Ayer,
mi primera reacción ante el fallo del TJUE fue de indignación. No voy explicar
aquí las causas de mi indignación, porque son tan obvias que no merecen el
espacio que requerirían. Por supuesto, esta indignación no ha desaparecido hoy.
Pero un pensamiento frío, ha hecho que sobre esta indignación, por un lado,
disminuya y, por otro, se forme sobre ella una costra de perseverancia y, de
forma colateral, de esperanza. Por supuesto, la confusión legal que este asunto
ha creado no permite afirmar nada de forma categórica. Las interpretaciones que
se leen, incluso de juristas experimentados y jueces, no son ni mucho menos
claras. Pero, a pesar de ello, me atrevo a dar mi punto de vista.
Primero,
la perseverancia. En el peor de los casos, este fallo del TJUE sólo supone un rodeo
en el camino de Puigdemont y otros fugados hacia la justicia española que les
espera. O, tal vez, ni siquiera sea un rodeo. Está por ver que Bélgica
concediese alguna vez la ejecución de la Euroorden. Pero ahora se abre un nuevo
frente. Primero, la decisión que tome el Parlamento Europeo no está ni mucho
menos clara. La sentencia del TJUE afirma cuál es el momento en que un
parlamentario europeo adquiere la inmunidad –parece que en el momento de ser
elegido en las urnas– pero no que esta inmunidad le deba ser concedida sin
concurrir las circunstancias adecuadas. Parece, según leo en el diario digital
“El Español”, en un artículo de José María Macías, cuyo link adjunto, que el
Reglamento del Parlamento Europeo remite al Protocolo nº 7 del Tratado de
Funcionamiento de la UE, de mayor jerarquía legislativa, en el que se dice que
dicha inmunidad sólo ampara los supuestos delitos que tengan que ver con “las
opiniones o votos emitidos en el ejercicio de sus funciones”. No parece que sea
el caso de estos fugados de la justicia española.
Pero,
aún en el caso de que el Parlamento Europeo admitiese la inmunidad, ante ésta,
cabría la petición de un suplicatorio. Y de los 70 suplicatorios que se han
pedido a este Parlamento, sólo uno ha sido rechazado. Entre los 69 aceptados,
está el de José María Ruiz Mateos, a petición del Tribunal Supremo. Y en este
caso, no parece que el Parlamento Europeo esté ansioso de dar alas al nacionalismo
que, en estos momentos, es uno de los más grandes problemas de Europa. Por lo
tanto, caben pocas dudas de que, si el TS hace las cosas bien, cosa de la que
no dudo, Puigdemont y los otros fugados acabarán en España. Incluso, tal vez,
antes de lo que acabarían estando si tuviésemos que esperar a que Bélgica diese
el visto bueno a la Euroorden. Por otro lado, la fiscalía española dice que si
Puigdemont viniese a España, podría ser detenido y juzgado, aún antes de que se
atendiese al suplicatorio. Además, mi indignación se ve, en parte, mitigada
porque la sentencia del TJUE, de ninguna manera juzga sobre el fondo de la
condena o del proceso judicial que haya condenado o condene a cualquier Eurodiputado.
Es decir, de ninguna manera anula la sentencia firme contra Oriol Junqueras. La
sentencia del TJUE no es, como he leído en algún medio, ningún varapalo para el
TS español. Únicamente marca, para Puigdemont o y para cualquier situación que
pueda darse en el futuro para cualquier europarlamentario de cualquier país, una
línea que determina cuándo la inmunidad es efectiva, si ha lugar a ella. En
cualquier cao, nunca las cosas han sido fáciles para conseguir metas
importantes. El éxito es siempre fruto de la perseverancia. Así que, menos rasgarse
las vestiduras y a seguir trabajando. La costra de la perseverancia.
Segundo,
la esperanza. Desde el principio de este esperpento de investidura que está
persiguiendo Sánchez, he dudado mucho de que llegase a buen –o mal en este
caso– puerto. Siempre he pensado que el maximalismo de las bases de ERC forzaría
a sus dirigentes a hacer peticiones que ni siquiera Sánchez podría conceder. Y
esta duda se ha visto incrementada grandemente por varios acontecimientos
recientes, además de por lo que ha pasado con la sentencia del TJUE.
Primero
por la declaración de Torra de hace unos días de que JxC no admitiría jamás otra
vía que no sea la de la unilateralidad y el camino hacia la independencia.
Estamos ante un muy probable escenario de elecciones en Cataluña. Si ERC se
abstuviera sin dejar clara y patente su postura en este sentido en el posible acuerdo
con el PSOE, a buen seguro se habría pegado un tiro en el pie para ganar esas
elecciones. Y creo que ERC tiene el máximo interés en ganarlas. Y eso es algo
que –creo– ni siquiera Sánchez puede aceptar.
Segundo
por la sentencia de Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de un año y medio
de inhabilitación a Torra. Por supuesto Torra va a recurrir esta sentencia ante
el TS –¡oh paradoja!–. De ninguna manera creo que el TS rectifique al TSJC, aunque
la ratificación tarde en llegar. Pero la piedra está lanzada. JxC, y de rebote
ERC, por lo dicho anteriormente, exigirán a Sánchez que retuerza la mano a la Fiscalía
y/o a la Abogacía del Estado. Por supuesto, Sánchez no tiene ningún escrúpulo
al respecto, pero no es ni mucho menos seguro que se lance a ello, a pesar de
su inconsciencia y ambición cortoplacista.
Tercero,
pero muy importante, está la actual sentencia del TJUE. De entrada, ERC ya ha
roto las negociaciones exigiendo a Sánchez que incite a la Fiscalía y a la Abogacía
del Estado a la inactividad/aceptación ante esta sentencia. Otra vez, no creo
que ni si quiera en insensato y falto de escrúpulos de Sánchez se atreva a eso.
Pero, aunque se atreviese, lo que no podría impedir es que el TS pidiese el
suplicatorio. Y eso sería interpretado por las ignorantes bases de ERC como una
evidencia del no compromiso de Sánchez con su causa y, por lo tanto, motivo del
voto negativo de ERC en la investidura. Sumado a eso que los parlamentarios
europeos de otros partidos españoles Constitucionalistas, instarán, a buen
seguro, al PE a no aceptar la inmunidad por lo dicho más arriba. ¿Qué harían en
ese caso los eurodiputados del PSOE?
Por
último, mañana sábado, tiene lugar el congreso –o como se llame– de ERC.
Siempre ha ocurrido que las bases son mucho menos sutiles y dúctiles que sus políticos
a la hora de poner paños calientes. Por tanto, creo que de ese congreso saldrán
exigencias cargadas de ideología separatista muy difícilmente camuflables en un
acuerdo entre políticos. Si este congreso –o lo que sea que sea– se hubiese
producido hace meses, los ánimos se habrían enfriado y la flaca memoria habría
hecho su papel para el olvido. Pero desde este sábado en adelante, no da tiempo
ni al enfriamiento ni al olvido.
Por
lo tanto, creo que las probabilidades de que no tenga lugar esta investidura
Frankinstein son muy altas. La pregunta es: Si esa investidura no se produce,
¿qué ocurrirá? Se abren dos escenarios: 1º Nuevas elecciones y 2º Algún tipo de
pacto o acuerdo constitucionalista. El PSOE tiene pavor a unas nuevas
elecciones, ya que muy probablemente sería castigado por los que no le
perdonarían no haber llegado a un acuerdo de ningún tipo, por la abstención y
por la sentencia de los ERE’s que, muy “oportunamente” salió justo después de
las pasadas elecciones. Este incierto panorama es aterrador para el PSOE y, en
especial, para Sánchez que, si fracasa, vería en peligro su liderazgo en el
partido. Hay mucho barón reprimido por el miedo que se lanzaría a su yugular si
oliese la sangre. El segundo escenario es también como el agua caliente –no
digo ya la fría– para el gato escaldado. El PP ha jugado –creo que bien– su
papel de intransigencia para dar la más mínima facilidad a la investidura
Frankinstein, como le ha pedido Sánchez con una desfachatez inaudita pero
típica suya. Sin embargo, si se produjese el fracaso de la investidura, y
planteando a Sánchez exigencias en el terreno constitucionalista y en el
económico, es muy posible que mostrase una apertura al logro de una investidura
pactada –no sé con qué grado de compromiso mutuo– con el PSOE y los restos del
naufragio de C’s. Justo después de las pasadas elecciones dije que este
escenario me parecía posible, aunque poco probable. Hoy, me parece más
probable. Y si realmente fracasa la investidura Frankinstein, más probable
todavía, aunque, en cualquier caso, poco probable. Pero sólo hay esas dos
alternativas y el reloj constitucional para las nuevas elecciones ya está en
marcha. De modo que la solución, la veremos pronto. Pero con elecciones o con
pacto constitucionalista, tengo esperanza. Y esta esperanza se ha visto
acrecentada por la sentencia del TJUE. La costra de la esperanza.
Así
que, como dice el título de este artículo, perseverancia y esperanza.
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