20 de diciembre de 2019

Perseverancia y esperanza sobre indignación por la sentencia de Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE)


Ayer, mi primera reacción ante el fallo del TJUE fue de indignación. No voy explicar aquí las causas de mi indignación, porque son tan obvias que no merecen el espacio que requerirían. Por supuesto, esta indignación no ha desaparecido hoy. Pero un pensamiento frío, ha hecho que sobre esta indignación, por un lado, disminuya y, por otro, se forme sobre ella una costra de perseverancia y, de forma colateral, de esperanza. Por supuesto, la confusión legal que este asunto ha creado no permite afirmar nada de forma categórica. Las interpretaciones que se leen, incluso de juristas experimentados y jueces, no son ni mucho menos claras. Pero, a pesar de ello, me atrevo a dar mi punto de vista.

Primero, la perseverancia. En el peor de los casos, este fallo del TJUE sólo supone un rodeo en el camino de Puigdemont y otros fugados hacia la justicia española que les espera. O, tal vez, ni siquiera sea un rodeo. Está por ver que Bélgica concediese alguna vez la ejecución de la Euroorden. Pero ahora se abre un nuevo frente. Primero, la decisión que tome el Parlamento Europeo no está ni mucho menos clara. La sentencia del TJUE afirma cuál es el momento en que un parlamentario europeo adquiere la inmunidad –parece que en el momento de ser elegido en las urnas– pero no que esta inmunidad le deba ser concedida sin concurrir las circunstancias adecuadas. Parece, según leo en el diario digital “El Español”, en un artículo de José María Macías, cuyo link adjunto, que el Reglamento del Parlamento Europeo remite al Protocolo nº 7 del Tratado de Funcionamiento de la UE, de mayor jerarquía legislativa, en el que se dice que dicha inmunidad sólo ampara los supuestos delitos que tengan que ver con “las opiniones o votos emitidos en el ejercicio de sus funciones”. No parece que sea el caso de estos fugados de la justicia española.

Pero, aún en el caso de que el Parlamento Europeo admitiese la inmunidad, ante ésta, cabría la petición de un suplicatorio. Y de los 70 suplicatorios que se han pedido a este Parlamento, sólo uno ha sido rechazado. Entre los 69 aceptados, está el de José María Ruiz Mateos, a petición del Tribunal Supremo. Y en este caso, no parece que el Parlamento Europeo esté ansioso de dar alas al nacionalismo que, en estos momentos, es uno de los más grandes problemas de Europa. Por lo tanto, caben pocas dudas de que, si el TS hace las cosas bien, cosa de la que no dudo, Puigdemont y los otros fugados acabarán en España. Incluso, tal vez, antes de lo que acabarían estando si tuviésemos que esperar a que Bélgica diese el visto bueno a la Euroorden. Por otro lado, la fiscalía española dice que si Puigdemont viniese a España, podría ser detenido y juzgado, aún antes de que se atendiese al suplicatorio. Además, mi indignación se ve, en parte, mitigada porque la sentencia del TJUE, de ninguna manera juzga sobre el fondo de la condena o del proceso judicial que haya condenado o condene a cualquier Eurodiputado. Es decir, de ninguna manera anula la sentencia firme contra Oriol Junqueras. La sentencia del TJUE no es, como he leído en algún medio, ningún varapalo para el TS español. Únicamente marca, para Puigdemont o y para cualquier situación que pueda darse en el futuro para cualquier europarlamentario de cualquier país, una línea que determina cuándo la inmunidad es efectiva, si ha lugar a ella. En cualquier cao, nunca las cosas han sido fáciles para conseguir metas importantes. El éxito es siempre fruto de la perseverancia. Así que, menos rasgarse las vestiduras y a seguir trabajando. La costra de la perseverancia.

Segundo, la esperanza. Desde el principio de este esperpento de investidura que está persiguiendo Sánchez, he dudado mucho de que llegase a buen –o mal en este caso– puerto. Siempre he pensado que el maximalismo de las bases de ERC forzaría a sus dirigentes a hacer peticiones que ni siquiera Sánchez podría conceder. Y esta duda se ha visto incrementada grandemente por varios acontecimientos recientes, además de por lo que ha pasado con la sentencia del TJUE.

Primero por la declaración de Torra de hace unos días de que JxC no admitiría jamás otra vía que no sea la de la unilateralidad y el camino hacia la independencia. Estamos ante un muy probable escenario de elecciones en Cataluña. Si ERC se abstuviera sin dejar clara y patente su postura en este sentido en el posible acuerdo con el PSOE, a buen seguro se habría pegado un tiro en el pie para ganar esas elecciones. Y creo que ERC tiene el máximo interés en ganarlas. Y eso es algo que –creo– ni siquiera Sánchez puede aceptar.

Segundo por la sentencia de Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de un año y medio de inhabilitación a Torra. Por supuesto Torra va a recurrir esta sentencia ante el TS –¡oh paradoja!–. De ninguna manera creo que el TS rectifique al TSJC, aunque la ratificación tarde en llegar. Pero la piedra está lanzada. JxC, y de rebote ERC, por lo dicho anteriormente, exigirán a Sánchez que retuerza la mano a la Fiscalía y/o a la Abogacía del Estado. Por supuesto, Sánchez no tiene ningún escrúpulo al respecto, pero no es ni mucho menos seguro que se lance a ello, a pesar de su inconsciencia y ambición cortoplacista.

Tercero, pero muy importante, está la actual sentencia del TJUE. De entrada, ERC ya ha roto las negociaciones exigiendo a Sánchez que incite a la Fiscalía y a la Abogacía del Estado a la inactividad/aceptación ante esta sentencia. Otra vez, no creo que ni si quiera en insensato y falto de escrúpulos de Sánchez se atreva a eso. Pero, aunque se atreviese, lo que no podría impedir es que el TS pidiese el suplicatorio. Y eso sería interpretado por las ignorantes bases de ERC como una evidencia del no compromiso de Sánchez con su causa y, por lo tanto, motivo del voto negativo de ERC en la investidura. Sumado a eso que los parlamentarios europeos de otros partidos españoles Constitucionalistas, instarán, a buen seguro, al PE a no aceptar la inmunidad por lo dicho más arriba. ¿Qué harían en ese caso los eurodiputados del PSOE?

Por último, mañana sábado, tiene lugar el congreso –o como se llame– de ERC. Siempre ha ocurrido que las bases son mucho menos sutiles y dúctiles que sus políticos a la hora de poner paños calientes. Por tanto, creo que de ese congreso saldrán exigencias cargadas de ideología separatista muy difícilmente camuflables en un acuerdo entre políticos. Si este congreso –o lo que sea que sea– se hubiese producido hace meses, los ánimos se habrían enfriado y la flaca memoria habría hecho su papel para el olvido. Pero desde este sábado en adelante, no da tiempo ni al enfriamiento ni al olvido.

Por lo tanto, creo que las probabilidades de que no tenga lugar esta investidura Frankinstein son muy altas. La pregunta es: Si esa investidura no se produce, ¿qué ocurrirá? Se abren dos escenarios: 1º Nuevas elecciones y 2º Algún tipo de pacto o acuerdo constitucionalista. El PSOE tiene pavor a unas nuevas elecciones, ya que muy probablemente sería castigado por los que no le perdonarían no haber llegado a un acuerdo de ningún tipo, por la abstención y por la sentencia de los ERE’s que, muy “oportunamente” salió justo después de las pasadas elecciones. Este incierto panorama es aterrador para el PSOE y, en especial, para Sánchez que, si fracasa, vería en peligro su liderazgo en el partido. Hay mucho barón reprimido por el miedo que se lanzaría a su yugular si oliese la sangre. El segundo escenario es también como el agua caliente –no digo ya la fría– para el gato escaldado. El PP ha jugado –creo que bien– su papel de intransigencia para dar la más mínima facilidad a la investidura Frankinstein, como le ha pedido Sánchez con una desfachatez inaudita pero típica suya. Sin embargo, si se produjese el fracaso de la investidura, y planteando a Sánchez exigencias en el terreno constitucionalista y en el económico, es muy posible que mostrase una apertura al logro de una investidura pactada –no sé con qué grado de compromiso mutuo– con el PSOE y los restos del naufragio de C’s. Justo después de las pasadas elecciones dije que este escenario me parecía posible, aunque poco probable. Hoy, me parece más probable. Y si realmente fracasa la investidura Frankinstein, más probable todavía, aunque, en cualquier caso, poco probable. Pero sólo hay esas dos alternativas y el reloj constitucional para las nuevas elecciones ya está en marcha. De modo que la solución, la veremos pronto. Pero con elecciones o con pacto constitucionalista, tengo esperanza. Y esta esperanza se ha visto acrecentada por la sentencia del TJUE. La costra de la esperanza.

Así que, como dice el título de este artículo, perseverancia y esperanza.

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