Primer remache: Un hallazgo en
las cuevas de Qumran
Empiezo por un hecho muy
concreto. En 1947 unos niños palestinos que pastoreaban sus rebaños,
descubrieron unas cuevas excavadas en las paredes del mar Muerto –las cuevas de
Qumrán. En ellas había miles de ánforas selladas, conteniendo pergaminos.
Qumrán fue el refugio de los esenios, una secta judía que vivía en comunidades
y se dedicaban al estudio de las Sagradas Escrituras. Buscaban todo tipo de
manuscritos religiosos judíos, generalmente en arameo o hebreo. Qumrán fue
abandonada en el año 68 d. de C. Se han llevado a cabo miles de investigaciones
acerca de esos pergaminos. Desgraciadamente, la conservación de los pergaminos
es muy deficiente y, al descubrirse las cuevas, sólo se encontraron pequeñas
piezas con unas pocas palabras. Pero no hay una de esas piezas que no haya
pasado por el escrutinio de muchos paleógrafos. Una de ellas es el fragmento
P7Q5 (Papiro de la cueva 7 de Qumrán, fragmento 5), de sólo unos pocos
centímetros cuadrados.
Se encontró en un ánfora sellada
llegada de Roma el año 50 d. de C. La cueva 7 de Qumrán contenía documentos en griego, en su mayoría del
Antiguo Testamento. En este pequeño fragmento pueden verse unos retazos de 5 líneas
en griego. En la línea que más caracteres tiene pueden verse siete y en la que
menos, tan sólo uno. José O’Callaghan, paleógrafo jesuita de reconocido
prestigio científico investigó este fragmento. Para descubrir de qué escrito
era el fragmento, O’Callaghan recurrió a un método ingenioso, corriente entre
este tipo de investigadores. Se toman miles de textos escritos en el mismo
idioma que el fragmento investigado. Se ponen en una escritura del tamaño y el
interlineado del fragmento, suponiendo varios anchos del pergamino. Después se
ve si en alguna parte del texto analizado se produce una superposición con el
fragmento. Si no es así, se estima que el fragmento no es parte de ese texto.
Si se produce esta superposición se estima altamente probable que el fragmento
sea parte del mismo. Como casi todos los textos de la cueva eran de la Torá,
O’Gallaghan cotejó el fragmento con todos los textos de la versión griega de
ésta. Después de muchos intentos fallidos, probó con los Evangelios. ¡Eureka!
En el de san Marcos texto se superponía con Marcos 6, 52-53 que dice: “llegaron
a tierra en Genesaret”.
Antes de publicarlo, O’Callaghan
lo discutió con varios colegas que corroboraron su conclusión. Cuando lo
publicó, se desató una polémica llena descalificaciones “ad hominem” más que
científicas. Pero, poco a poco, gran mayoría de los paleógrafos han llegado a
reconocer que el fragmento P7Q5 se corresponde con Marcos 6, 52-53. Se puede
leer más sobre este asunto en:
Este hallazgo es de gran
importancia. De ser cierta la interpretación de O’Callaghan, cosa cada vez más
plausible, nos diría que el Evangelio de Marcos ya circulaba por Roma en el año
50, hasta el punto de atraer el interés de los esenios. Si para el año 50 ya
era popular en Roma, con las comunicaciones de la época, ya debería estar
escrito hacia el año 40, es decir, menos de una década después de la muerte de
Cristo.
Ninguna demostración apodíptica,
pero un sólido remache más para dar solidez a la pretensión de Cristo de ser el
Hijo de Dios
Segundo remache: SATOR AREPO.
¿Cuándo empezaron los cristianos
a adorar a Cristo como Dios?
En muchas excavaciones se ha
encontrado grabado en piedra, a lo largo del territorio que fue el Imperio
Romano, el siguiente cuadrado mágico.
SATOR
AREPO
TENET
OPERA
ROTAS
La magia de este cuadrado es que
puede leerse el mismo texto en cuatro direcciones diferentes.
1. Horizontalmente
de izquierda a derecha empezando por la línea de arriba
2. Horizontalmente
de derecha a izquierda empezando por la línea de abajo
3. Verticalmente,
de arriba abajo, empezando por la columna de la izquierda
4. Verticalmente,
de abajo a arriba, empezando por la columna de la derecha.
Traducido más o menos
correctamente vendría a decir:
El sembrador Arepo maneja la
rueda con su trabajo.
Un mensaje, la verdad, bastante
estúpido. Esta muestra de ingenio inútil no parece justificar su difusión por
todo el Imperio a partir del siglo III. La inscripción más antigua del cuadrado
que se conocía hasta hace poco databa de esa fecha. Se había encontrado en Dura
Europos, un castro romano de la frontera oriental del Imperio. Pero a partir de
este descubrimiento se empezaron a descubrir por todo el Imperio.
Desde que empezó a aparecer,
todos los arqueólogos se preguntaban qué querría decir. Debía ser un texto
cifrado. El mensaje debería ser importante, pues si no, no se justificaría su
ubicuidad, y comprometido, pues si no, no se justificaría su cifrado. Había
indicios de que la interpretación podría tener alguna relación con las
creencias cristianas. La palabra TENET, en vertical y horizontal, forma una
cruz, y las letras de los cuatro extremos son cuatro T’s. La T, es también la
Tau, última letra del alfabeto hebreo. Ezequiel (9, 4) habla de seis hombres
enviados por Yavé para matar a todos los habitantes de Jerusalén. Pero otro
hombre, también enviado por Yavé, va con ellos, vestido de blanco, marcando en
la frente a los que deben ser salvados de la muerte, porque “gimen y lloran
por las abominaciones que se cometen en ella”. Ahora bien, “marca”, en
hebreo se dice Tau. Por eso, desde muy pronto, los cristianos vieron en la Tau
el símbolo de la muerte vencida por la cruz, ya que tiene también forma de
cruz. Además, las cuatro Taus del cuadrado, situadas en el centro da la columna
de la derecha y de la izquierda y de las dos filas de arriba y abajo, están
flanqueadas por la A y la O, el Alfa y el Omega, primera y última letra del
alfabeto griego y uno de los apelativos que se da a Cristo en el Apocalipsis.
Pero nadie había propuesto ninguna interpretación razonable del cuadrado. En
1925, los profesores Félix Grosser y Sigrud Agrell llegaron, por separado, a
una interpretación que justificaba su importancia y su necesidad de secreto
para los primeros cristianos. Propusieron lo siguiente:
P
A
A T O
E
R
PATERNOSTER
O
S
O
T A
E
R
Esta interpretación mantiene en
el centro la N, única letra que aparece una sola vez en el cuadrado. Además
cada letra del mismo tiene su correspondencia en la interpretación y no sobra
ni falta ninguna. Como en el cuadrado, Alfa y Omega enmarcan las Tau’s de la
cruz. Su contenido era de extrema importancia para los cristianos –era, nada
menos que su credo– y su cifrado estaría más que justificado, dada su situación
de perseguidos. Esta interpretación, nos dice que, en el siglo III, los
cristianos ya adoraban a un hombre muerto en la cruz, al que consideraban el
Alfa y el Omega, que nos había asimilado a su filiación divina y que salvaba de
la muerte. Ya se rezaba el Padrenuestro, que había sido ya traducido al latín
en esa fecha. Pero, aún esto no desmontaría la hipótesis del mito, pues en el
siglo III ya habría dado tiempo a su creación.
Pero en 1936, se encontró en Pompeya una columna en la que aparecía el
cuadrado con un triángulo encima –símbolo de la trinidad– y las letras ATO al
lado. Parece que hay poco lugar a dudas de que la interpretación de Grosser y
Agrell es correcta. Este descubrimiento nos dice algo muy importante. Pompeya
fue enterrada por la erupción del Vesubio en el año 78 d. de C. Por tanto, la
fecha de la inscripción tiene que ser anterior a esa. Así pues, para el año 78
ya había, en pleno corazón del Imperio Romano, cristianos que se reconocían
secretamente por ese cuadrado.
Quien tenga más interés: http://www.historiaclasica.com/2007/09/la-inscripcin-sator-arepo.html
Una vez más, nada 100% concluyente, pero otro robusto remache.
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