19 de enero de 2019

El despropósito contra VOX


Sabéis, por opiniones mías expresadas hace un mes, que no voy a votar a VOX. Sin embargo, esta determinación mía está perdiendo fuerza. Hasta las elecciones andaluzas, y ligeramente después, afirmaba que no votaría nunca a este partido, aunque no manifestase las causas de esta rotunda negativa. Ahora tampoco las voy a manifestar, pero sí quiero decir que estoy reconsiderando ese “nunca”. Las causas que me impedían votar a VOX siguen existiendo, pero otras cuestiones me hacen matizar ese “nunca”. Y sobre estas cuestiones sí que voy a hablar.

La primera es la campaña populista de desprestigio demagógico que la izquierda está llevando contra VOX. Una auténtica caza de brujas orquestada por Podemos y el PSOE y secundada, en distinta medida, por muchos medios de comunicación. Tengo una inveterada tendencia a identificarme con aquellos que son atacados injustamente. Las razones del PSOE y las de Podemos para impulsar esta caza de brujas son muy distintas. La del PSOE es una pataleta cuando vio que era muy posible –ya es un hecho– que perdiese su cortijo clientelar andaluz. Ha sido una ridícula pataleta para intentar evitarlo. Ridícula, sí, pero ha surtido cierto efecto con el partido jugador a varias bandas en que se ha convertido C’s. Y seguro que seguirá con esa pataleta, convertida en hábito, durante los próximos meses/años. De momento, durante el debate de investidura, ya se ha visto el lamentable espectáculo, protagonizado por Podemos y lanzado por el PSOE de Susana Díaz, con afluencia de autobuses, en el más puro estilo de “democracia” callejera, escraches contra personas de VOX y contra el ejercicio de la democracia parlamentaria. ¡Ejemplo vivo de aceptación democrática de la derrota en las urnas! ¿Quién pensó en algún momento que Susana Díaz, puesta a dedo por Griñán, podía ser una mujer de Estado?

Las razones de Podemos son muy diferentes y mucho más graves. Es un frente más que abre para avanzar en su propósito estratégico de desestabilizar la democracia. Porque Podemos, que se permite acusar de fascista y antidemocrático a VOX es un partido que no cree en la democracia y la usa desde dentro para acabar con ella, cosa que no pretende VOX ni por asomo. Esto no es una suposición gratuita mía, sólo hay que ver los muchos vídeos que circulan por ahí con las declaraciones de Pablo Iglesias cuando se mostraba como era, antes de que siquiera pudiera siquiera soñar con alcanzar o influir en el poder. Quien quiera, que las busque.

Pero vayamos a las acusaciones vertidas contra VOX.

1ª Dicen que es un partido fascista. Realmente, ya no sé que significa ese vocablo en boca de los de Podemos o de determinada izquierda. Siempre que lo oigo me parece que los que lo usan indebidamente son unos casposos a los que cada vez se les ve más esa caspa. Yo no veo a la gente de VOX tomando las calles para hacer valer, mediante la violencia, la democracia callejera, como hacían los camisas negras de Mussolini o los camisas pardas de Hitler. Sí veo y oigo, en cambio, a Podemos decir que hay que parar a VOX en la calle –ya que no lo han podido hacer con los votos– y promover manifestaciones en las que se dice que Cádiz o Málaga serán la tumba del fascismo. Y también hay vídeos fácilmente accesibles en los que se puede ver a Pablo Iglesias incitando la acción violenta contra las fuerzas de orden público. ¡Muy democrático!

Hasta donde alcanzo, me parece que Podemos aplica la palabra fascista a todos los que defienden la vida, los que no comulgan con la ideología de género, los que no creen que se deba permitir una inmigración tumultuaria que acabe vagando sin encontrar trabajo por las calles de las ciudades españolas o los que piensen que el estado de las autonomías es una ruina. En una palabra, los que piensan distinto que él. Por supuesto que VOX está en su derecho de defender esas ideas en los parlamentos regionales o estatales en los que tenga representación y procurar que las leyes que regulan esos cambios se parezcan a las que ellos ven como mejores, si llegan a tener una mayoría suficiente.

Meter a VOX en el mismo saco que al partido NPD en Alemania, Amanecer Dorado en Grecia o el Movimiento por una Hungría Mejor, todos ellos de corte violento y paramilitar, es una mezcla torticera que, por desgracia, es coreada por muchos medios de comunicación.

2ª Dicen que es de ultraderecha. Es evidente que VOX es, en un sentido literal, la extrema derecha, porque es el partido con representación parlamentaria más a la derecha. Pero alguien tiene que ser el que está más a la derecha o más a la izquierda y eso, en sí mismo, no es ni bueno ni malo. Lo de ultraderecha ya es otra historia, por el prefijo ultra. Literalmente significa que está más allá de la derecha. ¿Qué significa estar más allá de la derecha? Imagino que los que sitúan a VOX en la “ultraderecha” quieren significar que está más allá de la derecha democrática. Y eso es una tontería como la copa de un pino. No hay absolutamente nada en VOX que pueda hacer pensar que no acepta el juego democrático. No puede decirse lo mismo de Podemos. Y no es que yo lo diga, sino que es lo que se deduce de las declaraciones abiertas de sus líderes cuando no soñaban entrar en la política. Ya lo he dicho un poco más arriba, no hay que buscar mucho en internet para encontrar elogios a dictadores como Chávez y Maduro o ver lo que decían de las fuerzas de orden público hace muy poco.

3ª Dicen que es xenófobo. Hasta donde yo sé, en VOX no hay rechazo hacia nadie por motivos de raza o de religión. Lo que sí hay, es una idea clara de que no es posible abrir las fronteras indiscriminadamente a quien quiera venir y que hay que tener una capacidad de controlar la cantidad y objetivos de personas que vienen. También hay una idea clara en VOX de que no es económicamente viable una sanidad universal e indiscriminada para todos los inmigrantes, cuando estamos preguntándonos si el sistema de pensiones español –y el estado del bienestar en general– son o no sostenibles. Por no hablar de privilegios que tienen los inmigrantes por el hecho de serlo, de los que carecen muchos españoles. Por supuesto, esta sanidad universal es tanto más imposible cuanto más se abra la mano a la inmigración de extranjeros que vienen a España sin ningún medio de subsistencia, para convertirse en vagabundos o manteros. Conviene recordar que la culpa de la pobreza extrema de los países de los que procede esa inmigración masiva no es ni de España, ni de ningún país desarrollado. La culpa la tienen los tiranos de sus propios países que niegan el más mínimo nivel de seguridad jurídica que permita a sus países atraer la inversión privada y a sus habitantes desarrollar pequeños negocios que puedan crear riqueza.

Lo que sí dice VOX es que a aquellos inmigrantes que no respeten nuestras leyes y cometan delitos graves, hay que devolverlos a su país de origen y negarles el que puedan volver a España. Lo que sí dicen es que no se debe tolerar a los que no respeten nuestras leyes o nuestro sistema de derechos y libertades. Hasta donde sé, VOX no está en contra de que vengan a España inmigrantes que tengan un trabajo. Dado el bajo índice de natalidad que tenemos en España, nos harán falta estos inmigrantes y, ningún partido en su sano juicio está en contra de una inmigración necesaria, ni creo que VOX lo esté.

Contra lo que sí está VOX es contra que vengan, masivamente y de forma indiscriminada, inmigrantes cuya visión religiosa –y me refiero únicamente al Islam– hace que su integración y aceptación de los principios democráticos elementales sea extremadamente complicada, salvo honrosas excepciones. No es una discriminación impuesta por nosotros a su religión, sino una discriminación de su religión para aceptar los principios básicos que les permitan integrarse.

4ª Dicen que es machista. No he sido capaz de observar semejante conducta en VOX. A menos que se considere machismo tratar de impedir que, para proteger a la mujer, haya que restringir las garantías jurídicas y la presunción de inocencia a los hombres. La protección de la mujer debe imponer penas durísimas a los que ejerzan la violencia doméstica, sin hacer distinciones en cuanto a seguridad jurídica según la dirección en que se produzca esa violencia. Por supuesto, como todo delito, puede haber agravantes. La violencia ejercida por el hombre sobre la mujer debería ser un agravante, por motivo de la relación de fuerza y debilidad que, en principio, se da entre hombres y mujeres. Pero una cosa es esa condición de agravante y otra la privación o menoscabo de la seguridad jurídica. Me permito recordar –la edad es a veces una ventaja– que en las leyes de Franco existía un agravante, vigente en el código penal desde 1848, para los delitos de violencia, en general, que tenía la tipificación de “desprecio de sexo” cuando la violencia se producía de un hombre hacia una mujer. Así que la pólvora ya estaba inventada hace más de 170 años. Lo que ahora se está inventando no es la pólvora, sino la inseguridad jurídica para el 50% de la población.

Una hija mía, que ya ha pasado la treintena, dice que, a la aversión ya existente al compromiso –matrimonial y de cualquier tipo– de los jóvenes por culpa de esa cultura que hemos implantado en la que el héroe es “Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como”, viene a sumarse el miedo a esa inseguridad jurídica a la hora de establecer vínculos estables entre un hombre y una mujer. Así que la falsa pólvora que se ha inventado agravará la situación, ya alarmante, de bajada de la natalidad.

Por otro lado, tampoco me parece de recibo que la inmensa mayoría de las dotaciones económicas para luchar contra la violencia doméstica, acabe llegando a los bolsillos de organizaciones feministas para la promoción de la más burda ideología de género, como ha mostrado recientemente el periodista de investigación Javier Negre. Con una incontestable investigación ha visto cómo, de los 42,8 millones de € del presupuesto del Instituto Andaluz de la Mujer, sólo 1,2 millones, es decir el 2,8%, fue destinado realmente a la atención directa de mujeres maltratadas. El resto fue a diferentes actividades de adoctrinamiento, al pago a paniaguados y a otras mamandurrias. Quien quiera enterarse, le propongo el siguiente link.


Así que, no veo que intentar poner este asunto en su sitio, sacándolo del desmadre jurídico y económico al que se ha llevado, pueda tacharse de machismo.

5ª Dicen que es anticonstitucional. Esta absurda acusación nace de que en el programa de VOX propone acabar con el Estado de las Autonomías. Es cierto que esta organización del Estado está en la Constitución y, además, forma parte del núcleo de la misma que es más complicado de modificar. Pero el hecho de no estar de acuerdo con determinados aspectos de la Constitución no hace a ningún partido anticonstitucional. Lo que lo puede hacer tal, es intentar vulnerar la Carta Magna por la fuerza y no a través de los cauces que esta Ley prevé. Es alarmante ver cómo, en su pataleta, el PSOE considera inconstitucional a un partido que quiere cambiar la Constitución para desmantelar el Estado de las Autonomías, pero no se lo parecen otros –Podemos y muchos de sus propios militantes– que quiere acabar con la Monarquía Parlamentaria. Más alarmante aún es que, en esa pataleta, al PSOE le parezca que está mal pactar con VOX, pero no le parezca mal dar todo tipo de prebendas económicas y políticas a partidos separatistas –delincuentemente anticonstitucionales– para conseguir que le apoyen en una moción de censura y para comprarles y puedan así aprobar el Presupuesto de 2019 y, con su ayuda, mantenerse en el poder.

6ª Dicen que es antieuropeísta. Puede que lo sea. Este es uno de los puntos en los que me encuentro más lejos de VOX. Soy partidario de la pertenencia de España a la UE. Pero hay muchas cosas que no me gustan de esa Europa. Creo que está caminando, a pasos agigantados, hacia convertirse en una institución con un lastre burocrático, intervencionista de lo políticamente correcto, inoperante y enormemente oneroso que cada vez es más difícil de soportar. Puede que determinados toques de atención de algunos países puedan ser un freno a esa tendencia.

Vuelvo a repetir que sigo sin considerar votar a VOX, a pesar de estar de acuerdo con muchas de sus propuestas. Pero la casposidad de la izquierda me hace que reconsidere el “nunca” que asumía hace un mes. ¿Cuándo le votaré? No lo sé. Tal vez nunca. Pero ese nunca no será un “nunca” apriorístico. En cambio, si alguna vez consideré la remota posibilidad de dar mi voto a C’s, esa posibilidad se ha hecho en este mes todavía más remota. No me resultará fácil olvidar que los últimos años del cortijo andaluz del PSOE fue gracias a C’s ni su actitud de desmarque vergonzante de VOX, asumiendo la casposa expresión de “cordón sanitario” acuñada por la propaganda de la izquierda. Actitud que ha podido llevar a que se repitiesen elecciones en Andalucía, para regocijo del PSOE y el resto de sus socios. Si no llega a ser porque las encuestas públicas decían que la inmensa mayoría de sus votantes quería que se sacase al PSOE del gobierno de Andalucía, ¡vaya si lo hubieran hecho! Confío en que muchas abstenciones al PP por votantes suyos desencantados, vuelvan a votar a este partido, al que yo seguiré votando. Pero creo que es una buena cosa para España que parte de ese voto pueda dirigirse a VOX. Ha sido bueno para Andalucía y creo que ha inaugurado una nueva tendencia que mejorará el panorama político español.

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