Tomás Alfaro Drake
En esta entrada interrumpo hasta la semana que viene, la serie de relatos que, bajo el título genérico de "Historias de otros mundos" vengo publicando.
Introducción
Soy un defensor del capitalismo. Como suena. Aunque suene a políticamente incorrecto. Soy tambbién católico, como se puede ver con sólo echar un vistazo a este blog. Y a menudo me encuentro con católicos como yo que tienen una visión cerrada sobre la economía de libre mercado y el capitalismo. Y, naturalmente, discuto amigablemente con ellos. Estas líneas son fruto de una de esas discusiones recientes. Con ellas pretendo aportar
una mayor claridad semántica para los términos mercado, libre mercado, economía
de libre mercado, liberalismo, empresa, empresa libre, capitalismo, etc. Creo
que intentar definiciones conceptuales de estos términos es ponerle puertas al
campo, por lo que no será ese el método que siga. Intentaré otro tipo de
“definición” que he llamado “procesal”, que se basa en un proceso. Porque la
tesis que planteo es que el capitalismo es la culminación, naturalmente abierta
a seguir evolucionando, de un proceso coevolutivo entre la naturaleza humana,
con su trigo y su cizaña, y la satisfacción de sus necesidades materiales. Pero
sostengo, como parte de la tesis, que este proceso ha sido también éticamente
positivo. Dado que la tesis que planteo para la “definición procesal” ya toma
partido ético sobre el tema, no podré obviar estos aspectos en dicha definición.
Me parece, además, que no sería deseable
obviarlos. Espero, eso sí, ser lo más breve y conciso posible.
Las sociedades primitivas
En las sociedades tribales
primitivas, el reparto de la caza no se hacía por un proceso de mercado, sino
mediante un sistema de niveles jerárquicos/rituales en los que la mayor parte
se la llevaba el jefe y, de ahí para abajo, cada miembro recibía una ración
menor. Si no llegaba para todos, los miembros más bajos de la jerarquía morían
o emigraban. Esto constituía un sistema de autorregulación de la población que
la tribu era capaz de mantener. El sistema era duro, injusto e inhumano
(juzgado con los criterios de hoy, a los que hemos llegado después del largo
proceso que estamos definiendo). Se esperaba de un buen jefe que consiguiese
mucho alimento para que la tribu fuese mayor y más poderosa. Si un jefe no
conseguía aumentar la población que podía mantener, muy probablemente fuese
sustituido porque, si no, la tribu entera perecería vencida por otra más
poderosa.
Los primeros mercados
Pero las sociedades primitivas
aisladas tal vez no hayan existido nunca. Y ese sistema jerárquico y pacífico,
aunque cruel e injusto, no valía para el intercambio entre tribus diferentes.
Seguramente, el primer sistema de intercambio intertribal fuese la ley del más
fuerte, en la que la tribu más poderosa saqueaba y, tal vez, eliminaba a la
menos poderosa. Si la tribu vencida era capaz de sobrevivir y volver a producir
los bienes que apetecía la poderosa, tal vez la dejasen sobrevivir. Incluso,
podrían dejar a la tribu vencida algo de los bienes objeto de saqueo, para que
pudiesen sobrevivir y seguir proveyendo a la vencedora esos bienes. Podía ser
incluso que se condenase a tributo o esclavitud a la tribu vencida. Sin
embargo, esta tribu, hoy vencida podía ganar fuerza y ser vencedora mañana. Todo
esto obligaba a dedicar una parte fundamental del PIB (perdón por el
anacronismo) a la guerra.
Pero, seguramente, pronto se hizo
evidente que el sistema de guerra y saqueo era muy costoso. Sería mucho mejor
un intercambio libre. A mí me sobra de lo que a ti te falta y te apetece y a ti
de lo que a mí me falta y me apetece. Cambiemos cromos pacíficamente. En la
medida de que esto fuese así, sería posible destinar a la guerra un porcentaje
menor del PIB y dedicar el resto a crear bienes que intercambiar. La aparición
del comercio fue, por tanto, una bendición para la humanidad. Porque el
comercio, además del intercambio de productos, permitía el intercambio de
ideas, soluciones a problemas y cultura. Al permitir que cada tribu se
concentrase en hacer aquello que mejor sabía hacer, aumentaba la cantidad de
riqueza global y, por supuesto, el bien común. Pero para que esto fuese
posible, el sistema de intercambio debía ser justo. Aún suprimiendo totalmente
el saqueo (Aclaración: creo que en este proceso coevolutivo, nunca se cierra
una etapa y se abre otra, sino que siempre coexisten todos los sistemas. Lo que
varía es la mezcla ente todos ellos), la fuerza constituiría un elemento
importante en la relación de intercambio. Si una tribu era más fuerte que otra,
la simple muestra de esta mayor fortaleza, hacía que el intercambio fuese más
ventajoso para el fuerte. Pero, que duda cabe, este proceso hacia un mercado
muy imperfecto era también éticamente positivo. En la medida en que el
intercambio fuese más justo, menor sería la necesidad de mostrar la fuerza y,
por tanto, menor la parte del PIB necesaria para las actividades bélicas. En un
momento de este proceso aparecen dos cosas, el concepto precio y el concepto
dinero. No pretendo ahora entrar en el interesantísimo tema de la aparición del
dinero y su evolución, pero también en él hay una historia de coevolución de la
naturaleza humana y los instrumentos económicos. Es por tanto, muy importante
definir qué es un precio justo.
El problema del precio
Me voy a permitir un salto de muchos
siglos, hasta el siglo XIV. En estos siglos el problema del precio se fue
convirtiendo en algo conceptual que requería dos cosas: definir qué elementos
de la vida real influían en la formación del precio y juzgar si el resultado de
esos procesos era justo. Fue este último motivo el que movió el intelecto de
los dominicos y otros, ya desde santo Tomás, hasta el siglo XVIII, sobre todo
en la escuela de Salamanca, a definir el proceso de formación de precios y su
justicia.
Evidentemente excede a estas
líneas un análisis exhaustivo de la evolución y conclusiones de este
pensamiento, pero creo éstas que pueden resumirse en varios puntos.
- El precio de las cosas no está intrínsecamente definido, sino que es el fruto de muchas estimaciones (estimaciones, en este contexto, es el parecer y la apetencia de cada persona o grupos de personas que están interesadas en comprar o vender algo).
- En la fijación del precio no interviene directamente el coste.
- Si la transacción comercial se hace al precio que surge de la combinación libre de estas estimaciones y de la libertad de las partes implicadas, el precio es justo.
- La alteración de ese precio por los motivos que sean, generan, casi siempre, empobrecimiento injusto de unos que tienen derecho a ese precio a costa de otros que son beneficiarios de dicha modificación. Es decir, atentan contra la justicia conmutativa. Pero, además, generan carestía en influyen negativamente en la justicia distributiva y en el bien total y común. Estas actuaciones son, por tanto, generalmente, injustas.
El libre mercado
Estas conclusiones, con
diferencias de matices entre unos pensadores y otros, son generalizables a
todos los componentes de la escuela de Salamanca y de la escolástica tardía.
Algunas citas, como la que se adjunta a continuación, escandalizarían a muchos oídos
de hoy:
Y no se diga que su
actuación es correcta porque es conveniente al bien común que el trigo se venda
en tiempo de escasez al mismo precio que en tiempos de abundancia; que actuando
así, los pobres no se verán gravados y podrán comprar el trigo cómodamente,
porque, insisto, ésa no es razón.
Especialmente cuando sabemos que en tiempos de escasez y hambre los pobres
raramente compran el trigo al precio tasado y que, por el contrario, sólo lo
compran a ese precio los poderosos y ministros públicos a quienes los dueños
del trigo no pueden resistir en su pretensión[1].
La clave de este pensamiento
estriba en la libertad de los estimadores y de las partes contratantes. Pero
esta libertad no es algo automático. A mi modo de ver para que esta libertad
exista no basta con la ausencia de coacción o de amenaza de la fuerza. Hacen
falta ciertos requisitos adicionales, algunos de los cuales me atrevería a
enumerar, seguramente sin ser exhaustivo.
a)
Seguridad jurídica del respeto de los bienes adquiridos
o vendidos en la transacción.
b)
Igualdad de oportunidades del acceso a la información y
transparencia de la misma.
c)
Que no exista la posibilidad de creación artificial de
escasez para alterar el precio.
Creo que es imposible el cumplimiento
perfecto de estos requisitos, y otros que podrían enumerarse. No obstante, sí
que es factible un muy razonable grado cumplimiento de los mismos que haga que
el precio de las transacciones producidas por estos mercados sean más parecidos
al precio justo que el derivado de cualquier intervención externa, la haga
quien la haga y por muy buena que sea la voluntad de quien la hace. Ni que
decir tiene que si quien interviene lo hace desde la ignorancia y sin buena
voluntad, sino siguiendo sus propios intereses, las consecuencias serían
todavía peores. No obstante, es no solo posible, sino probable –y, de hecho
ocurre–, que ciertos actores del mercado intenten manipular su mecanismo para
que les favorezca. Esto es algo que debe intentar evitarse y, el intento de
evitar esto es lo que, a mi juicio, justifica una supervisión del mercado por
algún organismo que tenga autoridad sancionadora y que pueda hacer cumplir las
sanciones que se deriven de esa manipulación. Pero, más allá de esos límites,
la supervisión perjudica al mercado. El libre mercado es otro paso más en esa
coevolución de la naturaleza humana y los sistemas económicos que ésta va
creando. Y el libre mercado es bueno.
La economía de libre mercado
A menudo se habla del mercado
como si fuese un ente, cuando en realidad hay una infinidad de mercados, eso
sí, interrelacionados todos entre ellos de una manera más o menos directa.
Existe el mercado del petróleo Brent, el del petróleo West Texas, el de la lana
neozelandesa, el de los bonos basura de las empresas eléctricas estadounidenses
o el de trabajo de personas sin cualificación para la industria maderera de
Benín. Cuando existe un tejido de mercados interconectados, con un alto grado
de libertad, que marcan los precios para casi cualquier tipo de intercambio, se
dice que ese tejido es una economía de libre mercado. Es otra etapa de esta
coevolución y, la economía de libre mercado es buena porque da, para caso todo
un precio de referencia que puede considerarse justo. Sin embargo, lo que es
válido para cada mercado –que el precio que sale de él es justo– puede no serlo
para el resultado final del conjunto de la economía de libre mercado. Puede que
haya disfunciones sistémicas que hagan que emerjan resultados contrarios al
bien común que deban ser corregidas. La sociedad, en su conjunto, puede decidir
buscar sistemas de intervención que corrijan esos efectos no deseados. Un
ejemplo típico de esto puede ser la distribución de la riqueza y el sistema de
impuestos progresivos y protección social que corrija estos atentados al bien
común. Pero inmediatamente después de decir esto debo hacer tres
puntualizaciones.
La primera, que en general (no
siempre), cuanto más extenso y profundo sea el ámbito de la economía de libre
mercado, la distribución de la renta es mejor que la que crearía cualquier otro
sistema.
La segunda, que la inmensa
mayoría de las intervenciones en el sistema es a costa de disminuir su
eficiencia. Nada que objetar. La sociedad puede optar por disminuir su
eficiencia (y por tanto el bien total) por una búsqueda de un mayor bien común.
Pero si por mejorar en algo el bien común empeoramos en mucho el bien total, al
final iremos, también, contra el bien común. Ambos bienes, común y total, están
estrechamente relacionados. No hay bien común si no hay un cierto novel de bien
total y, por otra parte, si el bien común está seriamente dañado, repercutirá
negativamente en el bien total. Además, conviene darse cuenta de que en
sistemas muy complejos la capacidad del ser humano para prever las consecuencias
de sus intervenciones suele ser muy deficiente y, a menudo, se logran resultados
contrarios a los objetivos propuestos.
La tercera puntualización se
refiere al hecho de que la intervención en los sistemas de economía de mercado
es un proceso que, cuando se empieza, suele llevar a intervenciones en cadena
que crean hábito y, al final, enredan a la economía en una tupida maraña que la
lleva a una gran ineficiencia con in claro deterioro del bien común y total.
Liberalismo
A mi modo de ver el liberalismo
es una ideología, cosa que no es la economía de libre mercado. Esa ideología,
como casi todas las ideologías, eleva al rango de general e incuestionable algo
que no lo es. El liberalismo como ideología afirma que el mercado es siempre
perfecto y que, por tanto, toda regulación y toda forma de
intervención es siempre innecesaria, perjudicial y, en última instancia,
siempre injusta.
Diría que el liberalismo es a la
economía de libre mercado lo que el racionalismo a la razón.
La empresa libre.
Por supuesto que, en ese proceso
de coevolución de la naturaleza humana con la actividad económica, la economía
de libre mercado da lugar a la aparición de empresas. Y eso mucho antes de la
revolución industrial. Siempre ha habido personas que han asumido el riesgo de
contratar a otras, comprar determinados bienes, comerciar con ellos o
transformarlos añadiéndoles valor y revenderlos con la esperanza de que el
precio de mercado de venta fuese mayor que la suma de los precios de mercado de
los recursos utilizados en la transformación y el comercio de esos bienes. Por
supuesto, el empresario asumía el riesgo de que eso no fuese así y, en vez de
ganar dinero, perderlo. Si el poner en marcha una empresa era algo que podía
hacer libremente cualquiera y todos los precios de los recursos que utilizaban
o vendían eran justos, es decir, fijados por el mercado libre, el beneficio que
obtenían era también justo, con independencia de su cantidad. Además, este
proceso creaba riqueza, no sólo para el empresario, sino para los que
trabajaban en la empresa y para la sociedad en general que disponía de
productos que le hacían la vida mejor y que antes no podía tener. A la hora de
elegir en qué actividad emprender, uno de los factores más importantes era el
nivel de beneficios que se creía poder obtener en esa actividad. Pero no era el
único. Lo que el emprendedor sabía hacer, sus gustos o preferencias y aficiones
por determinados productos, la cercanía geográfica a su lugar de residencia, y
un largo etc. eran también otros factores importantes. Sin embargo,
precisamente por ser la búsqueda del beneficio el motivo fundamental de
emprender, y habiendo libertad para ello, encontrar un “filón de oro” era
equivalente a atraer a la competencia y, por tanto, hacer que los precios y los
beneficios bajasen para bien de los usuarios de los mismos. Mucho antes de la
aparición del capitalismo, existía un tejido de empresas que hacían que la
prosperidad de las zonas donde más las había fuese mayor y el reparto de las
rentas, mejor. Aumentaba de esta forma el bien total y el bien común.
Estas empresas tenían una serie
de rasgos comunes.
a)
Solían ser relativamente pequeñas.
b)
Solían estar circunscritas a áreas geográficas
reducidas.
c)
Eran de mano de obra intensiva, por lo que para su
funcionamiento no necesitaban grandes acumulaciones de capital.
d) No tenían grandes economías de escala. Consecuentemente si una
empresa hacía el doble de producto, sus costes, prácticamente se doblaban.
El capitalismo
Así las cosas, se produce la
llamada 1ª revolución industrial. La inteligencia humana descubrió formas de
producir trabajo usando energías diferentes de la energía animal o manual. Eso
tuvo varios efectos:
1)
Era enormemente útil para fabricar determinadas
mercancías, abaratando sus costes. Sin embargo, no lo era para otras. Aunque
esta sustitución del hombre por la máquina pudiera hacer creer que iba a dejar
sin empleo a muchas personas, no ocurrió así, porque la mayor cantidad de
bienes que se podían fabricar y estaban al alcance de más gente, hacía que la
demanda de mano de obra aumentase.
2)
Hacía aparecer economías de escala, lo que permitía
producir ciertas mercancías a costes muy bajos y en gran cantidad. Debido a la
competencia, estos costes bajos acaban repercutiéndose en el precio, lo que
redunda en un mayor bienestar para la gente.
3)
La mano de obra era necesaria en los lugares donde se
lleva a cabo esa producción en masa, por lo que era necesaria la concentración
geográfica de esa mano de obra.
4)
Hacía aparecer la necesidad de grandes cantidades de
capital.
Ciertamente esto tuvo, en los
comienzos de la era industrial efectos nocivos.
a)
La mano de obra tenía que desplazarse del campo a los
centros de producción, normalmente situados en las ciudades, lo que daba lugar
a aglomeraciones humanas en condiciones lamentables. Pero no debe olvidarse que
la vida del campo era también durísima, se trabajaba de sol a sol y, si las
cosechas eran malas se producían hambrunas. El mito de la sociedad bucólica
rural preindustrial es falso.
b)
El trabajo se hacía monótono y repetitivo. Apareció el
hombre esclavo de la máquina.
c)
Las economías de escala hacían que muchos productos
debiesen fabricarse en grandes cantidades para ser económicamente viables, lo
que requería grandes cantidades de capital que hicieron necesaria la creación de
mercados de capitales como la bolsa y la aparición del sistema bancario.
d) Se
perdía en parte la figura del empresario para dar lugar a la sociedad anónima
en el sentido literal de la palabra.
Esto hizo que
apareciese una nueva ideología, el comunismo, que abogaba por que la propiedad
de los bienes de producción fuese de propiedad estatal, en vez de privada. No
hace falta que diga en qué ha acabado esta ideología.
Sin embargo, a
partir de ese momento, y en un proceso que visto en perspectiva y sin miopía no
ha parado desde hace más de un siglo, ocurre:
a)
Que las condiciones de vida mejoran, las ciudades y las
viviendas se hacen cada vez más dignas.
b)
Que se estabilizan los ingresos de las familias,
haciéndose menos dependientes de la climatología y los desastres naturales.
c)
Que las jornadas laborales se reducen y el trabajo se
hace más humano cada vez.
d) Que
aparece una clase media. El reparto de la renta se hace cada vez más
igualitario, aunque aparezcan algunas personas inmensamente ricas.
e)
Que aparecen empresas de ámbitos supranacionales que
llevan sus centros de producción a dónde pueden obtener mayor rentabilidad.
f)
Que gracias al fenómeno anterior, países que antes no
podían soñar en tener un tejido de industrialización, empiezan a tenerlo.
g)
Que, debido a los dos fenómenos anteriores, las
economías de los países emergentes crecen más deprisa que las de los países
desarrollados, lo que inicia un proceso de mejor distribución de la riqueza
entre países. Ciertamente, este proceso no se da en todos los en los países.
Pero me atrevería a decir que los países
en los que no se da son únicamente aquellos en los que se produce una
combinación de los siguientes cuatro factores, interrelacionados todos entre
sí. 1º Corrupción. 2º Populismo. 3º Inseguridad jurídica. 4º Islamismo.
h)
Que aparece un tipo de trabajo intelectual,
absolutamente sin precedentes, que llega a enormes cantidades de personas y que
supone un salto cualitativo importante en la dignificación del trabajo.
i)
Que los trabajos más mecánicos se enriquecen en contenido
(círculos de calidad, etc.) y las condiciones de trabajo de las fábricas se
hacen más dignas.
j)
Que se produce el acceso a la propiedad de las empresas
a esa clase media, a través de su inversión en acciones.
k)
Que se empieza a producir un crecimiento sin precedentes
en la población de los países industrializados. Ciertamente, este proceso, se
ha revertido en estos países en las últimas décadas, pero este es un tema que
excede al objetivo de estas líneas.
Desgraciadamente, esta tendencia
secular, no se produce de forma armónica, sino que se alternan momentos de
crecimiento espectacular con crisis que producen grandes sufrimientos. Pero la
tendencia es claramente la expuesta en los puntos anteriores. La ideología
comunista no para de decir que esas crisis acabarán con el sistema, pero, hasta
ahora, no ha sido así, mientras que el sistema comunista sí ha sufrido el
colapso que vaticinaba para el capitalismo. Sin embargo, como ideología, sigue
subyaciendo en el subconsciente colectivo.
Desde hace unas décadas se ha
venido produciendo la 2ª revolución industrial, la revolución de la información
y el conocimiento. Esto ha supuesto nuevos retos al capitalismo, a la par que
una profunda transformación de la que todavía estamos en los albores. Pero si
hay algo que la caracteriza es la rapidez de los cambios en cualquier ámbito de
la economía.
Todo esto da lugar a un sistema
de una complejidad creciente, que está trayendo y traerá nuevos problemas y
respuestas que son difíciles de vislumbrar. Sólo hay dos respuestas imposibles:
la vuelta atrás y responder a la complejidad con la simpleza.
Permítaseme un símil. Comparemos
la historia de la humanidad con una vida human. Creo que la humanidad está en
el equivalente a una vida humana de 19 años. Nos acabamos de sacar el carnet de
conducir, nos estamos emancipando tal vez más de lo que podemos, etc. A un hijo
de 19 años no se le puede educar en el hiperproteccionismo, sino en la
responsabilidad. No se le puede decir que vuelva al comportamiento de los 12
años. No se le puede decir que lo que le pasa es malo, sino que lo tiene que
encauzar y controlar. Hay que mirarle con benevolencia y ayudarle a entenderse.
Si, como dice Benedicto XVI queremos ser minorías creativas, esta es la
actitud. El capitalismo es parte de ese proceso de desarrollo. Si se me
permite, es como el coche. Son muchos los jóvenes que hacen un uso incorrecto
del coche. Indudablemente, el coche causa muchas muertes. Pero decir que el
coche es malo ni es verdad no arregla nada. Desde luego que hay que buscar la
manera de incrementar su seguridad activa y pasiva, pero eso no hace al coche
malo.
Conclusión
Dije, al principio de estas
líneas, que pretendían dar una serie de definiciones “procesales” a términos
como mercado, libre mercado, economía de libre mercado, liberalismo, empresa,
empresa libre, capitalismo, etc. Creo que se ha logrado hacer un intento de
ello que pueda servir de base de discusión. Sostenía que este proceso, aunque
no exento de problemas es, visto con la necesaria perspectiva, éticamente positivo.
Creo que es difícilmente negable.
También dije que me gustaría ser
breve y conciso. No sé si lo he logrado, pero para no estropearlo más, lo dejo
aquí, aún sabiendo que quedan muchas cosas por decir. Sin embargo, me gustaría
acabar con una frase de Walt Whitman:
“Está en la naturaleza de las cosas que de todo
fruto del éxito, cualquiera que sea, surgirá algo para hacer necesaria una
lucha mayor”.
Me caben
pocas dudas que el proceso coevolutivo que culmina en el capitalismo es un
éxito material y moral del que, sin duda alguna, surgen cosas que requieren una
lucha mayor. Pero continuando el proceso, con afán de superación, no con un
paralizante sentimiento de culpa histórica. Al contrario, con orgullo de lo
logrado aunque sin autocomplacencias. Ninguno de los procesos artificiales que
se han basado en ese complejo de culpa han llevado a otro sitio que no sea el
desastre.
tan claro como siempre :-) felicidades por tan buenas entradas en temas tan variados...
ResponderEliminarUna pregunta, ¿que decir acerca de la parte en que la empresa de una nacion desarrollada, buscando ya fuera reducir costes o aumentar ganancias, busca la materia prima, la mano de obra o la legislacion mas suavizada en paises no desarrollados y los efectos que pueda tener estos ultimos?
Querido javier. Me alegro que te parezca interesante. Lo que me dices es muy cierto. No es oro todo lo que reluce y a veces se producen lamentables y tristes abusos. Pero creo que esos abusos se dan sobre todo en países en los que los dirigentes son extraordinariamente corruptos. Eso no libera de culpa a las empresas que se aprovechan de eso, pero transfiere parte de la misma a los dirigentes de esos países. Evidentemente, esto no es una exoneración a las empresas que hacen eso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tomás
Tienes mucha razon en eso, y, creo, que en todo caso es entonces tambien papel de los pueblos que viven con esos lideres corruptos, el buscar que por vias democraticas, las situaciones mejoren, no?
ResponderEliminarsaludos!
Dicen, no estoy convencido de que sea cierto, que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen. En cierta medida sí es así y en la medida en que lo sea, los pueblos tienen que dotarse de dirigentes honestos, cosa nada fácil, por cierto, ni siquiera en democracia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tomás
En lo único que estoy a favor del capitalismo, es como lo menos malo, por oposición al comunismo, pero nada más.
ResponderEliminarEs un sistema absorbente, inmanente, provoca unos devastadores círculos viciosos materialistas, -el consumo por el consumo-, de los que es imposible salir, idolatra al dinero al que le hace un dios, y pasa por encima de cualquier valor, espiritual y/o trascendental. Es un sistema que por su naturaleza, su objetivo es ganar dinero a costa de lo que sea.
Se expulsó al pequeño artesano y a la economia gremial para hacerlos proletarios y así conseguir la obtención del máximo beneficio a costa de cargarse un sistema que trabajaba para vivir y no para enriquecerse. Un sistema que pasa por encima de las familias en aras de una falsa libertad, que no respeta ni el domingo, el día de descanso familiar que los cristianos dedicamos al Señor.
Como economista que también soy, el sistema no me convence, para mi es destructor, y menos ahora, que gracias a Dios ha entrado en una crisis profunda y espero que se hunda con sus miserias, por abusón y avaricioso.
Juan
Querido Anónimo:
ResponderEliminarSiento no estar de acuerdo contigo. Creo que achacas al capitalismo cosas que son del corazón humano. Creo que le sería aplicable lo que dice Cristo en el evengelio sobre los alimentos. "No es lo que está fuera lo que mancha al hombre, sino lo que sale de su corazón. De su corazón salen los adulterios, la avaricia, etc" ¿O es que el hombre no idolatraba al dinero no era egosista hasta que llegó el capitalismo? Atacar al capitalismo es matar al mensajero.
El marxismo, al que me parece por tu comentario que también aborreces, ha fracasado en el mundo, pero ha conseguido enrocarse en la mente de muchos y, me temo, en la tuya también.
El capitalismo ha producido la mayor vreción de riqueza de la historia de la humanidad, la mayor redistribución de la misma se ha producido en el último siglo y medio gtacias a él. Todos los productos honestos que usas y que te hacen la vida vivible, se los debes a él. Los países en desarrollo crecen más deprisa que los desarrollados. Dentro de 50 años les habrán pillado. Sólo los países en los que reina el populismo, la corrupción, el Islam y la inseguridad jurídica no están en esa onda de acercamiento. No es en los países en los que el capitalismo está más abanzado en los que más abundan esas cosas.
Desde luego, el capitalismo tiene, como toda obra humana, lacras. Faltaría más. El paraíso no vendrá a este mundo por él ni por ningún otro sistema, pero de ahí a cargarle con las perversiones que son nuestras, va un abismo. Te reto a que encuentres en toda la Doctrina Social de la Iglesia una sola frase en la que se condene al capitalismo como tal. Por supuesto que se condenan prácticas perversas de los hombres que se materializan a través del único sistema existente capaz de dar de comer algún día a todo el género humano.
En fin, creo que hay que liberarse de las secuelas subconscientes del marxismo.
Un abrazo.
Tomás
No, en absoluto estoy influenciado por el marxismo, por supuesto que en la carrera la mayoría de las cátedras eran comunistas y efectivamente por poner un ejemplo, Marta Harnecker si que me encandilaba en mi juventud, pero el engaño duró muy poco tiempo. También es cierto que en esa época yo era agnóstico, o mejor pasota, y me abrace con mucho más fervor al capitalismo, -influenciado también por la lógica sui géneris de los protestantes centroeuropeos-, que a un sistema comunista que su puesta en práctica desemboca en las tiranías mas feroces, un sistema que además no sólo es económico, es mas bien una concepción del mundo, se alimenta no ya de la falsedad, sino de la mentira.
ResponderEliminarPero es ahora cuando ha salido a mi encuentro Jesús, cuando me he dado cuenta, a la manera mayéutica, de que el capitalismo es un sistema perverso, no es el mensajero, es el mensaje, es una máquina de secularización de valores: "el dinero produce la felicidad". Adam Smith, parecía que descubría el secreto científico de "hacerse ricos", je je.
Es un "gran" productor de bienes, pero un nefasto repartidor de la riqueza, un gran creador de econonomía virtual, falsa, que en dos minutos nos puede abocar al abismo, porque o estás con él o contra él y entonces si no, te expulsa. Su rueda, arriba o abajo, es como una apisonadora, no tiene piedad.
Vemos como se da un lema parecido al de Marx: "El dinero es el opio del pueblo", la dependencia es como una droga, cuando no se tiene, la depresión y la desesperanza entra por la puerta y la felicidad salta por la ventana, porque es el "valor" más fuerte, el supremo.
es cierto que tiene sus virtudes,pero esas ya las dices tu, je je, un sistema que le tolero, pero no me convence como cristiano.
Abrazos virtuales
Juan
Hola Juan:
ResponderEliminarEn primer lugar, perdona mi duro lenguaje de la respuesta anterior. Espero no haberte ofendido. Pero me temo que todos, yo el primero, estamos permeados por el marxismo, incluso aunque lo detestemos. Ha conseguido, no sé cómo, llegar hasta el subconsciente colectivo e inocular en él un odio generalizado y total hacia el capitalismo, hasta el punto de hacernos perder la vista a vuelo de pájaro de la historia. Ese es su gran peligro, que nos come subrepticiamente. Por supuesto que hay conductas humanas que se expresan a través del capitalismo y que son devastadoras, pero eso NO ES el capitalismo.
Dices que es un gran productor de bienes pero un nefasto repartidor de riqueza, pero si se ve la historia sin los anteojos del marxismo se ve que no es así. Nunca en la historia de la humanidad la riqueza ha estado repartida mejor. En los paíese capitalistas es donde hay una clase media que no ha existido nunca en la historia. Y si proyectamos el futuro, los países en vías de desarrollo la están creando también y, además, están creciendo más deprisa que los industrializados, por lo que en 50 años el gap se habrá cerrado o estará en vías de hacerlo. Y será gracias al capitalismo.
Si las diferencias entre el más rico de la tierra y el más pobre aumentan es porque este íltimo vive en países devastados por la corrupción, el populismo y la inseguridad jurídica, lacras que se dan menos, y no más, en los países capitalistas.
La secularización de valores no las da el capitalismo, son fruto de un proceso histórico llamado ilustración, anterior al capitalismo. Que el dinero o el poder dan la felicidad es un craso error en el que la humanidad ha caído, por desgracia, mucho antes de que existiera el capitalismo y Adam Smith no es el capitalismo, sino una burda simplificación de la economía. A mí tampoco me gusta, pero eso es otra historia.
¿En dos minutos al abismo? Esta crisis es, desde luego, terrible y crea muchas injusticias, pero no es el abismo. Saldremos de ella como hemos salido de otras que ahora nos parecen "leves" pero que no lo fueron más que esta.
A mí también me ha salido al encuentro Jesús, pero Jesús no condena el capitalismo, sino la avaricia, que ya existía en sus tiempos, antes que el capitalismo. Sin el capitalismo el mundo sería peor, de eso no me cabe duda. No quiero ser repetitivo, pero, por favor muéstrame un sólo pasaje de la Doctrina Social de la Iglesia en el que se diga que el capitalismo es intrínsecamente perverso. No lo hay. Sí que hay condenas de prácticas perversas, pero ni una del sistema como tal.
En fin, que tú y yo vivimos en el capitalismo y yo, desde luego, no me cambiaría no por otra época en la que éste no existiese, ni por ninguno de los demás sistemas contemporáneos, utópicos como el distributismo o reales como el comunismo. Hagamos el capitalismo cada día más humano haciendonos mejores nosotros y el gñénero humano. Es posible. Es grande. Es cristiano, es un reto, es bello.
Un fuerte abrazo virtual.
Tu amigo capitalista que también ha sido encontrado por Cristo
Tomás