En los últimos meses estamos
asistiendo a un acto más de un proceso que temo que, de forma casi ineludible,
acabará en la secesión. Y oigo que, también sobre esto, se habla de la apatía
de Rajoy. Lo dicen, por un lado, los que piensan que se debería haber
suspendido la autonomía catalana, los que afirman (yo he sido de éstos) que
habría que haber asfixiado económicamente a Cataluña y los que claman porque el
9-N no se haya sacado a la fuerza pública a la calle para evitar el simulacro
de consulta. Por otro lado, y encabezados por los soberanistas catalanes y por
el PSOE, están los que dicen que hay que buscar soluciones políticas al
problema. Antes de entrar en esta polémica me gustaría dar al tema un poco de
perspectiva histórica.
La Constitución de 1978, aprobada
con abrumadora mayoría por la soberanía popular[1],
sancionó el Estado de las autonomías. No voy a negar que a mí, esta forma de
organización política de España (y sólo en el caso de España, no hablo de otros
países como el caso de Alemania), me parece un cáncer que nos devora, en el
sentido económico y en el político. Pero los que teníamos uso de razón en ese
año deberíamos recordar que lo que estaba en juego era si la transición de la
dictadura a la democracia se iba a hacer con o sin baño de sangre. Al final,
gracias a Dios, se hizo sin. Pero para ello hubo que hacer concesiones que
ahora, vistas desde la distancia, parecen disparatadas, pero que, en la situación
de ese momento, no me atrevería a afirmar que lo fueran.
Esta Constitución preveía dos
tipos de autonomía. La primera, amplia, aplicable únicamente de forma
automática a las comunidades con una identidad histórica, caso de Cataluña, Vascongadas
y Galicia, por la aplicación del artículo 151 de la Constitución. La segunda,
más limitada, para el resto de las comunidades, por el artículo 143. Pero estas
comunidades podían acceder a la misma autonomía que las históricas, por el artículo
151, si en un referéndum realizado a nivel autonómico se obtuviese el sí al 151
con MÁS DEL 50% DEL CENSO (no de los votantes) en TODAS LAS PROVINCIAS QUE
CONSTITUYESEN LA COMUNIDAD. En Andalucía, con el apoyo del PSOE y toda la
izquierda, y en contra de UCD que pedía el voto en blanco (que en la práctica
era un NO), el sí obtuvo el 55% del censo, superándose el 50% en todas las
provincias menos en Almería y Jaén que obtuvieron un 42 y un 49%
respectivamente. En la estricta aplicación de la ley no se habían cumplido las condiciones estipuladas en la
Constitución[2]. Pero se hizo la vista
gorda y se admitió la vía del 151 para Andalucía. No me atrevería yo a decir
que debería haberse aplicado literalmente la ley y haber denegado esa vía. Creo
que eso sería vulnerar el espíritu de la ley. Pero ese resultado contrasta con
el escaso 24% (un sedicente 80% de una participación que se estima a ojo en el
30%) de la pantomima sin ninguna garantía del 9 N en Cataluña. Sí me parece, en cambio, que hubo una
excesiva laxitud cuando la vía del 151 se aplicó de forma automática a todas
las comunidades autónomas, sin referéndum, aunque no me cabe duda de que, de
haberse hecho, los resultados hubiesen sido por el estilo que en Andalucía.
Pero la ley es la ley y no se la puede uno saltar a la torera así como así.
Naturalmente, catalanes y vascos decidieron inmediatamente que ellos querían
más competencias que el resto. ¡No iban a ser iguales que los demás! Algunas
competencias tenían que ser transferidas porque así lo estipulaba la Constitución,
pero otras lo fueron por un acuerdo bilateral entre el Parlamento de España y
el de la Autonomía. Y así empezó la carrera por la transferencia de
competencias.
Se echa mucho la culpa del deslizamiento
de ciertas autonomías hacia el nacionalismo radical –y con razón– a la
educación dada desde la escuela en ellas, en la que se presentaba a España,
poco más o menos, como una potencia ocupante, y se distorsionaba la historia
hasta convertirla en una caricatura. Esto es totalmente cierto. Pero no lo es
menos que, en los años transcurridos desde 1978, la izquierda, en bloque, ha
hecho todo lo posible para pulverizar la idea de España. Sentirse español,
llevar una bandera de España, aunque fuese con el escudo constitucional, era
“fascista”. Todavía oigo las críticas del PSOE diciendo que el hecho de poner
la bandera española en la plaza de Colón era una provocación. Recordar las
gestas llevadas a cabo por España era considerado como estar en la senda de
Franco. La “mística” de España fue pulverizada sistemáticamente por la
izquierda, colaborando de esta manera al éxito de los nacionalismos y a su
radicalización en las Vascongadas y Cataluña (y en menor medida en Galicia y
otras autonomías) tan eficazmente como la torticera educación que se impartía
estas dos comunidades. Para mejor jugar a dos bandas, el PSOE ha creado el engendro
del PSC y el PSE, que no se sabe muy bien qué papel juegan en este proceso.
Esto, además de ser una traición
a la “mística” de España, lo era a la tradición de la izquierda. El poeta
comunista chileno Pablo Neruda escribió un magnífico libro de poemas bajo el
título de “España en el corazón”. Miguel Hernández, también comunista, tiene
poemas a España que ponen la carne de gallina. Gabriel Celaya, poeta español,
también comunista, y vasco por añadidura, tiene en su poema “La poesía es un
arma cargada de futuro” habla de “trabajar a España en sus aceros”: “Me siento un ingeniero del verso y un
obrero/que trabaja con otros a España en sus aceros”. Me atrevo a hacer al
final de estas líneas una pequeña antología de los cantos a España de estos
poetas españoles (dejo aparte al gran poeta Pablo Neruda porque, aunque le
agradezco su amor a España, quiero centrarme en los españoles). También puedo
citar párrafos del discurso de Manuel Azaña en el Ayuntamiento de Barcelona el
18 de Julio de 1938: “Destaco entre ellas que todos los
españoles tenemos el mismo destino. Un destino común, en la próspera y en la
adversa fortuna. Cualesquiera que sea la profesión religiosa, el credo
político, el trabajo y el acento. Y que nadie pueda echarse a un lado y retirar
la apuesta. No es que sea ilícito hacerlo: es que además, no se puede. […] La
reconstrucción de España será una tarea aplastante, gigantesca, que no se podrá
fiar al genio personal de nadie, ni siquiera de un corto número de personas o
de técnicos; tendrá que ser obra de la colmena española en su conjunto, cuando
reine la paz, una paz que no podrá ser más que una paz española y una paz
nacional, una paz de hombres libres, una paz para hombres libres. […]… y cuando
la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones,[…] que
piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que, […] abrigados
en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con
los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje
de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad, perdón”. Si esa “mística” se hubiese
mantenido, otro gallo cantaría ahora. Pero cuando la esencia económica de una
ideología fracasa estrepitosamente, hay que buscar otras agarraderas para
mantenerse. Porque la historia de la economía española en democracia está
marcada por dos empujones hacia la ruina de España dados ambos por sendos
gobiernos del PSOE. Con una miopía escandalosa, se pensó que identificar la
idea de España con el franquismo era una de esas buenas agarraderas. Aborto,
matrimonio homosexual, etc, son otras agarraderas que no voy a comentar ahora.
Pero esto puede que no sea suficiente para que dentro de poco más de un año, si
los españoles no estamos a la altura de las circunstancias, se produzca el
tercer, y me temo que definitivo, empujón hacia la ruina, económica y moral.
En el segundo de esos empujones
Zapatero siguió la huida hacia adelante con todas las concesiones imaginables
al nacionalismo radical, de la que cabe señalar el increíble Estatuto de
Autonomía de Cataluña de 2006, aprobado por sólo el 35% de los catalanes con
derecho a voto (el 73% del 48% que votaron), lo que hace aún más escandaloso que
los resultados del 24% del pucherazo del pasado 9 N (como se ha dicho antes, 80%
de una participación que se estima a ojo en el 30%) se consideren un éxito del
nacionalismo independentista. Llegados a ese punto, al acabar la legislatura de
Zapatero, la voracidad de los nacionalistas radicales estaba en el máximo
histórico. Felipe González decía que negociar con los nacionalistas era como
tener un salchichón del que alguien te decía que la mitad era suyo. Si cedías y
le dabas la mitad que reclamaba, se la guardaba, miraba con ojos avariciosos la
mitad que te quedaba y te decía que la mitad era suya. De nada servía que le
dijeses que le acababas de dar la mitad del salchichón. Esa ya era suya de
pleno derecho y ahora reclamaba la mitad de tu mitad. No importaba –decía
González– cuántas veces partieras con él lo que te quedaba, él siempre quería
la mitad del resto. Porque, por definición, si un nacionalista radical dijese
que se daba por satisfecho con lo conseguido, habría perdido su razón de ser y
habría firmado su finiquito como fuerza política.
Así llegamos al órdago del 9-N.
Mas asegura, en son de crítica, que había hecho a Rajoy muchas propuestas y que
éste le había dicho que no a todo. Lo que, según Mas, demuestra la incapacidad
política del Presidente del gobierno. El órdago se hubiese apaciguado –hasta
una nueva ronda del salchichón, por supuesto– con sólo darle al señor Mas más
de lo que pedía. Derecho a más dinero. Si eso es una solución de imaginación
política, que baje Dios y lo vea. De esa forma de hacer política, típica del
zapaterismo, han venido los lodos que tenemos. Así que bendita sea la falta de
ideas de Rajoy en este asunto y su no a las propuestas de Mas. Para ideas, lo
del federalismo que preconiza el PSOE ignorando la esencia del federalismo.
Federalismo viene de foederis,
alianza, que aunque no viene de fides,
fe, se le parece y se relaciona con ella. El federalismo es una alianza basada
en la fe, en la confianza. Un bávaro tiene fe en Alemania y, sólo para manejar
más eficientemente la cosa pública, dentro de una sólida alianza, asume la
administración de una parte. Y lo mismo podría decirse de un estadounidense de
Florida o de Texas. Pero ninguna de las dos cosas –fe y eficiencia– se da en el
caso español. Ni los nacionalistas radicales tienen la más mínima fe en España,
ni su afán de administrar los asuntos de Cataluña tiene como fin una mayor
eficiencia en el manejo de la cosa pública, sino una mayor capacidad de “sacar
tajada”. Por tanto, ¡basta ya de palabrería vacía a la que se llama imaginación
política! Por el otro lado, se le pedía al gobierno la asfixia económica de
Cataluña. ¿Realmente sería eso una solución, ayudaría a crear esa fe que ha
destruido la izquierda? No lo creo. También hay quien acusa al gobierno de
debilidad por no haber impedido la votación del 9 N con las fuerzas de orden
público. ¿Alguien duda que había un ejército de radicales preparado para
armarla si eso se hubiese hecho? Quien crea que no lo había peca de una
ingenuidad sin límites. ¿Se imagina alguien las portadas de los periódicos de
todo el mundo ante una escena de violencia callejera, tal vez con algún mártir,
el 9 N? El gobierno ha hecho lo único que cabía hacer. Poner delante el muro de
la ley y sus consecuencias. Imagino una cohorte de abogados del Estado reunidos
en sesión continua viendo cómo cerrar los resquicios de todos los fraudes de
ley que pudiera imaginar Mas. Al final Mas ha hecho una chapuza, pero
infringiendo la ley. Si el Fiscal General del Estado, el resto de los fiscales y
los jueces hacen su trabajo, podemos ver a Mas procesado y, si la ley se aplica
como es debido, condenado. Pero lo que no se le puede pedir a Rajoy, ni a
ningún otro político, es que arregle el inmenso desaguisado que, desde hace casi
cuarenta años se está cocinando en España por culpa, casi exclusiva, de la
izquierda irresponsable. Así es que, cuando oigo a Pedro Sánchez, coreado por
cierto sector de la prensa, pidiendo a Rajoy imaginación política, me alegro de
que el Presidente del gobierno tenga tan poca imaginación y me aterro de las
zapateradas que se le ocurrirían a él si algún día gobernase.
Y, la gran pregunta, ¿cómo podrá
recuperarse la mancillada “mística” de España?, ¿qué se puede hacer para
arreglar el problema catalán? Me temo que, a estas alturas de la película, muy
poco. Tan sólo caminar por el filo de la navaja de ganar tiempo sin que se
rompa la baraja del todo. Porque el famosísimo seny catalán ha demostrado ser
un auténtico bluf. Tengo un amigo que dice que ese famoso seny no ha ido nunca
más allá del payés que tenía la precaución de llevar en el viaje en autobús dos
bocatas en vez de uno por si el autobús se averiaba. Si alguna vez ha sido más
que eso, se ha evaporado completamente en los últimos años. El buen payés
catalán y los asimilados venidos de toda España, se han dejado engañar por unos
políticos trileros que sólo buscan sus privilegios. El muro de la ley puede
prestar amparo durante un cierto tiempo. Pero, por mucho que se tenga el amparo
de la ley, la historia demuestra que para que ésta se cumpla hace falta una condición
y, si ésta no se da, una segunda que en estos tiempos es inaplicable. La
primera, que dicha ley sea generalmente aceptada por los ciudadanos, con lo que
volvemos a la fe en ella. La primera en la frente. Sin la primera, habría que
aplicar la segunda. Y ésta es el uso de la fuerza. Pero esta posibilidad está
absolutamente deslegitimada y es, por tanto, inaplicable de todo punto. Y si se
aplicase, me temo que sería peor el remedio que la enfermedad. Los muros de una
ley que no se acepta, por razonable y sensata que sea, o que se quiere imponer
por la fuerza, se van resquebrajando hasta que, más pronto o más tarde, se
derrumban. La historia está llena de ejemplos de esto.
Entonces ganar tiempo, ¿para qué?
Sólo tengo una esperanza que, a decir verdad, es remota. Esa esperanza es la
Corona en la cabeza de Felipe VI. La Constitución Española dice, en su Título
II, Artículo 56.1: “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de
su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las
instituciones…”. Si ésa
es su primera función constatada por la Constitución, éste es el momento
histórico de ejercerla. Es joven, extraordinariamente bien formado y, si quiere
ser algo más que un florero, tiene que hablar y actuar ahora o nunca. Su padre
se ganó mi respeto y el de la mayoría de los españoles ejerciendo como Rey el
23 de Febrero de 1981. Tuvo que improvisar. Felipe VI no tiene que hacerlo.
Tiene que rodearse de los mejores consejeros jurídicos que le permitan situarse
en los mismísimos límites que le permita la Constitución para poder actuar. Y por
un equipo interdisciplinar, tan bueno como el anterior de historiadores, filósofos,
profesores de literatura, escritores, artistas, empresarios, sociólogos y
expertos en comunicación para poner en marcha una eficaz campaña total para
intentar resucitar la “mística” de España. La pasta para hacerlo tendrá que
conseguirla. El voto de confianza para hacerlo creo que lo tiene. Tendrá que
saber utilizarlo y administrarlo. Será criticado por ello por todos lados
(sobre todo por la izquierda), pero tal vez conecte con el español de la calle,
catalanes y resto de españoles. Tendrá que caminar por el filo de la navaja. He
dicho que mi esperanza era remota, pero no tengo otra. Sin embargo, debo decir
que creo que no es imposible. Yo, español de a pie, desde estas líneas que seguramente
él no leerá, le lanzo este reto al Rey de España. Si lo consigue, superará con
creces a su padre en el 23 F y pasará a la historia como uno de los grandes Reyes
de España, a la altura de un Recaredo[3],
un Felipe II o un Carlos III. Si no, me temo que pasará a la historia como el
último rey de España. Si pone todo su empeño y ardor en ello y no lo logra,
será como el último emperador de Constantinopla, Constantino XI, que murió con
gloria defendiendo las murallas de la ciudad del asalto del turco y ha pasado
así a la historia. Si ni siquiera lo intenta, creo que pasará como lo hizo el
último emperador del Imperio Romano de Occidente, Rómulo Augusto, ridiculizado
con el cambio del nombre de Augusto por el de Augústulo, depuesto sin pena ni
gloria por el general de los hérulos, Odoacro. O como Boabdil llorando ante
Granada, entregada sin pena ni gloria (de lo cual, dicho sea de paso, me alegro), entre
lágrimas pusilánimes y blandos suspiros. La historia nos dirá qué pasa pero, en
este caso, no seremos meros espectadores a través de los siglos, sino
auténticos sufridores.
Animado por la pequeña antología que os prometí y que veréis
más abajo, me permito adjuntar una poesía mía, recién nacida, pobre, no
sobrecogedora como las del de Orihuela o las del vasco.
¡Cataluña! ¡Cataluña! (suspiro) [pero no blando].
¡No te apartes de tu madre!
Si oíste discusiones
en las que se decía que tu hogar
era opresor, olvida esas locuras
y hazlas olvidar a quien las dijo.
Si alguien dijo que no había
para ti plato en la mesa
haz oídos sordos a palabras torpes.
Eres parte de casa
y la casa de España es casa tuya.
Comparte en nuestra mesa,
que es la tuya, pan y vino.
No cuentes demasiado
lo que das y lo que tomas.
Contar mucho empobrece,
¿no lo sabes?
Mira que cada plato te enriquece.
Sin pensar si traes más que recibes,
la mesa común multiplica
las dádivas de todos.
El rancho aparte, en cambio,
sólo trae tristezas y miserias.
Ven, hablemos, pero no de dineros,
hablemos de de un futuro grande,
juntas.
No te dejes engañar
por cabezas de ratón
que quieren impedirte
ser parte de un león
para ser ellos los que coman.
Olvida mezquindades
propias y ajenas,
responde a ellas con grandeza,
recuerda gestas comunes,
mira hazañas de siglos
de las que no es posible
separar fronteras.
Dos mares,
a oriente y occidente,
rubrican y enmarcan
esas gestas.
Seamos grandes de nuevo
con el corazón entero.
Y tras las razones,
por si éstas no te bastan,
escucha la súplica de tus hermanas:
“¡Hermana, hermana,
no te vayas, no te vayas,
no te vayas de tu casa,
no te vayas hermana!
¡No des el portazo irreparable!”
Miguel Hernández
Abrazado a tu
cuerpo como el tronco a su tierra,
con todas las raíces y todos los corajes,
¿quién me separará, me arrancará de ti,
Madre?
con todas las raíces y todos los corajes,
¿quién me separará, me arrancará de ti,
Madre?
Abrazado a tu
vientre, ¿quién me lo quitará,
si su fondo titánico da principio a mi carne?
Abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa,
¡nadie!
si su fondo titánico da principio a mi carne?
Abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa,
¡nadie!
Madre: abismo de
siempre, tierra de siempre: entrañas
donde desembocando se unen todas las sangres:
donde todos los huecos caídos se levantan:
Madre.
donde desembocando se unen todas las sangres:
donde todos los huecos caídos se levantan:
Madre.
Decir madre es decir
tierra que me ha parido;
es decir a los muertos: hermanos, levantarse;
es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo
sangre.
es decir a los muertos: hermanos, levantarse;
es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo
sangre.
La otra madre es
un puente, nada más, de tus ríos.
El otro pecho es una burbuja de tus mares.
Tú eres la madre entera con todo su infinito,
Madre.
El otro pecho es una burbuja de tus mares.
Tú eres la madre entera con todo su infinito,
Madre.
Tierra: tierra en
la boca, y en el alma, y en todo.
Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme.
Con más fuerza que antes volverás a parirme,
Madre.
Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme.
Con más fuerza que antes volverás a parirme,
Madre.
Cuando sobre tu
cuerpo sea una leve huella,
volverás a parirme con más fuerza que antes.
Cuando un hijo es un hijo, vive y muere gritando:
¡Madre!
volverás a parirme con más fuerza que antes.
Cuando un hijo es un hijo, vive y muere gritando:
¡Madre!
Hermanos: defendamos
su vientre acometido,
hacia donde los grajos crecen de todas partes,
pues, para que las malas alas vuelen, aún quedan
aires.
hacia donde los grajos crecen de todas partes,
pues, para que las malas alas vuelen, aún quedan
aires.
Echad a las
orillas de vuestro corazón
el sentimiento en límites, los afectos parciales.
Son pequeñas historias al lado de ella, siempre
grande.
el sentimiento en límites, los afectos parciales.
Son pequeñas historias al lado de ella, siempre
grande.
Una fotografía y
un pedazo de tierra,
una carta y un monte son a veces iguales.
Hoy eres tú la hierba que crece sobre todo,
Madre.
una carta y un monte son a veces iguales.
Hoy eres tú la hierba que crece sobre todo,
Madre.
Familia de esta tierra
que nos funde en la luz,
los más oscuros muertos pugnan por levantarse,
fundirse con nosotros y salvar la primera
Madre.
los más oscuros muertos pugnan por levantarse,
fundirse con nosotros y salvar la primera
Madre.
España, piedra
estoica que se abrió en dos pedazos
de dolor y de piedra profunda para darme:
no me separarán de tus altas entrañas,
Madre.
de dolor y de piedra profunda para darme:
no me separarán de tus altas entrañas,
Madre.
Además de morir
por ti, pido una cosa:
Que la mujer y el hijo que tengo, cuando pasen,
vayan hasta el rincón que habite de tu vientre,
Madre.
Que la mujer y el hijo que tengo, cuando pasen,
vayan hasta el rincón que habite de tu vientre,
Madre.
Extracto de “Vientos del pueblo”
[…]
Nunca
medraron los bueyes
en los
páramos de España.
[…]
Asturianos
de braveza,
vascos
de piedra blindada,
valencianos
de alegría
y
castellanos de alma,
labrados
como la tierra
y
airosos como las alas;
andaluces
de relámpagos,
nacidos
entre guitarras
y forjados
en los yunques
torrenciales
de las lágrimas;
extremeños
de centeno,
gallegos
de lluvia y calma,
catalanes
de firmeza,
aragoneses
de casta,
murcianos
de dinamita
frutalmente
propagada,
leoneses,
navarros, dueños
del
hambre, el sudor y el hacha,
reyes de
la minería,
señores
de la labranza,
[…]
Gabriel Celaya
(De "Cantos iberos", 1955)
España extraña
|
Esta fuerza extraña,
viva, enmarañada, esta entraña a gritos que llamamos España está en mí, no la pienso, no puedo pensarla según la teoría con que quieren castrarla los que en nombre de un pasado dicen: gloria, punto y raya. Esta fuerza real que llamamos España, rabiosa, suficiente, no es gótico-galaico-leonesa-romana, ni es árabe, ni griega, ni austriaco-castellana. Es ibera, terrible, sagradamente arcaica, mi materia y mi magia. Yo no puedo pensarla. Yo no puedo decir mi España es buena o mala, si es triste o violenta, si es hermosa o si mata. Yo no puedo juzgarla porque yo soy en ella y ella en mí, transcendiendo, y así a fondo me sumo fieramente existiendo. Porque soy, porque soy tierra roja y cargada sustancia milenaria, dulce aceite espesado, seco esparto, sal pura, ríos con larga historia, cuerpo ibero con venas de metales hirientes, que fulgen golpeando, montañas decididas en lo llano absoluto de un planeta pensante, gritos por fin absueltos, cara a un cielo que todo lo refleja sin mancha, voluntades paradas, gestas que, no la tinta, la geología exalta, costas rotas que muerden con amor violento, muriendo de su muerte, los mares más lejanos, terrones trabajados por muertos anteriores a la historia contada, hazañas de una entraña que aún no agotó sus formas, nutre mi carne de patria. ¡Que no vengan a decirme que es un problema mi España! Yo la tengo sin pensarla y, adorando o maldiciendo, soy desde dentro un «¿qué pasa?». Y este físico misterio como un cuerpo de amor, me tiene tanto que yo mismo no distingo si es que lo adoro o lo ataco. Fiera amante, madre amarga, te maldigo, me deshago, te violo, canto claro, y esta rabia que te grito es la rabia con que trato de dar a luz lo más mío, y es mi manera de amarte, y es mi manera de hablarme sin perdonarme a mí mismo. España ciega, mi España seca, hermosa, exasperante, ancha España que en vano cabalgo, nunca abarco, España que en mí lates y más y más te afirmas cuanto más te combato, y eres yo sin ser mía, no consciente, de carne. Como me tienes, te tengo, te tengo, me tienes, y poco importa qué pienso, pues en ti vivo y respiro. Tú eres mi aire y mi tierra, tú, mi cuerpo y mi elemento, y maldecirte, maldigo de mí mismo porque pienso que aún no cumplí lo que debo. |
España en marcha
Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus
muertos.
No vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus
comienzos.
Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.
Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.
De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos
y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.
¡A la calle!, que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
No reniego de mi origen,
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.
Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.
Recuerdo nuestros errores
con mala saña y buen viento.
Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.
Vuelvo a decirte quién eres.
Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que
empiezo.
No quiero justificarte
como haría un leguleyo.
Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.
España mía, combate
que atormentas mis adentros,
para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.
[1] Participación del 67% con
un porcentaje de síes del 88,5%, lo que supone haber sido aprobada por el 59%
de los españoles con derecho a voto.
[2] El referéndum tuvo una
participación del 64% con un porcentaje de síes del 55%, sobre el total del
censo. Por provincias, los resultados fueron: Almería: Participación 51%, síes
42% del total del censo; Cádiz: Participación 61%, síes 55% del total del censo;
Córdoba: Participación 70%, síes 60% del total del censo; Huelva: Participación
59%, síes 53% del total del censo; Jaén: Participación 63%, síes 49% del total
del censo; Málaga: Participación 58%, síes 51% del total del censo; Sevilla:
Participación 64%, síes 55% del total del censo.
[3] Como Recaredo está muy
lejos en el tiempo, recuerdo que fue un rey visigodo del siglo VI que consiguió
la fusión en un solo pueblo de la mayoría hispano-romana con la minoría
dominante visigoda. Eso hizo del reino visigodo de Toledo algo realmente grande
durante casi un siglo.