Hace unos días se ha concedido el premio Nobel de Economía a David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens por su aportación sucesiva a la aplicación del método de la observación empírica natural a la economía. Cuando en 1925 le concedieron a Bernard Shaw el Premio Nobel de literatura, un periodista le preguntó qué le parecía el Nobel. Con su ingenio e ironía características Shaw le contestó: “El Premio Nobel es un salvavidas que le echan a un náufrago cuando ya ha llegado a la orilla”. Algo así ha pasado con estos premiados, como con casi todos los Nobeles.
En 1992, Card, junto con Alan Krueger (ya fallecido), hicieron un interesante estudio. Tomaron una muestra de unas 400 tiendas de comida rápida distribuidas entre la zona oeste del Estado de Pennsylvania (PA) y la zona este del estado de New Jersey (NJ). En el Estado de NJ se había subido el salario mínimo de 4,25$/hora a 5,05$/hora (19%), mientras que en el Estado de PA el salario mínimo se había mantenido en los 4,62$/hora que ya tenía, sin alteración. Pido disculpas en extenderme sobre la estructura de la muestra que usaron porque lo primero en estos estudios es analizar la muestra. Tomaron primero una muestra de 473 tiendas, de las que 63 (13%) no quisieron participar en el estudio. A las 410 que siguieron les hicieron una serie de entrevistas antes y después de la subida del salario mínimo en NJ. Al final, la muestra quedó reducida a 399, porque por diversas causas, 11 de ellas abandonaron el estudio (10 en NJ y sólo 1 en PA), quedando la muestra en 399 tiendas. Entre las causas de abandono cabe destacar que 6 lo hicieron porque las tiendas cerraron. De las 6 que cerraron, 5 lo hicieron en NJ y sólo 1 en PA. ¡¡¡¿¿¿???!!! Las entrevistas a estas tiendas que llegaron hasta el final fueron telefónicas a 371 y sólo a 28 se les hizo entrevistas presenciales, porque no querían responder telefónicamente. En las conclusiones del estudio, los autores nos dicen –y lo copio literalmente en inglés: “we find no evidence that the rise in New Jersey's minimum wage reduced employment at fast-food restaurants in the state. […] … we find that prices of fast-food meals increased in New Jersey relative to Pennsylvania, suggesting that much of the burden of the minimum-wage rise was passed on to consumers” [1]. El estudio, en sus conclusiones, es extremadamente prudente. No afirma que el paro no aumentó, sino que no se encontraron evidencias de ello, que es muy distinto. Y, en cualquier caso, los precios de la comida aumentaron más en NJ que en PA.
Posteriormente, en la década de 1990, los otros dos premiados, Angist e Imbens, llevaron a cabo una serie de mejoras metodológicas en el sistema de operación empírica sobre el terreno para que las conclusiones de estudios naturales fuesen válidas. Estas mejoras metodológicas fueron posteriores al estudio de Card y Krueger. Por tanto, parece lógico pensar que esas mejoras metodológicas no estaban consideradas en el estudio Card y Krueger.
Recurro ahora a mi memoria de consultor. Durante años trabajé como Brand Manager en Johnson Wax y realizando consultoría sobre temas de marketing como consultor independiente. Tanto en Johnson como en mis consultas, he realizado muchas investigaciones de mercado –que eso es la metodología de la que hablamos– y, puedo asegurar dos cosas. La primera que las entrevistas telefónicas tienen una fiabilidad bastante baja frente a las presenciales. La segunda que la gente no es siempre veraz en sus contestaciones –cosa que también se ve en los sondeos políticos–. Por eso, siempre que realizaba un estudio y analizaba los resultados, lo hacía con una prudencia exquisita. Podría contar anécdotas divertidas –ahora serían anécdotas divertidas, en su momento fueron patinazos que me proporcionaron serios disgustos– en las que una interpretación precipitada de los resultados llevó a situaciones chuscas que alguna vez llegaron al fracaso estrepitoso. Por eso, aprendí del Director General de Johnson Wax una máxima que he aplicado toda mi vida: “Cuando los resultados de un modelo matemático te lleven a resultados que van contra el sentido común, haz más caso al sentido común y analiza que puede ser incorrecto en el modelo”. Si este consejo se hubiese aplicado a los diseños y la compra de los productos financieros tóxicos que inundaron el mercado entre los años 2.000-2.008, tal vez nos hubiésemos ahorrado una crisis económica que duró una década (si es que ha acabado).
Por otro lado, no sé qué interpretación se habrá dado en el estudio a las 5 tiendas cerradas en NJ frente a la única en PA, pero a mí no me parece como para echarlo en saco roto. Al contrario, me parece muy significativo. ¿Se ha investigado en qué medida las tiendas de NJ optaron por reducir la franja horaria en la que las mantenían abiertas, cerrando las horas con menos público? Esto es algo que sería especialmente grave en España en donde reducir la franja horaria reduciendo el sueldo, no está permitido. O sea, que aquí, el ajuste se tendría que hacer necesariamente vía despidos. Otro efecto que se produciría en España, sería un desplazamiento de contratados fijos a eventuales. Pero esto, que siempre es mejor que el despido, dejará de ser posible cuando el gobierno obligue a las empresas, con la nueva ley que está fraguando, a tener un porcentaje máximo de eventuales. Y qué decir de la extrapolación de un estudio hecho en unas cuantas tiendas de dos estados de EEUU a algo que pueda considerarse un principio. Por supuesto, los autores del estudio, no osaron hacer esta extrapolación, pero Joe Biden está preparando una subida del salario mínimo en EEUU en base a este estudio (que conocía antes de que Card recibiese el premio Nobel). Tras varias décadas, este estudio era conocido por muchos economistas –entre ellos los del Banco de España–. Por otro lado, nuestra flamante ministra de Hacienda María Jesús Montero se apresuró en Twiter a saludar a estos Nobels como la garantía de que tiene luz verde para seguir aumentando el SMI. Pero no me cabe la menor duda de que si un directivo de una empresa tomase una decisión estratégica trascendental en base a un estudio así, merecería ser puesto de patitas en la calle. Además, el Banco de España ha utilizado esa metodología para ver el impacto que tuvo el reciente aumento del SMI en España, y sus resultados no parecen ser tan halagüeños. Perece, más bien, que el impacto en el paro ha sido negativo e importante.
Por eso creo que es fundamental analizar el contraste entre lo que dice la teoría económica y el resultado de este estudio. Quiero, en primer lugar, establecer una comparación entre las ciencias empíricas duras, como la física, y este llamado empirismo natural de las ciencias blandas como la economía y la sociología. Si tomamos, por ejemplo, la ley física de la gravedad terrestre, ésta ha sido probada empíricamente con cuerpos grandes, pequeños, ligeros, pesados, con diversas formas, etc. Por eso se ha podido elevar a la categoría de ley. Convendría tal vez recordar un grave el problema que tenían los experimentos del siglo XVIII que no confirmaban la ley de la gravedad, caso particular de la ley de la gravitación universal descubierta por Isaac Newton. Al hacerlos con bolas de plomo o con hojas de árbol, parecía falsearse la teoría, porque la resistencia del aire parecía indicar que la ley no se cumplía. Pues algo así le pasa a este experimento. Nada tiene que ver el experimento que nos ocupa con un experimento de física en el que se controlan todos los factores exógenos que pueden distorsionar los resultados. Cuando los economistas expresan con una ley, no empírica, pero sí cargada de sentido común y lógica, por qué el aumento del SMI aumentará el paro (o cualquier otra afirmación basada en la ciencia económica), siempre tienen buen cuidado de añadir el latinajo “ceteris paribus”, es decir, quedando invariables todos los demás factores. Por supuesto, hay muchísimos factores que pueden cambiar y hacer que el principio no se cumpla. Cito sólo algunos de ellos: Mayor o menor posibilidad de repercutir el coste en el precio a los consumidores, mayor o menor nivel de competencia, mayor o menor elasticidad del mercado del producto final, globalidad o localidad del mercado, mayor o menor flexibilidad o rigidez del mercado de trabajo (cómo se ha visto más arriba), etc., etc., etc.
Una cierta combinación de esos factores puede hacer que el aumento del SMI no se traduzca en paro. Pero como desconocemos sus efectos, deberíamos aceptar que, en general, a pesar de posibles excepciones, es enormemente más razonable esperar un aumento del paro que lo contrario. No quiero, antes de terminar estas líneas, dejar de reseñar lo que escribe mi colega profesor del IE y buen amigo, Rafael Pampillón, en un magnífico artículo aparecido en Expansión el 12 de Octubre, bajo el título “Premio para los pioneros de los experimentos naturales”. En el señala dos condicionantes que podrían llevar a la excepción a la regla general de que al subir el SMI aumenta el paro:
El primero es uno que ya lo hemos visto más arriba y que el estudio de Card señala. A saber: que el aumento de costes salariales creado por el aumento del salario mínimo se repercuta en el precio de la hamburguesa. El segundo, a su vez tiene dos partes. a) Un salario mínimo más alto podría disminuir la rotación de los empleados y b) podría aumentar la productividad.
Es seguro que el primero se ha producido en el caso de las hamburguesas en NJ. Así se ha visto en el estudio. Es posible, aunque el estudio no lo señala, que se dé el segundo en alguna o en ambas de sus variantes, no lo sabemos. Pero, la pregunta debe ser. ¿Se darán estos factores en todas las empresas de todos los sectores de la economía del Estado de NJ? Desde luego, no hay ni un solo indicio que pueda indicarnos semejante cosa. Así pues, el estudio lleva a cabo un experimento empírico natural, pero absolutamente incompleto. Tan incompleto como el de la caída de una hoja y una bola de plomo en la atmósfera. Tengo un respeto y una admiración inmensas por el método experimental de la ciencia. Pero, precisamente por eso, considero muy peligroso admitir como método experimental científico algo que no lo es. Y el experimento natural de Card, no lo es.
No
querría que se me interpretase mal. Estos tres economistas han recibido el
Nobel de forma más que merecida. No porque su estudio de hace casi tres décadas
se pueda tomar como base para tomar decisiones de política económica, sino
porque han contribuido a dar un paso importante en el desarrollo de la ciencia
económica hacia un empirismo cada vez más real. Y, por lo tanto, han dado un
pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para el progreso de la ciencia
económica. Y eso es hacer progresar una ciencia. Por eso me quito el sombrero
ante ellos y aplaudo sin reservas la concesión del premio Nobel[2]. ¡¡¡¡¡Bravo por ellos!!!!!
[1] Fuente: Paper original sobre el
estudio: https://davidcard.berkeley.edu/papers/njmin-aer.pdf
[2] Tengo la satisfacción de decir que
David Card recibió en 2015, junto a Richard Bundell, el Premio Fronteras del
Conocimiento de Economía dado por el BBVA. No es ni mucho la primera vez que
ocurre que a un premiado por el BBVA en sus premios Frontera sea galardonado
años más tarde con el Nobel de su rama de conocimiento. De hecho, el químico
Omar Yaghi, que recibió el premio Fronteras hace años por el descubrimiento
revolucionario de los materiales MOF/COF (Metal/Covalent Organic Frameworks), tiene
una corbata mía que le regalé por una serie de curiosas circunstancias, a
condición –que él aceptó– de que la llevase puesta si un día le daban el Premio
Nobel de Física, cosa que estoy convencido que ocurrirá.
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