Tomás Alfaro Drake
Ya sabéis por el nombre de mi
blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su
nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda
idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el
espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de
Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las
brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que
merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un
paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la
consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del
olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este
efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a
partir del 13 de Enero del 2010.
Mientras el hombre se deja llevar por sus solas energías,
el impulso que le mueve hacia el futuro es la esperanza humana; tan pronto como
invoca a Dios, se perfila en el horizonte la esperanza teologal, que es la
certeza de salvación basada en la promesa divina. Esta confianza en Dios se
despierta con frecuencia al mismo tiempo que la esperanza en la humanidad; en
el alma de la vida todo se otorga a la vez. La esperanza humana está presente
en la esperanza teologal, porque aquélla se prolonga espontáneamente en acción
de gracias ante Dios; la esperanza teologal está presente en la esperanza
humana, porque le trae a esta la certeza de la eternidad. Esta conjunción de una
y otra [...] es frágil como una articulación de niño.
Charles Moeller; Literatura del siglo XX y
cristianismo. Tomo IV, la esperanza en Dios nuestro Padre, capítulo dedicado a
Ana Frank.
Continuo yo: Lástima que al dejar de ser como niños, en
el sentido evangélico, muy a menudo se separen la esperanza humana y la
teologal y se pierda la segunda. Y una vez perdida ésta, suele también perderse
la esperanza humana. La obra de destrucción está completa. Sólo la gracia puede
reconstruirla.
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