Ayer apareció en El
Mundo una noticia con el título de “El amargo silencio de Pío XII”. Esta traído
de El Corriere de la Sera y es un artículo ambiguo. Los subtítulos son positivos.
Dicen: “El Papa fue consciente de que no tomar partido contra las atrocidades
nazis lo expondría a las críticas”. Y, el otro: “El Vaticano supo de
holocausto, pero evitó denunciarlo y prefirió optar por la acción humanitaria
clandestina”. Las dos cosas son verdad. Pío XII calló conscientemente, no porque
no tomase partido contra el holocausto, sino porque prefirió el silencio eficaz
para salvar vidas, a sabiendas de las críticas que le lloverían, a una política
de gestos que le hubiese acarreado alabanzas pero hubiese costado la vida a
cientos de miles de judíos a los que salvó. Luego, el artículo cae en la
ambigüedad y la equidistancia. Hace años escribí algo sobre esto que ya colgué en este blog, pero creo que procede que me repita.
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Cuando Pío XII muere en 1958,
todos los que hicieron historia con él, así como los más ilustres
representantes de la comunidad judía mundial, expresaron su profundo pesar y su
admiración y respeto.
“Tras la muerte de Pío XII el
mundo es más pobre. Su vida ha estado enteramente dedicada a Dios y a servir a la humanidad. Consciente
y hábil enemigo de la tiranía, ha sido un generoso amigo y bienhechor de los
oprimidos y su mano caritativa ha estado siempre pronta a ayudar a las desventuradas
víctimas de la guerra. Sin
temores ni complacencia ha sostenido la causa de una justa paz entre las
naciones...” dijo Eisenhower.
“Compartimos el dolor de la
humanidad por la muerte de Su Santidad Pío XII. En una generación afligida por
guerras y discordias, él ha afirmado los altísimos ideales de la paz y de la piedad. Durante el
decenio del terror nazi, cuando nuestro pueblo sufría un terrible martirio, la
voz del papa se elevó para condenar a los perseguidores y apiadarse de sus
víctimas. La vida de nuestro tiempo se ha visto enriquecida por una voz que
expresaba las grandes virtudes morales más allá del tumulto de los conflictos
cotidianos. Lloramos a un gran servidor de la paz.” afirmó Golda Meir.
“La Conferencia Central
de los Rabinos Americanos se une con profunda conmoción a los millones de
miembros de la Iglesia católica romana por la muerte del papa Pío XII. Su
amplia simpatía por todos, su sabia visión social y su comprensión lo hicieron
una voz profética para la justicia en todas partes. Que su recuerdo sea una
bendición para la Iglesia católica romana y para el mundo”, declaró la
conferencia de rabinos americanos a través de su presidente, Jacob Phillip
Rudin.
“Nosotros, miembros de la
comunidad judía, tenemos razones particulares para dolernos de la muerte de una
personalidad que, en cualquier circunstancia ha demostrado valiente y concreta
preocupación por las víctimas de los sufrimientos y de la persecución” se
condolió el doctor Brodie, rabino jefe de Londres.
“Quienquiera que se ha
acercado al papa se ha asombrado por su valor como estadista, cuya acción se
extiende sobre uno de los periodos más dramáticos de la historia. No se puede
olvidar que en el ardor de su fe, la adhesión a la paz fue uno de los
constantes valores de su pontificado, y es por su oposición a la violencia,
como por su respeto por el ser humano, por lo que Pío XII asumió una postura
sobre los problemas de la evolución de los pueblos coloniales, que no puede no
tener una saludable y considerable influencia sea en el ámbito cristiano como
fuera de él”. sostuvo Pierre Mendés-France, socialista y ex Primer Ministro
francés.
Sin embargo, actualmente, son
muchas las críticas que se hacen a Pío XII por su supuesto silencio y pasividad
ante el holocausto nazi. Las críticas se inician, sobre todo, a partir de la
aparición, en 1963, de un libelo en forma de obra de teatro, escrito por Rolf
Hochhuth y titulado “El vicario”. Es significativo que en la siguiente
obra de Hochhuth, “El soldado”, el que es presentado como un criminal de
guerra es Winston Churchill. No se sabe a ciencia cierta si Hotchhuth era
miembro activo del Partido Comunista, pero lo que es indudable es que su obra
ha sido jaleada y apoyada por el aparato de este partido en todos los países en
los que se ha representado. En España, fue traducida por Jorge Semprún, antes
de su expulsión del PCE. La obra es, literariamente hablando, pésima. El
director de la revista ultraizquierdista “Ramparts”, que fue el que más apoyó
su publicación en USA en nombre del derecho a la libertad de expresión, tuvo
muy serias dudas sobre si hacerlo o no, debido a su escasísimo valor literario.
Sin esta obra y sin este apoyo de los partidos comunistas de todo el mundo,
Hochhuth no hubiese pasado nunca de ser un dramaturgo de tercera, completamente
desconocido. Recientemente, el exdirector de los servicios secretos rumanos,
general Mihai Pacepa, aseguró que él mismo participó en una campaña promovida
por la KGB para hacer propaganda de “El vicario”. Pero la propaganda
comunista no cede terreno así como así. Recientemente, “El vicario” ha sido
llevado al cine donde, como una mala película que es, y a pesar de la demagogia
del tema, no ha cosechado sino un estrepitoso fracaso. Como respuesta a este
panfleto, inmediatamente después de su publicación, el historiador judío
Pinchas E. Lapide, que había sido cónsul general en Milán y conocía bien a Pío
XII, inició un estudio que culminaría en un libro, publicado con el título “Three
Popes and Jews” (Londres 1967) en el que se afirma categóricamente que la
acción silenciosa y eficaz de Pío XII salvó de la muerte a unas 850.000
personas, judíos en su mayoría. Si aceptamos la cifra de seis millones de
judíos muertos en el holocausto, sin la intervención de Pío XII, la cifra
hubiese sido un 15% mayor. Los hechos están ahí y no son fáciles de borrar.
Analicemos sólo algunos.
Primero: la encíclica “Mit
brennender Sorge” (“Con profunda preocupación”). Fue publicada en 1937,
siendo todavía Papa Pío XI. Pero es sabido que la inteligencia y la pluma de Monseñor
Pacelli, futuro Pío XII, están detrás de esta carta. Es una durísima condena
del nazismo y de sus prácticas. Se imprimió en quince imprentas clandestinas,
se repartió y fue leída el mismo día, domingo 21 de Marzo de 1937, en todas las
parroquias de Alemania. Costó la libertad a miles de sacerdotes, la muerte a
muchos de ellos, la represión a millones de católicos alemanes y el
recrudecimiento de la persecución a los judíos. Nadie que haya leído esta
encíclica y sepa cómo y a que precio se difundió en Alemania, puede hablar de
silencio de la Iglesia ni de Pío XII. Lo que había que decir estaba dicho
cuando todavía las potencias occidentales coqueteaban con Hitler. El mundo
todavía no había presenciado el vergonzoso acuerdo de Munich.
Segundo: Holanda, 1942. En ese
año comenzaron en ese país las deportaciones de judíos. Todas las confesiones
cristianas –calvinistas, luteranos y católicos– se pusieron de acuerdo para
leer en domingo en las iglesias un documento conjunto contra las deportaciones.
Esta vez la Gestapo se enteró e hizo saber a los jefes de las comunidades
cristianas que si tal lectura se llevaba a efecto, no sólo serían deportados
los judíos de religión, sino también los convertidos al cristianismo. Los
únicos que no se echaron atrás, fueron los católicos, es decir, Pío XII, ahora
sí, ya siendo Papa. La protesta fue leída en las iglesias católicas y la
amenaza fue cumplida contra los judíos católicos. Dos de las muchas víctimas
fueron Edith Stein, hoy santa y doctora de la Iglesia, y su hermana, ambas judías.
Edith conversa y monja carmelita, Rosa refugiada en el convento, como tantos
miles de judíos. Ambas fueron sacadas del convento y llevadas a morir al campo
de exterminio de Auschwitz. Por supuesto, las deportaciones de judíos
continuaron al mismo ritmo. Pío XII quedó tan afectado por el efecto
devastadoramente negativo que tuvo su condena que mandó destruir ese documento,
de forma que hoy no es posible encontrar el texto de esa homilía.
Tercero: Pío XII alentó y
propició una red de salvamento de judíos en la que se usaban como
infraestructura conventos, iglesias y otros establecimientos católicos. Muchos
religiosos y fieles perdieron la vida en esta actividad. Ya hemos visto la
cantidad de judíos que, según fuentes judías, se salvaron de la muerte. Buena prueba
de ello fue que el 29 de noviembre de 1945, Pío XII
recibió a 80 delegados de los campos de concentración alemanes, quienes en una
audiencia especial que les concedió en el Vaticano, quisieron darle
personalmente las gracias por la generosidad que demostró el Papa a los
perseguidos durante el terrible período de nazifascismo.
¿Alguien con información, buena voluntad y en su sano
juicio podría pensar que una política de gestos hubiese sido más eficaz que una
de hechos? La realidad demuestra que no.
Desde luego los líderes políticos
que vivieron el problema de cerca no consideraron ni cobarde ni ineficaz la
postura de Pío XII, como muestran sus declaraciones citadas anteriormente.
Tampoco parece que lo viera así el rabino de la sinagoga de Roma, convertido al
catolicismo, con gran escándalo entre la ortodoxia judía, después de la segunda
guerra mundial, fundamentalmente por el ejemplo de Pío XII. A buen seguro no lo
vieron así las personas salvadas del holocausto por la acción tan decidida como
sigilosa de la Santa Sede
bajo la dirección de Pío XII, ni los supervivientes de los campos de exterminio
que fueron a darle las gracias recién terminada la contienda.
Pero no hay mayor ciego que el
que no quiere ver. En el año 1998, el Papa Juan Pablo II, publicó un
documento sobre la “Shoah ”
en el que sin falsa humildad y sin desprecio a la verdad, pide perdón por la
actitud de muchos católicos que, contra el mensaje evangélico, mantuvieron, a
título personal, actitudes antisemitas. Manifestando otra vez la verdad sobre
la actitud de la Iglesia y de Pío XII en particular, reconoce que todos los
católicos formamos parte del Cuerpo Místico de Cristo y de la Comunión de los
Santos, por lo que la actitud antievangélica de algunos mancha el rostro de la
Iglesia y pide perdón por ello.
Pero esta petición de perdón,
necesaria por caridad, pero tal vez excesivamente rigurosa en justicia, en vez
de ser agradecida, despertó una violenta y furibunda oleada de críticas,
intencionadamente o no, contrarias a la verdad demostrable. La propaganda
intenta imponerse a la verdad:
“El documento ha sido una
ocasión perdida para condenar el silencio de Pío XII”, se puede leer en el
editorial del diario Maariv en Israel. O; “Es más bien desilusionante porque
no trata de la responsabilidad de la Iglesia como institución y la de Pío XII , el papa que
calló sobre las persecuciones de judíos durante la segunda guerra mundial”,
en el editorial del Jerusalén Post. “Hay una defensa gratuita del silencio
de Pío XII y de la equivocación y la responsabilidad de la Iglesia como
institución” Sentencia Elan Steinberg, director ejecutivo del World Jewish
Congress en clara contradicción con las opiniones de eminentes autoridades
judías contemporáneas a Pío XII y con los hechos.
¿Qué ha pasado entre las dos
fechas? Lo que ha pasado es que el juicio objetivo ha dado paso, con la marcha
de la historia, a la
propaganda. En primer lugar, la propaganda sionista. Conviene
recordar que los judíos sionistas de Palestina, no tuvieron un comportamiento
ejemplar durante el holocausto, pero lo utilizaron hábilmente para conseguir el
estado de Israel. Y no deja de ser curioso que los sedicentes progresistas,
siempre antisionistas, coreen estas y otras declaraciones cuando se trata de
manchar la imagen de la
Iglesia. Un brillante periodista italiano, judío, con muchas
victimas del holocausto en su familia, Paolo Mieli, explicaba en el 2001: “Uno
de los motivos por los que este importante papa fue crucificado –recuérdese
que su crucifixión empezó en 1963– se debe al hecho de que tomó parte contra
el universo comunista de manera dura, fuerte, y decidida. De una manera tal que
hubo que esperar treinta años, con Juan Pablo II, para que ese estilo pudiera ser
retomado adecuadamente, de una manera que fue fatal para el comunismo”. Y
en esta pinza propagandista entre el sionismo –que nunca ha visto a la Iglesia
con buenos ojos– y el comunismo –que siempre ha identificado a la Iglesia como
un baluarte contra su triunfo– se ha visto atrapado Pío XII. Pero ya avisó
Cristo que los discípulos no iban a ser mejor tratados que el maestro. Y es que
la Iglesia, como Cristo, ha sido siempre vista como enemiga común por todas las
ideologías, enfrentadas entre sí, que coinciden en querer hacer del hombre un
instrumento para sus dioses de barro o para sus supuestos “paraísos”. Saben
perfectamente dónde está el último baluarte de la dignidad del hombre.
Pero quizá la más flagrante
demostración de este deslizamiento de la verdad histórica a la pura propaganda
es la comparación entre los editoriales del New York Times en dos fechas.
25 de Diciembre de 1941:
“La voz de Pío XII es una voz
solitaria en el silencio y en la oscuridad en la que ha caído Europa en esta
Navidad. Él es el único soberano del continente que tiene la valentía de
levantar su voz. Sólo el papa ha pedido respeto por los tratados, el fin de las
agresiones, un trato igual para las minorías y el cese de la persecución
religiosa. Nadie más que el papa es capaz de hablar a favor de la paz”.
18 de Marzo de 1998:
“Es necesario un serio
análisis sobre la actuación de Pío XII. Será misión de Juan Pablo II y sus
sucesores dar los pasos necesarios para reconocer el fallo de la Iglesia frente
a la maldad que dominó Europa”.
Sorprendente cambio en los
juicios. Pero por parte de Pío XII, ni silencio ni pusilanimidad. Hechos
concretos y no gestos inútiles. No verlo así es cerrar los ojos a la verdad por
intereses más o menos inconfesables. Tan absurdo como si dentro de sesenta años
alguien reprochase a Juan
Pablo II su silencio y pasividad ante la guerra de Irak. ¿Nos
deparará algo así el futuro? ¿Habrá quien se lo crea? No tengo mucha seguridad
en que las respuestas sean dos rotundos noes.
Uno no puede dejar de preguntarse
lo que leeríamos si, llevado por una política de gestos efectistas, Pío XII
hubiese provocado el desmantelamiento de la red de salvamento montada por el
Vaticano con su bendición y aliento. Leeríamos cosas sobre la irresponsable
actitud del Papa, su afán de protagonismo, su soberbia y falta de sigilo y cosas
por el estilo. Y no puedo evitar que se me venga a la cabeza una actitud de
esta generación ante cualquier postura de la Iglesia. Hablo de
un pasaje del Evangelio de san Mateo: <<¿Con quién compararé esta
generación? Es semejante a niños sentados en la plaza que, gritando a los
compañeros dicen: “Os hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos cantado
un himno fúnebre y no habéis llorado.” Porque vino Juan que no comía ni bebía y
decían: “Tiene un demonio”. Viene el Hijo del hombre, que come y bebe y dicen:
“Es un borracho y un comilón, amigo de publicanos y pecadores”. Mas la
sabiduría se ha justificado con sus obras[1]>>.
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