Tomás Alfaro Drake
Este artículo es el 9º de una serie editada en este blog. Los siete anteriores son, por orden de aparición: "Dios y la ciencia", "La creación", "¿Qué hay fuera del universo?", "Un universo de diseño", "Si no hay Diseñador, ¿cuál es la explicación?", "Un vano intento de encadenar a Dios", "Y Dios descansó un poco, antes del 7º día" y "De soles y supernovas".
Antes de preguntarnos cómo pudo aparecer la vida, debemos plantearnos qué es eso de vida. La respuesta daría para muchas páginas. Aún a riesgo de ser simplista diría que vida es todo lo que tiene dos propiedades. Es capaz de administrar mediante reacciones metabólicas la energía que utiliza y es capaz de autoreplicarse. Los científicos se han preguntado cómo la química pudo dar lugar a la vida. Pero las respuestas que se dan no son científicas, ya que no se puede realizar un experimento que, a partir de condiciones naturales, produzca vida. Sin embargo, han desarrollado dos teorías contrapuestas que intentaré explicar en sendos artículos. Lo curioso es que los defensores de cada una de las teorías tachan de absolutamente “imposible” a la contraria.
La primera arranca de un experimento llevado a cabo en 1952 por Stanley Miller, un estudiante de doctorado de la universidad de Chicago. Miller puso dentro de una burbuja de vidrio los gases que se supone que, tal vez, podrían formar la atmósfera de la Tierra de hace 4500 millones de años. Metano, amoníaco, agua, nitrógeno, etc. Lo calentó y simuló con descargas eléctricas las supuestas tormentas de la Tierra recién nacida. El resultado fue una especie de pasta parduzca que, analizada, resultó contener ciertos aminoácidos. Los aminoácidos son los eslabones con que están hechas las cadenas de las proteínas que, a su vez, son los ladrillos de las células. Pero los 20 aminoácidos que forman todas las proteínas existentes tienen entre 3 y 6 átomos de carbono, mientras que en el experimento de Miller y en los miles que se han hecho desde entonces, nunca ha aparecido un solo aminoácido con más de 2 ó 3 átomos de carbono y, desde luego, jamás se ha formado una cadena de aminoácidos que pueda parecer, ni de lejos, una proteína. Es decir, los eslabones son demasiado pequeños y nunca se han visto engarzados en ningún experimento. Los otros ladrillos de la vida son los nucleótidos, de los que están hechas las moléculas de ADN y ARN que forman el código genético. Ningún experimento realizado ha dado nunca ningún tipo de nucleótido.
Pero el ansia de algunos científicos de “demostrar” que la vida apareció espontáneamente les llevó a lanzar las campanas al vuelo. La vida es un fenómeno fácil de generar espontáneamente –decían. Y, poco a poco, esta afirmación, sin ninguna base científica, fue convirtiéndose en dogma de fe. Sólo tenían que formarse aminoácidos un poco más complejos, algún nucleótido, engarzarse y, con un poco de suerte, entre unos y otros harían una molécula de ARN autoreplicable. ¡Eureka! ¡Funciona! Acababa de nacer la teoría del “ARN primigenio” que, sin lugar a dudas –aseguraban–, era la forma en la que había aparecido espontáneamente la vida sobre la Tierra. Una feliz combinación del azar. “Se puede considerar un mundo de ARN, donde hay moléculas de ARN que catalizan la síntesis de sí mismas. Por tanto, la primera etapa de la evolución se desarrolla mediante moléculas de ARN”. Así se expresaba Walter Gilbert, Premio Nobel, en un artículo aparecido en Nature en 1986. Pero otro premio Nobel, Christian Duve, rechazó esta teoría por estar basada en probabilidades tan inconmensurablemente pequeñas que sólo pueden considerarse fenómenos que se alejan del ámbito de la investigación científica. Se puede argüir que entre los 200.000 millones de estrellas que hay en cada una de las 100.000 millones de galaxias que pueblan el universo, no es raro que se den estas casualidades. Pero la verdad es que la probabilidad de que el mundo de ARN aparezca y, además, funcione, es enormemente más baja que la inmensa cantidad de estrellas. Pero sobre todo, no es científicamente aceptable transformar una hipótesis semejante en una teoría seria. Occam, usando su tijera, diría que es muchísimo más razonable postular un Diseñador para que eso ocurra.
27 de diciembre de 2007
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Yo le tengo mucho respeto y agradecimiento a la ciencia, pero debemos admitir que no todo es perfecto, y que también puede tener errores, debido a que, quienes la crean, son humanos, tan imperfectos como uno.
ResponderEliminarHay una ley que dice: "La materia no se crea ni se destruye". Eso de que la vida surja espontáneamente, lo dudo. No tengo idea cómo pudo surgir, pero hasta el mismo Einsten creía en un ser supremo, debido a que este sistema es perfecto. La naturaleza es perfecta; todo bien elaborado, que hace dudar que se haya realizado así como la nada.
Una interrogante llevará a otra, porque la principal duda es: "¿Cómo surgió la primera materia, si nada surge de la nada?". Eso es lo que hace maravilloso el universo, la vida misma. Algunos científicos en su afán de darle respuesta a todo, pueden formular teorías erróneas, pese a decenas de años de estudio. Quizá algún día tengamos la respuesta, pero mientras no se compruebe, para mí, sigue existiendo un Dios.