13 de diciembre de 2019

La guerra fría continúa


Efectivamente, la guerra fría continúa. Cuando en 1989 se derribó el muro de Berlín, mucha gente, yo entre ellos, creímos que el comunismo había muerto y, con él, la influencia propagandística de la URSS sobre los partidos comunistas de occidente. Incluso Francis Fukuyama escribió un ensayo de gran impacto con el título de “El fin de la historia”, dando a entender que, al haber desaparecido el contrapoder del capitalismo, la historia había perdido su pulso. Este libro fue escrito unos meses antes de la caída del muro. Puede parecer que era profético, pero lo cierto es que, aunque nadie pensaba que el muro iba a caer tan pronto, la derrota del comunismo estaba cantada desde años antes. Efectivamente, el comunismo había perdido estrepitosamente la batalla de demostrar cuál era el sistema económico con mayor capacidad de crear riqueza. De hecho, el comunismo demostró ser el mejor, de lejos, en crear pobreza. Esta fue la primera batalla de la guerra fría. Esta batalla también la perdió el comunismo en el frente militar. La “Iniciativa de Defensa Estratégica”, el escudo antimisiles de Reagan, puramente defensivo, pero bautizado por la propaganda comunista soterrada con el insidioso nombre de “Guerra de las galaxias”, además de acelerar la ruina de la URSS, hizo que ésta se diese cuenta de que tenía también perdida la batalla militar. Por último, el comunismo perdió la primera batalla de la guerra fría en el terreno ético y sindical, con la pinza de Juan pablo II y el sindicato Solidaridad de Lech Valesa. Sin embargo, había tenido un éxito incipiente pero clamoroso en lo que a la disolución de los valores de occidente se refiere. Pero el comunismo no aceptó su derrota económica, ética y militar. Lo que hizo, como los virus más peligrosos, es mutar a otra forma de combate. Si perdió la batalla de creación de riqueza, si no podía derrotar al capitalismo superándolo, sí que podía intentar ganar la guerra arruinándolo. Desde Marx, todos los teóricos del comunismo profetizaban que el capitalismo caería víctima de sus propias contradicciones. Pero el hecho es que esta caída no sólo no tenía lugar, sino que el capitalismo demostraba cada día que iba sacando de la pobreza cada vez a más gente en todos los rincones del mundo, dejando en ridículo el concepto de “lucha de clases”. El proletariado se convirtió en clase media, con un nivel de bienestar impensable hacía sólo cincuenta años y la “lucha de clases” quedó reducida a una caricatura de lo que Marx y sus seguidores esperaban de ella.

Pero la nueva batalla de la guerra fría, la estrategia cambió. Se trataba, creando un gramscismo 2.0 de actuar en dos frentes sinérgicos. El primero era la disolución de los valores más importantes de la sociedad occidental, frente ya abierto con éxito en la primera batalla. El segundo era la invención de nuevas “luchas de clases” que sustituyesen a la fracasada lucha de clases del marxismo.

No voy a entrar a fondo a analizar el primero de los frentes. Esa disolución ya había empezado hace varios siglos, paulatina y subrepticiamente, desde la Ilustración. Tengo un largo escrito sobre “El camino hacia la posmodernidad y el nuevo renacimiento”. Quien lo quiera sólo tiene que pedírmelo.

Esa secular disolución de los valores fue aprovechada ya en la primera fase de la guerra fría. El comunismo no hizo otra cosa que impulsar a occidente en un camino que ésta cultura ya había iniciado. En esta segunda fase se ha seguido luchando con éxito en ese frente. Pero, como he dicho, no me alargaré sobre este primer frente.

Paso al segundo frente, el de la invención de nuevas “luchas de clases”. Por supuesto, aunque me centre sólo en este frente, hay una simbiosis entre ambos. Uno no podría existir sin el otro. Antes de señalar algunas de estas nuevas “luchas de clases” quiero aclarar dos cosas.

Primera. Ninguna mentira puede tener éxito si no tiene un fondo de verdad. Pero no viene mal recordar una frase que leí hace años que dice: “El demonio miente, aun cuando diga la verdad”. Ese fondo de verdad, astutamente exagerado, retorcido y explotado, se puede transformar en un cáncer mortal. Y así lo hace el comunismo.

Segunda. Aunque la URSS haya perdido la batalla militar en la primera guerra fría, los misiles nucleares de esta potencia existen todavía en la actual Rusia, en una China cada vez más poderosa y, más recientemente, en Corea del Norte, además de otros países que suponen una menor amenaza potencial. Cuidado, que este peligro no está ni mucho menos cerrado.

Hechas estas aclaraciones, paso a comentar algunas de las nuevas “luchas de clases”, con su fondo de verdad, exageradas, retorcidas y explotadas por el comunismo hasta convertirlas en cánceres en esta segunda batalla de la guerra fría.

1ª Lucha entre hombres mujeres.

Nadie con un mínimo sentido de la justicia negaría que se debe exigir igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Es también cierto que esa igualdad de oportunidades ha dejado mucho que desear durante siglos. Ciertamente, siempre ha habido mujeres que han destacado por encima de muchos hombres. Pero ha sido a base de un grado de esfuerzo muy superior al que tenían que realizar los hombres para alcanzar los mismos logros. A veces ese esfuerzo ha alcanzado la heroicidad. También es cierto que siempre ha habido casos en los que algunos hombres, abusando de su mayor fuerza física, han maltratado físicamente a las mujeres, aunque no se podría afirmar que haya existido esta misma asimetría en el aspecto psicológico. No es menos cierto, no obstante, que la fisiología y psicología de la mujer, formada por milenios de evolución natural, la han hecho más proclive a funciones más próximas al cuidado de la prole y del hábitat. Por supuesto, esto no significa, de ninguna de las maneras, ningún tipo de inferioridad ni intelectual ni psíquica de las mujeres. Es, simplemente la constatación de un hecho evolutivo. Las mujeres y los hombres tienen una inteligencia y una psique diferente. Esto es fuente de diversidad, no de inferioridad. Ahora bien, toda mujer debería ser libre para, con independencia de esas diferencias, orientar su actividad humana en la dirección que mejor le parezca. Porque, si algo caracteriza al ser humano es que puede superar, con su inteligencia y voluntad, las limitaciones de los condicionantes evolutivos. Y no siempre la mujer ha gozado de esta libertad. Todo feminismo que esté orientado a dotar a la mujer de esa libertad efectiva es magnífico. En ese sentido, soy feminista a muerte.

Pero, más allá de ese feminismo encomiable ha aparecido un feminismo radical que lo que pretende es negar de forma absoluta las diferencias entre hombres y mujeres, buscando sobre todo masculinizar a las mujeres. Y no sólo eso, sino que ha pretendido restringir la libertad de éstas para que no orienten su actividad humana en el sentido de la maternidad y del cuidado del hábitat. Desear orientarse en esa dirección ha sido convertido en sinónimo de estupidez, cortedad de miras y sumisión. Y se ha culpado a los hombres de la existencia de esa respetable preferencia de orientación en las mujeres que lícitamente lo desean. Se ha creado el estúpido concepto de la sociedad heteropatriarcal. Las mujeres TIENEN que querer lo mismo que los hombres, por los mismos medios que los hombres y de la misma manera que nos hombres. Si no lo hacen, es porque unos usos culturales impuestos las obligan. Y si alguna mujer insiste en ello es porque está alienada por ese patrón cultural del heteropatriarcado. Como he dicho antes, se pretende masculinizar a las mujeres, lo que me parece un verdadero disparate.

Por tanto, según el feminismo radical, toda mujer que se precie debe ver a los hombres, a todos los hombres, como un enemigo que la anula y la oprime porque no la deja ser igual a un hombre y todo hombre que no acepte este principio acríticamente será etiquetado de machista, pudiendo ser fusilado al amanecer por ello. Así, se ha desprestigiado la maternidad y esto ha tenido como consecuencia un terrible descenso de la natalidad que, a buen seguro, tendrá consecuencias terribles para la civilización. Por supuesto, la causa de la disminución de la natalidad es multifacética, pero esta es una de ellas, de las más importantes. Ayer se publicó en el periódico que en el primer semestre del año 2019 se ha producido el menor número de nacimientos desde que existe registro de ellos hace casi un siglo. Terrible.

Además, tomando la parte por el todo, se ha pretendido convertir a todos los hombres, por el mero hecho de serlo, en maltratadores, si no de hecho, sí en potencia. La lucha de clases entre hombres y mujeres ya está en marcha. Por supuesto, no está absolutamente generalizada pero, ¿se puede dudar de que está avanzando a pasos agigantados? Y, ¿se puede dudar del nefasto, me atrevería a decir que mortal, efecto que tiene sobre la sociedad una lucha así?

2ª La ideología de género.

Esta lucha de clases está estrechamente emparentada con la anterior, pero no es la misma. Curiosamente, mientras que en la primera lucha de clases se ha tratado de masculinizar a las mujeres, en esta segunda lo que se ha pretendido es fragmentar los dos sexos en una multiplicidad de los llamados géneros, de los que el enemigo común es el hombre heterosexual. Es habitual que en el fragmentado pensamiento posmoderno que se den contradicciones como ésta. Por un lado, masculinizar a las mujeres y, por otro, fragmentar a la humanidad en facciones enfrentadas entre sí o todas contra una. En el diccionario de la RAE, la palabra género tiene ocho acepciones. Ninguna de ellas encaja con lo que ha dado en llamarse género en la ideología que lleva ese nombre. La tercera acepción dice: “Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido éste desde el punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico”. Es decir, aunque sea desde un punto de vista sociocultural, el concepto de género va ligado al de sexo y, sexos, sólo hay dos. La octava acepción dice: “Categoría gramatical inherente en sustantivos y pronombres, codificada a través de la concordancia en otras clases de palabras, y que en pronombres y sustantivos animados puede expresar sexo”. Es decir, lo de los 112 géneros establecidos por la ONU, no es sino un retorcimiento innombrable –LGTBI…. hasta 112, ¡que ridiculez!, ni siquiera hay letras suficientes en el alfabeto– del lenguaje, que no refleja ninguna realidad. Sin embargo, esto de retorcer el lenguaje y dotarlo de sentidos falsos es uno de los trucos gramscianos para deformar la realidad. Se llama gramática normativa. A echar un polvo con una persona a la que se acaba de conocer se le llama hacer el amor, al aborto provocado se le llama interrupción voluntaria del embarazo, y así con otras muchas manipulaciones del lenguaje que, al final, cambian el sentido profundo de las cosas.

Es también típico de la ideología posmoderna pretender que la realidad exterior no existe. Son nuestros sentimientos los que crean la realidad. Una persona no sólo tiene el derecho de sentirse del género 84 –y, efectivamente, cada uno puede sentir ser lo que quiera, como si quiere sentirse un elefante– sino que eso le confiere un derecho a que los demás lo acepten como realidad y le traten como si realmente fuera lo que siente ser. Sea como fuere, lo que se pretende con la ideología de género es etiquetar como homófobo –u homófoba– a todo hombre o mujer que no acepte esa disparatada disparidad. El considerar que los homosexuales, o cualquier otra persona con la identidad de sentimientos que quiera, tienen derecho a ejercer su libertad sin imponérsela a los demás, no es suficiente para librarse de ser un homófobo irredento. Hay que aceptar que nos impongan su “realidad” y que, además, esa “realidad” quede sustanciada en un ordenamiento jurídico que permita que los tachados de homófobos también puedan ser fusilados al amanecer, junto con aquellos a los que el pensamiento débil ha puesto en la frente la etiqueta de machista. He ahí otra mortal “lucha de clases”.

3ª Ecología

Me considero una persona preocupada por el medio ambiente, por la temperatura planetaria y por la limpieza de aire, mar y tierra. Pero no está en modo alguno probado científicamente que el innegable calentamiento global esté producido fundamentalmente por causa del ser humano. Es cierto que se dan dos fenómenos juntos, el aumento de gases llamados de invernadero y el aumento de la temperatura. Pero que dos cosas se den juntas, no prueba que haya una relación causa efecto entre ellas. Máxime cuando la historia climática del mundo muestra enfriamientos y calentamientos globales muy rápidos mucho antes de que el ser humano pudiese trastocar el clima. Incluso antes de que existiera. Tampoco sabemos qué mecanismos de retroalimentación tiene la Tierra para mantener relativamente estable la temperatura. Y, mucho menos está claro que estemos muy cerca del punto de no retorno del apocalipsis climático. De hecho, en un entrevista concedida al diario “El Mundo” el pasado 3 de Diciembre, Bjorn Stevens, Director del Instituto Max Planck de meteorología y uno de los mayores expertos del mundo en nubes, miembro entre 2009 y 2013 del IPCC (International Panel for Climatic Change), no sólo dice que no estamos al borde del apocalipsis, sino que afirma que la formación de nubes, por su efecto en el albedo de la tierra, bien podría revertir ese calentamiento. El que quiera leer la entrevista completa puede hacerlo en el siguiente link:


Lo que se afirma del calentamiento global, aunque esté soportado por muchos científicos, no es ciencia, sino meras opiniones. Opiniones basadas en modelos de simulación del clima que no es ni mucho menos imprudente calificarlos de simplistas y burdamente incompletas. La ciencia no es eso. Es la comprobación empírica de las relaciones causa efecto entre distintos fenómenos. No hay nada de esto en los estudios sobre el cambio climático.

Sin embargo, no soy negacionista. Es más, me sorprende muy negativamente que haya gente negacionista cuya base para ello sea tan sólo que la izquierda esté intentando crear esa “lucha de clases”. Casi tan malo es entrar en esa batalla negacionista como hacerse “apóstol” de esa “lucha de clases” artificial. Creo que debemos ser prudentes. Modificar razonablemente nuestro comportamiento y el de las empresas, sin poner en peligro el desarrollo económico, para ser menos agentes de contaminación de cualquier tipo, no sólo climática. Pero, sobre todo, apoyar el desarrollo tecnológico, único antídoto contra el cambio climático, los plásticos, la polución, la escasez de agua y alimentos el agotamiento de los recursos y otros retos de subsistencia de la humanidad. Elegir la vía de la parálisis económica en vez de la del avance tecnológico –llevado a cabo, por cierto, por empresas capitalistas –es propio de los “apóstoles” de esta nueva “lucha de clases”.

Pero ser sensato no basta. La nueva “lucha de clases” climática-ecológica no admite la prudencia. No pretende otra cosa que la asfixia de la economía y el progreso, para que el comunismo pueda ganar la guerra por el boicot al capitalismo, ya que no puede hacerlo de otra forma. Por tanto, la gente sensata es también acusada y etiquetada de negacionistas y puesta en la cola de los fusilamientos al amanecer. Y no deja de indignarme que en esta “lucha de clases” se esté manipulando a niños en edad escolar a los que se aplaude que hagan huelgas de no ir al colegio, para protestar contra el cambio climático. Y que la revista TIME nombre personaje del año a una niña manipulada, que se está convirtiendo en una activista ignorante que desprecia el ir al colegio a para aprender, me parece más que lamentable, me parece terrible. Si un gitano no llevase a su hijo al colegio, le quitarían la patria potestad. Y en Suecia más que en cualquier otro sitio. Pero si esa niña se llama Greta Thumberg y es una activista del cambio climático se la pone de ejemplo. Ejemplo que es seguido por miles de niños que pretenden ser ejemplo para políticos y empresarios que sean lo suficientemente estúpidos.

3ª Prometer dinero imposible.

¿Hay alguien que no crea que sería magnífico que se pudiera dar a los pensionistas una pensión de, digamos, 3.000 o 4.000 € al mes, actualizados al IPC más un 2%? Creo que nadie le disgustaría algo así. Sólo hay un problema: Qué es imposible. Pero prometer lo imposible para determinadas minorías muy numerosas es una estrategia muy elaborada. Porque para intentar inútilmente cumplir esa promesa hay que esquilmar la economía abrasando a impuestos la creación de riqueza hasta asfixiarla. Hay que endeudar los países a base de “presupuestos progresistas” hasta límites que hagan imposible la devolución de su deuda. Hay que hacer que los Bancos Centrales bajen los tipos de interés hasta extremos que hagan del ahorro algo estúpido y de la sobrecarga de deuda algo inteligente. Hay que llamar retrógrado y antisocial a quien propugne que los estados, como las familias, no pueden gastar indefinidamente más de lo que ingresan. Y cuando la riqueza deje de crearse, aumente el paro y empiece a aparecer el fantasma de la pobreza, cuando los estados se arruinen y arruinen a quienes les han prestado su dinero, aparecerán unas nuevas “clases” con las que crear otra nueva “lucha de clases”. No conviene olvidar la letra de La Internacional, el himno comunista: “Arriba parias de la tierra, en pie, famélica legión, alcémonos todos al grito: ‘¡Es el fin de la opresión!’”. ¿Qué parias? ¿Qué opresión? En el siglo XIX esta letra podía reflejar una cierta realidad. Pero, ¿en el siglo XXI? ¿En el mundo desarrollado? Y sin embargo, es en ese mundo desarrollado en el que se quieren crear nuevas famélicas legiones y nuevas castas de parias que se enfrenten violentamente con el mundo. Hemos pasado por una crisis mundial que, siendo grave, se ha superado ya en muchas partes del mundo y se está superando en el resto. Pero se ha sabido explotar para crear nuevos partidos populistas-comunistas que inflamen el descontento mucho más allá de sus auténticas dimensiones. Y así estamos. Pensiones que se pretende que crezcan con el IPC, mientras la natalidad está en mínimos, la longevidad estirándose más y más y la pirámide de la población, en claro proceso de inversión. Pero, ni una voz se alza para decir que el único sistema de pensiones viable es el del autoahorro. Que está bien que el estado pueda ayudar a los más pobres en ese autoahorro, pero que la base tiene que ser esa. Es más, los bajos tipos de interés, impuestos, como se ha dicho antes, por los Bancos Centrales, hacen que el autoahorro sea imposible. Porque el que ponga esto de manifiesto se enfrentará a un desorden social tremendo –como está pasando en Francia ahora mismo por algo muchísimo menos drástico–, y además, perderá las elecciones por una ciudadanía que lo que quiere es que el estado le dé pan y circo. He ahí los pensionistas convertidos a la nueva “lucha de clases”.

¡Pero, si sólo fuesen las pensiones! ¿Qué decir del aumento desaforado del SMI? ¿O de la creación, cada vez más próxima, de una renta universal? El primero, está demostrado que crea paro. Pero no importa –dice el responsable de las pensiones en España con toda la desfachatez del mundo–, porque los que se vayan al paro, se mantendrán gracias a la economía sumergida. ¡Así, como suena! La segunda, hará que florezcan los perroflautas, ninis que se creen con derechos exigibles con la violencia, si hace falta, y sin obligaciones. Magnífico, he ahí a los colectivos de pensionistas, parados y perroflautas convertidos en materia prima de la “lucha de clases” del siglo XXI. Y quien proponga remedios sensatos, también será fusilado al amanecer.

5ª La inmigración desaforada.

Por supuesto, me parte el alma la pobreza y las enormes cantidades de seres humanos que huyendo de ella en sus países de origen emigran a los países ricos en busca de una vida mejor con un alto riesgo de encontrar la muerte en el viaje. Pero, aunque me duela el alma, esa no es la solución. La solución está en que los habitantes de esos países puedan crear riqueza en sus países de origen. Y sólo hay una causa que lo impide. El hombre es un ser que, si se le da seguridad jurídica, si se le asegura que el fruto de su trabajo y de su ingenio será suyo y que nadie se lo podrá arrebatar, crea riqueza como los gusanos de seda hacen seda o las abejas miel y cera. Pero en sus países están instalados tiranos con un poder omnímodo que amasan enormes fortunas, no porque creen riqueza para sí y para otros, como hacen los millonarios de los países desarrollados, sino porque las extraen de sus súbditos. Y para estos tiranos, que otros creen riqueza es una amenaza para su poder y para seguir amasando dinero. Por eso no crean seguridad jurídica. Al contrario, lo que hacen es hacer que los más valiosos de los habitantes del país, los que podrían crear riqueza, se vayan. Porque los que emigran de esos países no son los más desvalidos ni los más pobres. Esos no pueden pagar lo que las mafias de emigración les exigen. Los que lo pueden pagar son los que podrían, si se les dejase, crear riqueza. Pero para que esos se vayan, los tiranos construyen puentes de barro llamados mafias. La historia de Europa, la que le ha permitido ser el lugar de origen del fenómeno que más riqueza ha creado en la historia de la humanidad, es la historia de la lucha contra los que cerraban el camino hacia la seguridad y la igualdad jurídicas. Pero ahora, en los países occidentales, esas mafias encuentran sus aliados inconscientes en partidos populistas y de izquierdas, que propugnan la inmigración masiva. Y, para sentirse bien, desarrollan programas estatales de ayuda a los países de origen. Ayuda que, en su mayor parte, acaba en los bolsillos de los tiranos y ahogan la capacidad de creación de riqueza de los posibles pequeños empresarios locales. Pero oponerse a la inmigración indiscriminada que no pueda ser absorbida por los países de destino, es más que suficiente para que a quien se oponga se le ponga el sambenito de fascista y se le sitúe en la cola de fusilamiento al amanecer.

6º Los nacionalismos.

No creo que sea necesario extenderme sobre esta “lucha de clases”. En España la estamos padeciendo de forma muy lacerante. Y como ya estoy escribiendo unas páginas demasiado largas, no sigo desarrollando esta “lucha de clases”.

Esta es la fisonomía de la segunda batalla de la guerra fría. Es una batalla de guerrillas. No faltan en ella guerrilleros urbanos experimentados que, como las setas en un pinar después de la lluvia, acuden raudamente allí donde hay un conflicto que pueda ser explotado hasta la exacerbación. No creo que sea necesario poner ejemplos. Los vemos todos los días en los periódicos. Y, ¿de dónde salen los fondos para estos movimientos? Me caben pocas dudas de que los altos gerifaltes de la URSS, cuando se dieron cuenta del derrumbe que se les venía encima y de que iban a perder la primera batalla de la guerra fría, tras rediseñar el gramscismo 2.0, se ocuparon de dejar un buen montón de pasta debidamente camuflada y distribuida en espera de la segunda batalla de la guerra fría. Y, ¿quién podría ser el capo de ese movimiento? Hay en el mundo un individuo que hizo su carrera ascendente en la KGB, que fue el director de esa KGB después de que esta agencia cambiase su nombre por el de Servicio Federal de Seguridad, que llegó a ser primer ministro y presidente de Rusia. Hay evidencias de que ese país es uno de los más activos hackers del mundo. Mucha gente ha olfateado el rastro de ese país detrás de la financiación de movimientos de debilitamiento de occidente. De vez en cuando, algún opositor aparece muerto en extrañas circunstancias. Otro posible financiador de esta estrategia comunista 2.0 puede ser China. Por mucho que este país participe en la economía capitalista, es esencialmente comunista y no lo niega ni disimula. Además, tiene ansia de hegemonía mundial. Por si fuera poco, se está haciendo con la propiedad de participaciones muy importantes en las más grandes y estratégicamente más importantes empresas de occidente. Y no lo hace como forma de obtener una rentabilidad para sus fondos. O, al menos, no fundamentalmente por eso. Sigue una agenda oculta de estado de la que caben pocas dudas cuál es su objetivo: Llegado el momento, dar un golpe encima de la mesa y decretar el final del juego.

¿Estaré siendo paranoico? Puede. Lo digo en serio. Puede. Aunque conociéndome como me conozco, creo que no. Pero, ¿quién se conoce de verdad? En todo caso, prefiero correr el riesgo de la paranoia que la de vivir estúpidamente en “la ciudad alegre y confiada” mientras voy por el mundo como una maleta.

¿Ganaremos –me refiero a occidente y la libertad– esta segunda batalla de la guerra fría? Me gustaría pensar que sí, pero no sé si sería un ejercicio de razón o de wishful thinking. En los años 60 del siglo pasado, las apuestas estaban, en gran medida, en contra de las “débiles” democracias y a favor de la “fuerte” y totalitaria URSS. Algo parecido había pasado tres decenios antes con las democracias frente al totalitarismo nazi aunque, en este caso, el totalitarismo comunista se aliase con las democracias, más bien a la fuerza que de buen grado, ciertamente. Puede que, a fin de cuentas, las democracias no sean tan débiles como a veces parecen, que tengan algún tipo de recurso oculto que sale a relucir en los momentos más críticos. O puede que no exista ese recurso. O que se haya esfumado con la pérdida de los valores de occidente. Me gustaría creer que estas líneas puden ser un grano de arena que ayude a activar ese recurso, si es que existe. Pero, además, rezo al Señor de la Historia para que sí exista ese recurso y para que Él nos ayude a activarlo. Aquí lo dejo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario