Esta es la segunda parte de la
entrada que hice la semana pasada sobre los libros que forman la Biblia y la
estructura interna de éstos.
- Libros Sapienciales
* Job
El libro de Job pretende ilustrar sobre
cómo deben aceptarse las desgracias y el sufrimiento. No es, como la mayoría de
la gente cree, el libro de la resignación a priori. Job representa al hombre
que padece el sufrimiento sin entenderlo y rebelándose contra Dios, mientras
intenta infructuosamente entender su causa. Solo al final entiende que no hay
nada que entender, sino aceptar el sufrimiento confiando en Dios. No narra
hechos históricos situables en una época determinada. Tampoco se sabe a ciencia
cierta cuándo fue escrito, pero se especula que debieron hacerlo los judíos que
se quedaron en Babilonia después de que el rey persa Ciro les concediera la
libertad, en algún momento hacia el siglo V a.de C. La religión persa de aquel
entonces reconocía el principio del Bien y del Mal, representados respectivamente
por las deidades Ormuz y Arimán. Ambos dioses tenían una fuerza y poder
similares. Además, había innumerables pequeños dioses, buenos y malos, los
devas y los asuras. Esta creencia se expresa también en el libro de Job, en el
que aparece un demonio personalizado, con nombre propio, Satán, aunque aquí
Satán está totalmente sujeto al poder de Dios. La solución del libro al
problema del mal y del sufrimiento, no es definitiva. No puede serlo. Sólo a
través de Cristo puede Dios dar la última respuesta que, si bien no es una
píldorita contra el sufrimiento, si es lo que le da un sentido. Al misterio
insoluble del mal y del sufrimiento, Dios responderá, siglos más tarde, con el
mistyerio, no menos insondable, de la inmolación voluntaria del Hijo tras asumir
la naturaleza humana. Sólo entonces se entiende que a través de esta entrega,
el dolor no desaparece, pero adquiere un sentido y la carga se hace más suave y
el yugo más ligero.
* Proverbios
Los Proverbios son un conjunto de
sentencias y consejos atribuídos al rey Salomón, ya que el libro empieza con la
frase: "Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel". Sin
embargo, a partir del capitulo 25 de los 31 que consta el libro, se especifica:
"También estos son proverbios de Salomón, el rey, transcritos por los
hombres de Ezequías, rey de Judá". (Proverbios 25, 1). Ezequías reinó dos
siglos más tarde que Salomón. Sin
embargo, el libro de los Proverbios, no adquirió su forma actual hasta el año
250 a.de C., unos 700 años después de la muerte del gran rey. Como en el caso
de los salmos con David, o del propio Cantar de los Cantares con Salomón, muchos
proverbios no son realmente de Salomón.
* Eclesiastés o Cohélet
El libro del Eclesiastés, o Cohélet, es
el más desconcertante de toda la Biblia. El libro se autoatribuye a un hijo de
David que fue rey en Jerusalén, parao, al no aparecer explícitamente el nombre
de Salomón, su autoría es desconoida. Empieza diciendo: "Razonamientos del
Cohélet, hijo de David, rey de Jerusalén". La palabra hebrea "cohélet"
no tiene traducción cierta, pero parece que la más adecuada a este caso sería
"predicador". ¿Quién era el Cohélet? Pudiera parecer que el Cohélet
era otro hijo de David, distinto de Salomón. Pero además de no haber constancia
de ningún hijo de David con ese nombre, más adelante dice: "Yo, el Cohélet,
he sido rey de Israel en Jerusalén" (Eclesiastés 1,12). Esto nos acota el
terreno a Salomón o a Absalón, otro hijo de David que, en vida de éste, usurpó
el trono a su padre y fue rey sedicioso
durante un corto tiempo. Pero es dudoso que fuera él quien escribió este libro
pues, aparte de no parecer muy reflexivo, no vivió para poder recordar sus
tiempos de rey, pues fue muerto en batalla por Joab, general en jefe del
ejército de David, en contra de las ordenes expresas de éste. Además no llegó a
pisar Jerusalén siendo rey. Sin embargo es seguro que este predicador no era
Salomón, ya que el libro parece estar escrito en el siglo III a. de C.
Este libro, leído fragmentariamente,
puede parecer un tanto cínico, pesimista y negativo. La frase; "vanidad de
vanidades, todo es vanidad" está acuñada, por primera vez en la historia
en este libro. Inmediatamente después de su presentación el Cohélet nos dice:
"Vanidad de vanidades, dijo el Cohélet; vanidad de vanidades, todo es
vanidad. ¿Qué provecho saca el hombre de todo cuanto se afana bajo el
sol?" (Eclesiastés 1,2-3).
En una lectura más detenida, se
aprecia un afán de disfrutar de las cosas pequeñas que nos puede brindar esta
vida, donde nada parece merecer la pena para el autor. Podría ser el
equivalente judío del “carpe diem” latino. Porque es un carpe diem que, si bien
le parece fútil el tema del más allá, sí está abierto a Dios como fuente del
disfrute de las pequeñas cosas de la vida: “La
única felicidad del hombre consiste en comer, beber y disfrutar del fruto de su
trabajo, pues he comprendido que también esto es don de Dios. Porque, ¿quién
come o goza sin que Dios se lo permita? Él da sabiduría, ciencia y alegría a
quien le agrada; y al pecador le impone la carga de recoger y acumular para
dejárselo luego a quien agrada a Dios”. (Eclesiastés, 2, 24-26). No es mala
sabiduría humana. Sin embargo, el libro cita profusamente a Dios y se puede
intuir que en Él está el último sentido de todo.
* Sabiduría
El libro de la Sabiduría está escrito en
fecha tan tardía como el año 50 a. de C., directamente en griego, por un judío
de Alejandría. Desde luego, no forma parte del canon judío. Es una descripción
de la felicidad que reporta al hombre la posesión de la sabiduría que,
naturalmente, es un don de Dios. Este libro es de los pocos del Antiguo
Testamento donde de forma explícita se habla de la vida ultraterrena. Los otros
son los Salmos y el segundo libro de los Macabeos. Dado que el Salterio fue
completado en el año III a. de C., y tanto la Sabiduría como los Macabeos
fueron escritos en el siglo I a. de C. parece que la redacción tardía es una
condición "sine-qua-non" para que aparezcan referencias a la vida
eterna. De hecho, entre los judíos había dos corrientes de pensamiento
importantes, los saduceos, más ortodoxos, más apegados a la tradición de la
Torá, que negaban la vida de ultratumba, y los fariseos, de una fe elaborada
más tarde, que creían en ella. Es posible que entre los judíos, esta creencia
fuese una elaboración tardía, aparecida hacia fines el siglo III a. de C. Sería
el propio Cristo el que, aún criticando duramente a los fariseos por otros
motivos, llevara a plenitud esta creencia, ya ampliamente aceptada en su época.
Conocemos el nombre de, al menos, tres fariseos convertidos a la nueva
doctrina, José de Arimatea, Nicodemo y San Pablo. No sabemos, sin embargo el
nombre de ningún saduceo convertido. Esto no quiere decir, desde luego que no
los hubiera, sino que, debido a su ortodoxia, su conversión a la nueva fe debía
resultarles más difícil. En el diálogo en clave que Cristo tiene con el
Sanedrín en la cruz, también se cruzan referencias a este libro. Cuando éstos
le dicen: “Si eres hijo de Dios, baja de
la cruz” (Mateo, 27, 40), le están citando el libro de la sabiduría: “Proclama dichosa la suerte de los justos y
se precia de tener a Dios por padre. Veamos si es verdad lo que dice,
comprobemos cómo le va al final. Porque si el justo es hijo de Dios, él lo
asistirá y lo liberará de las manos de sus adversarios. Probémoslo con ultrajes
y tortura: así veremos hasta dónde llega su paciencia y comprobaremos su
resistencia. Condenémoslo a muerte ignominiosa pues, según dice, Dios lo
librará” (Sabiduría 2, 16-20). A esto, Jesús responde, como vimos al hablar
de los salmos con el salmo 22 que empieza con: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” y acaba en un
canto de vistoria. Sabemos cómo acabó la historia.
* Eclesiástico o Sirácida
El libro del Eclesiastico, también
llamado Sirácida, es otro elogio de la Sabiduría que proviene de Dios. También
hay en él consejos prácticos sobre como aplicarla en la vida corriente. En este
libro el autor se identifica sin equívocos y sin querer suplantar a ningún
personaje celebre de la antigüedad: "Doctrina sabia y sensata consignó en
este libro Jesús, Ben de Sirá (de ahí su nombre de sirácida), de Jerusalén,
quien derramó como lluvia la sabiduría de su corazón". (Eclesiástico
50,29). El libro original hebreo se perdió y, durante siglos sólo se conoció
una traducción al griego, hecha por el nieto del autor que emigró a Egipto. En
un prólogo, el traductor expone sus motivos para traducirlo, y da referencias
históricas que sitúan la traducción hacia el año 150 a.de C. Su abuelo debió
escribirlo, por tanto, hacia el 200 a. de C.. Sin embargo, debió tener poca
difusión en su época, y cuando se convirtió en un "best seller", una
vez traducido al griego, ni la fecha, ni el idioma, hacían al admisible que
fuese incluído en el canon judío, ni siquiera en el judeo-griego, aunque sí en
el cristiano. En el año 1900, se descubrieron copias medievales del original
hebreo en la “geniza” (almacen de manuscritos inservibles) de las excavaciones
de la antigua sinagoga de El Cairo.
· Nuevo Testamento.
* Evangelios
Decir que los cuatro Evangelios narran
parte de la vida y hechos de Jesús, raya en la mayor de las obviedades.
Los
tres primeros, los de san Mateo, san Marcos, y san Lucas, son los llamados
sinópticos. Cada uno con sus peculiaridades y objetivos particulares, tienen en
común que son, en cierta medida, más bien narraciones de hechos que
interpretaciones teológicas de su significado. El Evangelio de san Juan, por el
contrario, sin desmerecer en el relato de los hechos, busca más el caracter de
símbolos que tienen estos hechos, e intenta explicar la realidad teológica que
simbolizan.
Mucho se ha escrito sobre las fechas y
formas en que llegaron a plasmarse los Evangelios en su estado actual. La
versión más generalmente aceptada es que los tres Evangelios sinópticos fueron
redactados a finales de la primera mitad del siglo I basándose en la tradición
oral y en un primer texto escrito, llamado documento Q, del alemán
"quelle", “fuente”, posteriormente perdido, del que bebieron los
autores. Según este punto de vista, el Evangelio más antiguo sería el de San
Marcos, que algunos identifican con el documento Q, escrito hacia el año 40-45.
Parece que Marcos escribió este Evangelio siguiendo las orientaciones dadas por
san Pedro, del que era ayudante directo. Los otros dos Evangelios sinópticos
habrían tomado como base este Evangelio y le habrían añadido episodios basados
en otras fuentes, tal vez el documento Q, o la vivencia personal como apóstol
de Jesús en el caso de san Mateo. Este evangelista habría escrito su Evangelio
hacia el año 45-50, mientras que san Lucas lo habría hecho hacia el año 50-55.
La estimación de estas fechas se basa,
entre otros indicios, en determinados hallazgos e investigaciones realizadas
sobre los manuscritos encontrados en las cuevas de Qumrán, junto al mar Muerto.
Entre la cantidad de material encontrado en dichas cuevas, hay un fragmento, el
llamado P7Q5 (Papiro
de la cueva 7 de Qumrán, fragmento 5), de sólo unos pocos centímetros cuadrados que, según
opinión hoy aceptada por la mayoría de los investigadores, es del Evangelio de
san Marcos, en concreto,
Marcos 6, 52-53 que dice: “llegaron a tierra en Genesaret”. Ahora
bien, los manuscritos de la cueva 7 de Qumrán, estaban en ánforas selladas que
habían llegado de Roma en el año 50. En Qumrán vivían los esenios, una secta
judía que buscaba indicios de la venida del Mesías en textos de la época que
recolectaban de todo el mundo. Esto querría decir que en el año 50 ya
circulaban en Roma copias del Evangelio de san Marcos con el suficiente “tirón”
como para que los esenios pidiesen que se les enviase.
La tradición atribuye el cuarto
evangelio al apostol san Juan, aunque incluso la critica católica tiene serias
dudas de que realmente fuese él el autor. Parece más bien que algún discípulo
suyo lo escribió apoyándose en la autoridad de su nombre. Según esa tradición,
san Juan escribió su Evangelio en Éfeso, al final de su vida, probablemente
hacia el año 90, cuando el emperador Nerva le liberó del exilio en la isla de
Patmos al que le condenó el emperador Domiciano. De ser cierta esta datación,
sería el último libro escrito del Nuevo Testamento. Su autor lo habría escrito
después de haber meditado en su corazón durante muchos años lo que sus ojos
vieron y sus oídos oyeron, conocidos los tres Evangelios anteriores y después
de haber tenido contacto con la filisofía helenística y, más concretamente con
la idea del "Logos", "Verbo" o "Palabra", y haber
realizado una cierta síntesis entre ambas experiencias. El concepto de
"Logos" fue acuñado por Heráclito, filósofo griego del siglo VI a. de
C. Conocemos su pensamiento por un centenar de fragmentos de su obra que han
llegado hasta nosotros. El Logos es mencionado en siete de esos fragmentos. A través
de ellos sabemos que Heráclito concebía el Logos como un principio de acuerdo
con el que habían sido creadas todas las cosas, a las que da una unidad
intrínseca. Los hombres estaban en contacto con el Logos, pero sólo los sabios
llegaban a comprenderlo. Compárese esta idea con el principio del evangelio de
san Juan:
"Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba al principio en Dios.
Todas las cosas fueron hechas por
Él,
y sin Él no se hizo nada de
cuanto ha sido hecho.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los
hombres.
La luz nace en las tinieblas,
pero las tinieblas no la
acogieron
[…]
A cuantos la recibieron
[…]
les dio poder para ser hijos de
Dios".
(Juan 1, 1-14)
Pero, ¿quienes eran los evangelistas?
San Mateo y san Juan eran dos de los doce Apóstoles de Jesús. Menos clara está
la personalidad de san Marcos y san Lucas. Parece que el primero fué un
colaborador de de san Pedro, que aparece citado por éste en su primera epístola
(1 Pedro 5, 13). También trabajó junto a san Pablo, como veremos un poco más
adelante. La tradición cristiana afirma que san Marcos es el joven que al ser
prendido Jesús en el huerto de los Olivos, salió huyendo cuando intentaron
apresarle: "Un cierto joven le seguía (a Jesús) envuelto en una sábana
sobre el cuerpo desnudo, y trataron de apoderarse de él; mas él, dejando la
sábana, huyó desnudo". (Marcos 14, 51-52). El mismo san Marcos nos lo
cuenta –es el único evangelista que narra este hecho– aunque sin citar su
nombre.
San Lucas era un compañero de san Pablo
en sus viajes apostólicos, médico y amigo fiel en las dificultades, como dice
el propio san Pablo en tres de sus epístolas: "Os saluda Lucas, el médico amado, y Demas". (Colosenses
4, 14), o: "Te saluda Epafras,
compañero de mi cautiverio en Cristo Jesús; Marcos, Aristarco, Demas y Lucas,
mis colaboradores”. (Filemón 23-24), o: "Date
prisa en venir a mí, porque Demas me ha abandonado por amor a este siglo y se
ha marchado a Tesalónica; Crescente a Galacia y Tito a Dalmacia. Solo Lucas
está conmigo. A Marcos tómale y tráele contigo, que me es muy útil en el
ministerio". (2 Timoteo 4, 10-11). Patética petición de auxilio si se
tiene en cuenta que esta epístola esta escrita por san Pablo muy poco antes de
su ejecución.
* Hechos de los apóstoles
Al Evangelio de San Lucas siguen, como
una segunda parte, escrita algo más
tarde que la primera, los Hechos de los Apóstoles. Este libro, como su nombre
indica, narra los avatares de los Apóstoles a partir de la Ascensión de Jesús
al cielo.
Los hitos más importantes del libro son
la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, hecho que se toma como punto de
partida de la Iglesia, la conversión de san Pablo, su predicación posterior por
todo el mundo griego, su prisión y juicio, y su viaje a Roma como prisionero.
El libro acaba a los dos años de encontrarse san Pablo en Roma, en régimen que
podríamos llamar de arresto domiciliario, mientras esperaba juicio. Nada nos
dice de sus últimos días de cautividad ni de su final. Como es sabido, san
Pablo fue decapitado, pues, como ciudadano romano que era, por haber nacido en
Tarso, no podía ser ejecutado con los suplicios vejatorios con que lo fueron
Jesucristo y el resto de los Apóstoles, a excepción de san Juan.
Es en los Hechos de los Apostoles donde
se cuentan las primeras discusiones en el seno de la Iglesia sobre la forma y
manera en que los no judíos podían ser admitidos a la misma. San Pablo, abogado
de los gentiles, con el apoyo de san Pedro, consiguió, hacer prevalecer el
criterio de que no era necesario circuncidarse antes de hacerse cristiano.
* Epístolas de san Pablo
Por otra parte, de las numerosas cartas
que sin duda san Pablo escribió a las primeras comunidades cristianas, y a
muchos cristianos a título particular, catorce han llegado hasta nosotros y
forman parte del Nuevo Testamento. En ellas, el Apóstol va desarrollando la
doctrina que recibió en forma de iluminación personal el día de su conversión.
También exhorta a los destinatarios de sus cartas a un comportamiento ético
acorde con sus creencias, por lo que sus epístolas no son solo un compedio
doctrinal, sino también un código de conducta moral. Por último, también pueden
encontrarse en algunas epístolas instrucciones minuciosas sobre como manejar los asuntos de las comunidades a las
que se dirige.
Las
epístolas de san Pablo no aparecen en el Nuevo Testamento por orden
cronológico. El orden cronológico es el que se establece a continuación:
Epístola
Año
_______ ___
1
Tesalonicenses.......... 50
2
Tesalonicenses.......... 50
1
Corintios................... 56
Romanos......................
57
2
Corintios.................... 57
Gálatas..........................
58 ¿47?
Efesios......................... 62
Filipenses....................
62
Colosenses.................. 62
Filemón........................
62
Hebreos ¿*?................ 64
1
Timoteo................. 64-67
Tito...........................
64-67
2
Timoteo..................... 68
* Los escrituristas no consideran hoy esta
epístola como
escrita por san Pablo. En
el caso de que éste no haya sido
su autor, se ignora quién
pueda haber sido.
La datación de estos escritos es mucho más fiable
que la de los Evangelios. Por eso es importante también para la datación de los
Evangelios. Concretamente, en la segunda carta a los cirintios, se podría
interpretar que san Pablo habla de san Lucas y su Evangelio cuando dice: “Con él enviamos al hermano, cuyo renombre a causa
del Evangelio se ha extendido por todas las iglesias” (2
Corintios 8, 18). Si esto fuese así, querría decir que el Evangelio de Lucas ya
estaba ampliamente difundido entre los cristianos en el año 57 en que se
escribió la 2ª Carta a los corintios.
* Epístolas de otros apóstoles
Otros apóstoles también escribieron
cartas pastorales a los cristianos con los que se sentían más ligados, o a la
totalidad de las ccomunidades entonces existentes. Algunas de estas epítolas,
una de Santiago, dos de san Pedro, tres de san Juan y una de san Judas Tadeo
(no confundirlo con Judas Iscariote), forman parte del Nuevo Testamento.
*
Apocalipsis
El último libro, aunque no
cronológicamente, del Nuevo Testamento y de la Biblia, es el del Apocalipsis.
Fue escrito por san Juan en la isla de Patmos, donde estaba desterrado por el
Emperador Domiciano. La tradición afirma que san Juan fue metido en aceite
hirviendo en Roma durante la persecución de este emperador en el año 81. Sin
embargo, el apóstol no murió. Asustado por tan insólito hecho, Domiciano lo
desterró a la isla de Patmos. Apocalipsis quiere decir en griego, revelación,
desvelación de un misterio. Después de los libros del género, su significado a
pasado a ser destrucción.
El Apocalipsis de san Juan no es el
único escrito de este género de la Biblia. Los libros de Ezequiel y de Daniel,
contienen también pasajes apocalípticos. De hecho, el de san Juan bebe en las
fuentes de los otros dos. Es este un libro oscuro, dificil de entender y
cargado de simbolismos. Esto ha despertado la imaginación, a menudo morbosa, de
muchos para darle interpretaciones desbocadas, interesadas y, muchas veces,
demenciales. La realidad es mucho más simple. Es un libro escrito para alentar
la esperanza y fortalecer el coraje de los cristianos en tiempos especialmente
difíciles. Fue escrito hacia el año 82, en el destierro de Patmos. La
persecución de Domiciano contra los cristianos, de la que he hablado antes, fue
especialmente sanguinaria. Muchos verían vacilar su fe ante la dureza de la
prueba. Entonces san Juan, lleno ya de días y de sabiduría de Dios, habiendo
sobrevivido al martirio en esa persecución, escribió este libro para
alentarles. A los cristianos de aquella época y a los de cualquier época
posterior. A pesar de todas las persecuciones, viene a ser el compendio del
libro, de todas las dificultades, de todas las derrotas, de la dureza de la
misión, el cristianismo, la religión del Amor, vencerá. Y lo hará gracias a la
ayuda de Cristo, del Cordero, del Sievo Sufriente, que nunca abandonará la
lucha en la que, no obstante, los hombres debemos ser los protagonistas. La
Bestia, el Anticristo, la Peste, el Hambre, la Guerra, la Muerte, son plagas
atemporales, que han existido y probablemente existirán durante toda la
historia del hombre, hasta que llegue la Nueva Jerusalén, ataviada como una
novia para desposarse con el Cordero. El mal será entonces definitivamente
vencido y desterrado. Pero para los que perseveren en la lucha, para los que
acerquen un poco más la Nueva Jerusalén a este mundo herido, les está reservado
un premio inefable, que compensa con creces todo padecimiento. Y, al final, la
Nueva Jerusalén será una realidad, y Dios, Cristo, enjugará toda lágrima y vencera
al último enemigo, la Muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario