Ya sabéis por el nombre de mi blog que soy como una urraca que recoge todo lo que brilla para llevarlo a su nido. Desde hace años, tal vez desde más o menos 1998, he ido recopilando toda idea que me parecía brillante, viniese de donde viniese. Lo he hecho con el espíritu con que Odiseo lo hacía para no olvidarse de Ítaca y Penélope, o de Penélope tejiendo y destejiendo su manto para no olvidar a Odiseo. Cuando las brumas de la flor del loto de lo cotidiano enturbian mi recuerdo de lo que merece la pena en la vida, de cuál es la forma adecuada de vivirla, doy un paseo aleatorio por estas ideas, me rescato del olvido y recupero la consciencia. Son para mí como un elixir contra la anestesia paralizante del olvido y evitan que Circe me convierta en cerdo. Espero que también tengan este efecto benéfico para vosotros. Por eso empiezo a publicar una a la semana a partir del 13 de Enero del 2010.
Un texto de Simone Weil dice: “Cuando uno es decepcionado por un placer que esperaba y que llega, la causa de la decepción es que esperaba algo futuro. Sería preciso que el futuro fuera presente sin dejar de ser futuro. Absurdo del que sólo la eternidad puede curarnos”. La esperanza teologal consigue esta paradoja de juntar la posesión real del Espíritu, prenda de la tierra prometida, y la tensión perpetua que nos impulsa hacia delante en la espera del retorno glorioso de Cristo. El cristianismo consta esencialmente de esta antinomia vital: la coexistencia de la posesión de la eternidad comenzada y la incoercible llamada a manifestación de “lo que somos”1. La esperanza puramente humana, a no ser que se una a la esperanza teologal, no puede unir estos dos polos.
Charles Moeller; Literatura del siglo XX y cristianismo. Tomo III, la esperanza humana, conclusiones.
[1] Esta manifestación de “lo que somos”, hace referencia al pasaje de la epístola de san pablo a los Romanos en el que dice: “Ese mismo Espíritu se une al nuestro para dar testimonio de que somos hijos de Dios” (Romanos 8, 16) y un poco más adelante: “Porque la creación entera espera anhelante que se manifieste lo que serán los hijos de Dios” (Romanos 8, 19)
9 de enero de 2013
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Interesante este tema.
ResponderEliminarQuizá lo más novedoso del cristianismo es que Cristo es el centro de la historia (de la salvación) por lo que la esperanza en la Parusía no es ya lo importante, no es el punto central, porque este se anticipa en la cruz y se sublima en la Resurrección.
Cierto es que los primitivos cristianos la esperaban con ansia, pero ese ansia no era ya buscando la esperanza, dijéramos, la luz. De hecho, su fe no se menoscabó cuando sintieron su retraso porque el advenimiento de la Parusía será cuando sea, pero siempre devendrá de la luz, que, cronologicamente ya se nos ha manifestado.
Abrazos
Juan
No esta mal el comentario, es un tema del cual habria mucho que hablar.
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