Tomás Alfaro Drake
El pensamiento débil de la tolerancia a ultranza y mal entendida, y del todo vale lo mismo, y del todo el mundo tiene razón, es un lobo con piel de cordero que, de vez en cuando, enseña su negra pata. En esta semana hemos visto dos manifestaciones de esta virulencia latente.
La primera se refiere a la colocación de una placa en la casa en la que nació santa Maravillas. Si uno se pasea por Madrid, o por cualquier ciudad de España, con los ojos abiertos, puede ver en muchas de las casas en las que ha nacido un personaje, aunque sea sólo medianamente célebre en cualquier campo, una placa que lo enuncia. Santa Maravillas es una persona célebre. Célebre por su santidad. Vivimos en un país dónde, más o menos practicantes, hay una inmensa mayoría de católicos y la madre Maravillas es una santa católica. Además, sea de quien sea ahora la propiedad de la casa en la que nació, ella nació allí, ¡qué le vamos a hacer! Me parece que es bastante lógico que en la fachada de esa casa se ponga una placa. Me atrevería a decir que si esa casa fuera hoy una casa de vecinos, la comunidad de propietarios lo habría aprobado orgullosa. Pero con el pensamiento débil hemos topado, amigo Sancho. Tras una votación en la que los presentes votaron por unanimidad la colocación de la placa, (con un diputado socialista presente –nada menos que Bono– aunque otro estuviera de viaje y un tercero se ausentase vergonzantemente de la votación y con el resto de los progres missing), se ha desatado la tormenta. Se puede poner una placa que conmemore el nacimiento de un escritor cuyos libros no haya leído nadie, o de un cantante de rock que haya muerto de sobredosis, y no pasa nada. Incluso me atrevería a decir que si allí hubiese nacido un líder musulmán de cierta importancia, se habría puesto la placa sin mayor problema. (De hecho el llamado “padre de la Patria Andaluza” en el Estatuto de Andalucía, Blas Infante, era un converso al Islam. ¿Dejaría el padre de la Patria Andaluza celebrar el Rocío, criar cerdos en Jabugo y comerse sus extremidades con un poco de fino en la feria de Sevilla?) ¡Ah!, pero si se trata de una monja y, además, santa, entonces ya es otra historia, Porque es un grave crimen contra el laicismo del pensamiento único poner una placa que constate el hecho, simple y llano, de que realmente santa Maravillas nació allí.
Segunda manifestación de la intransigencia ideológica del pensamiento único: un grupo de médicos del Hospital Carlos III ha sacado un documento en el que dice cosas verdaderamente “aberrantes” para ese tiránico pensamiento, tales como que el preservativo no protege totalmente del SIDA, que la homosexualidad es un trastorno conductual y que el aborto supone acabar con una vida humana. Si a mi hijo le dan en el colegio un panfleto –pagado con dinero público o, más aún, un libro de texto obligatorio para la “Educación para la ciudadanía”– en el que le recomiendan que a los 16 años tenga sexo pleno y que procure experimentar tanto sexo heterosexual como homosexual para poder elegir, o si le dicen que da igual el grado de promiscuidad y de frecuencia con el que practique el sexo –homo o hetero– , si se pone un condón está a salvo, o si le cuentan que el aborto se apoya en el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, me tengo que callar, porque si no lo hago, soy un intolerante. Pero ya está el coro de los grillos que canta al pensamiento único, pidiendo la cabeza de esos médicos que han dicho cosas mucho más plausibles que lo que puede aparecer en un panfleto gubernamental. Conviene recordar, para los legalistas, que hoy por hoy el aborto sigue siendo un delito, si bien está despenalizado en una serie de supuestos. Pero incluso en esos supuestos, sigue siendo un delito. No digamos en la inmensa mayoría de los casos en los que se practica fuera de esos supuestos, mientras se mira hacia otro lado. Pero ya se encargarán unos de que esos médicos acaben en la calle y otros de hacer una ley que convierta a las clínicas abortistas, como la tristemente célebre del Dr Morín, un bien social.
Mientras el pensamiento único se quede en anécdotas como éstas, la cosa, siendo grave, no pasa a mayores, salvo si eres el médico expedientado. Pero el problema de este pensamiento único, blando para lo que quiere y durísimo para otras cosas, es que sustituye por consignas el criterio que deberían tener los ciudadanos. Y una sociedad con unos ciudadanos gobernados por consignas se puede convertir, de la noche a la mañana, en un leviatán que masacra a los que no se adhieren a esas consignas. ¿Vamos hacia eso? Si la sociedad civil, o sea todos y cada uno de nosotros, no lo remediamos, puede que sí.
23 de noviembre de 2008
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