Hoy,
en el diario “El Mundo”, que es el que leo cada mañana, pero no me cabe duda de
que en toda la prensa, veo una noticia sobre una investigación interna llevada
a cabo por la Legión de Cristo en la que se dan datos escalofriantes de los
abusos sexuales perpetrados dentro de la Congregación durante décadas. Dado que
me caracterizo por comentar todo lo humano y lo divino que acontece en el
mundo, aunque no tenga nada que ver conmigo, creo que sería un silencio
clamoroso que no hablase de esto, de lo que he tenido una experiencia directa.
No de los abusos, sino del proceso que ha llevado a esta investigación hecha
por la propia Congregación de la Legión de Cristo.
Empiezo
diciendo que me parece bien que, por fin se haya hecho y se le haya dado a luz
por la propia Congregación, pero inmediatamente después debo añadir que ese
mérito queda casi absolutamente anulado por llegar con trece años de retraso.
Paso
a contar cómo he vivido yo ese proceso. En 2006 yo era miembro del movimiento
apostólico Regnum Christi, la rama seglar de la Congregación de los
Legionarios. Cuando en ese año, con una prudencia y delicadeza equiparables a
su firmeza, el Papa Benedicto XVI exigió a Marcial Maciel que se retirase a una
vida de penitencia y oración, recibí esta noticia con profunda consternación.
Pero en la tarde del mismísimo día en que Benedicto XVI hizo esa declaración,
la Legión de Cristo publicó un comunicado en el que literalmente se comparaba a
Marcial Maciel con Jesucristo, que sufrió con paciencia la calumnia y la
difamación. La reacción de la Legión de Cristo fue negar todo. Y no me cabe
duda –así me lo han dicho ex legionarios que lo saben de forma directa– de que
antes de hacer público ese comunicado, el Papa había hablado con la dirección
de la Legión en ese momento. Pero por aquel entonces, tras la dimisión unos
años antes del propio Maciel de la dirección de la Congregación, sabiendo lo
que se venía encima y con toda su influencia, fue elegido un nuevo Director
General que era un hombre débil, y como Vicario General al que lo había sido
durante muchos años bajo Maciel, que era un hombre astuto. Me caben pocas dudas
que fueron elegidos por Maciel, todavía considerado un santo, precisamente por
esas características.
Las
versiones que se iban dando de los hechos, a medida que se iban haciendo
públicos, eran siempre negacionistas o, todo lo más, daban pasos de admisión
muy pequeños y llenos de medias verdades. Yo, es imposible que lo niegue,
estuve completamente ciego y acepté durante casi tres años las versiones
edulcoradas, aunque cada vez más duras, de la realidad de quién era Marcial
Maciel. Pero cada vez había más Legionarios dentro de la Congregación que se
iban dando cuenta de la realidad, a pesar de la férrea censura que rodeaba el
tema dentro de la misma, y pedían cada vez de forma más clamorosa que se
hiciese lo que ahora se ha hecho. No fue hasta el verano de 2009 cuando me di
cuenta totalmente cabal de la realidad, sin paliativos. A pesar del duro golpe
que supuso, pude comprobar lo acertado del pasaje del Evangelio que dice que
“la verdad os hará libres”. A partir de ese momento, use mi pequeña influencia
para intentar que se llevase a cabo un esclarecimiento total de los hechos con
absoluta transparencia. A lo largo de los siguientes años hablé personalmente
con los Legionarios próximos a mí, con el que entonces era Director Territorial
en España, con el Director Territorial de Francia y escribí una carta al
Director General. Incluso, cuando hace siete años se convocó el Capítulo
General extraordinario de la Congregación, escribí un mail a todos y cada uno
de los padres capitulares. En todas estas conversaciones exponía lo mismo: la
absoluta y perentoria necesidad de llevar a cabo una profunda investigación y
de revelar toda la verdad, sin paliativos. Debo decir que siempre fui
escuchado, que jamás sufrí ningún tipo de represalia ni nada remotamente
parecido por mis comentarios, a pesar de trabajar en la Universidad Francisco
de Vitoria, pero que todos mis comentarios fueron total y educadamente
ignorados.
Unos
meses más tarde de la caída de mi venda, en 2010, el comunicado de la Santa
Sede que siguió a la visita apostólica fue, dentro del lenguaje vaticano,
durísimo. Tan duro como claro. En él se establecía, entre otras cosas que se
nombraría un Delegado Apostólico para dirigir la Legión de Cristo durante un
periodo indefinido. Se alababa sin reservas a la mayoría de los legionarios
que, sin saber lo que pasaba durante todos esos años, se habían mantenido
fieles a su vocación. Se hablaba del sistema de censura dictatorial que había
conseguido mantener esto en secreto. Este comunicado fue para mí, que entonces
estaba en mitad de mi “cruzada”, y para muchos legionarios que pedían
transparencia, una fuente de esperanza. Esperanza que se vio frustrada. Mediante
intrigas de un entonces todavía todopoderoso Cardenal, amigo personal de Maciel,
que fue Secretario de Estado de Juan Pablo II, al que mantuvo en la ignorancia
de cuanto estaba pasando, el elegido para ser el Delegado Apostólico para la
Legión, fue un total continuista que marginó a los legionarios que abogaban por
la transparencia. También escribí al Delegado Apostólico, sin respuesta. Así
tuvo lugar un Capítulo General que, a mi modo de ver, se cerró en falso. El
Papa Benedicto XVI se reservó el nombramiento de dos de los cinco miembros del
Consejo. Por supuesto, eligió a dos de los que más se podían identificar con
los que exigían transparencia. Pero, posteriormente, nombró a un sacerdote
jesuita para que fuese miembro de ese Consejo, aunque sin voto.
En
un momento dado, cansado de ser la voz que clama en el desierto, de una forma
discreta, sin dar tres cuartos al pregonero, dejé de pertenecer al Movimiento
Apostólico Regnum Christi.
Si
es notorio que entre los años 2006 y 2009 yo estuve engañado, no lo es menos
que a partir de ese momento luché con todo lo que estaba en mi mano para que,
sin herir sentimientos de nadie, pero con claridad y contundencia, se llevase a
cabo lo que hoy, por fin, se ha hecho. Es cierto que más vale tarde que nunca,
pero el hecho de que haya sido tan tarde hace que valga muy poco. Y aún queda
pendiente pedir perdón a tantos sacerdotes exlegionarios que lucharon por la
transparencia y, cansados de lo infructuoso de su lucha abandonaron la Legión.
O a los que en el proceso perdieron su vocación de sacerdotes. Aunque sea
tarde, éste debería ser el siguiente paso.
Por
último, debo decir que, los muchos legionarios que conozco han sido para mí,
con las debilidades de algunos, un foco de irradiación y de luz, y que la
Legión de Cristo me ha hecho mucho más bien que mal. También debo decir que, junto
a esta terrible lacra, la Legión de Cristo ha hecho un inmenso bien a
muchísimas personas además de a mí. Que ese bien sea superior al terrible mal
que también han hecho, es algo que sólo Dios puede juzgar. Desde 1998 trabajo
en la Universidad Francisco de Vitoria, que es de los Legionarios de Cristo.
Hoy día, con 68 años, pudiendo jubilarme, sigo trabajando allí. Debo decir que me siento orgulloso de ello. Que
no se ha producido en la UFV ni un solo caso de abuso, como no se ha producido
en los colegios de la Legión a los que han ido mis hijos y creo que en ningún
otro de España. Que en estos veintiún años he podido ver y experimentar el
enorme bien que esta Universidad, además de la excelente formación que imparte,
ha hecho a los miles de estudiantes que han pasado por ella. El peso relativo
del trigo y la cizaña se lo dejo a Dios para su juicio. Yo no soy quién para
separarlo.
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