Tomás Alfaro Drake
Este es el 23º artículo de una serie sobre el tema Dios y la ciencia iniciada el 6 de Agosto del 2007.
Los anteriores son: “La ciencia, ¿acerca o aleja de Dios?”, “La creación”, “¿Qué hay fuera del universo?”, “Un universo de diseño”, “Si no hay Diseñador, ¿cuál es la explicación?”, “Un intento de encadenar a Dios”, “Y Dios descansó un poco, antes del 7º día”, “De soles y supernovas”, “¿Cómo pudo aparecer la vida? I”, “¿Cómo pudo aparecer la vida? II”, “Adenda a ¿cómo pudo aparecer la vida? I”, “Como pudo aparecer la vida? III”, “La Vía Láctea, nuestro inmenso y extraordinario castillo”, “La Tierra, nuestro pequeño gran nido”, “¿Creacionismo o evolución?”, “¿Darwin o Lamarck?”, “Darwin sí, pero sin ser más darwinistas que Darwin”, “Los primeros brotes del arbusto de la vida”, “La división del trabajo”, “La explosión del arbusto de la vida”, “¿Tiene Dios una inmoderada afición por los escarabajos?” y “Definamos la inteligencia”.
Antes de analizar si la inteligencia humana salió de la evolución o no, debemos conocer la cadena de especies que llevan hasta el Homo Sapiens, que es la nuestra. Cuando se habla de la evolución, hay quien dice que el hombre desciende del mono. Es una solemne tontería, los monos más evolucionados –chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes– no son nuestros ancestros evolutivos, sino una rama múltiple que se separó de la nuestra, a partir de alguna especie anterior de primates, hace varios millones de años. La rama evolutiva del ser humano dista mucho de estar completamente aclarada por el registro fósil, pero una cosa llama la atención nada más ver el aspecto de la parte del arbusto a la que pertenecemos: Mientras la rama de la que nos separamos se ha vuelto a ramificar en varias especies –chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes que aún hoy subsisten, como se ha dicho antes– nuestra rama sólo tiene una especie viva hoy día: Homo Sapiens. No es que no se haya ramificado desde hace tres millones de años, pero todas las ramas que han ido saliéndole han desaparecido apenas brotadas, dejándonos como única especie viva de los llamados homínidos. Los primeros homínidos formaron un único género que ha dado en llamarse Australopitecos. Hubo varias especies de australopitecos. Los científicos discuten acerca de su parentesco y derivación entre ellas. Todas tienen en común que aparecieron, vivieron y se extinguieron en África. Las dos que parecen ser antecesoras nuestras son los Australopitecos Africanus y los Afarensis. Con los Australopitecos, ya empezó a ocurrir que sólo una especie de las ramificadas sobreviviese para seguir avanzando hacia el Homo Sapiens. La rama superviviente siempre representaba un paso adicional en dos procesos evolutivos paralelos. Una tendencia incipiente hacia la postura erecta y un tamaño creciente del cerebro. En un momento dado, el género Australopiteco, con sus distintas especies sucesivas, dio lugar al género Homo. Dentro del género Homo continuó la tendencia hacia la postura erecta y hacia el mayor tamaño del cerebro. El Homo Erectus ya tenía prácticamente esa postura. Posteriormente apareció una tercera tendencia; la modificación de la laringe para hacer posible la emisión de sonidos articulados que permitiesen el lenguaje. Por primera vez, especies del género Homo, antes de extinguirse, se expandieron geográficamente a otras zonas del planeta. Tal es el caso del llamado hombre de Pekín, que no era un Homo Sapiens sino una especie anterior del género Homo. Posteriormente, otra especie de ese género Homo, el Habilis, adquirió la capacidad para la elaboración de instrumentos de piedra. Sin embargo, esta habilidad, no era producto de la inteligencia, sino puramente instintiva, basada en los genes, como puede ser la capacidad de determinadas aves a utilizar ramas para obtener alimento o la de las abejas para construir panales con celdas de forma hexagonal. Una habilidad instintiva se distingue de una de la inteligencia por su velocidad de cambio. Las habilidades instintivas, no cambian más que cuando cambia la genética de la especie. Las de la inteligencia, en cambio, lo hacen a una velocidad enormemente mayor que la de la evolución de la especie, pues nacen del ingenio de cada individuo y se propagan por mimetismo de unos individuos a otros. En un momento, hace unos 300.000 años, de esa rama única, sin otras especies supervivientes, apareció un ser que era anatómicamente como nosotros. Era como nosotros, pero con una capacidad intelectual poco superior a la de un mono. No había traspasado la barrera cualitativa de la inteligencia simbólica, tal y como la describí en el artículo anterior. En artículos posteriores analizaremos ese largo proceso evolutivo desde un primate, hace unos tres millones de años, hasta nuestro cuerpo de Homo Sapiens y veremos cómo en él han ocurrido cosas muy extrañas y excepcionales.
28 de julio de 2008
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Interesante poder transportarse a la etapa de los primeros homo sapiens y aproximarse a los linajes y ocupaciones territoriales que acontecieron.
ResponderEliminarEl periodo actual que estamos viviendo es terriblemente inestable en lo referente a la cultura y habitat, la sociedad actual se caracteriza por la movilidad.
ResponderEliminarRecientemente he tenido la oportunidad de ver un documental sobre evolución, "La ballena andante" de National Geographic en el cual explican que la evolucion de la ballena es el modelo que mas datos nos aporta de la prehistoria.
ResponderEliminarExiste otro que me llama la atención bastante, "La Tierra sin Humanos" de History Channel, sensacionalismos aparte, deja entrever la reestructuración de la vida que tendría lugar y los peligros del legado tecnológico sin nosotros estar presentes. Casi nada.