6 de diciembre de 2008

Un musulman, padre de la Patria andaluza

Tomás Alfaro Drake

Así, como suena, no hay trampa ni cartón. El 2 de Noviembre del 2006, el pleno del Congreso de los Diputados, aprobó, sin ningún voto en contra, con tan sólo la abstención del BNG y de EA, el Estatuto de Autonomía de Andalucía. Posteriormente, el 18 de febrero del 2007, el Estatuto quedó raquíticamente aprobado en referéndum con una participación del 36,28% y un sí del 87,45% de los votantes. Es decir, sólo un 31,73% de los andaluces censados votaron que sí. En el preámbulo de esa ley se dice textualmente:

“En los últimos 25 años, Andalucía ha vivido el proceso de cambio más intenso de nuestra historia y se ha acercado al ideal de Andalucía libre y solidaria por la que luchara incansablemente Blas Infante, a quien el Parlamento de Andalucía, en un acto de justicia histórica, reconoce como Padre de la Patria Andaluza en abril de 1983”.

Pero, ¿quién era Blas Infante? Fue notario de Casares, Málaga. Su actividad política le llevó a liderar las llamadas “Juntas Liberalistas de Andalucía”, movimiento autonomista basado en una reinvención de la historia de Andalucía que exaltaba toda su historia, hasta la reconquista de Al-Andalus por los perversos Reyes Católicos que inauguraron, siempre según la “historia” inventada por Infante, una era de oscurantismo y sometimiento con la que había que terminar. Pueblos como los tartesios, griegos, fenicios, íberos, romanos, visigodos y musulmanes o personajes como Trajano, san Isidoro y Averroes, participaban por igual de su condición de andaluces. Naturalmente, este carácter indeleble permanecía inmutable a través de los siglos y era mucho más importante para Infante que cualquier otra insignificante diferencia superficial. Pero de todas las épocas pretéritas, la más luminosa era la musulmana-andalusí. No es de extrañar que, con estas ideas, Infante se interesara más y más por la cultura musulmana hasta que, el 15 septiembre 1924, en Marrakech, celebrase su Shahada, (ceremonia de introducción en el Islam) en una pequeña mezquita de Agmhat, adoptando el nombre de Ahmed, apócope de Mohamed, el nombre del Profeta. Entre los testigos del acto por el que Ahmed Infante se reconocía musulmán se encontraba Omar Dukali, supuesto descendiente del último Rey de Sevilla. Le regalaron una chilaba y una daga bereber.

Más abajo reproduzco algunos párrafos del preámbulo del Estatuto, una joya de la literatura de ciencia ficción histórico-política con algunas notas de pintoresquismo más típico del No-Do de otras épocas que de un texto legal. Pero más allá de ese pintoresquismo, se aprecia cómo palpitan en él los ecos míticos de la historiografía de Infante.

Naturalmente, Infante llevó es secreto su conversión, porque entonces no era políticamente correcto convertirse al Islam. Pero antes incluso de hacerse musulmán, su mujer hizo, con unos trapos verdes y blancos traídos de Marruecos, la primera bandera de Andalucía. Conviene recordar que los colores verde y blanco son los colores del Profeta que figuran en la mayoría de las banderas de los países islámicos. Todo ello, bandera, escudo y piano en el que se interpretó por primera vez el himno de Andalucía, puede venerarse hoy en día, como objeto de culto laicista-nacionalista-intercultural, en la que fue su casa, en Coria del Río, “Villa Alegría”, convertida en Casa Museo de Blas Infante. En Julio de 1936, Infante fue sacado de su casa y fusilado. Ignoro qué habrá sido de sus restos mortales, pero no me extrañaría que en la agenda del superjuez Baltasar Garzón figurase, en segundo lugar, después de Federico García Lorca, la exhumación de los mismos.

Por supuesto, en la campaña política del Referéndum se tuvo muy buen cuidado de que no trasluciese todo este asunto de la conversión al Islam del padre putativo de los votantes del sí, del no y de los abstencionistas. Tener un padre de la patria musulmán que mirase con malos ojos el culto al Rocío, a la Macarena o a Jesús del Gran Poder, que anatemizase la cría de cerdos en Jabugo o que prohibiese comerse sus sabrosas extremidades rociadas con fino en la feria de Sevilla, tal vez hubiese podido cambiar el signo del referéndum. Aunque ya estamos acostumbrados a que un referéndum se apruebe con abstenciones superiores al 50%, este pequeño dato podría, más allá de fomentar más aún la abstención, haber disminuido peligrosamente los síes y aumentado los noes y posibilitar la proeza de que el Estatuto se hubiese aprobado con un 10% de síes sobre el total de andaluces censados.

Claro que hubo voces que se alzaron dando a conocer esta información, pero fueron inmediatamente acalladas por el agujero negro del silencio oficial. Incluso alguno, como el filósofo Gustavo Bueno, que hizo más ruido de la cuenta, fue debidamente vilipendiado como anti-andaluz, anti-patriota, anti-tolerante y anti-Alianza-de-las-Civilizaciones. Como una pequeña reparación, sugiero que quien lea esto ponga en Google “Blas Infante” “Gustavo Bueno” y lea su interesante artículo a este respecto.

Pero más allá de las bromas, que no son bromas, del jamón y del vino o de la Macarena y del Nazareno, ¿Alguien se imagina el juego que puede dar todo esto a los musulmanes que reclaman Al-Ándalus como su patrimonio? Por si acaso, y para hacer boca, ahí va el texto de uno de los hadices[1]:

<>[2].

Obviamente éste es un hadiz apócrifo que seguro no pronunció así Mahoma, pero poco importa, porque, como nos dice J. Vallvé: <>[3].

Algún día les llegará a los musulmanes añorantes de Al-Andalus el momento de sacar este curioso hadiz del armario. Y tal vez les hayamos dado razones para pensar que su reclamación es justa, puesto que nosotros mismos hemos hecho a un musulmán nada menos que padre de la Patria Andaluza. He ahí un pequeño punto para la reflexión.


Textos del Preámbulo del Estatuto de Andalucía

Andalucía, a lo largo de su historia, ha forjado una robusta y sólida identidad que le confiere un carácter singular como pueblo, asentado desde épocas milenarias en un ámbito geográfico diferenciado, espacio de encuentro y de diálogo entre civilizaciones diversas. Nuestro valioso patrimonio social y cultural es parte esencial de España, en la que andaluces y andaluzas nos reconocemos, compartiendo un mismo proyecto basado en los valores de justicia, libertad y seguridad, consagrados en la Constitución de 1978, baluarte de los derechos y libertades de todos los pueblos de España.

Andalucía ha compilado un rico acervo cultural por la confluencia de una multiplicidad de pueblos y de civilizaciones, dando sobrado ejemplo de mestizaje humano a través de los siglos. La interculturalidad de prácticas, hábitos y modos de vida se ha expresado a lo largo del tiempo sobre una unidad de fondo que acrisola una pluralidad histórica, y se manifiesta en un patrimonio cultural tangible e intangible, dinámico y cambiante, popular y culto, único entre las culturas del mundo.

Esta síntesis perfila una personalidad andaluza construida sobre valores universales, nunca excluyentes. Y es que Andalucía, asentada en el sur de la península ibérica, es un territorio de gran diversidad paisajística, con importantes cadenas montañosas y con gran parte de su territorio articulado en torno y a lo largo del río Guadalquivir, que abierta al Mediterráneo y al Atlántico por una dilatada fachada marítima, constituye un nexo de unión entre Europa y el continente africano. Un espacio de frontera que ha facilitado contactos y diálogos entre norte y sur, entre los arcos mediterráneo y atlántico, y donde se ha configurado como hecho diferencial un sistema urbano medido en clave humana.

Estos rasgos, entre otros, no son sólo sedimentos de la tradición, sino que constituyen una vía de expansión de la cultura andaluza en España y el mundo y una aportación contemporánea a las culturas globales. El pueblo andaluz es heredero, por tanto, de un vasto cimiento de civilización que Andalucía puede y debe aportar a la sociedad contemporánea, sobre la base de los principios irrenunciables de igualdad, democracia y convivencia pacífica y justa.

El ingente esfuerzo y sacrificio de innumerables generaciones de andaluces y andaluzas a lo largo de los tiempos se ha visto recompensado en la reciente etapa democrática, que es cuando Andalucía expresa con más firmeza su identidad como pueblo a través de la lucha por la autonomía plena. En los últimos 25 años, Andalucía ha vivido el proceso de cambio más intenso de nuestra historia y se ha acercado al ideal de Andalucía libre y solidaria por la que luchara incansablemente Blas Infante, a quien el Parlamento de Andalucía, en un acto de justicia histórica, reconoce como Padre de la Patria Andaluza en abril de 1983.

[…]

Esta vocación de las Juntas Liberalistas lideradas por Blas Infante por la consecución del autogobierno, por alcanzar una Andalucía libre y solidaria en el marco de la unidad de los pueblos de España, por reivindicar el derecho a la autonomía y la posibilidad de decidir su futuro, emergió años más tarde con más fuerza y respaldo popular.

[…]

El Manifiesto andalucista de Córdoba describió a Andalucía como realidad nacional en 1919 […]

[…]

El grado de desarrollo económico, social y cultural de Andalucía ha sido posible gracias al Estatuto de Autonomía. […].

[1] Los hadices son supuestas sentencias atribuidas a Mahoma y relatadas por compañeros suyos muy próximos después de su muerte. Para los musulmanes tienen una fuerza de ley muy próxima a la del Corán.
[2] J. Vallvé, “La división territorial de la España musulmana”, Madrid, 1986, pag. 24.
[3] J. Vallvé, “Abderramán III”, Barcelona 2003, pag. 35.

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