El
Papa Francisco ha convocado los días 19-21 de Noviembre un evento on line con
el título de “La economía de Francisco”. Se trata, según dice el Papa en la
convocatoria de “un evento que me
permita encontrar a quienes hoy se están formando y están empezando a estudiar
y practicar una economía diferente que haga vivir a la gente y no mate, que
incluya y no excluya, que humanice y no deshumanice, que cuide la creación y no
la deprede” (carta de convocatoria del encuentro “Economía de Francisco”,
publicada el 1 de Mayo de 2019. Ver link).
Ya sólo estas líneas hacen que la indignación se apodere de mí, porque en esa frase se resumen todos los falsos lugares comunes que este Papa usa en todos sus documentos cada vez que habla, sin nombrarlo, del capitalismo. No me cabe la menor duda de que estas frases son oídas con gusto y cosechan el aplauso de todos los Maduros, Iglesias, Castros, Kirchners o Morales que en el mundo son y han sido. Pero lo peor no es esa fraseología vacua y falsa. Lo peor, que dejaré para el final, es lo de “que me permita encontrar a quienes hoy se están formando y están empezando a estudiar y practicar una economía diferente”. Es decir, se entiende que los jóvenes. Dejaré esto para el final y empezaré por analizar sentencia por sentencia, los juicios de Francisco sobre el sistema actual, es decir, la economía de libre mercado y el capitalismo.
Pero antes de empezar con ello haré un disclaimer que siempre hago cuando hablo del Papa Francisco cunado comento lo que dice sobre economía. Disclaimer que ya hasta me cansa hacer, pero que no dejaré nunca de hacer. Soy un católico practicante que procura vivir su cristianismo con toda la honestidad y profundidad de que es capaz, que ama a la Iglesia, a pesar de las deformaciones que los seres humanos que la forman –yo el primero– perpetramos contra ella. Por supuesto, reconozco que el Romano Pontífice, sea el que sea, es el vicario de Cristo en la tierra y que cuando habla de dogma y de moral, es decir, cuando ejerce el magisterio que le fue encomendado a Pedro, aunque no lo haga ex-cátedra, merece el máximo respeto. Y digo sea quien sea el Papa y cuando habla de dogma y moral. Ha habido en la Iglesia muchos papas con una conducta personal que podría llamarse infame sin temor a exagerar. Pero, a diferencia de lo que hicieron Lutero o Mahoma, jamás estos papas –ni siquiera el peor de ellos, “privilegio” que sería difícil de asignar”– pretendió decir que el dogma y la moral cristianas justificasen su infame proceder. Ni uno. Pero, al mismo tiempo, sus opiniones, manifestaciones y actitudes en casi todo lo demás merecían ser rechazadas. Pongo, sin lugar a dudas, al Papa Francisco entre los muy buenos Papas que han estado al frente de la Iglesia católica. Pero no apruebo lo que dice cuando habla de economía. Lo que no hace que no le quiera con toda mi alma como a un buen vicario de Cristo en la tierra.
Hecho el disclaimer que, como digo, cada vez me cansa más, paso al tema de “La economía de Francisco”, Vayamos sentencia por sentencia:
“Un sistema económico mundial que haga vivir a la gente y no mate”. Basta con mirar la evolución en los últimos doscientos años –los que puede tener este sistema de capitalismo industrial– de los datos históricos que tengan relación con la vida y la muerte: Esperanza de vida, mortandad infantil, prevalencia de enfermedades, etc., etc., etc. Su mejora en estos últimos 200 años es asombrosa. El espectacular avance de la medicina, de la farmacología y de la cirugía en estos doscientos años no parece dar pie a la afirmación de que este sistema mate. Pero no es sólo la muerte por enfermedades la que ha retrocedido. La pobreza –que a la postre es un terrible agente de muerte– ha retrocedido también de forma espectacular. De los 7.000 millones de habitantes del mundo, no creo que haya ni uno sólo que viva peor de lo que vivía cualquier antepasado suyo que se desenvolviese en el mismo hábitat hace 200 años. La pobreza extrema se ha situado, por primera vez en la historia de la humanidad por debajo del 10% de la población. Y lo que hoy es considerado pobreza extrema serían, probablemente, condiciones impensables para los antepasados de seis generaciones antes de los que ahora la sufren. Y lo mismo podría decirse de la salubridad y de otras variables relacionadas directa o indirectamente con la vida y la muerte. Y este sistema económico, que, según el Papa Francisco mata, ha hecho posible que la aportación a las entidades sin ánimos de lucro –fundaciones, ONG’s, etc.– a la beneficencia en los más variados aspectos, alcance niveles inauditos.
Es cierto que hay mucho, muchísimo camino por recorrer en muchos sentidos. El 10% de pobreza extrema es demasiada pobreza, está claro. Todavía hay un gap entre la mortandad infantil en Europa o en el África subsahariana. Cuando la pobreza extrema desaparezca, no será suficiente, habrá que erradicar la pobreza menos extrema. No sé dónde pueda ponerse el límite que separe la pobreza objetiva de la riqueza, pero no se podrá estar satisfecho hasta que se pueda decir que no hay pobres en el mundo. Sin embargo no me cabe duda de que sólo este sistema podrá hacer que ese día llegue. Y si se retrasa demasiado –ese retraso siempre es demasiado– es porque los países pobres están dominados por tiranos que impiden, precisamente, que el sistema que, según Francisco, mata, lleve a cabo su labor de creación de riqueza, de disminución de la pobreza, de aumento del sistema sanitario y de otras muchas cosas benéficas que trae este sistema y que seguirá trayendo. Lo que no admitiré jamás es lo de la pobreza relativa. Es decir, que se defina como pobre a todo aquél cuya renta sea inferior a un determinado porcentaje de la renta promedio. Porque esa definición de la pobreza hace imposible, por definición, su erradicación. Para el capitalismo y para cualquier otro sistema. Tal vez, cuando el Papa dice que el sistema mata, se esté refiriendo a la terrorífica matanza de seres humanos que es el aborto. Si es así, sencillamente, no me parece serio. Pensar que el aborto existe por culpa del capitalismo es una afirmación sin el más mínimo fundamento. El aborto existe por una deriva moral de origen filosófico de la que hablaré más adelante.
Si lo de que el sistema mata se refiere a las guerras, es cierto que las dos guerras más sangrientas de la historia la Primera y la Segunda Guerras Mundiales –y otras guerras como la ruso-japonesa o la franco-prusiana han tenido lugar dentro de los últimos 200 años en los que se ha desarrollado el capitalismo. Pero, ¿ha sido el capitalismo su causa? ¡Por supuesto que no! Ha sido el afán de poder que anida en la naturaleza humana y la Segunda, la más terrible, por ideologías espantosas como el nazismo y el comunismo que, si son algo, son anticapitalistas. Esos sí son sistemas de muerte en vez de vida. Es un hecho empírico que no necesita demostración que en la naturaleza humana conviven, junto con las más magníficas tendencias hacia el bien y la belleza, las más terribles pulsiones de la codicia, el afán de poder, la envidia y todos los llamados pecados capitales. Los que nos declaramos cristianos sabemos que esa parte oscura de la naturaleza humana se ha producido por el pecado original. Pero sea cual sea la causa de que ese lado oscuro anide en el corazón humano, esa causa, desde luego, no es el capitalismo. Ciertamente, la tecnología, desarrollada por el capitalismo, ha hecho posible que existan instrumentos de destrucción que no eran ni remotamente pensables hace 200 años. Pero esa es sólo la cara oscura de la moneda que, por el lado luminoso ha permitido, como se ha dicho, el retroceso de la pobreza, la mejora universal de la salud, la inmensa difusión de la cultura, etc. Sí es materia del magisterio petrino, en el que debería centrarse el Papa, exhortar al uso positivo de esas tecnologías, proclamando el amor de Dios, la bondad de su plan salvador y las maravillosas enseñanzas de caridad del Evangelio y vida de Jesucristo, para hacer que el corazón del hombre se incline por la cara luminosa de una moneda que, desgraciadamente, no puede existir sin su parte oscura. El trigo y la cizaña crecen juntos en el corazón del hombre y es a iluminar ese corazón hacia donde deberían orientarse las enseñanzas papales. En alguno de sus documentos, este Papa, acusa al sistema de fomentar las guerras porque dice que son un buen negocio para él, es más, que le resultan necesarias para perpetuarse. Nada más falso. Lo que sería un buen negocio para el sistema capitalista sería que todos los habitantes de los países en vías de desarrollo pudiesen tener un coche, una lavadora, un ordenador personal un libro o un viaje en avión a Europa a un buen hotel en vez de en patera y campo de refugiados. Y la guerra es contraproducente para esto. Qué más quisiera el “mortífero” sistema capitalista que que en Somalia –por citar un país asolado por la guerra– existiesen una seguridad jurídica y un sistema de libertades que permitiesen empezar a funcionar el capitalismo, en vez de estar dominado por los señores de la guerra, en un continuo estado de conflagración civil que hace imposible todo desarrollo. Es cierto que existen compañías que fabrican armas. Pero, suponen un mínimo porcentaje de la economía capitalista y, además, salvo contadísimas excepciones, las venden a estados soberanos para su defensa. Realmente, me encantaría un mundo en el que los estados no necesitasen armas para defender su seguridad. Y creo que forma parte del magisterio petrino el cambiar el corazón humano para que llegue a ser así. Pero, por desgracia, hoy en día ese mundo no existe y me parece de una enorme falta de sentido común decir que la culpa de que un mundo así no exista es del capitalismo. Son algunos de estos estados soberanos –y no precisamente aquellos en los que existe un capitalismo desarrollado– los que derivan esas armas a guerrillas, movimientos revolucionarios, terrorismo y otros usos mortíferos de esas guerras sucias no declaradas. Hasta aquí con el sistema que mata.
“Un sistema económico mundial que incluya y no excluya”. Me pregunto si habrá habido alguna vez en la historia de la humanidad una sociedad en la que la gente pueda vivir hasta la ancianidad manteniendo una pensión que, aunque siempre sería mejor que fuese mayor, sirva para la subsistencia de las personas hasta que mueren. O en el que la gente que tiene la terrible desgracia de estar en paro, tenga un subsidio que le permita seguir teniendo unos ingresos que le permitan vivir aunque sea con un menor nivel del que vivía cuando tenía trabajo. O si habrá existido una sociedad en la que la sanidad llegue a un porcentaje mayor del que llega en esta sociedad. O en el que la educación haya estado al alcance de un porcentaje mayor del de las personas que hoy acceden a la misma. Nunca las minorías de cualquier tipo han sido tan respetadas como en la sociedad que vive de este sistema económico. Nunca, jamás, en toda la historia de la humanidad, ha existido una sociedad más inclusiva que esta. Seguro que hay gente marginada y excluida. Pero, en la mayoría de los casos no es por culpa del sistema económico y, en cualquier caso, el número de marginados es inmensamente menor del que nunca haya podido soñarse. Cierto que hay gente que abandona a sus mayores y se olvida de ellos. Pero, ¿ha habido algún momento en la historia en la que esto no ocurriese? Me parece que no. Y, ¿ha habido algún momento en la historia en la que cuando esto ocurría los mayores abandonados tuviesen una mayor protección que la que tiene ahora? Creo que tampoco. Entonces, en esta sociedad, fundada económicamente en el capitalismo, ¿hay más exclusión de la que ha habido siempre a lo largo de la historia? No, hay notablemente menos.
“Un sistema económico mundial que humanice y no deshumanice”. ¿Deshumaniza el capitalismo? Jamás en la historia de la humanidad más seres humanos han tenido más acceso a la cultura, a la libre creatividad, al desarrollo personal, al arte en todas sus manifestaciones. ¿Es esto deshumanización? Ciertamente desde un momento histórico de difícil ubicación en el tiempo, la filosofía se ha ido empantanando en callejones sin salida, contradictorios, erráticos y falsos que han desembocado en una desorientación, una falta de sentido de la vida, un desencanto y un relativismo moral terribles. Tal vez el magisterio petrino de este Papa debería orientarse a desentrañar y explicar esas raíces, intentando devolver al ser humano un norte, un sentido de la vida, una ilusión y unos principios éticos que hiciesen felices a los seres humanos. Así lo han hecho, de forma ejemplar, sus dos antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
“Un sistema económico mundial que cuide la creación y no la deprede”. Ciertamente, el aumento exponencial de la población y de sus medios de subsistencia, han hecho que se creen en el planeta Tierra tensiones en el uso de sus recursos. A esto destinó el Papa Francisco su encíclica “Laudato si”, en la que tampoco ahorró sus descalificaciones al “sistema económico”. ¿Tal vez la “culpa” de este sistema pueda ser, precisamente, que ha hecho posible ese aumento demográfico y ese mayor bienestar? Si esa es su “culpa”, bendita culpa. Creo que esa encíclica erró por omisión en lo más importante. Ante esta dificilísima situación sólo caben dos caminos.
El primero, aritméticamente negativo, frenar el crecimiento de la población y retroceder en su bienestar. El segundo, positivo, aumentar la cantidad de recursos del planeta Tierra. Se podría pensar que este segundo es imposible, pero sería un pensamiento erróneo. Más adelante volveré sobre esto, pero no antes de analizar el primero. No niego que pedir a los seres humanos del mundo desarrollado una mayor austeridad sea una buena cosa. En este punto el Papa, éste y otros, alertan del peligro del consumismo desaforado. Es una buena cosa que, además, sí que forma parte del magisterio petrino. Pero, este Papa –y otros, debo decirlo– acusan al capitalismo de fomentar ese peligro del consumismo desaforado. Sin embargo, esto también choca con la realidad. Por supuesto, no digo que no existan personas que hayan caído en ese consumismo desordenadamente desaforado. Pero son la excepción. La mayoría de la gente que yo conozco, lo que hace es administrar cuidadosamente sus ingresos –que tiene gracias al “espantoso” capitalismo– para poder llegar a fin de mes e incluso, muchos, ahorrar moderadamente. Aunque es muy difícil ahorrar con un estado voraz que aplasta a los ciudadanos con impuestos brutales. Así que el fantasma del consumismo desaforado está sólo en el imaginario de muchos moralistas de vía estrecha. Mucha gente, hipócritamente, se lleva las manos a la cabeza si va a Ikea a comprar y lo ve lleno a reventar. ¡Consumismo!, gritan rasgándose las vestiduras, atribuyendo a los que allí están, y al sistema al que pertenece Ikea, de consumismo voraz. Deberían preguntarse si los motivos de su presencia en ese horrible lugar son también el consumismo y si los demás que están allí no pueden tener las mismas motivaciones que él y si Ikea no le brinda un servicio maravilloso para satisfacer necesidades importantes. Dicho esto, como he señalado antes, un poco más de la virtud de la sana austeridad sería algo deseable que todo Papa debe fomentar sin, por supuesto, pretender frenar una sensata aspiración a un aumento de los medios de vida. ¿Alguien en su sano juicio puede imaginarse que hace cien años se hubiese dicho que no se podía tener calefacción central, agua corriente y caliente, coche u ordenador personal si se inventasen? Pero esta petición de austeridad se refiere a los países desarrollados. A los países en vías de desarrollo, como se les llama un poco eufemísticamente, no se les puede pedir austeridad. Sería casi una burla. Esos países están en camino hacia el desarrollo y, por tanto, entra dentro de la más elemental ética desear que su consumo se incremente. Y, por supuesto, el mandato bíblico de creced y multiplicaos, no parece que vaya en contra del crecimiento de la población. Así pues, parece que el primero de los mecanismos para mejorar la ecología, el aritméticamente negativo, frenar el crecimiento de la población y retroceder en su bienestar no es ni posible ni éticamente deseable.
Sin embargo, el segundo, el positivo, aumentar la cantidad de recursos del planeta Tierra es ambas cosas, posible y éticamente deseable, a través de la tecnología, que es un jugoso fruto del capitalismo. Sí, he escrito bien: aumentar la cantidad de recursos del planeta Tierra. La agricultura vertical, en edificios de muchas plantas con sistema de riego aeropónico, ya aplicado de forma limitada, multiplicará por un factor enorme la cantidad de suelo cultivable. O las plantas de desalinización, con energía barata, permitirán un aumento impresionante del agua potable. Pero, sobre todo, la tecnología puede permitir, y de hecho lo hace a) sustituir materias primas menos abundantes y más dañinas ecológicamente por otras más abundantes y menos lesivas para el medio ambiente. Por ejemplo, sustituir el petróleo por el sol, el viento o el hidrógeno. O el litio, tan necesario para baterías eléctricas, que hagan posible el coche eléctrico, por el sodio, prácticamente ilimitado en la sal común de los océanos. b) Aumentar dramáticamente la eficiencia de utilización de esos recursos. Por ejemplo, los cultivos hidropónicos o, más aún, aereopónicos, de los que he hablado antes, están ya haciendo que las necesidades de agua para el cultivo y el regadío, que supone el 80% del consumo mundial de agua, se reduzca de forma inimaginable, liberándola para el consumo humano en bebida e higiene. c) Explotar recursos actualmente inexplotados. Por ejemplo, el mar contiene en su seno una cantidad ingente de todos los elementos de la tabla periódica. Y, sin duda alguna, la tecnología permitirá extraerlos de forma rentable. d) reutilizar de forma eficiente la inmensa mayoría de las materias primas ya usadas en la fabricación de algún producto. La economía circular no es ya algo inalcanzable, sino que la tecnología ya está avanzando en ella. Y es, además buena para el capitalismo. Y quiero recordar que todos estos avances tecnológicos, y otros muchos que son hoy en día inimaginables, lo son gracias al capitalismo. Así que es terriblemente injusto acusar al capitalismo de depredar la creación. Más bien creo que hace posible la segunda parte del mandato bíblico de “creced y multiplicaos, dominad la tierra”. Muchas veces he escrito al referirme a este pasaje bíblico que un amigo mío, buen conocedor del hebreo, afirma que una traducción posible del término hebreo que habitualmente se traduce por dominadla o sometedla, podría ser pastoreadla. Sólo la tecnología permitirá pastorear la tierra para que sea capaz de sustentar a un número cada vez mayor de seres humanos que cada vez vivan mejor. Cuando escribí sobre la encíclica “Laudato si”, señalé la ausencia en la misma de una exhortación a los jóvenes cristianos a participar de lleno, con entusiasmo y excelente preparación, en el desarrollo tecnológico, cristianizando lo que en él pueda haber de malo. Ni una palabra se puede leer sobre esto en esa encíclica y, a fe, que eso sí sería puro magisterio petrino.
Hasta aquí la defensa del capitalismo de las descalificaciones a las que le somete Francisco en la convocatoria de este encuentro y, en general, en todos sus documentos pontificios. No paro, sin embargo de preguntarme cómo es posible que un sistema económico que ha hecho tanto por la humanidad sea denostado, calumniado y vilipendiado de esa manera por tantísima gente, el Papa Francisco incluido. Sólo encuentro una respuesta: El comunismo, que ha fracasado estrepitosamente, humana y económicamente, en su competencia con el capitalismo, ha triunfado en la guerra de la propaganda. Mucha gente que, de buena voluntad, rechaza el comunismo, tiene inculcados de forma casi indeleble en su cabeza las descalificaciones falsas y calumniosos de la propaganda de ese sistema, que sigue viva y muy activa. Y parece que Francisco quiere colaborar con esa propaganda.
Paso ahora a algo mucho más importante, a mi entender: La exhortación a los jóvenes a “estudiar y practicar una economía diferente”. Es decir, a pensar de un sistema económico mundial diferente a este sucio capitalismo que hace todas esas cosas que dice el Papa. Y lo primero que me pregunto es si realmente forma parte del magisterio petrino promover el desarrollo de un nuevo sistema económico mundial. Y, en mi opinión, semejante cosa escapa de lo que, incluso con manga ancha, podría considerarse ese magisterio. Creo que el Papa, al entrar en este terreno, entra en un campo que le es totalmente ajeno. Pero, aun admitiendo metodológicamente, que no realmente, que este proyecto formase parte de su magisterio, me temo que el mundo no necesita experimentos económicos. Todos, absolutamente todos los experimentos económicos y sociales que se han implantado en la historia de la humanidad han sido un fracaso estrepitoso y han creado hambre, miseria y terror. Empezando por el mercantilismo estatalista de las monarquías absolutas del siglo XVII, repartiendo monopolios empobrecedores para todos menos para los beneficiarios de los mismos y, por supuesto, los monarcas. Monopolios que, además, sí que fomentaban un nacionalismo que generaba guerras. Terminando con los experimentos económicos comunista y nacional socialista e incluyendo las supuestas terceras vías yugoeslavas y rumanas o las cubana y bolivariana. El actual experimento económico de la socialdemocracia está desembocando en unos endeudamientos estatales insoportables y la creación artificial de dinero a un ritmo jamás vista en la historia, tanto por el BCE como por la FED, que no auguran un desenlace feliz, aunque ese desenlace no se haya producido todavía. Démosle tiempo al tiempo.
Hay otros experimentos económicos, cargados de una extraordinaria buena voluntad que no han producido hambre miseria y muerte, sencillamente porque, por fortuna, ni siquiera se ha intentado llevarlos a la práctica. Hablo, por ejemplo, del bucólico distributismo ideado por mi admirado Chesterton. Admirado en todos los demás campos menos el económico. ¡Qué peligroso es hablar de lo que no se sabe! La realidad histórica es que ni una sola de las llamadas terceras vías ha tenido éxito. Sólo subsiste viablemente el capitalismo y, además, si no se le paraliza y si se le deja desarrollarse, seguirá creando riqueza y sacando de la miseria a una parte cada vez mayor de la población mundial. Y, ¿qué es lo que otorga este éxito único al capitalismo? Sencillamente, que no es ningún experimento económico. Es la evolución simbiótica de la economía con la naturaleza humana. El hecho de que los hombres sean por naturaleza seres libres, racionales, iguales en dignidad y derechos, con afán de superación, en búsqueda siempre de algo mejor, imaginativos, creativos, etc., ha hecho que desde tiempos prehistóricos aparezca un sistema de libre intercambio que, evolucionando con otras instituciones –políticas, sociales o técnicas– afines a la naturaleza humana, ha acabado, con la industrialización, en el capitalismo. No ha sido una evolución exenta de obstáculos y dificultades. Siempre, a lo largo de toda la historia, aquellos que tenían el poder absoluto y querían mantenerlo, siendo así capaces de distribuir prebendas a diestro y siniestro, se han opuesto a ese proceso evolutivo, perjudicando a la inmensa mayoría de sus súbditos. Pero éste, el libre mercado, a través de los siglos, las dificultades y las trabas impuestas se ha ido abriendo camino. Y, de la misma manera que ha venido evolucionando hasta ahora, lo seguirá haciendo en el futuro, aprovechando las oportunidades y sorteando, no sin zigzagues y retrocesos, los obstáculos que los experimentos económicos le puedan poner en su camino antes de que se derrumben.
No se puede, sin embargo, negar –ya lo he mencionado más arriba–, que la naturaleza humana, que tiene unos rasgos benéficos, como se han enumerado más arriba, es también una naturaleza en la que anidan también vicios como el afán de poder, la codicia, la envidia, etc., etc., etc. Los cristianos creemos que estos son los efectos del pecado original, pero se tenga o no fe, esta dualidad de la naturaleza humana es innegable y empíricamente comprobable. Y, como es lógico, estos vicios también dejan su huella en el capitalismo. Exactamente igual a como lo hacen en toda institución en la que intervengan los hombres. No hay ni una institución, ni la más noble, que se libre de esta terrible huella. Por poner dos ejemplos, hasta la Iglesia católica o la familia se ven marcadas por esas lacras humanas. Y no creo que por ello los cristianos, y mucho menos el Papa, podamos decir que estas dos instituciones son malas en su esencia y naturaleza. Y es la mejora de esos vicios de la naturaleza humana lo que, además de su evolución, hará que el capitalismo evolucione hacia mejor. Es decir, el capitalismo no podrá ser mejor de lo que sea el corazón del hombre. Y por eso, el magisterio petrino, si quiere estar dentro del ámbito que le es propio, debería esforzarse en actuar para cambiar el corazón de piedra del ser humano por un corazón de carne. Debería exhortar a los católicos, y a todos los hombres de buena voluntad que dedican su vida laboral, de una forma u otra, con una profesión u otra, a trabajar en una empresa a que, con un corazón convertido, sean fermento de la conversión de otras personas en su entorno laboral para, así, suavizar en su empresa y el capitalismo los efectos de esta naturaleza humana caída. Exhortarles a que intenten llegar, con espíritu de servicio, a los puestos más altos de las empresas para tener una mayor capacidad de influencia en el cambio de los corazones. Pero no meterse en camisa de once varas de diseñar nuevos experimentos económicos condenados al fracaso y que escapan totalmente a su función. Y menos aún si se parte de unos prejuicios falsos como los que subyacen en las palabras que este Papa utiliza contra el capitalismo, aún sin nombrarlo explícitamente ni una sola vez que, en todos sus documentos pontificios. Le pido de todo corazón al Santo Padre, que, al menos, si no exhorta a los jóvenes a que adopten la actitud anterior, por lo menos no contribuya a confundirles orientando su idealismo en la dirección equivocada del beunismo, haciéndolos pasto de ideologías neocomunistas.
Sospecho que la experiencia de Francisco de haber vivido un capitalismo dominado por pequeñas oligarquías manipuladoras –capitalismo de compinches– está detrás de esa fobia suya. Pero nada tiene que ver ese capitalismo de compinches tan típico de muchos países de Latinoamérica con el capitalismo que puede haber en los países que lo son auténticamente, en los que éste se encuentra enmarcado en un sólido sistema jurídico que garantiza, hasta donde es posible en este mundo, la igualdad de oportunidades y que ha evolucionado en simbiosis con el capitalismo. El Papa, como Papa que es de toda la humanidad, debería darse cuenta de esta perspectiva tan diferente del capitalismo. Sin embargo, parece que tiene un marcado empeño en rodearse de asesores que se aproximan más al neocomunismo bolivariano que al liberalismo económico de Occidente. ¡Qué dolor!
Excelente artículo. Desde Costa Rica felicito a Tomás Alfaro Drake.
ResponderEliminarSacerdote español Ángel Roncero Marcos
Me hace enorme ilusión que a un sacerdote católico le haya parecido excelente este artículo. Muchas gracias.
ResponderEliminarTomás Alfaro Drake
Estimado Señor DRAKE:
ResponderEliminarPido disculpa por mi pobre Español. Gracias por su articulo cuyo contenido comparto al 100%, empezando por el "disclaimer". Pero ¿ que podemos esperar de un Papa cuyo "máximo" colaborador en asuntos socios/económicos es el tal "filosofo" obispo Marcelo SANCHEZ SORONDO (Buenos Aires - 1942) - canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales - que en el 2018 sostenía que el país que mejor aplica la Doctrina Social de la Iglesia es la Republica Popular de China ? y, además, añadía, que la China "defiende la dignidad de la persona" !!! (citado en: Massimo FRANCO, l'Enigma Bergoglio, RCS Milano, 2020, pag. 277).
Una vez más gracias por su articulo ... y aprovecho para felicitar las próximas Santas Fiestas.
Massimo Turbini-Bonaca Pennacini
Francamente interesante este artículo y muy interesante, Tomás.
ResponderEliminarSolamente un comentario menor: no me creo del todo que, por todo lo demás que no sea la Economía, incluyas a Francisco entre los muy buenos papas.
Si es así y aún no lo has hecho, escribe, por favor, algún día el por qué porque no resulta fácil de ver.
http://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2013/documents/papa-francesco_20130319_omelia-inizio-pontificato.html
ResponderEliminarRecomiendo vivamente este texto del Papa, la homilía inaugural de su pontificado que fué el día de San José. Recuerdo que me emocionó escucharla por primera vez y en los momentos de dudas la releo. Porque vivimos unos tiempos confusos en relación a las informaciones, en muchas ocasiones sesgadas, que recibimos. Y como bien dice Tomás hay que tornar a la fuente y a las originarias declaraciones de intenciones para reconocer el rumbo que el Papa ha querido darle a su pontificado.
Yo creo que como desea introducirse no solo en las periferias, pero bajar a lo concreto a veces toma decisiones o se posiciona en asuntos "puramente humanos" y no doctrinales, que no todos tenemos porque compartir. Y esto se puede aplicar a su concepto de economía como a su fomentar las vacunas Covid,o su sensibilidad o falta de ella hacía ciertos elementos culturales.
Pero el Papa ha hecho una cosa importante para mí además de llegar a cada una de las ovejas perdidas por los riscos y es devolver a la Iglesia conceptos y valores que de ella han surgido y que se ha apropiado el mundo contemporáneo desvinculando los de Dios. Está Esta es una clave importante. No es que el Papa laifique su mensaje sino que retoma valores "robados", cercenados y alejados de su fuente que es Dios, es más, que algunos habían incluso convertido en "dios" como la ecología. El la ha redimensionado y puesto al hombre de frente a ella como lo que realmente es: aquel destinado a custodiarla.
Efectivamente no hay ningún papá que haya ido contra la tradición en lo doctrinal y yo tampoco creo que Francesco lo haya hecho ni lo haga...que el Espíritu Santo lo ilumine! Recemos por él como nos pide, especialmente a San José por quién tanto fervor siente, como ante la Virgen, primera visita que realizó en Roma a una basílica Mayor para encomendar su papado "Santa María Maggiore".