Sabéis,
por opiniones mías expresadas hace un mes, que no voy a votar a VOX. Sin
embargo, esta determinación mía está perdiendo fuerza. Hasta las elecciones
andaluzas, y ligeramente después, afirmaba que no votaría nunca a este partido,
aunque no manifestase las causas de esta rotunda negativa. Ahora tampoco las
voy a manifestar, pero sí quiero decir que estoy reconsiderando ese “nunca”. Las
causas que me impedían votar a VOX siguen existiendo, pero otras cuestiones me
hacen matizar ese “nunca”. Y sobre estas cuestiones sí que voy a hablar.
La
primera es la campaña populista de desprestigio demagógico que la izquierda
está llevando contra VOX. Una auténtica caza de brujas orquestada por Podemos y
el PSOE y secundada, en distinta medida, por muchos medios de comunicación. Tengo
una inveterada tendencia a identificarme con aquellos que son atacados
injustamente. Las razones del PSOE y las de Podemos para impulsar esta caza de
brujas son muy distintas. La del PSOE es una pataleta cuando vio que era muy
posible –ya es un hecho– que perdiese su cortijo clientelar andaluz. Ha sido una
ridícula pataleta para intentar evitarlo. Ridícula, sí, pero ha surtido cierto
efecto con el partido jugador a varias bandas en que se ha convertido C’s. Y
seguro que seguirá con esa pataleta, convertida en hábito, durante los próximos
meses/años. De momento, durante el debate de investidura, ya se ha visto el
lamentable espectáculo, protagonizado por Podemos y lanzado por el PSOE de
Susana Díaz, con afluencia de autobuses, en el más puro estilo de “democracia”
callejera, escraches contra personas de VOX y contra el ejercicio de la
democracia parlamentaria. ¡Ejemplo vivo de aceptación democrática de la derrota
en las urnas! ¿Quién pensó en algún momento que Susana Díaz, puesta a dedo por
Griñán, podía ser una mujer de Estado?
Las
razones de Podemos son muy diferentes y mucho más graves. Es un frente más que
abre para avanzar en su propósito estratégico de desestabilizar la democracia. Porque
Podemos, que se permite acusar de fascista y antidemocrático a VOX es un
partido que no cree en la democracia y la usa desde dentro para acabar con ella,
cosa que no pretende VOX ni por asomo. Esto no es una suposición gratuita mía,
sólo hay que ver los muchos vídeos que circulan por ahí con las declaraciones
de Pablo Iglesias cuando se mostraba como era, antes de que siquiera pudiera siquiera
soñar con alcanzar o influir en el poder. Quien quiera, que las busque.
Pero
vayamos a las acusaciones vertidas contra VOX.
1ª
Dicen que es un partido fascista. Realmente, ya no sé que significa ese vocablo
en boca de los de Podemos o de determinada izquierda. Siempre que lo oigo me
parece que los que lo usan indebidamente son unos casposos a los que cada vez se
les ve más esa caspa. Yo no veo a la gente de VOX tomando las calles para hacer
valer, mediante la violencia, la democracia callejera, como hacían los camisas
negras de Mussolini o los camisas pardas de Hitler. Sí veo y oigo, en cambio, a
Podemos decir que hay que parar a VOX en la calle –ya que no lo han podido
hacer con los votos– y promover manifestaciones en las que se dice que Cádiz o
Málaga serán la tumba del fascismo. Y también hay vídeos fácilmente accesibles
en los que se puede ver a Pablo Iglesias incitando la acción violenta contra
las fuerzas de orden público. ¡Muy democrático!
Hasta donde
alcanzo, me parece que Podemos aplica la palabra fascista a todos los que
defienden la vida, los que no comulgan con la ideología de género, los que no
creen que se deba permitir una inmigración tumultuaria que acabe vagando sin
encontrar trabajo por las calles de las ciudades españolas o los que piensen
que el estado de las autonomías es una ruina. En una palabra, los que piensan
distinto que él. Por supuesto que VOX está en su derecho de defender esas ideas
en los parlamentos regionales o estatales en los que tenga representación y
procurar que las leyes que regulan esos cambios se parezcan a las que ellos ven
como mejores, si llegan a tener una mayoría suficiente.
Meter a VOX en el
mismo saco que al partido NPD en Alemania, Amanecer Dorado en Grecia o el
Movimiento por una Hungría Mejor, todos ellos de corte violento y paramilitar,
es una mezcla torticera que, por desgracia, es coreada por muchos medios de
comunicación.
2ª
Dicen que es de ultraderecha. Es evidente que VOX es, en un sentido literal, la
extrema derecha, porque es el partido con representación parlamentaria más a la
derecha. Pero alguien tiene que ser el que está más a la derecha o más a la izquierda
y eso, en sí mismo, no es ni bueno ni malo. Lo de ultraderecha ya es otra
historia, por el prefijo ultra. Literalmente significa que está más allá de la
derecha. ¿Qué significa estar más allá de la derecha? Imagino que los que
sitúan a VOX en la “ultraderecha” quieren significar que está más allá de la
derecha democrática. Y eso es una tontería como la copa de un pino. No hay
absolutamente nada en VOX que pueda hacer pensar que no acepta el juego
democrático. No puede decirse lo mismo de Podemos. Y no es que yo lo diga, sino
que es lo que se deduce de las declaraciones abiertas de sus líderes cuando no
soñaban entrar en la política. Ya lo he dicho un poco más arriba, no hay que
buscar mucho en internet para encontrar elogios a dictadores como Chávez y
Maduro o ver lo que decían de las fuerzas de orden público hace muy poco.
3ª
Dicen que es xenófobo. Hasta donde yo sé, en VOX no hay rechazo hacia nadie por
motivos de raza o de religión. Lo que sí hay, es una idea clara de que no es
posible abrir las fronteras indiscriminadamente a quien quiera venir y que hay
que tener una capacidad de controlar la cantidad y objetivos de personas que
vienen. También hay una idea clara en VOX de que no es económicamente viable una
sanidad universal e indiscriminada para todos los inmigrantes, cuando estamos
preguntándonos si el sistema de pensiones español –y el estado del bienestar en
general– son o no sostenibles. Por no hablar de privilegios que tienen los
inmigrantes por el hecho de serlo, de los que carecen muchos españoles. Por
supuesto, esta sanidad universal es tanto más imposible cuanto más se abra la
mano a la inmigración de extranjeros que vienen a España sin ningún medio de
subsistencia, para convertirse en vagabundos o manteros. Conviene recordar que
la culpa de la pobreza extrema de los países de los que procede esa inmigración
masiva no es ni de España, ni de ningún país desarrollado. La culpa la tienen
los tiranos de sus propios países que niegan el más mínimo nivel de seguridad
jurídica que permita a sus países atraer la inversión privada y a sus
habitantes desarrollar pequeños negocios que puedan crear riqueza.
Lo que sí dice VOX
es que a aquellos inmigrantes que no respeten nuestras leyes y cometan delitos
graves, hay que devolverlos a su país de origen y negarles el que puedan volver
a España. Lo que sí dicen es que no se debe tolerar a los que no respeten
nuestras leyes o nuestro sistema de derechos y libertades. Hasta donde sé, VOX
no está en contra de que vengan a España inmigrantes que tengan un trabajo.
Dado el bajo índice de natalidad que tenemos en España, nos harán falta estos
inmigrantes y, ningún partido en su sano juicio está en contra de una
inmigración necesaria, ni creo que VOX lo esté.
Contra lo que sí
está VOX es contra que vengan, masivamente
y de forma indiscriminada, inmigrantes cuya visión religiosa –y me refiero
únicamente al Islam– hace que su integración y aceptación de los principios
democráticos elementales sea extremadamente complicada, salvo honrosas excepciones.
No es una discriminación impuesta por nosotros a su religión, sino una
discriminación de su religión para aceptar los principios básicos que les
permitan integrarse.
4ª
Dicen que es machista. No he sido capaz de observar semejante conducta en VOX. A
menos que se considere machismo tratar de impedir que, para proteger a la mujer,
haya que restringir las garantías jurídicas y la presunción de inocencia a los
hombres. La protección de la mujer debe imponer penas durísimas a los que
ejerzan la violencia doméstica, sin hacer distinciones en cuanto a seguridad
jurídica según la dirección en que se produzca esa violencia. Por supuesto,
como todo delito, puede haber agravantes. La violencia ejercida por el hombre
sobre la mujer debería ser un agravante, por motivo de la relación de fuerza y
debilidad que, en principio, se da entre hombres y mujeres. Pero una cosa es
esa condición de agravante y otra la privación o menoscabo de la seguridad
jurídica. Me permito recordar –la edad es a veces una ventaja– que en las leyes
de Franco existía un agravante, vigente en el código penal desde 1848, para los
delitos de violencia, en general, que tenía la tipificación de “desprecio de
sexo” cuando la violencia se producía de un hombre hacia una mujer. Así que la
pólvora ya estaba inventada hace más de 170 años. Lo que ahora se está
inventando no es la pólvora, sino la inseguridad jurídica para el 50% de la
población.
Una hija mía, que
ya ha pasado la treintena, dice que, a la aversión ya existente al compromiso –matrimonial
y de cualquier tipo– de los jóvenes por culpa de esa cultura que hemos
implantado en la que el héroe es “Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como”,
viene a sumarse el miedo a esa inseguridad jurídica a la hora de establecer
vínculos estables entre un hombre y una mujer. Así que la falsa pólvora que se
ha inventado agravará la situación, ya alarmante, de bajada de la natalidad.
Por otro lado,
tampoco me parece de recibo que la inmensa mayoría de las dotaciones económicas
para luchar contra la violencia doméstica, acabe llegando a los bolsillos de
organizaciones feministas para la promoción de la más burda ideología de género,
como ha mostrado recientemente el periodista de investigación Javier Negre. Con
una incontestable investigación ha visto cómo, de los 42,8 millones de € del
presupuesto del Instituto Andaluz de la Mujer, sólo 1,2 millones, es decir el 2,8%,
fue destinado realmente a la atención directa de mujeres maltratadas. El resto
fue a diferentes actividades de adoctrinamiento, al pago a paniaguados y a otras
mamandurrias. Quien quiera enterarse, le propongo el siguiente link.
Así que, no veo
que intentar poner este asunto en su sitio, sacándolo del desmadre jurídico y
económico al que se ha llevado, pueda tacharse de machismo.
5ª
Dicen que es anticonstitucional. Esta absurda acusación nace de que en el
programa de VOX propone acabar con el Estado de las Autonomías. Es cierto que
esta organización del Estado está en la Constitución y, además, forma parte del
núcleo de la misma que es más complicado de modificar. Pero el hecho de no
estar de acuerdo con determinados aspectos de la Constitución no hace a ningún
partido anticonstitucional. Lo que lo puede hacer tal, es intentar vulnerar la
Carta Magna por la fuerza y no a través de los cauces que esta Ley prevé. Es
alarmante ver cómo, en su pataleta, el PSOE considera inconstitucional a un
partido que quiere cambiar la Constitución para desmantelar el Estado de las
Autonomías, pero no se lo parecen otros –Podemos y muchos de sus propios
militantes– que quiere acabar con la Monarquía Parlamentaria. Más alarmante aún
es que, en esa pataleta, al PSOE le parezca que está mal pactar con VOX, pero
no le parezca mal dar todo tipo de prebendas económicas y políticas a partidos
separatistas –delincuentemente anticonstitucionales– para conseguir que le
apoyen en una moción de censura y para comprarles y puedan así aprobar el
Presupuesto de 2019 y, con su ayuda, mantenerse en el poder.
6ª
Dicen que es antieuropeísta. Puede que lo sea. Este es uno de los puntos en los
que me encuentro más lejos de VOX. Soy partidario de la pertenencia de España a
la UE. Pero hay muchas cosas que no me gustan de esa Europa. Creo que está
caminando, a pasos agigantados, hacia convertirse en una institución con un
lastre burocrático, intervencionista de lo políticamente correcto, inoperante y
enormemente oneroso que cada vez es más difícil de soportar. Puede que
determinados toques de atención de algunos países puedan ser un freno a esa
tendencia.
Vuelvo
a repetir que sigo sin considerar votar a VOX, a pesar de estar de acuerdo con muchas
de sus propuestas. Pero la casposidad de la izquierda me hace que reconsidere
el “nunca” que asumía hace un mes. ¿Cuándo le votaré? No lo sé. Tal vez nunca.
Pero ese nunca no será un “nunca” apriorístico. En cambio, si alguna vez
consideré la remota posibilidad de dar mi voto a C’s, esa posibilidad se ha
hecho en este mes todavía más remota. No me resultará fácil olvidar que los
últimos años del cortijo andaluz del PSOE fue gracias a C’s ni su actitud de
desmarque vergonzante de VOX, asumiendo la casposa expresión de “cordón
sanitario” acuñada por la propaganda de la izquierda. Actitud que ha podido
llevar a que se repitiesen elecciones en Andalucía, para regocijo del PSOE y el
resto de sus socios. Si no llega a ser porque las encuestas públicas decían que
la inmensa mayoría de sus votantes quería que se sacase al PSOE del gobierno de
Andalucía, ¡vaya si lo hubieran hecho! Confío en que muchas abstenciones al PP
por votantes suyos desencantados, vuelvan a votar a este partido, al que yo
seguiré votando. Pero creo que es una buena cosa para España que parte de ese
voto pueda dirigirse a VOX. Ha sido bueno para Andalucía y creo que ha
inaugurado una nueva tendencia que mejorará el panorama político español.
No hay comentarios:
Publicar un comentario