Tomás Alfaro Drake
Ayer vi en DVD la película “Crónicas de Narnia”. La había visto en su momento y, también en su momento, escribí mis impresiones. Ayer, después de verla otra vez, fui a ver lo que escribí. Lo reproduzco ahora textualmente.
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Ayer fui a ver Crónicas de Narnia. No sé el éxito de taquilla que puede estar teniendo, pero me pareció una película extraordinaria. Llegué con un poco de prevención porque me habían dicho que era demasiado cuento para niños. Empecé comparándola con “El señor de los anillos” y, en un principio, me desilusionó. Pero, poco a poco, me fue enganchando y acabé entusiasmado. Tal vez sea demasiado niño, pero nos ha sido dicho que si no nos hacemos como niños...
Recordé una frase que oí en televisión al director de la película. Venía a decir, un poco disculpándose, como si temiera perder taquilla por eso, que aunque algunos creían ver en la película valores cristianos, era una película con valores humanos, que podía llegar a todo el mundo. Sorprendente. Como si los valores cristianos y los humanos fuesen contrapuestos. Los valores humanos son el humus en el que crece el bosque de los valores cristianos. Sin aquéllos, éstos no son posibles. Pero una vez que crece el bosque sobre la buena tierra, son las raíces de los árboles, hundidas en el humus, las que sujetan el terreno. Más aún. La formación de tierra fértil es un proceso largo de simbiosis. Líquenes microscópicos se empiezan a formar sobre la dura roca. Se pudren y regeneran, en una espiral obstinada, creciendo en tamaño. Hierba, matojos ralos, matorral bajo y, por fin, bosque. Vivimos en un mundo que parece avergonzarse de sus raíces cristianas. Un mundo que está envenenando esas raíces del bosque. Y allí donde se forman claros, allí donde estos valores se pierden, la primera lluvia torrencial se lleva la tierra y deja otra vez la roca pelada. Cobran nueva fuerza entonces el odio, la venganza, la avaricia, la mezquindad, la utilización del hombre por el hombre, etc. Y harán falta siglos para que, en lenta simbiosis, vuelva a formarse otra vez la buena tierra y el bosque.
Pero volvamos a Narnia. ¡Claro que está llena de valores cristianos! Rebosan por todas partes. El pecado, la redención, Cristo, la pasión, la resurrección, el perdón, la lucha entre el Bien y el Mal, etc, están allí más que insinuados, abiertamente plasmados. Sujetando el humus de la amistad, la lealtad, la grandeza, el amor, el sacrificio, la justicia. Vuelvo a la comparación con “El señor de los anillos”. Se nota, al ver las dos películas, la profunda amistad entre Lewis y Tolkien. Se nota el profundo cristianismo de ambos. La alegoría cristiana, estando en sus dos obras, es más tenue, más sutil en Tolkien, más obvia en Narnia. ¿Es mala esa obviedad? No sé si lo será para la taquilla. Pero al salir del cine, iban delante de mí, comentando la película, dos chicos jóvenes de unos dieciocho años. De su conversación se traslucía claramente que no conocían el Evangelio. No eran en absoluto conscientes del paralelismo, de la alegoría. Si la obviedad de ésta puede hacer que alguien se acerque con ojos nuevos al Evangelio –lo que perfectamente puede ocurrir al ver Narnia– bendita sea la obviedad. Creo que Narnia puede contribuir tanto o más que “El señor de los anillos” a la ecología forestal de los valores cristianos, necesarios para mantener y hacer crecer los valores humanos más elementales sin los que una sociedad está abocada a la ruina, el desastre y la extinción.
Bienvenida Narnia. Yo me hice un rato como niño y salí del cine renovado. Espero que continúe la saga. Ojalá sigan proliferando películas en las que palpiten, de forma más o menos obvia, esos valores cristianos salvadores.
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