Efectivamente, la
guerra fría continúa. Cuando en 1989 se derribó el muro de Berlín, mucha gente,
yo entre ellos, creímos que el comunismo había muerto y, con él, la influencia
propagandística de la URSS sobre los partidos comunistas de occidente. Incluso
Francis Fukuyama escribió un ensayo de gran impacto con el título de “El fin de
la historia”, dando a entender que, al haber desaparecido el contrapoder del
capitalismo, la historia había perdido su pulso. Este libro fue escrito unos
meses antes de la caída del muro. Puede parecer que era profético, pero lo
cierto es que, aunque nadie pensaba que el muro iba a caer tan pronto, la
derrota del comunismo estaba cantada desde años antes. Efectivamente, el
comunismo había perdido estrepitosamente la batalla de demostrar cuál era el
sistema económico con mayor capacidad de crear riqueza. De hecho, el comunismo
demostró ser el mejor, de lejos, en crear pobreza. Esta fue la primera batalla
de la guerra fría. Esta batalla también la perdió el comunismo en el frente
militar. La “Iniciativa de Defensa Estratégica”, el escudo antimisiles de Reagan,
puramente defensivo, pero bautizado por la propaganda comunista soterrada con
el insidioso nombre de “Guerra de las galaxias”, además de acelerar la ruina de
la URSS, hizo que ésta se diese cuenta de que tenía también perdida la batalla
militar. Por último, el comunismo perdió la primera batalla de la guerra fría
en el terreno ético y sindical, con la pinza de Juan pablo II y el sindicato
Solidaridad de Lech Valesa. Sin embargo, había tenido un éxito incipiente pero
clamoroso en lo que a la disolución de los valores de occidente se refiere. Pero
el comunismo no aceptó su derrota económica, ética y militar. Lo que hizo, como
los virus más peligrosos, es mutar a otra forma de combate. Si perdió la batalla
de creación de riqueza, si no podía derrotar al capitalismo superándolo, sí que
podía intentar ganar la guerra arruinándolo. Desde Marx, todos los teóricos del
comunismo profetizaban que el capitalismo caería víctima de sus propias
contradicciones. Pero el hecho es que esta caída no sólo no tenía lugar, sino
que el capitalismo demostraba cada día que iba sacando de la pobreza cada vez a
más gente en todos los rincones del mundo, dejando en ridículo el concepto de
“lucha de clases”. El proletariado se convirtió en clase media, con un nivel de
bienestar impensable hacía sólo cincuenta años y la “lucha de clases” quedó
reducida a una caricatura de lo que Marx y sus seguidores esperaban de ella.
Pero la nueva
batalla de la guerra fría, la estrategia cambió. Se trataba, creando un
gramscismo 2.0 de actuar en dos frentes sinérgicos. El primero era la
disolución de los valores más importantes de la sociedad occidental, frente ya
abierto con éxito en la primera batalla. El segundo era la invención de nuevas “luchas
de clases” que sustituyesen a la fracasada lucha de clases del marxismo.
No voy a entrar a
fondo a analizar el primero de los frentes. Esa disolución ya había empezado
hace varios siglos, paulatina y subrepticiamente, desde la Ilustración. Tengo
un largo escrito sobre “El camino hacia la posmodernidad y el nuevo
renacimiento”. Quien lo quiera sólo tiene que pedírmelo.
Esa secular disolución
de los valores fue aprovechada ya en la primera fase de la guerra fría. El comunismo
no hizo otra cosa que impulsar a occidente en un camino que ésta cultura ya
había iniciado. En esta segunda fase se ha seguido luchando con éxito en ese
frente. Pero, como he dicho, no me alargaré sobre este primer frente.
Paso al segundo
frente, el de la invención de nuevas “luchas de clases”. Por supuesto, aunque
me centre sólo en este frente, hay una simbiosis entre ambos. Uno no podría
existir sin el otro. Antes de señalar algunas de estas nuevas “luchas de clases”
quiero aclarar dos cosas.
Primera. Ninguna
mentira puede tener éxito si no tiene un fondo de verdad. Pero no viene mal
recordar una frase que leí hace años que dice: “El demonio miente, aun cuando
diga la verdad”. Ese fondo de verdad, astutamente exagerado, retorcido y
explotado, se puede transformar en un cáncer mortal. Y así lo hace el
comunismo.
Segunda. Aunque la
URSS haya perdido la batalla militar en la primera guerra fría, los misiles
nucleares de esta potencia existen todavía en la actual Rusia, en una China cada
vez más poderosa y, más recientemente, en Corea del Norte, además de otros
países que suponen una menor amenaza potencial. Cuidado, que este peligro no
está ni mucho menos cerrado.
Hechas estas
aclaraciones, paso a comentar algunas de las nuevas “luchas de clases”, con su
fondo de verdad, exageradas, retorcidas y explotadas por el comunismo hasta
convertirlas en cánceres en esta segunda batalla de la guerra fría.
1ª Lucha entre
hombres mujeres.
Nadie
con un mínimo sentido de la justicia negaría que se debe exigir igualdad de
oportunidades entre hombres y mujeres. Es también cierto que esa igualdad de
oportunidades ha dejado mucho que desear durante siglos. Ciertamente, siempre
ha habido mujeres que han destacado por encima de muchos hombres. Pero ha sido a
base de un grado de esfuerzo muy superior al que tenían que realizar los
hombres para alcanzar los mismos logros. A veces ese esfuerzo ha alcanzado la
heroicidad. También es cierto que siempre ha habido casos en los que algunos
hombres, abusando de su mayor fuerza física, han maltratado físicamente a las
mujeres, aunque no se podría afirmar que haya existido esta misma asimetría en
el aspecto psicológico. No es menos cierto, no obstante, que la fisiología y psicología
de la mujer, formada por milenios de evolución natural, la han hecho más
proclive a funciones más próximas al cuidado de la prole y del hábitat. Por
supuesto, esto no significa, de ninguna de las maneras, ningún tipo de
inferioridad ni intelectual ni psíquica de las mujeres. Es, simplemente la
constatación de un hecho evolutivo. Las mujeres y los hombres tienen una
inteligencia y una psique diferente. Esto es fuente de diversidad, no de
inferioridad. Ahora bien, toda mujer debería ser libre para, con independencia
de esas diferencias, orientar su actividad humana en la dirección que mejor le
parezca. Porque, si algo caracteriza al ser humano es que puede superar, con su
inteligencia y voluntad, las limitaciones de los condicionantes evolutivos. Y
no siempre la mujer ha gozado de esta libertad. Todo feminismo que esté
orientado a dotar a la mujer de esa libertad efectiva es magnífico. En ese
sentido, soy feminista a muerte.
Pero,
más allá de ese feminismo encomiable ha aparecido un feminismo radical que lo
que pretende es negar de forma absoluta las diferencias entre hombres y mujeres,
buscando sobre todo masculinizar a las mujeres. Y no sólo eso, sino que ha
pretendido restringir la libertad de éstas para que no orienten su actividad
humana en el sentido de la maternidad y del cuidado del hábitat. Desear
orientarse en esa dirección ha sido convertido en sinónimo de estupidez,
cortedad de miras y sumisión. Y se ha culpado a los hombres de la existencia de
esa respetable preferencia de orientación en las mujeres que lícitamente lo
desean. Se ha creado el estúpido concepto de la sociedad heteropatriarcal. Las
mujeres TIENEN que querer lo mismo que los hombres, por los mismos medios que
los hombres y de la misma manera que nos hombres. Si no lo hacen, es porque
unos usos culturales impuestos las obligan. Y si alguna mujer insiste en ello
es porque está alienada por ese patrón cultural del heteropatriarcado. Como he
dicho antes, se pretende masculinizar a las mujeres, lo que me parece un
verdadero disparate.
Por
tanto, según el feminismo radical, toda mujer que se precie debe ver a los
hombres, a todos los hombres, como un enemigo que la anula y la oprime porque
no la deja ser igual a un hombre y todo hombre que no acepte este principio
acríticamente será etiquetado de machista, pudiendo ser fusilado al amanecer
por ello. Así, se ha desprestigiado la maternidad y esto ha tenido como
consecuencia un terrible descenso de la natalidad que, a buen seguro, tendrá
consecuencias terribles para la civilización. Por supuesto, la causa de la
disminución de la natalidad es multifacética, pero esta es una de ellas, de las
más importantes. Ayer se publicó en el periódico que en el primer semestre del
año 2019 se ha producido el menor número de nacimientos desde que existe
registro de ellos hace casi un siglo. Terrible.
Además,
tomando la parte por el todo, se ha pretendido convertir a todos los hombres,
por el mero hecho de serlo, en maltratadores, si no de hecho, sí en potencia.
La lucha de clases entre hombres y mujeres ya está en marcha. Por supuesto, no
está absolutamente generalizada pero, ¿se puede dudar de que está avanzando a pasos
agigantados? Y, ¿se puede dudar del nefasto, me atrevería a decir que mortal, efecto
que tiene sobre la sociedad una lucha así?
2ª La ideología de
género.
Esta
lucha de clases está estrechamente emparentada con la anterior, pero no es la
misma. Curiosamente, mientras que en la primera lucha de clases se ha tratado
de masculinizar a las mujeres, en esta segunda lo que se ha pretendido es
fragmentar los dos sexos en una multiplicidad de los llamados géneros, de los
que el enemigo común es el hombre heterosexual. Es habitual que en el
fragmentado pensamiento posmoderno que se den contradicciones como ésta. Por un
lado, masculinizar a las mujeres y, por otro, fragmentar a la humanidad en facciones
enfrentadas entre sí o todas contra una. En el diccionario de la RAE, la
palabra género tiene ocho acepciones. Ninguna de ellas encaja con lo que ha
dado en llamarse género en la ideología que lleva ese nombre. La tercera acepción
dice: “Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido
éste desde el punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente
biológico”. Es decir, aunque sea desde un punto de vista sociocultural, el
concepto de género va ligado al de sexo y, sexos, sólo hay dos. La octava acepción
dice: “Categoría gramatical inherente en sustantivos y pronombres,
codificada a través de la concordancia en otras clases de palabras, y que en
pronombres y sustantivos animados puede expresar sexo”. Es decir, lo de los
112 géneros establecidos por la ONU, no es sino un retorcimiento innombrable –LGTBI….
hasta 112, ¡que ridiculez!, ni siquiera hay letras suficientes en el alfabeto– del
lenguaje, que no refleja ninguna realidad. Sin embargo, esto de retorcer el
lenguaje y dotarlo de sentidos falsos es uno de los trucos gramscianos para
deformar la realidad. Se llama gramática normativa. A echar un polvo con una
persona a la que se acaba de conocer se le llama hacer el amor, al aborto
provocado se le llama interrupción voluntaria del embarazo, y así con otras
muchas manipulaciones del lenguaje que, al final, cambian el sentido profundo
de las cosas.
Es
también típico de la ideología posmoderna pretender que la realidad exterior no
existe. Son nuestros sentimientos los que crean la realidad. Una persona no
sólo tiene el derecho de sentirse del género 84 –y, efectivamente, cada uno
puede sentir ser lo que quiera, como si quiere sentirse un elefante– sino que
eso le confiere un derecho a que los demás lo acepten como realidad y le traten
como si realmente fuera lo que siente ser. Sea como fuere, lo que se pretende
con la ideología de género es etiquetar como homófobo –u homófoba– a todo
hombre o mujer que no acepte esa disparatada disparidad. El considerar que los
homosexuales, o cualquier otra persona con la identidad de sentimientos que
quiera, tienen derecho a ejercer su libertad sin imponérsela a los demás, no es
suficiente para librarse de ser un homófobo irredento. Hay que aceptar que nos
impongan su “realidad” y que, además, esa “realidad” quede sustanciada en un
ordenamiento jurídico que permita que los tachados de homófobos también puedan
ser fusilados al amanecer, junto con aquellos a los que el pensamiento débil ha
puesto en la frente la etiqueta de machista. He ahí otra mortal “lucha de
clases”.
3ª Ecología
Me
considero una persona preocupada por el medio ambiente, por la temperatura
planetaria y por la limpieza de aire, mar y tierra. Pero no está en modo alguno
probado científicamente que el innegable calentamiento global esté producido fundamentalmente
por causa del ser humano. Es cierto que se dan dos fenómenos juntos, el aumento
de gases llamados de invernadero y el aumento de la temperatura. Pero que dos
cosas se den juntas, no prueba que haya una relación causa efecto entre ellas.
Máxime cuando la historia climática del mundo muestra enfriamientos y
calentamientos globales muy rápidos mucho antes de que el ser humano pudiese
trastocar el clima. Incluso antes de que existiera. Tampoco sabemos qué
mecanismos de retroalimentación tiene la Tierra para mantener relativamente
estable la temperatura. Y, mucho menos está claro que estemos muy cerca del
punto de no retorno del apocalipsis climático. De hecho, en un entrevista
concedida al diario “El Mundo” el pasado 3 de Diciembre, Bjorn Stevens, Director
del Instituto Max Planck de meteorología y uno de los mayores expertos del
mundo en nubes, miembro entre 2009 y 2013 del IPCC (International Panel for
Climatic Change), no sólo dice que no estamos al borde del apocalipsis, sino
que afirma que la formación de nubes, por su efecto en el albedo de la tierra, bien
podría revertir ese calentamiento. El que quiera leer la entrevista completa
puede hacerlo en el siguiente link:
Lo
que se afirma del calentamiento global, aunque esté soportado por muchos
científicos, no es ciencia, sino meras opiniones. Opiniones basadas en modelos de
simulación del clima que no es ni mucho menos imprudente calificarlos de
simplistas y burdamente incompletas. La ciencia no es eso. Es la comprobación
empírica de las relaciones causa efecto entre distintos fenómenos. No hay nada
de esto en los estudios sobre el cambio climático.
Sin
embargo, no soy negacionista. Es más, me sorprende muy negativamente que haya
gente negacionista cuya base para ello sea tan sólo que la izquierda esté
intentando crear esa “lucha de clases”. Casi tan malo es entrar en esa batalla
negacionista como hacerse “apóstol” de esa “lucha de clases” artificial. Creo
que debemos ser prudentes. Modificar razonablemente nuestro comportamiento y el
de las empresas, sin poner en peligro el desarrollo económico, para ser menos
agentes de contaminación de cualquier tipo, no sólo climática. Pero, sobre
todo, apoyar el desarrollo tecnológico, único antídoto contra el cambio
climático, los plásticos, la polución, la escasez de agua y alimentos el
agotamiento de los recursos y otros retos de subsistencia de la humanidad.
Elegir la vía de la parálisis económica en vez de la del avance tecnológico
–llevado a cabo, por cierto, por empresas capitalistas –es propio de los “apóstoles”
de esta nueva “lucha de clases”.
Pero
ser sensato no basta. La nueva “lucha de clases” climática-ecológica no admite
la prudencia. No pretende otra cosa que la asfixia de la economía y el
progreso, para que el comunismo pueda ganar la guerra por el boicot al capitalismo,
ya que no puede hacerlo de otra forma. Por tanto, la gente sensata es también
acusada y etiquetada de negacionistas y puesta en la cola de los fusilamientos
al amanecer. Y no deja de indignarme que en esta “lucha de clases” se esté
manipulando a niños en edad escolar a los que se aplaude que hagan huelgas de
no ir al colegio, para protestar contra el cambio climático. Y que la revista
TIME nombre personaje del año a una niña manipulada, que se está convirtiendo
en una activista ignorante que desprecia el ir al colegio a para aprender, me
parece más que lamentable, me parece terrible. Si un gitano no llevase a su
hijo al colegio, le quitarían la patria potestad. Y en Suecia más que en
cualquier otro sitio. Pero si esa niña se llama Greta Thumberg y es una
activista del cambio climático se la pone de ejemplo. Ejemplo que es seguido por
miles de niños que pretenden ser ejemplo para políticos y empresarios que sean
lo suficientemente estúpidos.
3ª Prometer dinero
imposible.
¿Hay
alguien que no crea que sería magnífico que se pudiera dar a los pensionistas
una pensión de, digamos, 3.000 o 4.000 € al mes, actualizados al IPC más un 2%?
Creo que nadie le disgustaría algo así. Sólo hay un problema: Qué es imposible.
Pero prometer lo imposible para determinadas minorías muy numerosas es una
estrategia muy elaborada. Porque para intentar inútilmente cumplir esa promesa
hay que esquilmar la economía abrasando a impuestos la creación de riqueza
hasta asfixiarla. Hay que endeudar los países a base de “presupuestos
progresistas” hasta límites que hagan imposible la devolución de su deuda. Hay
que hacer que los Bancos Centrales bajen los tipos de interés hasta extremos
que hagan del ahorro algo estúpido y de la sobrecarga de deuda algo inteligente.
Hay que llamar retrógrado y antisocial a quien propugne que los estados, como
las familias, no pueden gastar indefinidamente más de lo que ingresan. Y cuando
la riqueza deje de crearse, aumente el paro y empiece a aparecer el fantasma de
la pobreza, cuando los estados se arruinen y arruinen a quienes les han
prestado su dinero, aparecerán unas nuevas “clases” con las que crear otra
nueva “lucha de clases”. No conviene olvidar la letra de La Internacional, el
himno comunista: “Arriba parias de la tierra, en pie, famélica legión,
alcémonos todos al grito: ‘¡Es el fin de la opresión!’”. ¿Qué parias? ¿Qué
opresión? En el siglo XIX esta letra podía reflejar una cierta realidad. Pero,
¿en el siglo XXI? ¿En el mundo desarrollado? Y sin embargo, es en ese mundo
desarrollado en el que se quieren crear nuevas famélicas legiones y nuevas
castas de parias que se enfrenten violentamente con el mundo. Hemos pasado por
una crisis mundial que, siendo grave, se ha superado ya en muchas partes del
mundo y se está superando en el resto. Pero se ha sabido explotar para crear
nuevos partidos populistas-comunistas que inflamen el descontento mucho más
allá de sus auténticas dimensiones. Y así estamos. Pensiones que se pretende
que crezcan con el IPC, mientras la natalidad está en mínimos, la longevidad
estirándose más y más y la pirámide de la población, en claro proceso de
inversión. Pero, ni una voz se alza para decir que el único sistema de
pensiones viable es el del autoahorro. Que está bien que el estado pueda ayudar
a los más pobres en ese autoahorro, pero que la base tiene que ser esa. Es más,
los bajos tipos de interés, impuestos, como se ha dicho antes, por los Bancos
Centrales, hacen que el autoahorro sea imposible. Porque el que ponga esto de
manifiesto se enfrentará a un desorden social tremendo –como está pasando en
Francia ahora mismo por algo muchísimo menos drástico–, y además, perderá las
elecciones por una ciudadanía que lo que quiere es que el estado le dé pan y
circo. He ahí los pensionistas convertidos a la nueva “lucha de clases”.
¡Pero,
si sólo fuesen las pensiones! ¿Qué decir del aumento desaforado del SMI? ¿O de
la creación, cada vez más próxima, de una renta universal? El primero, está
demostrado que crea paro. Pero no importa –dice el responsable de las pensiones
en España con toda la desfachatez del mundo–, porque los que se vayan al paro,
se mantendrán gracias a la economía sumergida. ¡Así, como suena! La segunda,
hará que florezcan los perroflautas, ninis que se creen con derechos exigibles
con la violencia, si hace falta, y sin obligaciones. Magnífico, he ahí a los colectivos
de pensionistas, parados y perroflautas convertidos en materia prima de la
“lucha de clases” del siglo XXI. Y quien proponga remedios sensatos, también
será fusilado al amanecer.
5ª La inmigración
desaforada.
Por
supuesto, me parte el alma la pobreza y las enormes cantidades de seres humanos
que huyendo de ella en sus países de origen emigran a los países ricos en busca
de una vida mejor con un alto riesgo de encontrar la muerte en el viaje. Pero, aunque
me duela el alma, esa no es la solución. La solución está en que los habitantes
de esos países puedan crear riqueza en sus países de origen. Y sólo hay una
causa que lo impide. El hombre es un ser que, si se le da seguridad jurídica,
si se le asegura que el fruto de su trabajo y de su ingenio será suyo y que
nadie se lo podrá arrebatar, crea riqueza como los gusanos de seda hacen seda o
las abejas miel y cera. Pero en sus países están instalados tiranos con un
poder omnímodo que amasan enormes fortunas, no porque creen riqueza para sí y
para otros, como hacen los millonarios de los países desarrollados, sino porque
las extraen de sus súbditos. Y para estos tiranos, que otros creen riqueza es
una amenaza para su poder y para seguir amasando dinero. Por eso no crean
seguridad jurídica. Al contrario, lo que hacen es hacer que los más valiosos de
los habitantes del país, los que podrían crear riqueza, se vayan. Porque los
que emigran de esos países no son los más desvalidos ni los más pobres. Esos no
pueden pagar lo que las mafias de emigración les exigen. Los que lo pueden
pagar son los que podrían, si se les dejase, crear riqueza. Pero para que esos
se vayan, los tiranos construyen puentes de barro llamados mafias. La historia
de Europa, la que le ha permitido ser el lugar de origen del fenómeno que más
riqueza ha creado en la historia de la humanidad, es la historia de la lucha
contra los que cerraban el camino hacia la seguridad y la igualdad jurídicas. Pero
ahora, en los países occidentales, esas mafias encuentran sus aliados inconscientes
en partidos populistas y de izquierdas, que propugnan la inmigración masiva. Y,
para sentirse bien, desarrollan programas estatales de ayuda a los países de
origen. Ayuda que, en su mayor parte, acaba en los bolsillos de los tiranos y
ahogan la capacidad de creación de riqueza de los posibles pequeños empresarios
locales. Pero oponerse a la inmigración indiscriminada que no pueda ser absorbida
por los países de destino, es más que suficiente para que a quien se oponga se
le ponga el sambenito de fascista y se le sitúe en la cola de fusilamiento al
amanecer.
6º Los
nacionalismos.
No
creo que sea necesario extenderme sobre esta “lucha de clases”. En España la
estamos padeciendo de forma muy lacerante. Y como ya estoy escribiendo unas
páginas demasiado largas, no sigo desarrollando esta “lucha de clases”.
Esta es la
fisonomía de la segunda batalla de la guerra fría. Es una batalla de
guerrillas. No faltan en ella guerrilleros urbanos experimentados que, como las
setas en un pinar después de la lluvia, acuden raudamente allí donde hay un
conflicto que pueda ser explotado hasta la exacerbación. No creo que sea
necesario poner ejemplos. Los vemos todos los días en los periódicos. Y, ¿de
dónde salen los fondos para estos movimientos? Me caben pocas dudas de que los
altos gerifaltes de la URSS, cuando se dieron cuenta del derrumbe que se les
venía encima y de que iban a perder la primera batalla de la guerra fría, tras
rediseñar el gramscismo 2.0, se ocuparon de dejar un buen montón de pasta debidamente
camuflada y distribuida en espera de la segunda batalla de la guerra fría. Y,
¿quién podría ser el capo de ese movimiento? Hay en el mundo un individuo que
hizo su carrera ascendente en la KGB, que fue el director de esa KGB después de
que esta agencia cambiase su nombre por el de Servicio Federal de Seguridad, que
llegó a ser primer ministro y presidente de Rusia. Hay evidencias de que ese
país es uno de los más activos hackers del mundo. Mucha gente ha olfateado el
rastro de ese país detrás de la financiación de movimientos de debilitamiento
de occidente. De vez en cuando, algún opositor aparece muerto en extrañas circunstancias.
Otro posible financiador de esta estrategia comunista 2.0 puede ser China. Por
mucho que este país participe en la economía capitalista, es esencialmente
comunista y no lo niega ni disimula. Además, tiene ansia de hegemonía mundial.
Por si fuera poco, se está haciendo con la propiedad de participaciones muy
importantes en las más grandes y estratégicamente más importantes empresas de
occidente. Y no lo hace como forma de obtener una rentabilidad para sus fondos.
O, al menos, no fundamentalmente por eso. Sigue una agenda oculta de estado de
la que caben pocas dudas cuál es su objetivo: Llegado el momento, dar un golpe
encima de la mesa y decretar el final del juego.
¿Estaré siendo
paranoico? Puede. Lo digo en serio. Puede. Aunque conociéndome como me conozco,
creo que no. Pero, ¿quién se conoce de verdad? En todo caso, prefiero correr el
riesgo de la paranoia que la de vivir estúpidamente en “la ciudad alegre y
confiada” mientras voy por el mundo como una maleta.
¿Ganaremos –me
refiero a occidente y la libertad– esta segunda batalla de la guerra fría? Me
gustaría pensar que sí, pero no sé si sería un ejercicio de razón o de wishful
thinking. En los años 60 del siglo pasado, las apuestas estaban, en gran
medida, en contra de las “débiles” democracias y a favor de la “fuerte” y totalitaria
URSS. Algo parecido había pasado tres decenios antes con las democracias frente
al totalitarismo nazi aunque, en este caso, el totalitarismo comunista se
aliase con las democracias, más bien a la fuerza que de buen grado, ciertamente.
Puede que, a fin de cuentas, las democracias no sean tan débiles como a veces
parecen, que tengan algún tipo de recurso oculto que sale a relucir en los
momentos más críticos. O puede que no exista ese recurso. O que se haya
esfumado con la pérdida de los valores de occidente. Me gustaría creer que
estas líneas puden ser un grano de arena que ayude a activar ese recurso, si es
que existe. Pero, además, rezo al Señor de la Historia para que sí exista ese
recurso y para que Él nos ayude a activarlo. Aquí lo dejo.