sencillas, pero muy
significativas) el reconocimiento explícito del dolor irreparable causado y el
sentimiento sincero de pena y amargura por el daño infligido a la víctima y a
sus familiares.
4.
Quien expresa la petición de perdón no espera necesariamente, y menos aún en
primer término, que se le otorgue el perdón por parte de la víctima o sus
familiares. Cuando el victimario da el paso de pedir perdón por el dolor
causado, y cuando éste es irreparable, es muy consciente de la gravedad del
daño infligido y de la enorme dificultad por parte de la víctima o sus
familiares para poder perdonar, e incluso para poder simplemente escuchar o
recibir la petición de perdón. Desde esta perspectiva, la petición de perdón
expresa un acercamiento emocional y vital por parte del victimario hacia la
víctima y sus familiares, es decir, un gesto de empatía real para con
ellos.
5.
En definitiva, la petición sincera de perdón por parte del infractor o
victimario no obliga en modo alguno a la víctima o a sus familiares a tener que
conceder su perdón, ni a escucharla en persona. Por lo tanto, éstos no deben
sentirse obligados a otorgar el perdón ni, si así es su deseo, a recibir en
persona dicha petición de perdón.
6.
Por otra parte, la petición de perdón podría ser entendida como una oportunidad
para la víctima o sus familiares para que la memoria del daño irreparable
sufrido se asiente definitivamente y se fortalezca en todas sus dimensiones,
siendo una de éstas el reconocimiento por parte del victimario del dolor
causado, dimensión que restaba por restaurar.
7. La petición sincera de perdón podría
asimismo ser comprendida como una oportunidad para avanzar en la labor de duelo
inherente a la pérdida de un ser querido o a las graves heridas físicas y
morales sufridas. Los profesionales que ayudan a personas que han sufrido
pérdidas irreparables a elaborar sus duelos conocen muy bien la importancia
decisiva que reviste para dichas personas el poder escuchar, en el momento y
circunstancias oportunos, de boca de su victimario una sinceras palabras de
petición de perdón, respetando siempre, obviamente, su derecho a no querer
aceptarlas o siquiera escucharlas personalmente.
Siendo
la ética aquella dimensión humana que, constituyéndonos en lo más profundo de
nuestra humanidad, nos permite tomar conciencia del bien y del mal, la
capacidad de pedir perdón aparece como el punto álgido del proceso de toma de
conciencia del mal infligido. A mi juicio, la petición de perdón es un acto
genuinamente humano que muestra la capacidad del ser humano de tomar conciencia
de sus errores más graves y regenerarse a sí mismo reconociendo el daño causado
y expresando con sinceridad dicho reconocimiento ante quien o quienes ha dañado
gravemente. Pedir perdón es un gesto que dignifica al infractor o victimario,
es decir, un gesto que le reconcilia consigo mismo, con lo más genuino y
profundo de su dignidad humana, a la vez que inicia un proceso de reparación
del daño causado. Como tal, no es un acto específicamente ni necesariamente
religioso, sino un acto genuinamente humano. Quien tenga un credo religioso lo
revestirá, sin duda, de un contenido y unas características propias de la fe
que le habita, y quien no lo tenga lo investirá con connotaciones distintas;
pero en uno y otro caso la petición de perdón del victimario se manifiesta como
un gesto humano de honestidad ante sí mismo, ante la víctima y sus familiares
y, por ende, ante el conjunto de la sociedad, se exprese públicamente o
no.
¿Qué
pide quien pide perdón? O dicho en primera persona: ¿Qué pido cuando pido
perdón?
A
mi juicio, ante todo y sobre todo, cuando se pide perdón se pide escucha, es
decir, se intenta transmitir este mensaje: “Escúcheme, tengo algo importante
que decirle: sé que he hecho mal y lo siento de veras; cada día soy más
consciente de ello y le pido sinceramente perdón”. Ese es el significado
latente, antes que cualquier otro. El acto delictivo o criminal había supuesto
la quiebra de todo diálogo, por tenue, difuminado o embroncado que fuera.
Ahora, cuando el victimario pide perdón, toca a la puerta de la víctima o sus
familiares y pide ser escuchado de algún modo. No fuerza puerta alguna, ni tan
siquiera toca él directamente la puerta, tan sólo hace llegar su mensaje, de
modo escueto pero diáfano; pide simple y llanamente que se le escuche, que su
mensaje sea recibido o cuando menos reciba acuse de envío.
Hablando
en primera persona
No
quisiera terminar esta exposición sin antes tratar de ser coherente con las
reflexiones que he expuesto y aplicármelas, ante ustedes, ante vosotros, en
primera persona. Por ello, expreso hoy y aquí el profundo pesar y dolor que me
embarga al ser cada día más consciente de la tragedia que todas, absolutamente
todas y cada una de las víctimas de la violencia están, estáis, viviendo.
Habiendo
sido durante años militante de ETA soy plenamente consciente de la
responsabilidad moral que ello conlleva para con las numerosas víctimas que ha
generado ETA a lo largo de su historia y en particular durante los años en que
fui militante. Dios es testigo que estoy profunda y sinceramente arrepentido de
ello. Trato en la medida de lo humanamente posible compartir de algún modo el
dolor generado por las graves secuelas físicas y psicológicas que han de
soportar muchas víctimas y sus familiares, así como el sufrimiento perenne que
arrastran cientos de familias por la trágica pérdida de su esposo/a, hijo/a,
padre, madre, hermano/a, familiar, allegado o amigo/a y tengo siempre presente
que es un mal irreparable. En la medida en que siendo en su día miembro de ETA
contribuí de un modo u otro a la perpetuación de dicha violencia, pido
públicamente perdón de todo corazón y con toda la hondura de reflexión
autocrítica que he tratado de reflejar en estas líneas.
En Donostia, a 24 de junio de 2012
No sé en qué medida fue perdonado por las víctimas de ETA, pero al menos
una, Carmen Ripa, viuda del primer periodista asesinado por ETA, le escribió:
“El perdón es una disciplina políticamente incorrecta. Hoy te darán la primera
página, pero después vendrá el vacío de los que se consideraban tus amigos, el
vacío hacia donde quieres llegar y el vacío de los que no quieren acompañarte.
No te desanimes. Jesús, ese hombre excepcional al que citas, dice que el perdón
os hará libres. Duerme en paz y aleja de tu lado los demonios de la noche. Lo
hecho, hecho está. Nunca se puede rebobinar el pasado, pero el futuro se puede
empezar cada día”. Por eso yo quiero hoy rescatar del olvido las reflexiones
sobre el perdón de José Luis y su personal petición de perdón.
No podía dejar de decir esto.