25 de septiembre de 2014

¿Por quién doblan las campanas?

Hoy no puedo tampoco dejar de expresar mi pesar, mi tristeza y mi lástima por la retirada definitiva de la ley Gallardón sobre el aborto. Pesar y tristeza por los morituri (los que van a morir). Lástima por una civilización que ha caído (eso no es de ayer, sino que es un proceso que viene de muy atrás) en la barbarie. Y también rabia. Mucha rabia. Porque ayer ha caído tal vez la última trinchera. Un día, no me cabe duda, civilizaciones futuras se espantarán de lo que estamos haciendo en ésta. No es una cuestión religiosa. Es una cuestión de pura razón humana y humanitaria.

¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera en sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

John Donne (Devociones para ocasiones de emergencia, 1624)

El mar va a seguirse llevando cada día trozos de la vieja, decrépita y podrida Europa. Que Dios se apiade de nosotros, porque las campanas suenan a muerto y me temo que lo pagaremos más bien pronto que tarde. Y muy caro. Tal vez al precio de Roma. Esta civilización está aquejada de una terrible enfermedad autoinmune que se revuelve contra su propio organismo. Quien quiera, que me tache de agorero y catastrofista, me importa una mierda

No hay comentarios:

Publicar un comentario