Es difícil estar más contento de lo que estoy tras la victoria electoral de ayer de Ayuso. No sólo ha preservado y respaldado el modelo económico liberal de Madrid, reconociendo su manifiesta superioridad sobre el socialdemócrata –y no digamos sobre el socio-comunista de Iglesias y Sánchez– sino que ha conseguido que Pablo Iglesias, uno de los personajes más nefastos de la historia recente (y no reciente) de España, haya dejado la política. Lamentablemente, ya tenía preparado su abandono del barco (¿qué animales son los primeros que abandonan un barco que se hunde) y se va a Mediapro a hacer gramscismo, lo que puede ser todavía más nefasto. Además, aunque no me atreva a echar demasiado las campanas al vuelo, es muy posible que esta victoria haya despertado a España de una modorra que le hacía considerar como inevitable el paulatino corrimiento hacia la venezuelización. Veremos. Otra cosa que me alegra es que parece que el discurso de los ellos, ellas, elles y de la acusación de fascistas a los que no piensan como ellos, ha llegado hasta los cojones de muchos ciudadanos sensatos que han dicho: “HASTA AQUÍ”.
Me cuesta enlazar este párrafo con el anterior, porque de ninguna manera quiero usar ninguna conjunción adversativa (mas, pero, aunque, sino, sin embargo. Las aprendí en el colegio. ¿Las conocen los colegiales de hoy?), ya que no hay en estas líneas el menor empeño –Dios me libre– de empañar el brillo de la victoria de ayer. Así que, sin conjunción de ningún tipo, ahí va este párrafo. Esta modelo liberal de Madrid no es de Ayuso. Lo inició en el 2003 Esperanza Aguirre hace ya bastantes años. Ciertamente los impresentables de Ignacio González y Cristina Cifuentes, unidos al gris opaco Ángel Garrido, estuvieron a punto de dar al traste con él, pero Pablo Casado se sacó de la manga a Isabel Díaz Ayuso (todavía me acuerdo de mi sorpresa cuando la propuso y de mi sensación de que Sánchez se la iba a comer con patatas) y, dicho sea de paso a José Luis Martínez Alameida, que no sólo lo ha esucitado, sino que lo ha impulsado. Pero, al César lo que es del César.
Este párrafo podría considerarse unido sin conjunción al anterior y lo separo sólo para no hacer un párrafo demasiado largo. Pero al sacar a colación a Esperanza Aguirre no puedo evitar recordar la campaña de acoso y derribo de todo tipo a la que la sometió la izquierda. Si algo tiene la propaganda izquierdista gramsciana (a la que ahora se va a dedicar Iglesias, ojo) es que con el uso astuto de la mentira o de la media verdad exagerada, que no hay mayor mentira, llega a engañar a mucha gente de derechas que muerde su anzuelo. Y esa campaña de acoso y derribo a Aguirre, con un éxito mediano se prolongó, con un éxito fulminante al único presidente del gobierno de España de la democracia que no dio ni una sola prebenda política al separatismo y que sacó a España de la profundísima crisis en la que la dejó sumida en inefable Zapatero de infausta memoria. Siempre he dicho que aquél a quien mi enemigo más odia tiene mis simpatías, sobre todo si ese enemigo es astuto, maquiavélico y gramsciano, lo que es el caso. Y ese odio urdió mentiras y medias verdades (la fiscalía del caso Bárcenas ha puesto en duda los famosos papeles del famoso mentiroso) que han sido muy provechosas para la izquierda en boca de la derecha. Me he hartado de defender a Rajoy y de recibir por ello la indignación y hasta la conmiseración, como si yo fuera idiota, de muchos de mis amigos de derechas. No digo que no haya coas de las que hizo –o dejó de hacer– Rajoy que me disgusten, y mucho. Pero la política es el arte de lo posible y el el primer manato de Rajoy, su meta, que logró, fue que España dejase de estar entre los PIG’s (Os acordáis cuando Europa nos llamaba cerdos?) Y lo dicho sobre Rajoy lo aplico, en pequeña medida, a Casado. No sé si casado será el mejor líder que pueda tener el PP, pero también con él la izquierda está ensayando su maquinaria propagandista y también está encontrando eco en la derecha. Si no es el mejor, tampoco es el peor –como he dicho, a él le debemos a Ayuso y Almeida, que son los únicos “Barones” que no ha heredado– y la derecha haría mejor en estar a su lado que intentando meter palos en los radios de su bicicleta.
Estoy seguro de que el párrafo anterior, que he separado para que no pasase desapercibido, seguirá acarreándome críticas y comentarios conmiserativos, pero al menos puedo decir, como decía el gaucho trovador Jorge Cafrune, “el canto que canto hoy y el canto que ayer canté, mañana lo cantaré, de puro criollo que soy”.
Feliz jornada postelectoral.
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