Tomás Alfaro Drake
Davidorias hace un comentario a dos de mis últimas entradas sobre el Bien y el mal.
Dice así:
Hola, Tomás,Leí el otro día la respuesta al anónimo sobre el demonio, y tuve que leerla varias veces para enterarme bien, porque el asunto me interesa mucho y no es fácil. Hoy he vuelto a Tadurraca, y he visto la nueva entrada, y realmente me ha gustado muchísimo. He vuelto a leer la del otro día. Respecto a ella, entiendo que el desequilibrio cósmico del que hablas ha sido lo que Dios ha tenido que crear, o mejor "aceptar", para que seamos libres. Es decir, no podía crearnos para que le amáramos únicamente: debíamos tener la capacidad de rechazarle. Tal es su generosidad, que no puede hacer que le amemos por obligación. Por eso supongo que está deseando que nos decantemos por Él, y no por lo que no es Él, que es, como dices, el mal. Ayer leí un poco de un libro, "Una pena en observación", de C.S. Lewis, y recordando algo que le pasó a su mujer, decía: (..) recuerdo que H. estuvo obsesionada toda una mañana durante su trabajo con la oscura sensación de que tenía a Dios "pisándole los talones", por así decirlo, y reclamando su atención. Y claro, no siendo una santa como no lo era, tuvo la impresión de que se trataba, como suele tratarse, de una cuestión de pecado impenitente o de tedioso deber. Hasta que por fin se entregó -y yo sé hasta qué punto se aplazan estas cosas - y miró a Dios a la cara. Y como el mensaje era: "quiero darte algo", inmediatamente ella se adentró en la alegría."Aunque no es fácil, Dios lo que quiere es que nos entreguemos a Él.Gracias, Tomás
Le respondo:
No, el desequilibrio cósmico no es lo que Dios ha tenido que aceptar para hacernos libres. Dios nos hizo libres porque quiso, gratuitamente, por puro amor, como condición necesaria de que pudiéramos participar de su naturaleza. El desequilibrio cósmico surge cuando nosotros hicimos un uso inadecuado de esa libertad y del poder que llevaba aparejado. No es que no quiera que le amemos por obligación, es que no es posible amar por obligación. Y no es posible ser feliz sin amarle. Por eso nos hizo libres. Pudo no habernos creado, pudo no haber querido que hubiese unos seres como nosotros con capacidad de amarle. Pero, con soberana, total y absoluta libertad, quiso y nos creo. Y como una vez que ha tomado una decisión, no puede contradecirse, no es un tirano, ni siquiera un tirano del Bien, como mucha gente le pide.
Muy interesante el texto de C. S. Lewis. Dios quiere nuestro bien y siempre que nos pide algo, no es algo que a Él le venga bien, ya que Él no nos necesita. Es algo que Él sabe que es un bien para nosotros y nos pide que confiemos en Él por amor, como confiamos en un amigo que nos da un regalo que requiere ciertas molestias para conseguirlo. A veces Dios nos pide o nos envía cosas que, en nuestra miopía de las relaciones causa efecto más allá de nuestras narices, nos parecen molestas, incluso dolorosas. Pero no es así, si nos fiamos de Él y seguimos con confianza sus peticiones o aceptamos alegremente sus envíos, podemos tener la absoluta seguridad de que el bien que se derivará es inmensamente mayor. Pero, para eso hay que ser, como dice Lewis, santo y casi todos los hombres estamos lejos de serlo. No nos fiamos, seguimos nuestros propios caminos y nos encerramos en sendas mucho más dolorosas y abruptas que las que nos indicaba Dios y que al principio parecían incómodas. Pero, no por eso, Dios sigue llamándonos, indicándonos nuevos caminos. Pero cuanto más lejos estemos de la ruta esas señales serán más incómodas y la tentación de no hacerles caso, mayores. Hay personas a las que Dios quiere llevar al mayor Bien de la manera más rápida posible y les lleva por atajos durísimos. Se puede ser santo de las dos maneras, por caminos corrientes o por atajos, siguiendo siempre el camino de Dios o habiéndonos desviado de él, pero habiendo vuelto a él en cualquier momento. Todos estamos llamados a la santidad, con independencia de la forma de su camino. Pero lo importante es la certeza confiada en que su amor nos llevará siempre a lo mejor.
Dos frases de san Pablo me parecen adecuadas a este respecto:
"Sostengo que los padecimientos del tiempo presente no son nada comparados con la gloria que un día se nos descubrirá".
"En los que aman a Dios, todo coopera para el Bien".
Gracias por el comentario.
Tomás
19 de julio de 2008
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