28 de diciembre de 2008

Impresiones ante la ordenación sacerdotal de mi hijo Rodrigo

Tomás Alfaro Drake

PIDO A TODO EL QUE HAYA LLEGADO AQUÍ QUE VAYA A MI ENTRADA DEL 2 DE MAYO DEL 2010, MI ÚLTIMA ENTRADA SOBRE ESTE TEMA PUBLICADA INMEDIATAMENTE DESPUÉS DE QUE SE HICIESE PÚBLICO EL COMUNICADO DE LA SANTA SEDE SOBRE EL RESULTADO DE LA VISITA APOSTÓLICA A LA LEGIÓN DE CRISTO. REFLEJA MI POSTURA ACTUAL TRAS CONOCER TODOS LOS HECHOS.

Acabo de terminar de escribir estas páginas. Al releerlas, una especie de pudor me tienta a no publicarlas en el blog. Es, me parece, demasiado íntimo. Pero me acuerdo de una frase de Jean Guitton que dice: “Cada uno de nosotros en la vida privada, en la vida familiar, en la vida nacional y en la vida internacional, no habla nunca de lo que es esencial. Dicho de otra manera; lo que es esencial queda escondido para siempre en nuestro corazón. Sin embargo, en mi opinión, no deberíamos guardar silencio sobre lo esencial”. Yo no quiero que esto, que es esencial, quede escondido para sierre en mi corazón, así que, con pudor o sin él, no voy a guardar silencio. Ahí va.

***
El pasado día 20 de Diciembre, en Roma, en la basílica de San Pablo Extramuros, junto con otros 48 Legionarios de Cristo, se ha ordenado sacerdote el segundo de mis hijos, Rodrigo. Es difícil, en unas líneas, resumir la enorme cantidad de emociones, sentimientos y reflexiones que he vivido en ese día y los siguientes, pero voy a intentarlo, porque no quiero que el olvido se apodere lentamente de todos ellos. No podré hacerlo de una forma cronológica y sistemáticamente ordenada porque todos se han fundido en mí formando una unidad difícil de diseccionar.

La emoción es un felino al acecho. No es que yo pretenda defenderme de ella, al contrario, me parece un signo de vida que me gusta experimentar. Pero es ella la que te encuentra donde quiere, no donde tú la esperas. Así me ocurrió el día de la ordenación. No encontré la emoción en el momento en que el Obispo imponía las manos a mi hijo, tampoco estaba allí cunado todos los que iban a ordenarse estaban postrados en el suelo como signo de adoración y de entrega a la voluntad de Dios. Sí, hubo en esos momentos un cierto cosquilleo, pero no era ni siquiera un cachorro de la emoción. Sin embargo, cuando después de haber sido ordenados, el P. Álvaro Corcuera, el Director General de los Legionarios de Cristo, los iba revistiendo, de uno en uno, con la casulla, ahí estaba agazapada. Yo lo veía a través de una pantalla gigante que me permitía darme cuenta de la expresión de los rostros. Dicen que el hábito no hace al monje. Tal vez, pero ayuda. Yo veía la emoción del P. Álvaro al ponerle la casulla a cada uno. Cuando la casulla caía sobre los hombros del neosacerdote era como si quedase revestido de una dignidad especial, distinta, divina. La dignidad de Cristo. Veía cómo a cada uno le miraba de distinta manera, como un padre mira a cada uno de sus hijos con una mirada exclusiva según cual sea el don o la debilidad de cada uno. A cada uno le dirigía una sonrisa diferente y la expresión de sus ojos decía mucho de cada uno. Y también cada uno de los ya sacerdotes, le devolvía la mirada y la sonrisa de una forma cómplice, especial, como si estuvieran hablando en un lenguaje desconocido para el resto que solo ellos entendían. Se veía el brillo húmedo de las lágrimas contenidas en los ojos de ambos. Después se fundían en un abrazo apretado, humano y divino al mismo tiempo. Abrazaba a cada uno como Cristo podría haber abrazado a uno de sus apóstoles. Cristo abrazando a Cristo. En el momento que llegó a mi hijo y se repitió la misma liturgia, tuve una sensación muy nítida. Cuando mis hijos eran pequeños, yo les decía lo que tenían que hacer. Poco a poco, a medida que han ido creciendo, ellos han tomado las riendas de su vida y yo, lo máximo que puedo hacer es, cuando ellos me lo piden, darles consejo. Pero los Legionarios de Cristo, como religiosos que son tienen el voto de obediencia. Por tanto, su vida, lo que van a hacer al día siguiente, no está en sus manos. Un día están en Francia desarrollando su labor pastoral, como está ahora Rodrigo, y al día siguiente su superior les dice que hagan las maletas y estén, dentro de tres días en, por ejemplo, Polonia o Ucrania, países de los que no saben el ni el idioma. Y ellos hacen las maletas y a los tres días están donde hayan sido enviados. Ayuda el voto de pobreza, porque van ligeros de equipaje. Lo único que tienen para meter en la maleta es una muda de cada prenda, el breviario y punto. También ayuda el voto de castidad. Su familia espiritual está allí donde ellos van, no donde están. En el momento en que el P. Álvaro se paró delante de mi hijo me di cuenta de que él era más su padre que yo porque tenía sobre él, como sobre todos los que se ordenaban y todos los Legionarios, una responsabilidad de padre sobre la vida de un niño pequeño adulto, responsabilidad que yo ya no tenía. Me sentí abrumado y le pedí a Dios que iluminase al P. Álvaro para estar a la altura de esa responsabilidad y que diese a cada Legionario y, por supuesto a mi hijo, la fidelidad para seguir el voto de obediencia, junto con el de pobreza y castidad, hasta el día de su muerte. Más allá de la muerte, en la eternidad. Y la emoción saltó sobre mí como un felino lanza su ataque, cogiéndome por sorpresa.

Otro momento que yo no me esperaba fue el de la Comunión. Ya había recibido la comunión de mi hijo los días de su ordenación diaconal hacía unos meses y creía que sería lo mismo. Pero no, no fue lo mismo. Cuando me dijo: “el cuerpo de Cristo”, después de hacer la inclinación de cabeza, mis pupilas se clavaron en las suyas y, siendo las de mi hijo, eran distintas. Tenían una luminosidad que yo no conocía. Al decir Amén, se me formó un nudo en la garganta y un picor inesperado acudió a mis lagrimales. Luego vi en los ojos de mis otros hijos, cuando volvían de comulgar, esa misma emoción y una corriente de simpatía, de comunión, precisamente, se formó entre todos nosotros y mi mujer, que había comulgado delante de mí y que estaba a mi lado. Nuevamente el felino de la emoción me cogió por sorpresa.

En los días siguientes vinieron sendas misas. Siete. Fue muy especial la primera homilía como sacerdote. Ya le había escuchado varias homilías, siendo ya diácono, en varias misas en las que había oficiado como tal. Me había sorprendido la fuerza de su expresión, pero no me había emocionado. Pero en su primera homilía como sacerdote empezó a decir que mucha gente comparaba la ordenación con el matrimonio, pero que no era así. El ya se había casado con Dios –dijo– el día en que, hace seis años, había hecho sus votos perpetuos como religioso después de ocho de preparación. La consagración sacerdotal –afirmaba– era más bien como la paternidad –o como la maternidad– pero en la que se encontraba uno con muchos hijos de golpe, todos aquellos para los que Dios había preparado su sacerdocio. Porque esa paternidad le venía porque el sacerdocio le convertía en otro Cristo –a partir de aquí, empezó a tener que interrumpir su homilía con largas pausas cada vez, en las que retomaba fuerzas para poder seguir hablando, hasta que la emoción le volvía a dejar sin voz– al mismo tiempo que él recibía la gracia incomprensible de hacer presente a Cristo entre los hombres y de perdonarles los pecados como sólo el mismo Cristo podía hacerlo. Naturalmente, su voz quebrada por la emoción reproducía en mí esa misma emoción.

¿Qué recuerdo de las demás misas? Las impresiones fueron más o menos las mismas en todas, con el acento puesto en unas u otras partes de la celebración.

Su forma de besar el altar al empezar cada celebración. Parecía no besar el altar sino, más bien era como si besase con amor las llagas de un Cristo que yaciese muerto sobre él.

Las palabras dichas por los asistentes al acabar el ofertorio, cuando va a empezar el núcleo de la misa: “El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre y el de toda su santa Iglesia”, resonaban en mis oídos de una manera nueva, porque las manos que iban a ofrecer ese sacrificio por toda la humanidad no eran unas manos cualesquiera, sino que eran las manos de mi hijo, misteriosamente transmutadas en las manos de Cristo las que iban a transformar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de ese mismo Cristo.

Las palabras consagratorias, tras alzar los ojos al cielo, como dicen estas mismas palabras que hizo Cristo, pidiéndole su gracia para que surtieran el efecto milagroso que Él las había imbuido si eran pronunciadas por sus sacerdotes. Palabras dichas con solemnidad, fuerza, convicción y, al mismo tiempo con una reverencia y una humildad asombrada que ni el actor más avezado del mundo podría fingir. Sonaban en mis oídos como totalmente nuevas, como si las oyese por primera vez, completamente llenas de sentido.

Las dos elevaciones, el cuerpo y la sangre de Cristo, largas, altas, envueltas en un absoluto asombro eucarístico. Yo miraba en ellas el rostro y los ojos de mi hijo. Una tímida sonrisa seria se dibujaba en sus labios, que se transformaba en una sonrisa franca que le achinaba los ojos, ora cerrados, ora abiertos, pero siempre inmutablemente fijos, sin parpadeos, el la hostia o en el cáliz. El brillo húmedo y emocionado de sus ojos me emocionó cada vez.

La meticulosa limpieza de la patena y el cáliz después de la comunión me daban la impresión de un cirujano avezado que mira con ojos expertos la herida de su padre mientras la limpia con un amor indecible allí donde hace falta, restañando cada punto sangrante, sin dejar ni un detalle sin descubrir y sin hacer ni un movimiento de una forma mecánica e impersonal.

La quietud reposada, tranquila y profunda, ajena al tiempo, como si estuviese en la eternidad, con la que se sentaba en la oración personal de acción de gracias después de la comunión. Me acordé de los dos versos de un soneto de Shakespeare que dicen: “Compra espacios de eternidad pagando con minutos de mísero tiempo terrenal”. Eso era lo que él estaba haciendo para mí y para todos los que estábamos allí.

Muy especialmente me sobrecogió la oración por el Papa, hecha en todas las misas, pero especialmente en la celebrada en san Pedro, en la capilla lateral de san Sebastián, junto a la Pietá, a menos de cien metros de donde él se encontraba. Dice así:

“¡Oh Jesús, Rey y Señor de la Iglesia! Renuevo en tu presencia mi adhesión incondicional a tu vicario en la tierra el Papa. En él, Tú has querido mostrarnos el camino seguro y cierto que debemos seguir en medio de la desorientación, la inquietud y el desasosiego. Creo firmemente que por medio de él Tú nos gobiernas, enseñas y santificas y bajo su cayado formamos la verdadera Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Concédeme la gracia de amar, vivir y propagar como hijo fiel sus enseñanzas. Cuida su vida, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu. Defiéndelo de las calumnias y de la maldad. Aplaca los vientos erosivos de la infidelidad y la desobediencia y concédenos que en torno a él tu Iglesia se conserve unida, firme en el creer y en el obrar, y sea así instrumento de tu redención. Así sea”.

Sé que la oración es un ave de alas poderosas que llega instantáneamente a Dios y desde Él a quien Él quiere y como Él quiere, sin que la distancia tenga la ás mínima importancia, pero los humanos somos criaturas sensibles y a mí, esta proximidad al Vicario de Cristo me emocionó.

Al final de cada misa, Rodrigo volvía a besar el altar con la misma unción que al principio, pero esta vez me parecía como si fuese uno de los apóstoles besando las llagas glorificadas del Resucitado. No como Tomás metiendo los dedos y la mano en ellas, sino, como creo que hizo después, mientras decía “¡Señor mío y Dios mío!”, imitado luego por los otros diez.

Señalaré dos misas especiales. La primera fue una celebrada en francés para un grupo de niños de Toulón, ciudad en la que Rodrigo desarrolla su apostolado desde su ordenación diaconal, hace tan sólo unos meses. Son algunos de sus primeros hijos espirituales, primicia de los que vendrán. Les dirigió la homilía a ellos, con un fuego que me recordó a san Pedro predicando a Cristo en Pentecostés. Vosotros, al volver a Toulón –les decía–, tenéis que contarles lo que habéis vivido estos días a los que no han podido venir y, todos juntos, conquistar Toulón para Cristo y, desde Toulón, toda Francia. No os creáis que esto es imposible –continuaba– hace 60 años Nuestro Padre (se refería al P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo) les decía a los niños con los que fundó la congregación que muy pronto, ésta contaría con colegios y universidades en todo el mundo. Mirad, aquellas palabras se han hecho realidad. ¿No vais vosotros a poder conquistar Francia para Cristo?

Los niños le miraban con ojos de asombro, como si estuviese arengándoles el mismísimo Rolland antes de una batalla. Y, a decir verdad, yo también le miraba con los mismos ojos, mientras me decía: “¿De dónde le viene a éste esa fuerza? ¿No es acaso mi hijo? ¿Quién le ha infundido esa energía y esa fe?”. Pregunta retórica, porque sabía perfectamente la respuesta. Del Espíritu Santo. Y ese mismo Espíritu era el que nos ponía fuego en el corazón a los niños que le escuchaban, a mí y a toda mi familia. Y “ví” una cadena de ojos brillantes que anunciaban por todo el mundo, en toda época, pasada, presente y futura, con el fuego del Espíritu Santo que Cristo está vivo y que está con nosotros hasta el fin del mundo. Y “ví” que éramos una muchedumbre incontable los que, hoy, en este momento, intentamos que nuestros ojos brillen para transmitir esa buena noticia. “Cristo vive y Dios nos ama a través de Él”. Y supe que eso era posible gracias a la oración de Cristo por su Iglesia en la última cena: “Pero no te ruego sólo por ellos –se refiere a los apóstoles que estaban con Él en ese momento–, sino también por todos los que creerán en mí por medio de su palabra”. (Juan 17, 20)

La segunda misa que quiero particularizar la celebró en la habitación en la que murió san Ignacio de Loyola. Una pequeña y rústica habitación en la casa de al lado de la que hoy es la iglesia de “il Gesú”. Una pequeña habitación con un sagrario, un altar y algunas banquetas de mimbre y sin respaldo junto a la pared. ¡Cuántas horas de oración del santo habrán escuchado esas cuatro paredes! ¡Con qué poder habrán llegado esas oraciones a san Francisco Javier hasta lo India y China! Toda la habitación parecía impregnada de santidad. Al lado, otra habitación en la que se podía ver una vieja casulla raída, con la que celebró su primera y última misa san Ignacio y unas zapatillas que eran la máxima comodidad que se permitía. Nos recibió un viejo jesuita argentino, un poco malhumorado, pidiéndonos que fuésemos breves. Por supuesto, no lo fuimos. Rodrigo se extasiaba en la expresión de cada oración, en cada frase de la misa, en cada idea de la homilía. Después de la comunión cantamos la oración de san Ignacio:

“Alma de Cristo, santifícame,
cuerpo de Cristo, sálvame,
sangre de Cristo, embriágame,
agua del costado de Cristo, lávame,
pasión de Cristo, confórtame,
¡oh buen Jesús!, óyeme,
dentro de tus llagas, escóndeme,
del maligno enemigo, defiéndeme,
en la hora de mi muerte, llámame
y mándame ir a Ti
para que con tus santos te alabe
por los siglos de los siglos,

Amén”
.

El anciano jesuita se iba amansando. Terminada la misa, mi hijo Pedro comenzó a tocar con el violonchelo una composición suya. Esta composición la estrenó con las monjas clarisas contemplativas de Lerma que le pusieron una voz que sube hacia el agudo, hace un arabesco y baja hacia los graves, en un “ostinatto” reiterativo, mientras se pronuncia la palabra Ieee-eesu en un canon con volumen también ascendente y descendente. No sé cuanto tiempo estuvimos así, pero el venerable jesuita estaba en la puerta de la habitación, a la que había entrado al dar por finalizada la misa, como petrificado, casi en éxtasis. Cuando acabó la misa estaba profundamente emocionado. Nos entretuvo una buena media hora en la sacristía y nos dio una hojita con una historia en italiano que reproduzco traducida:

AÑO DEL ROSARIO

La tajante lección de una vieja madre.

Giovanni Bovio, filósofo y hombre de letras increyente (miscredente en el original italiano), cuando volvía a casa por la noche de detenía a conversar largamente con su madre. Una noche en que llegaba a casa tarde encontró a su madre rezando el rosario. “Pero, ¿qué haces, mamá, con este juguete entre las manos? ¡Tíralo de una vez por todas!”

Su madre dejó el rosario y le dijo: “Ya está Juan, te he obedecido. Yo ya estoy sin rosario, pero tú ¿qué me darás a cambio?”

“Amigos míos –contaba más tarde el filósofo– aquellas palabras fueron una hoja de cuchillo que me traspasó el alma. Besé a mi madre, volví a poner en sus manos el rosario y huí…”

Dos veces en estos días me he arrodillado ante mi hijo y dos veces he tenido la vívida sensación de hacerlo ante Cristo. La primera, repitiendo la antigua y venerable costumbre de arrodillarse ante un sacerdote recién consagrado, recibir su bendición y besar las palmas de sus manos como si fueran las de Cristo. No lo hice yo sólo, lo hicimos muchas de las personas que habían venido a acompañarnos en estos momentos, cada una con la fe que tuviera. La segunda para recibir de él la absolución. “Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, me dijo. Pero no era él quien me lo decía, era el propio Cristo. Después le abracé y volví a tener la misma sensación que experimenté hace ya muchos años cuando me confesé después de casi 10 años sin hacerlo. En esta ocasión no tenía el camino hacia Dios borrado por zarzas y espinos como en aquella, sólo algunos matojos ralos entorpecían el paso, pero tuve el abrazo de Cristo en los brazos de Rodrigo y reviví, como entonces, la sensación de ligereza y liberación.

Todo eso me ha llenado de una alegría indescriptible, de un agradecimiento emocionado que no se borrará nunca de mi alma. Y no sólo a mí. Mis otros siete hijos y mi nuera, tendrán también un recuerdo indeleble de estos días. Y creo poder decir que las casi cien personas, entre familia y amigos, que estuvieron allí, y a las que agradezco profundamente su presencia, sintieron, en mayor o menor medida, con el grado de fe que tuvieran o no tuvieran, algo parecido. Uno de ellos me mandó al día siguiente esta misiva en un Christmas:

‘Y la palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y verdad’. Tomás, en estas navidades el hijo se hace vivo de una forma muy especial para todos los Alfaro, porque ya no podéis decir que la morada del Hijo está entre vosotros de una manera figurada, ya que se hizo presente en Rodrigo.

Muy felices Navidades y feliz año”
.

Como he dicho antes, mi más emocionado agradecimiento a todos los que estuvieron allí. Y a los que leáis esto, podáis y queráis, reitero mi invitación a la misa que celebrará Rodrigo el día 10 de Enero, sábado, a las 12 de la mañana en santa María de Caná, Pozuelo de Alarcón. Si tenéis fe, para vivirla un poco más y rezar por Rodrigo. Si no la tenéis, para participar de mi alegría. Rodrigo se encargará de rezar por todos.

Esta es mi verdad. Creo que tenía la obligación de compartirla. Multiplíquese esta verdad por 49 y se tendrá sólo un pequeño atisbo de la fuerza del encuentro con Cristo, que es la certeza existencial de Dios. Porque, en palabras del escritor Joseph Malègue, “Lejos de serme ininteligible Cristo, si es Dios, es Dios el que me resulta extraño si no es Cristo”. Y si Dios quiere, dentro de unos años podré repetir la experiencia con mi sexto hijo, Íñigo, que está también en camino de convertirse en otro Cristo, sacerdote legionario de Cristo.

Un abrazo a todos los que hayáis leído estas líneas, tanto si las entendéis como si no.

Un brevísimo inciso

Tomás Alfaro Drake

Recién llegado de Roma -viaje del cual espigaré mis impresiones esta tarde en este blog-, hojeo (de pasar hojas) los periódicos de los últimos días. Me llevo una gratísima sorpresa ante dos artículos de Tribuna libre de el mundo. El viernes 26 aparece uno que lleva por título "El evolucionismo y sus ramificaciones: ciencia y religión". El segundo se titula "La leyenda negra de Pío XII y el KGB". El primero abunda sobre mis argumentos de la serie "Dios y la ciencia que vengo publicando en este blog. El segundo sobre una entrada mía de este blog de agosto del 2007, con el blog recién nacido y en un mal mes para ser leído. Mi entrada se titulaba "Pío XII, ¿héroe o villano?". Recomiendo su lectura y la de los artículos citados. Lamentablemente, hace escasamente unas semanas se ha podido ver en TV la película "Amén", basada en la mentira de Hocchuth y en el entramado de desinformación montado por la KGB. ¿Soplan nuevos vientos? ¿Empieza a bajar la marea de la propaganda anti Iglesia y se va descubriendo poco a poco la verdad, libre de propaganda y desinformación? Me parece que sí.

27 de diciembre de 2008

Hola, estoy de vuelta

Tomás Alfaro Drake

Hola: Aquí está otra vez el blogger y he de decir que gratamente sorprendido. El primer post que he visto era de Atticus y decía que no sabía si el público debía opinar. ¡Por supuesto que sí, para eso está el blog. Después venían varios posts más, algunos del inefable Paco Cuellar, que no he leído, para ser fiel a mi propósito pero que, a juzgar por las respuestas que suscita, deben ser del tipo a que nos tiene acostumbrados. También ha entrado Pedro y por último François, que se declara ateo y que argumenta inteligentemente y con una delicadeza exquisita, por lo que es muy bienvenido. Ante esta estupenda avalancha, voy a cambiar mis criterios de intervención. Voy a dejar de contestar a cada entrada y participaré en el diálogo como uno más, a través de comentarios que, por supuesto, firmaré, pero no haciendo una entrada específica. No me dedicaré a contestar a cada uno en todos los puntos, no porque no me apetezca, sino porque desgraciadamente, no tengo tiempo. Participaré dando mi opinión sobre lo queme parezca. Por supuesto, si alguien me dirige personalmente una cuestión concreta que se pueda contestar con una dedicación razonable, le responderé también personalmente con una entrada específica. Naturalmente, seguiré semanalmente haciendo mis entradas que espero sirvan de materia prima de reflexión para un debate y un intercambio de ideas libre y respetuoso. Este fin de semana, excepcionalmente haré dos entradas, una en este mismo post, como participación en el debate y, también excepcionalmente en entrada directa, y otro mañana en otro contando lo más brevemente que sea capaz mi vivencia de estos días en Roma.

Quiero hablar ahora, concisamente, si soy capaz de la fe, la razón y la certidumbre. Hay, creo tres tipos de certidumbre.

Una es la lógico-matemática que llamaré racionalista. Estoy convencido de que no se puede tener este tipo de certeza de la existencia de Dios i, por supuesto de su no existencia. Si se pudiese Dios sería una cosa del “tamaño” del teorema de Pitágoras. Si se pudiese demostrar así a Dios, ese Dios no merecería ser demostrado. Sin embargo este modo de certeza goza de un gran prestigio y parece que lo que no puede demostrarse así es algo irracional y/o irreal. Nada más lejos de la verdad. Las cosas más importantes de la vida, el amor de mis hijos, por ejemplo no es demostrable de esta manera. Pero es que, además, desde que Kurt Gödel demostrase en 1931 el llamado teorema de la incompletitud, resulta indudablemente demostrado que ningún sistema lógico-matemático formal puede ser completo. Es decir que hay proposiciones que no pueden ser demostradas como verdaderas o falsas dentro del sistema. No es que no sean verdaderas o falsas, sino que no pueden demostrarse como tales con las reglas de ese sistema. Se puede diseñar un sistema lógico-matemático más amplio en que algunas de esas proposiciones se demuestren como verdaderas o falsas y podemos proceder así indefinidamente como quien va construyendo un juego de muñecas rusas unas dentro de otras, pero SIEMPRE quedarán proposiciones que no se podrán demostrar. Y esto, de forma impresionante, está demostrado de forma irrefutable. O sea que el que quiera este tipo de certeza para la demostración de Dios que tire la toalla, pero eso no le autoriza, con lógica, a decir que Dios no existe. Sin embargo, es fundamental esta forma de razonar para llegar a conclusiones que veremos más adelante.

La segunda forma de certeza es la científica. Esta vez es Kart Popper el que nos dice que todos las teorías científicas son siempre provisionales y la ciencia se encarga de dejarlo claro. Sobre todo cuando hablamos de cosas que están en la frontera de la ciencia. Hace menos de 10 años no cabía duda de que el ritmo de expansión del universo se estaba desacelerando. No se sabía si llegaría a frenarse del todo y empezar a contraerse o no, pero era algo aceptado que se desaceleraba. Ahora se sabe que la expansión del universo se esta acelerando, es decir que se expande cada vez más deprisa, lo que provoca no pocos quebraderos de cabeza a los científicos. Por lo tanto, tampoco por este lado podremos llegar a la demostración indubitable de Dios. Desde luego, la ciencia es una espléndida fuente de conocimiento que nos hallevado muy lejos y nos seguirá llevando, pero tiene sus fronteras y Dios, si existe, está más allá de ellas, como no podía ser de otra manera al limitarse ésta a lo que se puede tocar, pesar o medir en este universo nuestro de tres dimensiones y el tiempo (por si alguien saca a relucir que el universo parece tener 11 dimensiones pero que las 7 restantes son tan “pequeñas” que no se pueden peribir, lo digo ahora, ero hará caso omiso de ello). Pero eso no quiere decir que lo que esté más allá de esa 4 u 11 dimensiones no exista. ¿Por qué demonios la realidad debería estar limitada a 3 u 11 dimensiones? ¿Por qué nosotros vivimos en un universo con es número? ¿Lo que hay en la dimensión 3.723.89.017.942 debe ser irreal porque no lo podamos pesar o medir? Eso sí sería antopocentrismo del malo. Sin embargo, la ciencia como la lógica-matemática, también es muy buena para lo que diré más adelante. Pero tampoco sirve para demostrar las cosas verdaderamente importantes, como que mis hijos me quieren. El que quiera una demostración científica de la existencia de Dios, tendrá que resignarse a no tenerla. Desde luego, coincido con François que ningún científico bueno, creyente o no creyente, hace ciencia para eso. La hace para descubrir como funciona este maravilloso universo, que no es poco.

Y llegamos al tercer tipo de certeza, que a mi e gusta llamar vital o existencial. Es la certeza que nos permite vivir. Yo sé que la mesa sobre la que escribo es casi puro vació, porque me fío de quien me lo dice. Sé que el Omeprazol es una buena medicina para mí, porque me he fiado de mi médico y porque después he experimentado sus efectos en mi esófago. Se que existió Sócrates porque me fío de la gente que me lo dice y lo que he leído sobre sus ideas, transmitido por Platón me parece inteligente e innovador y si Platón dice que lo ha escrito Sócrates ¿por qué me va a mentir? Gracias a este tipo de certeza, he hecho la carrera que he hecho, trabajo donde trabajo y vivo como vivo. Gracias a este tipo de certeza sé que mis hijos me quieren y que me puedo fiar de mis amigos. Pero no le pido a esta certeza demostración indubitable. Si le la pidiese, sería un bicho raro, un misántropo sin nadie que me quisiese y, seguramente, estaría en paro. Sería como ese burro que se murió de hambre y sed teniendo agua y pienso porque no estaba completamente seguro de si tenía más hambre que sed o viceversa. Con esta certeza, me puedo equivocar, indudablemente, pero si no corro el riesgo de equivocarme, me muero.

Esta certeza requiere fe, que quiere decir fiarse, pero no excluye ni el razonamiento lógico-matemático ni el de la experiencia, es decir, el científico. Naturalmente tengo que usar las dos facultades anteriores para ver si es razonable creer que mis hijos me quieren o que me puedo fiar de mi amigo. Es la certeza de las cosas importantes y es totalmente irracional arrinconarla. Esta certeza respeta mi libertad. Las otras no. Si ante la demostración del teorema de Pitágoras digo que no me la creo, soy un imbécil, pero si no cierro un trato con un cliente porque no me fío del todo de él, estoy usando mi libertad. Esta es la certeza que podemos tener ante Dios. Y esa certeza yo la tengo sencillamente, porque la han recomendado y la he experimentado, como el Omeprazol. O, más bien como la de mi amigo que me ayuda cando tengo problemas porque quiere. Si miro mi vida veo, detrás de todo lo que me ha pasado, cosas de todo tipo, un hilo conductor. Si esto me pasas sólo a mi, podría decirse que, a pesar de que yo me encuentro del todo cuerdo, estoy un poco trastornado. Pero si hay miles, millones de personas, que son cuerdas y que están entre lo mejor de la humanidad, algo pasa. Y entre ess millones de personas hay gente a la que la vida le ha sonreido y otras que han recibido palos de la vida y, a pesar de todo, son felices. Porque dicen que han experimentado, aún en medio del sufrimiento, el amor de Dios. Y muchos de ellos dicen que Jesucristo está vivo y que ellos se lo encuentran todos los días y les da fuerza para vencer las dificultades de la vida. Mañana contaré mi vivencia de estos días, que tiene mucho que ver con esto.

Por supuesto, estoy de acuerdo con François en que el estereotipo de los ateos sombríos y los cristianos alegres es falso. Hay cristianos sociológicos tristes que siguen más o menos estoicamente unas reglas morales que no entienden, por una especie de pesada obligación en vez de hacerlo por amor hacia un Dios encarnado en Cristo que quiere su felicidad. Y hay ateos que tienen una vida ejemplar. Tengo amigos ateos ante los que me quito el sombrero y a los que respeto muy profundamente. Si no fuese así, todo estaría muy claro, y no lo está. La vida está hecha de claroscuros y este tipo de certeza nunca nos librará de ellos. Pero, en justicia, debo decir que las mejores personas que conozco son cristianos que han encontrado a Cristo. También es ilustrativo un libro, escrito por un catedrático de psiquiatría de Hasvard que pone frene a frente el análisis de la vida de Sigmund Freud y de C.S. Lewis y, la de éste, antes y después de abrazar la fe ristiana. El libro se llama "La cuestión de Dios" y su autor es Armand M. Nicholi. Por otro lado, se me hace bastante evidente que vivimos en un mundo en el que se ha dejado muy poco hueco al amor de Dios, que poca gente se fía de Él y, al mismo tiempo un mundo en donde se palpa el desencanto, el sinsentido, la desorientación y la infelicidad. ¿Tendrá algo que ver? Me parece que sí.

Pero hay algo innegable: La gente que dice haberse encontrado con Cristo dice ser feliz por ello. Nunca es un encuentro total ni definitivo, siempre hay niebla y claroscuro, luces y sombras. Podemos tacharlos de estúpidos o de locos o de mentirosos o preguntarnos ¿y si fuese verdad? El hecho de que otros no hayan tenido este encuentro no prueba nada, porque no existe la prueba por omisión. Y es completamente irracional desdeñar el fenómeno de un san Francisco de Asís, de una Teresa de Calcuta, de un san Francisco Javier y de tantas personas anónimas que pasan por la vida haciendo el bien del que son buenamente capaces y siendo felices por ello a pesar de su dosis de sufrimiento. Y es irracional taparse los oídos a sus razones: dicen hacerlo por Cristo al que reciben de la Iglesia a diario. Y cuando éstos intentan irradiar a otros su fe, no lo hacen para tener razón, sino para compartir con el resto de la humanidad un tesoro incalculable del que cuanto más se da, más se tiene. Y si a veces se enfrascan en esgrimas intelectuales, no lo hacen porque necesiten demostrar lo que han experimentado, sino para dar razón de su esperanza a quien quiera escucharles.

Sólo hay una respuesta racional, la búsqueda en la niebla. Termino con la felicitación que nos ha mandado a muchos amigos uno común, agnóstico en búsqueda. Como yo. Como todos.

“Ten paciencia con todo lo irresuelto en tu corazón. Y trata de amar las preguntas mismas, como si fuesen habitaciones cerradas o libros escritos en una lengua completamente desconocida. No busques respuestas que pueden no haberte sido dadas ahora porque no serías capaz de vivirlas. El punto es; vive todas las cosas, vive las preguntas ahora. Tal vez así, un día, en un futuro lejano, podrás, gradualmente, incluso sin notarlo, vivir tu camino hacia la respuesta” (Rainer María Rilke, Cartas a un joven poeta. Carta cuarta)

Buscad y encontraréis. Aunque me repita, vuelvo a escribir la oración de san Anselmo:

"Te buscaré deseándote,
te desearé buscándote,
amándote te encontraré.
encontrándote te amaré".

17 de diciembre de 2008

Otra respuesta más (la última) a Paco Cuéllar

En mi última entrada dije que probablemente no volvería a hacer posts en el blog hasta Enero. Bueno, pues antes de salir de viaje, hago este para responder por enésima vez a Paco Cuéllar.

Paco Cuellar ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Más respuestas a Paco Cuéllar": Dices “Sin embargo te sigues agarrando a que tienen inteligencia simbólica incipiente, si bien no desarrollada, por lo que no es cualitativamente distinta. Sin embargo, esto también es contrario a las leyes de la evolución. Porque cuando algo que es una ventaja competitiva para sobrevivir se inicia, no hay nada que haga que se pare y aparece en la naturaleza de miles de formas diferentes”.No me sigo agarrando; te lo demuestro con unos videos que tu te sigues empeñando en no querer ver ni comentar porque no te interesa. Y no has captado cuales son las leyes de la evolución porque continúas empeñándote en que el final de la evolución es el hombre y la evolución no es lineal; es ramificada y, por lo tanto, claro que la evolución se para; se para cuando el organismo vivo ha conseguido adaptarse al medio donde vive.Tu eres el típico seguidor de la teoría de Tarzán de los monos. Y sabes: de aquellos que opinan que si un avión se estrella en medio de la selva sobreviviendo un bebé blanco, este crecerá y debido a su superioridad frente al resto de las especies, se convertiría en el rey de la selva y a su grito acudirían todo tipo de animales y negros salvajes. Y eso no es así. Tu sueltas en medio de la selva a Einstein y al cabo de un mes, se ha muerto. Dura menos que un chimpancé y es porque el chimpancé ha evolucionado hasta adaptarse a su medio y ese mismo medio no es el adecuado para una persona como Albert Einstein. Y la prueba la tienes en programas de televisión tan interesantes (en ese sentido) como el de “La selva de los famosos” donde se puede ver que si dejas a un grupo de humanos, que han triunfado en nuestra sociedad, solos en un bosque o en una isla, como no se les atienda, se mueren de hambre. Además, ¿Como puedes hablar de la superioridad humana con 2/3 de la humanidad pasando hambre?, Según la FAO a 1.000 millones de personas hay que tirarles comida desdes aviones porque son incapaces de sobrevivir por si mismos con toda la inteligencia que les ha insuflado Dios. Tu confundes la inteligencia del hombre con la inteligencia de la humanidad; que no es lo mismo. El hombre no ha llegado a la Luna, ha llegado la humanidad; tanto la viva como la que ha participado en la construcción del cohete como la muerte como Newton, Kepler, etc. Sin todos ellos, nadie hubiese llegado a la Luna.Tema de Galileo: Hasta ahora nuestro trato ha sido cordial; tomándonos cierta confianza, eso sí; pero la burla, la tomadura de pelo de tu manipulación sobre el tema del heliocentrismo, ha sobrepasado el límite de una mínima educación y respeto a un interlocutor. Nicolás de Cusa nunca hablo de heliocentrismo; si no de la imposibilidad de que hubiera un centro del universo ya que este es infinito. Copérnico era canónigo porque, en la época, a parte de esta, había pocas posibilidades de dedicarse el estudio y la investigación y no le pasó nada porque cuando publicó (o le publicaron) su libro, ya estaba muerto. Y a Galileo no le pasó nada porque se retractó por miedo a que le pasara lo mismo que a Giordano Bruno y lo único que me faltaba es que me digas que si Giordano Bruno se quemó en la hoguera, fue por accidente. Una cosa es tomarnos cierta confianza y otra es faltarnos el respeto. Pero, dejando de lado esta forma tan desafortunada de rodear la cuestión, por mi planteada, vuelvo a ella: El ser un planeta “subordinado” a girar entorno al Sol no le quita esplendor a nuestra Tierra; sino que es así de maravillosa, precisamente por ello y el que los humanos seamos simios, no nos quita ni un ápice de todo lo que tenemos de maravilloso ni de miserable (que también lo tenemos). Quizás somo como somos gracias a que somos simios inteligentes; no me imagino la posibilidad de un ave inteligente o de un pez inteligente.Después de una parrafada sobre lo buena que ha sido la Iglesia en la historia de la humanidad, que no se a cuento de que viene, terminas diciendo: “Y, desde luego, no me irás a decir que fue la Iglesia la que inventó la esclavitud y promovió el tráfico de esclavos negros, ¿o también?”. Desde luego que no la inventó; pero sí se lucró de ella siempre que tuvo la ocasión. El papa Nicolás V, legitimó el comercio de esclavos en su bula “Divino amore communiti” (por amor divino a la comunidad) el 18 de Junio de 1452. Por esto el comercio de esclavos fue legal y no causo ningún escrúpulo en los participantes. Pero, desde luego no hace falta ser un experto en historia para saber que la Iglesia Católica nunca lideró la lucha contra la esclavitud; en todo caso, la protestante.Más adelante dices, respecto a la “mala educación religiosa que he recibido”: “...yo no he hecho como el niño que como le enseñaron mal las matemáticas de pequeño, les cogió manía y decidió que no servían para nada, sino que he intentado profundizar en la teología de una forma madura, yendo a las fuentes y procurando entender lo que me explicaron mal.”. ¿Y quien te ha dicho a ti que yo no he hecho lo mismo?. En mi “búsqueda de la verdad” incluso pasé una época en los Testigos de Jeová y esa búsqueda de la verdad es la que me ha llevado a donde estoy, lejos de magias, poderes, misterios sobrenaturales, etc. Incluso, nunca he cerrado las puertas detrás de mi, dando la opción de volver atrás; por eso estoy aquí, a ver si se me ofrece alguna respuesta lógica, digna de la inteligencia que me ha insuflado Dios; pero solo se me ofrece fe, como siempre. Será porque no hay nada más: o lo crees porqué sí o nada.Bien, yo tengo una mala educación religiosa. Ayudame, por favor: dime porqué Dios padre no tiene un altar. Dime porqué los aztecas precolombinos murieron sin conocer su palabra y si a consecuencia de ello fueron a cielo o al infierno.A pesar de mi psicología barata, me das la razón cuando dices “A mí se me quitó totalmente (el miedo a la muerte) el día que me encontré con ese Dios amor que, a cambio, me dio su Luz y su Vida”; pero no seré yo el que haga lo más mínimo para que vuelvas al miedo. Ya te lo dije.Saludos.



Querido Paco:

Veo que vuelves a tus argumentos ad hominem y esta vez con virulencia acentuada. Pero de la abundancia del corazón hable la boca y la tuya habla de frustración y rabia. En un cruce de comentarios con otro de los que siguen este blog pedí unas normas de cortesía intelectual que parece te resultan difíciles de cumplir. Pero de la abundancia del corazón habla la boca y la tuya habla de frustración y rabia.

Este va a ser el último post que te conteste, no sólo por tus ataques personales, sino también porque como te dije en el anterior post, me aburre soberanamente esta estéril esgrima. Cuando mi dedo señala a la luna, tú miras el dedo. Cuando yo hablo del bosque, tú discutes atropellada y confusamente sobre cada hoja. La luna y el bosque son el amor de Dios. Y no voy a consentir que tú me marques la agenda de mi tiempo discutiendo en una avalancha de argumentos misceláneos sobre si mi dedo o el de la Iglesia es feo o bonito, cuando lo que importa es la luna. En una entrada tuya, en un cambio de impresiones que tuviste con un seguidor de este blog, decías no tener con quien hablar de estas cosas, sino sólo del Hola o de fútbol. Tendrás que buscarte otro que te resuelva ese problema. Naturalmente, te voy a contestar cumplidamente a todo lo que merezca la pena este post de despedida. Después no encontrarás en él una respuesta mía, porque no estoy para dedicar mi tiempo a desfacer entuertos de traumas infantiles con una religión mal aprendida acerca de un Dios terrible que dices haber tenido la mala suerte que unos curas te hayan enseñado mal y que luego has agravado nada menos que con los Testigos de Jehová. Claro, así no me extraña que tu trauma del Dios despiadado se haya hecho mayor. La mejor manera de curarlo no es matar al Dios al que no has conocido, sino buscarlo en donde está. Tal vez si leyeses el Nuevo Testamento con los ojos de un romano del siglo I… Pero habíamos quedado en no recomendarnos libros.

En fin, al grano y procurando ser breve. Empiezo por el final de tu post. Yo creo que no te has leído lo que escribo o haces a propósito una lectura sesgada. Cuando te dije:

“A mí, desde luego, se me ha quitado hace mucho ese miedo a un Dios mal conocido, que tú has tardado, dices, cuarenta trabajosos años en quitarte. ¿Te lo has quitado tú del todo? A mí se me quitó totalmente el día que me encontré con ese Dios amor que, a cambio, me dio su Luz y su Vida. Me pasó, poco a poco, en un maravilloso proceso de profundización, en el que, como decía san Anselmo:

Te buscaré deseándote,
te desearé buscándote.
Amándote te encontraré,
encontrándote te amaré”.

Esta claro que te estaba diciendo que el miedo que se me quitó es el medo que tú no te has sabido quitar más que matando al perro –muerto el perro se acabó la rabia– de un Dios terrible. A mí ese miedo se me quitó cuando conocí la figura de Cristo, Dios hecho hombre para sufrir con cada hombre que sufre lo que haya podido sufrir. Mientras no entiendas esto con el corazón, no entenderás nada.

Tú cortas la frase y pretendes volverla en mi contra diciendo que el miedo que se me quitó es el de la muerte por la mentira que según tu argumento de psicología barata, ha hecho que millones de los hombres que más han hecho por la humanidad se hayan inventado una religión. Todos esos millones que se extienden a lo largo de los últimos 2000 años y que han hecho el mundo más humano en nombre de ese Cristo son, según tú estúpidos o locos. ¡Ojalá hubiese muchos estúpidos y locos como Teresa de Calcuta, san Pablo, Francisco de Asís y todos esos estúpidos anónimos que son los últimos en dejar Ruanda –por poner un país– y que dicen estar allí por Cristo. ¿Ese corte es falta de atención a lo que lees o interpretación torticera?

Vamos a los famosos vídeos de los monos. Claro que los he visto. Los vi el primer día. No te dije nada porque me parecía que no merecía la pena, pero si insistes, ahí voy, en esta esgrima tan pesada. Decir que eso demuestra que los chimpancés y bombos tienen un atisbo de inteligencia simbólica es tener en poca estima el concepto de demostración. El segundo y el tercero demuestran que el adiestramiento de un animal puede dar resultados impresionantes, pero ¿inteligencia? En el segundo, queda clarísimo que los chimpancés distinguen la palabra TOMATO y que cuando la oyen tocan un dibujo de un tomate. A menos que creas que entienden el inglés. El tercero que tienen una magnífica memoria visual (de hecho ese es el sentido del test) y que después de muchas horas de adiestramiento saben que si tocan antes el signo con el rabito para arriba que el del rabito para abajo hay premio. Y lo hacen incluso mejor que los humanos. Eso quiere decir que para sobrevivir necesitan más memoria visual que los humanos. ¿O es que son más inteligentes? En las olimpiadas me encanta el deporte de la doma, ero no se me ocurre pensar que el caballo tiene inteligencia. ¿O sí? El primer vídeo es un poco más curioso. Parte de una concepciones errónea. Que la mente consiste en interpretar las actitudes de los demás (por cierto el experimento con los niños me parece de coña). Por supuesto que un chimpancé se fija en si el chimpancé grande le ve o no le ve. Lo aprende a leche limpia y es una forma de adiestramiento hecho por la paliza del chimpancé dominante en vez de por los caramelitos del adiestrador humano. Eso se llama instinto, no inteligencia.

De lo de que me llames “el típico seguidor de la teoría de Tarzán de los monos” no digo nada, para qué. Parece que me atribuyes en la frase algún tipo de atavismo racista, o algo así. En todo lo que puedas haber leído en mi blog no encontrarás ni una palabra que justifique semejante prejuicio tuyo, pero tampoco pareces necesitarlo. Lo de la supervivencia de Einstein en la selva es muy gracioso, pero no sé que tiene que ver con la evolución y lo de que la evolución procede por ramificación me parece descubrir la pólvora en el siglo XXI. Ya lo sé. Esa es la cuestión. Por supuesto que el hombre seguirá evolucionando en su cuerpo, pero lo que no hará es ramificarse en dos especies, por la sencilla razón de que en un mundo global, no existe aislamiento genético suficiente. ¡Qué barbaridad, que esgrima tan inútil!

Pero sigamos. Claro si no entiendes esto, ¿cómo vas a entender que todos los templos y altares cristianos, absolutamente todos, desde las catedrales románicas y góticas hasta las más pequeñas ermitas, están dedicados a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que son un sólo Dios? ¿Cómo vas a entender que todos los aztecas que hayan sido buena gente están con ese Dios de bondad porque tenían su ley grabada en sus corazones? Si los Salesianos o los Testigos de Jehová te han dicho otra cosa y tienes miedo a ese Dios. ¿La ayuda me la pides de verdad? Si es de verdad léete el catecismo de la Iglesia. Si es, como me temo, un puro recurso polémico, sigue en tu ignorancia sobre la teología cristiana.

Más, vamos allá, paciencia. No, a la Iglesia no le importaba que la Tierra estuviese o no en el centro del Universo. Sí, Nicolás de Cusa, Cardenal de la Iglesia Católica dijo en 1440:

«Si Dios es lo unitario y lo infinito a la vez, entonces el universo también es infinito. En consecuencia, si el Universo es infinito, no tiene fin, y de allí se extrae pues que NO EXISTE CENTRO DEL UNIVERSO, por lo que la Tierra no es el centro del Universo, por lo que tampoco existe un punto de referencia, TODO ES RELATIVO y NO HAY UN LUGAR DE PRIVILEGIO EN EL UNIVERSO. Tampoco hay quietud, sino que TODO ESTÁ EN MOVIMIENTO, incluido el Sol. Que no nos percatemos del movimiento no significa que no exista.»

Esto no es heliocentrismo pero sí es el camino hacia ello y, desde luego no hay en esto ninguna necesidad de poner la Tierra en el centro del universo, que es lo que tú decías en una de tus entradas anteriores si lo quieres mirar. Sí, Copérnico dedicó “De Revolutionibus” al Papa León X con estas palabras:

“Si hay necios que, sin saber nada de matemáticas, emiten una opinión sobre estas cosas y se atreven a censurar y atacar mi principio tomando como base algunos pasajes de las Escrituras interpretadas para servir a sus intenciones, no me preocuparé en absoluto y no podré más que despreciar su punto de vista, considerándolo incluso como temerario”.

León X lo leyó, le contestó con una amable carta y no le pasó nada. El libro tardó mucho en publicarse y sí, cuando salió Copérnico ya estaba muerto, pero el Papa lo conocía desde antes y no pasó nada. Sí, a Giordano Bruno le quemaron, pero no, no lo hicieron por creer en el sistema heliocéntrico. Sí, antes de que te rasgues las vestiduras, estuvo muy mal, fue un crimen horrible, como el de todos los herejes a los que se quemó, pero si puedes aguantar un poco, de eso hablaremos luego. Sí, a Galileo le condenaron a arresto domiciliario en su casa de campo cerca de Florencia y te digo lo mismo que de Giordano Bruno (aunque en menor grado, naturalmente). Sí al libro de Copérnico, a raíz del tema de Galileo, le pusieron unos cuantos párrafos en el índice, que va al mismo aco que Bruno. Fin tema Galileo, con flecos sueltos, ya lo sé, a los que voy ahora.

En entradas anteriores a esta, ya dije que no iba a defender las cosas malas que han hecho los hombres de la Iglesia a lo largo de la historia, pero que no me iba a dejar meter goles por debajo de las piernas. En eso, sigo al Papa Juan Pablo II que pidió perdón por los pecados de los criatianos. No sé si te lo leerás pero, por si acaso, ahí va:

Jornada del perdón (12 de marzo de 2000)

ORACIÓN UNIVERSAL

CONFESIÓN DE LAS CULPAS Y PETICIÓN DE PERDÓN

El Santo Padre:

Hermanos y hermanas, supliquemos con confianza a Dios nuestro Padre, misericordioso y compasivo, lento a la ira y grande en el amor y la fidelidad, que acepte el arrepentimiento de su pueblo, que confiesa humildemente sus propias culpas, y le conceda su misericordia.

I. CONFESIÓN DE LOS PECADOS EN GENERAL

Oremos para que nuestra confesión y nuestro arrepentimiento estén inspirados por el Espíritu Santo, nuestro dolor sea consciente y profundo, y, considerando con humildad las culpas del pasado en una auténtica « purificación de la memoria », nos comprometamos en un camino de verdadera conversión.

El Santo Padre:

Señor Dios, tu Iglesia peregrina, santificada siempre por ti con la sangre de tu Hijo, acoge en su seno en cada época a nuevos miembros que brillan por su santidad y a otros que, con su desobediencia a ti, contradicen la fe profesada en el santo Evangelio. Tú, que permaneces fiel aun cuando nosotros te somos infieles, perdona nuestras culpas y concédenos ser entre los hombres auténticos testigos tuyos.

Por Cristo nuestro Señor.

Se enciende una lámpara ante el Crucifijo.

II. CONFESIÓN DE LAS CULPAS EN EL SERVICIO DE LA
VERDAD

Oremos para que cada uno de nosotros, reconociendo que también los hombres de iglesia, en nombre de la fe y de la moral, han recurrido a veces a métodos no evangélicos en su justo deber de defender la verdad, l imite al Señor Jesús, manso y humilde de corazón.

El Santo Padre:

Señor, Dios de todos los hombres, en algunas épocas de la historia los cristianos a veces han transigido con métodos de intolerancia y no han seguido el gran mandamiento del amor, desfigurando así el rostro de la Iglesia, tu Esposa. Ten misericordia de tus hijos pecadores y acepta nuestro propósito de buscar y promover la verdad en la dulzura de la caridad, conscientes de que la verdad sólo se impone con la fuerza de la verdad misma.

Por Cristo nuestro Señor.

Se enciende una lámpara ante el Crucifijo.

III. CONFESIÓN DE LOS PECADOS QUE HAN COMPROMETIDO
LA UNIDAD DEL CUERPO DE CRISTO

Oremos para que el reconocimiento de los pecados que han lastimado la unidad del Cuerpo de Cristo y herido la caridad fraterna, allane el camino hacia la reconciliación
y la comunión de todos los cristianos.

El Santo Padre:

Padre misericordioso, la víspera de su pasión tu Hijo oró por la unidad de los que creen en él: ellos, sin embargo, en contra de su voluntad, se han enfrentado y dividido,
se han condenado y combatido recíprocamente. Imploramos ardientemente tu perdón
y te pedimos el don de un corazón penitente, para que todos los cristianos, reconciliados contigo y entre sí en un solo cuerpo y un solo espíritu, puedan revivir la experiencia gozosa de la plena comunión.

Por Cristo nuestro Señor.

Se enciende una lámpara ante el Crucifijo.

IV. CONFESIÓN DE LAS CULPAS EN RELACIÓN CON ISRAEL

Oremos para que, recordando los padecimientos sufridos por el pueblo de Israel en la historia, los cristianos sepan reconocer los pecados cometidos por muchos de ellos contra el pueblo de la alianza y de las bendiciones,
y purificar así su corazón.

El Santo Padre:

Dios de nuestros padres, tú has elegido a Abraham y a su descendencia para que tu Nombre fuera dado a conocer a las naciones: nos duele profundamente el comportamiento de cuantos, en el curso de la historia, han hecho sufrir a estos tus hijos, y, a la vez que te pedimos perdón, queremos comprometernos en una auténtica fraternidad con el pueblo de la alianza.

Por Cristo nuestro Señor.

Se enciende una lámpara ante el Crucifijo.

V. CONFESIÓN DE LAS CULPAS COMETIDAS
CON COMPORTAMIENTOS CONTRA EL AMOR,
LA PAZ, LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS,
EL RESPETO DE LAS CULTURAS Y DE LAS RELIGIONES

Oremos para que, contemplando a Jesús, nuestro Señor y nuestra Paz, los cristianos se arrepientan de las palabras y conductas a veces suscitadas por el orgullo, el odio,
la voluntad de dominio sobre los demás, la hostilidad hacia los miembros de otras religiones y hacia los grupos sociales más débiles, como son los emigrantes y los gitanos.

El Santo Padre:

Señor del mundo, Padre de todos los hombres, por medio de tu Hijo nos has pedido amar a los enemigos, hacer bien a los que nos odian y orar por los que nos persiguen.
Muchas veces, sin embargo, los cristianos han desmentido el Evangelio y, cediendo a la lógica de la fuerza, han violado los derechos de etnias y pueblos; despreciando sus culturas y tradiciones religiosas: muéstrate paciente y misericordioso con nosotros y perdónanos.

Por Cristo nuestro Señor.

Se enciende una lámpara ante el Crucifijo.

VI. CONFESIÓN DE LOS PECADOS QUE HAN HERIDO
LA DIGNIDAD DE LA MUJER Y LA UNIDAD DEL GÉNERO
HUMANO

Oremos por todos aquellos a quienes se ha ofendido en su dignidad humana y cuyos derechos han sido vulnerados: oremos por las mujeres, tantas veces humilladas y marginadas, y reconozcamos la formas de connivencia de las que también se han hecho culpables muchos cristianos.

EI Santo Padre:

Señor Dios, Padre nuestro, tú has creado al ser humano, hombre y mujer, a tu imagen y semejanza y has querido la diversidad de los pueblos en la unidad de la familia humana; sin embargo, a veces, la igualdad de tus hijos no ha sido reconocida,
y los cristianos se han hecho culpables de actitudes de marginación y exclusión,
permitiendo las discriminaciones a causa de la diversidad de raza o de etnia.
Perdónanos y concédenos la gracia de poder curar las heridas todavía presentes en tu comunidad a causa del pecado, de modo que todos podamos sentirnos hijos tuyos.

Por Cristo nuestro Señor.

Se enciende una lámpara ante el Crucifijo.

VII. CONFESIÓN DE LOS PECADOS EN EL CAMPO
DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA

Oremos por todos los seres humanos del mundo, especialmente por los menores víctimas de abusos, por los pobres, los marginados, los últimos; oremos por los más indefensos, los no nacidos destruidos en el seno materno o incluso utilizados para la experimentación por cuantos han abusado de las posibilidades que ofrece la biotecnología, falseando las finalidades de la ciencia.

El Santo Padre:

Dios, Padre nuestro, que siempre escuchas el grito de los pobres, cuántas veces tampoco los cristianos te han reconocido en quien tiene hambre, en quien tiene sed, en quien está desnudo, en quien es perseguido, en quien está encarcelado, en quien no tiene posibilidad alguna de defenderse, especialmente en las primeras etapas de su existencia. Por todos los que han cometido injusticias, confiando en la riqueza y en el poder y despreciando a los « pequeños » , tus preferidos, te pedimos perdón: ten piedad de nosotros y acepta nuestro arrepentimiento.

Por Cristo nuestro Señor.

Se enciende una lámpara ante el Crucifijo.

Oración final

El Santo Padre:

Oh Padre misericordioso, tu Hijo Jesucristo, juez de vivos y muertos, en la humildad de su primera venida ha rescatado a la humanidad del pecado y, en su retorno glorioso, pedirá cuentas de todas las culpas; concede tu misericordia y el perdón de los pecados a nuestros padres, a nuestros hermanos y a nosotros tus siervos,
que impulsados por el Espíritu Santo volvemos a ti arrepentidos de todo corazón.

Por Cristo nuestro Señor.

Amen.


Hay cristianos que opinan que Juan Pablo II se pasó pidiendo perdón por demasiadas cosas. Yo no soy de ellos. No hay una sola institución humana, país, nación, pueblo, etc. que haya hecho una cosa semejante. Y prácticamente todas han hecho cosas peores que las que han hecho los cristianos y pocas de ellas mejores. Respecto al asunto concreto de la esclavitud; ésta ha sido siempre fruto de la codicia humana. Te equivocas de bula, no es la “Divino amore comuniti”, sino la “Dum diversas”, no me descubres nada nuevo, pero lo que dices es verdad. Lo mismo que es verdad que hay otras bulas papales que la condenan. Si de verdad quieres saber toda la verdad y no la mitad demagógica sobre el problema, te sugiero la lectura del libro "la Iglesia y la esclavitud de los negros" de José Andrés Gallego y Jesús Mª García añoveros, ed EUNSA. Desgraciadamente, algunos papas se han plegado, en lo que Toynbee llama “el riesgo de militar en la tierra”, a los poderes civiles cuya codicia promovía la esclavitud. Cuando algún Papa se ha doblegado lo ha hecho a través de bulas, que no son, ni mucho menos documentos dogmáticos y se han desdicho en cuanto la opresión de los poderes civiles se ha aflojado. También hay bulas así. Me hubiesen gustado que en determinadas épocas de la historia hubiera habido Papas más valientes, pero… No tengo nada que quitar o poner a la petición de perdón de un Papa valiente, Juan Pablo II. Y, dicho esto, claro que la abolición de la esclavitud es algo que emana del cristianismo, como los derechos humanos y tantas cosas que han nacido en occidente, precisamente por sus raíces cristianas. Y ahora viene lo de no dejarme meter un gol por debajo de las piernas. Afirmo categóricamente que, a pesar de los pesares, no hay una sola institución humana, país, nación, pueblo, etc. que haya sido más benéfica para la humanidad que la Iglesia católica. Está formada por hombres que no siempre actúan de acuerdo con los mandatos de Cristo pero a lo largo de toda la historia, cualquier historiador objetivo sabe que ha contribuido a hacer un mundo más justo y mejor. Como dije en la anterior entrada durante siglos ha sido la sanidad pública, la escuela pública etc. Y durante toda su historia sus hombres y mujeres han llevado el amor de Dios, Cristo, a los rincones más desfavorecidos del planeta. Y si le preguntas a los que están en esos lugares, ahora y desde el siglo I, te dicen que lo hacen por ese Dios que es amor manifestado en Cristo que es a través de los sacramentos de la Iglesia de donde sacan la fuerza para ser luz y esperanza del mundo. Absolutamente ninguna institución humana, país, nación, pueblo, etc. puede presentar un palmarés así. Y por encima de la miseria y grandeza humana de la Iglesia y del “riesgo de militar en la tierra”, la misión de la Iglesia es mantener vivo a Cristo mismo en el mundo a través de los sacramentos y difundir su menaje salvador del Evangelio. Yo me siento orgulloso de pertenecer a una comunidad así. No es una comunidad de perfectos, gracias a Dios, porque si lo fuera no habría sitio para mí, pero me trae todos los días, a mí y a millones de hombres y mujeres de los cinco continentes, de toda raza, pueblo y condición, la alegría de recibir a Cristo vivo. Naturalmente si uno no conoce al Dios del amor, no puede entender esto y los que se han quedado en el miedo a un Dios terrible están ciegos para ello. Pero esa ceguera no justifica su odio y su visión sesgada. El que no ve la luz ni siente ese amor puede decir que no la ve y que no siente nada, pero no puede, con honestidad, decir que los millones de personas magníficas que sí la ven y que dan su vida, mucho o poco por esa luz y por llevar ese amor a los que les rodean, son estúpidos, cobardes, engañados o miserables. Esos hombres y mujeres son la luz del mundo y la sal de la tierra y merecen nuestro respeto. A mí me gustaría parecerme a ellos. Ojalá un día te olvides de tus traumas infantiles con los salesianos y de los juveniles con los Testigos de Jehová y veas esa luz. Mientas tanto, no es sano seguir el título de la obra de Lope de Vega “el perro del hortelano” que ni come ni deja comer. Es un papel muy triste. Y aquí se acaba este ejercicio de estéril esgrima. Que la luz de Dios te ilumine, que su amor te abra a Él y hasta siempre, pero no en este blog.

Un abrazo en Cristo.

Tomás

13 de diciembre de 2008

Algo muy especial (por lo menos para mí)

Probablemente esta sea la última entrada mía en este blog hasta el primer fin de semana del 2009. La razón es que dentro de unos días me voy a Roma para asistir allí a la ordenación sacerdotal de mi hijo Rodrigo. Es un momento importantísimo en mi vida. La razón de ser de este blog es compartir cosas esenciales con mucha gente, por eso publico este post. En realidad, no es un post mío. Son tres mails que Rodrigo mandó a su familia, amigos conocidos con autorización para difundirlo. Los mandó respectivamente a fines de mayo, y principios de Junio los dos primeros, poco antes de su ordenación como diácono y el 10 de Diciembre el tercero, inmediatamente antes de entrar en los ejercicios espirituales de los que saldrá directamente para ordenarse sacerdote el 20 de Diciembre en la basílica de San Pablo Extramuros en Roma. Allí nos vamos toda la familia hasta fin de año.

Ahí van los tres mails:


Fecha: 16 de mayo de 2008
Asunto: Me voy a ordenar sacerdote

Acabo de terminar de escribir una carta con la que voy a dar un paso decisivo en mi vida. He escrito a mi superior la carta en la que le pido recibir la ordenación sacerdotal.

Ciertamente llevo ya muchos años preparándome para este momento. Pero la costumbre en la Iglesia es que, durante el año anterior a la ordenación, el superior de un candidato al sacerdocio le comunique su aceptación y que, en ese momento, el candidato redacte una breve carta manuscrita. En ella debe pedir libre y espontáneamente la admisión a las sagradas órdenes y manifestar la intención de dedicarse de por vida a su misión de sacerdote. Esta es la carta que acabo de escribir.

Es una carta muy sencilla, de una página, sin retórica ni frases ampulosas, pero que compromete toda una vida. Imposible imaginar a qué rincones del mundo me llevará esta carta. Menos aún la gente con la que me llevará a tratar o las aventuras y retos, los sufrimientos y alegrías, las sorpresas y las fatigas que me deparará. Por eso es una carta que no se puede escribir con indiferencia. La he escrito con gran alegría y confianza, pero también con cierta expectación. ¿Qué será de mí en los próximos años?

Creo que por eso he sentido la necesidad de haceros llegar este mensaje al mayor número posible de todos vosotros a quienes he conocido. A quienes he conocido mucho y a quienes menos. A los que he seguido tratando con más frecuencia, y a los que no he visto o he visto muy poco en estos años que he pasado en diversos países del mundo. A los que sois creyentes, a los que no tanto y a los que no lo sois. A todos.

Imposible explicar en unas pocas líneas lo que es para mí ser sacerdote. Pero una cosa es cierta: el sacerdote pertenece a Dios y a los demás. Ya no se pertenece a sí mismo. Ha renunciado a una familia propia y a unos planes personales para dedicarse sólo a Dios y a los demás. No es que no tenga familia. Ésta es su familia: Dios y los demás. Creo que también por eso siento la necesidad de mandaros este mensaje. Porque, más allá de las distancias y más allá de los años, como “casi-sacerdote” creo que algo especial me ata a la gente con la que me he cruzado.

Si eres una persona de fe, te pido una oración por mí. Para que Dios me ayude a ser un santo y auténtico sacerdote. Si eres una persona de poca fe, te pido dos oraciones. Si no eres creyente alégrate por mí, y yo me encargo de la oración. ¡Pero alégrate!

Entre este momento y la ordenación me gustaría poder escribiros en alguna otra ocasión, para ver si consigo explicar por qué me hago sacerdote, qué he hecho estos años de preparación, qué significa ser sacerdote en el mundo de hoy. A ver si lo consigo.

De momento os mando un fuerte abrazo y la información sobre la ordenación.
Rezo por vosotros,

Rodrigo Alfaro Uriarte

Ordenación sacerdotal:

Sábado 20 de diciembre de 2008, Basílica de San Pablo extramuros, Roma, Italia. Nos ordenará el Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado emérito de la Santa Sede.

Antes seré ordenado diácono el domingo 29 de junio de 2008, también en Roma, en la capilla del Centro de Estudios Superiores de los Legionarios de Cristo, por Mons. Mieczyslaw Mokrzycki, antiguo secretario personal de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.

PD: Si tienes la dirección de alguna persona que conozco, a quien crees que le agradaría recibir noticias mías, puedes mandármela o reenviarle tú mismo este mensaje.



Fecha: 03 de junio de 2008
Asunto: ¿Por qué pensé en hacerme sacerdote?

La idea de ser sacerdote me fulminó al final del último año de colegio, en junio del 94. Sólo algunas semanas antes de la “selectividad” jamás había pensado que Dios me llamara a ser sacerdote. En 3º de BUP (Première en el liceo francés) había hecho ciencias porque pensaba estudiar una ingeniería; en COU (Terminale en el liceo francés), ciencias mixtas, porque ya tenía claro que de ingeniería nada: «O empresariales o derecho y después un master en dirección de empresas». Por el lado de los estudios las cosas iban bien y estaba presentando mi solicitud en diversas facultades de derecho y empresariales: a ver qué pasaba.

A corto plazo estaba bien ocupado y contento. Desde primeros de mayo, con los dieciocho años recién cumplidos, tenía el carné de conducir, una de mis ilusiones a corto plazo. Con coche, los fines de semana eran mucho más divertidos. Quería acabar cuanto antes los exámenes, la selectividad, el colegio. Las diversas invitaciones para varias fiestas nada más acabar los exámenes me animaban a un último esfuerzo en los estudios. Por si fuera poco, estaba a punto de empezar el mundial de fútbol de Estados Unidos, por supuesto, con el clásico estribillo: « ¡Este año sí podemos!», que terminaría por estrellarse contra el codo de Tassotti.

Aunque es verdad que no me planteaba para nada la idea de ser sacerdote – ¡ni mucho menos la de entrar en un seminario para el curso siguiente!– también es cierto que en ese último año de mi vida muchas cosas habían cambiado. Me había acercado a Dios como nunca antes. Incluso tenía un proyecto concreto de ir a hacer un mes de misiones en México durante el verano, aunque, eso sí, reservándome por lo menos una parte del mes de agosto para mis vacaciones. Para estudiar más tranquilo y para tratar de acercarme un poco más de Dios, decidí ir a preparar mis exámenes finales en una casa de los legionarios de Cristo.

Y fue en estas circunstancias concretas, durante esa semana, cuando, de pronto, algo cambió. ¡Todo cambió! Lo recuerdo muy bien. Fue durante una confesión, un 6 de junio de 1994.

-Padre, ¿me puede confesar?
-Claro, cómo no.

Hice una buena confesión y, cuando el padre decía «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», algo cambió para siempre. No es que escuchara voces extrañas. Tampoco hubo ninguna visión maravillosa. Pero, además de sentir una gran paz, salí de esa confesión con un fuego desbordante en el corazón y una idea muy clara que resonaba en mi mente como dicha por Alguien Grande: «Quiero que seas sacerdote». ¡Era tan claro! ¡Es tan claro, casi catorce años después!

¿Por qué decidí hacerme sacerdote? He intentado responder del modo más directo e instintivo: volviendo al momento clave –¡al lugar del crimen! Pero yo mismo me doy cuenta de que esto sólo es una foto instantánea de un momento importante, que, sin embargo, no explica toda una decisión. ¿Estaría tan loco de seguir sin más una especie de sentimiento religioso? ¿De cambiar toda mi vida a raíz de esto?

Si esto hubiera sido un hecho aislado, una simple emoción pasajera, seguramente no hubiera seguido este camino. De hecho, en las semanas siguientes pensé más de una vez que era una locura lanzarme a seguir algo que parecía una emoción. No me parecía racional. Pero me dio ocasión para pensar mucho y para descubrir que no era un hecho aislado, ni sólo una emoción. Ese momento fue sólo el detonante de algo que Dios mismo preparaba desde hace tiempo, no una “improvisación”. ¿Cómo es que alguien que un año antes nunca rezaba, ni se confesaba, ni se preocupaba por “esas cosas” había llegado a este momento?

Bueno, me temo que lo que os he contado no explique del todo por qué me hago sacerdote. Como mucho os he enviado la foto de un suceso que cambió mi vida. Pero ya es algo. Espero poder explicároslo mejor. Es fácil explicar cómo te enamoras, pero estaréis de acuerdo en que es más difícil explicar el porqué. Buscaré el tiempo para hacerlo mientras preparo los exámenes finales de teología.

Con mis oraciones por vosotros. Un abrazo. Rodrigo Alfaro.


Fecha: 10 de Diciembre del 2008
Asunto: Justo antes de mi ordenación
Roma, 10 de diciembre de 2008

¡Un saludo a todos! Como veis mis otras cartas de las que hablaba hace unos meses nunca llegaron. Sí llegaron muchas otras cosas. Sí llegaron –y pasaron– mis exámenes finales de junio. Sí llego mi ordenación diaconal. Sí me llegó una nueva misión, por lo cual hice mis maletas y me marché a Francia. Aunque os escribo desde Roma, ahora vivo en el Sur de Francia, en Toulon, donde desarrollo mi ministerio con jóvenes y familias. Y, por cierto, sí llego también la Eurocopa, y esta vez sí, ¡esta sí que sí!

Estos meses de coger el ritmo del nuevo trabajo y de empezar a servir como diácono han sido muy intensos. El diaconado es el primer grado del sacramento del orden, y el diácono ya ayuda al sacerdote en su misión de muchas maneras, pero sobre todo bautizando, presidiendo el sacramento del matrimonio, predicando en la misa y distribuyendo la comunión. Ha sido un periodo precioso, y un último periodo inolvidable de preparación para la ordenación sacerdotal.
Tan intensos han sido estos meses que no he podido ni pensar en retomar el hilo de lo que empecé a contaros.

Os agradezco mucho las muchísimas respuestas tan sinceras que he recibido. Cada una de ellas ha sido una alegría para un corazón que se prepara a ser definitivamente todo de Dios y de los demás.

A partir de mañana empiezo ocho días de preparación en silencio para la ordenación sacerdotal. No será un silencio envasado al vacío, sino un silencio en el que rezaré con todas mis fuerzas por todos vosotros y por todas las personas a las que dedico mi vida haciéndome sacerdote. También por las que aún no conozco. Será un silencio lleno de alegría y de vida.

El sábado 20 de diciembre seré ordenado sacerdote con otros 49 compañeros. Después de habernos postrado en tierra mientras todos los presentes rezan por nosotros, el obispo impondrá las manos sobre nosotros y hará una oración consagratoria. Por ese gesto que sigue realizándose desde los tiempos de Jesucristo, seremos sacerdotes para siempre.

Gracias por vuestra paciencia. A los que creéis en ese Dios que me ha llamado a dar este paso, gracias por vuestras oraciones. A los que no creéis, gracias por vuestra simpatía. Y gracias a Dios por este regalo del sacerdocio.

Un abrazo a todos.

Rodrigo Alfaro

El sábado 10 de enero de 2009, a las 12, celebraré una misa en la parroquia de Nuestra Señora de Caná, en Pozuelo de Alarcón, Madrid. Estáis todos invitados. Por supuesto, después habrá vinito y jamón.

Por supuesto, ago extensiva esta invitación de Rodrigo a todos los que leáis este post. Ojalá seáis miles y no quepamos en la iglesia de Santa María de Caná y toquemos a muy poco jamón.

Un abrazo mío.

Tomás Alfaro Drake.

P.D. Os adjunto un enlace a youtube que merece verse.

www.youtube.com/watch?v=bYLIWWtqPx8

9 de diciembre de 2008

Más respuestas a Paco Cuéllar

Paco Cuellar ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Nueva respuesta a Paco Cuéllar":

Noto una absurda preocupación, en ti y en gente que comparte tus ideas, en que algún animal pudiera quitarnos nuestro liderazgo en el campo de la inteligencia. Os pasáis la vida remarcando diferencias. Dices “Búscame otro ser vivo que elija lo que quiera ser y que tenga dentro de sí la noción, aunque se equivoque al buscarla, de la verdad, la bondad y la belleza”. Y mi respuesta es: ninguno, ¡naturalmente!. Pero ¿quien ha dicho que haya otro animal que pueda tener la inteligencia nuestra?. Tranquilízate que nuestra hegemonía intelectual no corre peligro.

Dices que Stephen Jay Gould (este científico lo compartimos) en uno de sus ensayo afirma que “Los chimpancés son listísimos, pero nunca reflexionarán sobre la posición genealógica de los cangrejos rey”. Espero que mi admirado profesor Gould no se haya herniado con tal descubrimiento.

En mi escrito anterior, consciente de que no puedo recomendarte leer algún libro pues esto te ocuparía un tiempo que no tengo derecho a hacerte perder, te recomendé ver unos videos y un artículo que te llevaría un par de minutos y ni te has molestado en verlos pues no hacer referencia alguna a ellos. Esos videos demostraban, no que un chimpancé pueda reflexionar sobre la posición genealógica de los cangrejos rey, si no que los chimpancés pueden tener una inteligencia simbólica tan elemental como quieras pero que la tienen. Por lo tanto, el origen de esa inteligencia fue anterior a que nuestras especies tomaran caminos evolutivos distintos; en ellos quedó estancada y en nosotros se desarrolló más; luego no hay ningún momento en el que ningún Dios insuflara esa inteligencia en nosotros.

A Richard Dawkins, en este siglo le pasa lo que a Newton le pasó en su tiempo. Es el privilegio de los grandes que se pueden permitir el ser polémicos (no recuerdo que revista lo nombró el tercer cerebro más influyente del planeta)

Te contradices cuando, por un lado afirmas que la inteligencia es un fenómeno que “no se pueden explicar desde dentro de la ciencia” y por otro afirmas que la inteligencia es “una diferencia cualitativa”. Si no se sabe bien que es la inteligencia, ¿como sabes que es una diferencia cualitativa?. Y dices “la ciencia con intereses ideológicos, quiere hacer pasar la inteligencia como una cuestión de grado”. Con igual desconocimiento que tu de lo que es la inteligencia yo puedo decir que “la ciencia con intereses ideológicos (o religiosos), quiere hacer pasar la inteligencia como una cuestión cualitativa”.

Y perdona pero lo que me faltaba por oír es eso de “Y por eso esa ciencia tiene que rebajar al hombre al nivel del simio”. Eso se lo decía la Inquisición a Galileo cuando defendía la teoría Heliocéntrica. ¡Como va ha perder la Tierra su privilegiado lugar central en el Universo para relegarse a un papel secundario girando al rededor del Sol!, ¡sacrilegio!.

Para la iglesia católica, la Tierra era el centro del universo y dentro de la tierra el centro es el hombre sobre el que giran los animales y de los hombres el centro es el hombre blanco y judeo cristiano a cuyo alrededor gira incluso los ángeles que existen para su guarda, el demonio que no tiene otra cosa que hacer que tentarle, los santos que están para hacer sus deseos realidad incluso Dios que está para que le prepare un paraíso donde ir el día que se muera. ¿Que sería de Dios sin nosotros? Su existencia no tendría sentido. ¡Nuestra arrogancia no tiene límites!

En el fondo el verdadero Dios somos nosotros, los humanos; y hay una prueba que lo demuestra dejándonos con “el culo al aire”: Después de todo lo que hemos hablado de la creación del Universo desde la nada, por Dios y como dirige Él la evolución, después de todo lo maravilloso que és, ¿cuantos templos hay dedicados a Él desde donde se le rinde culto?. NI UNO SOLO. Todas las iglesias, catedrales, basílicas, conventos, monasterios están dedicados a su hijo o a la madre de su hijo; dos homo sapiens divinizados. ¿Y qué hicieron estos para tanto veneración?; pues lo mismo que cualquier santo: algunos milagros y morir torturado. Sin embargo al único que es Dios 100% y creador de todo lo existente, en 2000 años no se le ha construido ni una mísera capilla donde expresarle nuestro reconocimiento. Muchas PALABRAS y ningún HECHO. Aquí quedamos retratados (y me incluyo por mis orígenes cristianos).

Dices que no crees en un Dios antropomorfo; pero sí en un Dios que está a tu servicio y pendiente de tus necesidades. Yo, como Spinoza, puedo creer en un Dios no antropomorfo, un ser capaz de crearlo todo incluso a si mismo, desde la nada; un Dios que lo dirige todo; un Dios que algunos podrían llamar Naturaleza o Cosmos; pero nunca en un Dios a mi servicio y permanentemente atento a mis necesidades y pendiente de mi vida y de mi muerte; me parece, con todos los respetos, ridículo y pretencioso.

A continuación, en tu escrito, entras en profundidad en algo que mencioné de pasada y que no tiene importancia; pero bueno, ya que lo mencionas... Dices “En cuanto a la maldad de los españoles en su dominio de América, ¿te has hecho alguna vez la pregunta de por qué en la América en la que estuvieron los españoles existen razas autóctonas y en la parte a que llegaron los ingleses no?”. ¡Claro que sí! Y se las respuestas que coinciden con la tuya. ¿Y tu?, ¿te has hecho la pregunta de porqué hay negros desde el sur de los EEUU hasta el sur del Brasil (en toda la América hispano-portuguesa)?. Porque Fray Bartolomé de las Casas, apiadado por la mortandad de los indios en las plantaciones de azúcar, café y algodón propuso al Rey sustituirlos por negros africanos y a partir de entonces comenzó un tráfico de esclavos negros que duró 350 años en donde se estima que murieron de 9 a 10 millones de personas; Un genocidio peor que el provocado por Hitler, en el que participaron españoles, portugueses, ingleses, franceses y holandeses y en los que los negreros pagaban un canon, por los derechos de explotación, a sus respectivos reyes y al Papa. Y que terminó, no por cuestiones morales, si no porque la escasez de negros subió los precios; al principio un caballo valía 10 negros y al final se pagaba por cada negro 2 escopetas (África pecado de Europa - Editorial Trotta y La Casa de los Esclavos en la Isla de Goré, Dakar, Senegal).

Pero bueno, creo que, en el fondo, lo que tratas de hacer es disculpar el hecho de que Dios no inspirase la Biblia a los aztecas, si no que esperase a llevarles su palabra a través de los españoles. ¿Y que pasa con los aztecas precolombinos? ¿fueron al infierno o al limbo?. Este es uno de los motivos por los que veo que estoy en un callejón sin salida: siempre encuentras un motivo para “disculpar” a Dios. Ya sabes... Dios no es vago, si no que hace las cosas cuando quiere; Dios no llevó la Biblia a los aztecas (y demás pueblos del mundo) al mismo tiempo que a los judios, si no que esperó a que lo hicieran otros por Él... vamos, que es la niña de tu hijos y contra eso no hay argumento ni prueba científica válida. No se si calificar tus opiniones de sectarias o tendenciosas; al menos no son objetivas. ¿Y no es antropoformizar a Dios el atribuirle el hacer cosas cuando se le antoja?.

El otro motivo se deriva de lo leído en tu artículo “El lado oscuro de la inteligencia”. Ahí está la clave de todo: El miedo; miedo a la muerte y miedo a caer en desgracia. El miedo en definitiva es la poderosa fuerza que impide a un “creyente” ser objetivo; y yo en eso soy muy respetuoso. Porque fuí educado en un internado de los padres salesianos y allí se me adoctrinó en la fe a través de miedo, como es habitual entre el clero. Me ha costado 40 años superar ese miedo para, por fín, sentirme libre. Sin embargo comprendo que haya mucha gente que no tenga mi suerte y no me siento con derecho a acosarle y enfrentarles a sus miedo; pero si me rebelo contra aquellos que inculcan el miedo (sobre todo en niños) para gozar de poder económico y político desde el Vaticano o desde la Conferencia Episcopal.

Un cordial saludo.


Le contesto:

Querido Paco:

Gracias por quitarme el miedo a que un animal me quite el puesto. Parece que efectivamente coincides conmigo en que la inteligencia de los animales no es ni de lejos comparable a la humana. Sin embargo te sigues agarrando a que tienen inteligencia simbólica incipiente, si bien no desarrollada, por lo que no es cualitativamente distinta. Sin embargo, esto también es contrario a las leyes de la evolución. Porque cuando algo que es una ventaja competitiva para sobrevivir se inicia, no hay nada que haga que se pare y aparece en la naturaleza de miles de formas diferentes. En alguno de mis artículos, pongo el ejemplo de tener apéndices que pinchen. Fíjate de qué diferentes formas y en que diferentes especies la ha desarrollado la naturaleza. Los toros la tienen de hueso, los rinocerontes de pelos, los erizos, no sabría decirte d qué las han “sabido” hacer, las aves loe tienen, los reptiles también, los crustáceos, los moluscos, las zarzamoras, las rosas y un largo etcétera que cualquier botánico podría enumerar. Pero ¡oh, extraña excepción!, en los monos se engendró la más poderosa de las armas de supervivencia y no se desarrollo más que para quedarse en algo incomparable con el desarrollo que tuvo en otra especie y que, en vez de ser evidente, tiene que ser buscada con lupa para poder negar la evidencia. Porque de eso se trata, de una evidencia. Si la inteligencia hubiese salido del sombreo de la evolución, sería un fenómeno ubicuo en todos los primates, como lo son las manos prensiles que, indudablemente sí salieron por evolución. Érase una vez que entró un elefante en una cacharrería y empezó a destrozar todos los cacharros. El dueño de la cacharrería preguntó indignado. ¿quién ha metido este elefante en mi cacharrería? A lo que un competidor del duño, que estaba encantado de ver el destrozo que causaba el elefante con la trompa respondió: ¿qué elefante? Sí, la inteligencia es un fenómeno muy incómodo para quien quiere negar a Dios, pero lo que es innegable es el carácter único y cualitativamente diferente de la inteligencia humana.. Por supuesto, no demuestra la existencia de Dios. Si lees otros de mis escritos, verás que jamás he tenido la pretensión de demostrar la existencia de Dios.

Lo de comprar a Richard Dawkins con Isaac Newton es, dicho suavemente, simpático. Newton ha sido el mayor científico de todos los tiempos (y, por cierto, era creyente). Nadie polemizó con él seriamente sobre la veracidad de la gravitación ni sobre las leyes de la mecánica ni sobre el cálculo diferencial. Sus discusiones eran con Leibnitz y otos sobre la primacía de los descubrimientos. Dawkins, en cambio, es un científico de segunda o tercera línea que sabe usrar la polémica para alcanzar una notoriedad que de otra forma no tendría. Su influencia es fundamentalmente mediática y lo que le da notoriedad son, básicamente, los autobuses de Londres. Pero cada vez más científicos serios, de los que no usan sus creencias, san cuales sean, como materia prima, se sonríen o le critican por su forma de hacer ciencia. Uno de sus últimos libros “The God delusión” ha dado pie a numerosas críticas entre sus colegas científicos. Además, al entrar en temas de teología, demuestra su total ignorancia en ese campo y se le nota que habla de lo que no sabe nada.

Por supuesto, aparece en tu entrada el tema de Galileo y la Iglesia. ¿Sabías que el primer europeo que resucitó la hipótesis de Aristarco de Samos del heliocentrismo, fue Nicolás de Cusa en 1440 con su libro “De la docta ignorantia” y que Cusa era cardenal de la Iglesia católica? ¿Sabías que Copérnico era un canónigo católico y que dedicó su libro “De revolutionibus” en 1543 al Papa León X y que no pasó absolutamente nada? ¿Sabías que a Galileo nadie le prohibió hablar del heliocentrismo, siempre y cuando lo presentara como una hipótesis no demostrada, cosa que era en su época? ¿Sabías que la sanción, totalmente injusta, cierto, a Galileo fue por presentar su hipótesis como un hecho probado? ¿Sabías que Papa PauloV le recibió en Roma, mucho antes de su sanción, porque decía tener una prueba del heliocentrismo que resultó ser un fiasco para todos los lincei, –la asociación de los mayores sabios de la época a la que Galileo pertenecía– y que hoy se sabe que es falsa (la prueba, no la hipótesis)? ¿Sabías que mucho antes de que Galileo se adhiriese al sistema heliocéntrico, éste se enseñaba en la Universidad de Salamanca como lo que entonces era, una hipótesis? ¿Sabías que el sistema heliocéntrico no quedo matemáticamente demostrado hasta que Newton –más de cincuenta años después de la muerte de Galileo– descubrió las leyes de la mecánica y de la gravitación universal y el cálculo diferencial? ¿Sabías que la demostración empírica del heliocentrismo no se produjo hasta que en el siglo XIX se descubrió el primer paralaje estelar? Si lo sabías, sabrás que todo esto de que a la Iglesia le escandalizaba que la Tierra no fuera el centro del universo es un tópico. Una de tantas deformaciones históricas. Fueron otros condicionantes históricos los que la impulsaron a obrar así. Desde luego, la Iglesia, en ese caso, como en otros, actuó injustamente. Jamás defenderé a la Iglesia por algo malo que haya hecho, y ha hecho cosas malas. La Iglesia está compuesta por hombres y no por ángeles. Es un viejo motivo de escándalo esos procederes de la Iglesia y lo lamento como el que más. Pero tampoco me dejaré meter un gol por debajo de las piernas. Entre los mejores hijos de la humanidad de todos los tiempos se encuentran millones los mejores hijos de la Iglesia y sin el cristianismo no existirían los derechos humanos porque amarás al prójimo como a ti mismo es un mandato judío y amarás a tus enemigos es un mandato de Cristo que muchos cristianos no han seguido, es cierto, pero otros muchos sí lo han hecho lo suficiente para cambiar poco a poco el mundo. Y es la Iglesia la que ha mantenido vivo a lo largo de los siglos –aunque, por desgracia no siempre lo cumpliese– ese mensaje de Cristo. Sin embargo, durante siglos, cuando no existía el estado del bienestar, la Iglesia ha sido la instrucción pública y la sanidad pública al mismo tiempo. Y en los países que todavía viven en la miseria, sigue siéndolo. Y, desde luego, no me irás a decir que fue la Iglesia la que inventó la esclavitud y promovió el tráfico de esclavos negros, ¿o también?

Y por fin llegamos al meollo de la cuestión. Los traumas infantiles. Créeme que siento que los padres salesianos te enseñasen tan mal la religión. Y esto lo digo sin la más mínima sobra de ironía, ya que tu caso es el de mucha gente, y esto, lamentablemente ha sido un fallo muy común en la enseñanza religiosa, aunque no en toda. A mí también me pasó. Lo que ocurre es que yo no he hecho como el niño que como le enseñaron mal las matemáticas de pequeño, les cogió manía y decidió que no servían para nada, sino que he intentado profundizar en la teología de una forma madura, yendo a las fuentes y procurando entender lo que me explicaron mal. No he tenido fe toda mi vida. Me ha pasado como a ti, pero he madurado. Tal vez esté equivocado –aunque sé que no, por lo que te diré más adelante–, pero he vuelto a las fuentes y como tantas personas antes que yo, me ha parecido enormemente más plausible, amén de maravillosa, la existencia del Dios del cristianismo. Y, perdóname que te lo diga, (lo de pedirte perdón no es una mera forma de hablar, porque detesto, como habrás visto en algunas de mis respuestas, los argumentos ad hominem, pero no tengo más remedio que decirte esto), se te nota que tienes una idea de la religión muy pobre, de niño pequeño que ha aprendido mal las cosas. Desde luego que no te pido, como tú tampoco me lo pides, que dediques el tiempo a intentar revisar tus conceptos, pero, si lo hicieses, tal vez descubrirías algo que merece la pena descubrir. Todas esas cosas de que Dios está a mi servicio, de los templos dedicados a hombres y mujeres divinizados y no a Dios, del limbo o el infierno para los aztecas precolombinos, de la vagancia de Dios, etc, son ni más ni menos que eso, conceptos mal aprendidos, convertidos en tópico y rechazados en la infancia sin revisarlos desde la madurez. Yo también podría recomendare libros, pero, como tú, no lo voy a hacer.

Sacas a relucir, y me alegro, mi último artículo, “El lado oscuro de la inteligencia”. Y lo utilizas mal y para un tema muy manido. Yo traigo a colación en ese artículo que el diseñador del Universo y de la inteligencia, ha hecho que ésta nos anticipe que hemos de morir y que ese miedo es el aspecto negativo de una horma de buscarle. Por supuesto que están los aspectos positivos, la búsqueda de la verdad, el bien y la belleza. Tú lo utilizas como base de un psicologismo barato y viejo. No tengo un especial miedo a la muerte. Pienso y hablo de ella y de la de mis seres queridos con naturalidad. Pero entiéndeme bien esta afirmación, no tengo miedo a la muerte hoy, pero estoy seguro de que si la veo cerca, tú, yo y el más pintado, le tenemos miedo. Si no lo tuviéramos no seríamos humanos. Pero, afortunadamente, son muchos los hombres (Voltaire, Azaña, Tierno Galván, Wilde y un largo etc.) que en esta hora, “cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte y se dicen las verdades, las bárbaras, terribles, amorosas crueldades” (Gabriel Celaya dixit, aunque en otro contexto), se han acordado de Dios. Muchos ateos se enfadan con ellos, porque lo consideran una debilidad de última hora, incluso una traición. Hasta llegan a ocultarlo como algo vergonzante. Encuentro esto una falta de respeto hacia ellos y a su actitud yo la llamo sabiduría y tengo la seguridad de que este Diseñador nos ha diseñado así para eso. De ese miedo a la muerte tú no te has librado por tirar a la basura los conceptos mal aprendidos de la religión, que te daban otro tipo de miedo: el miedo a un Dios al que no has buscado. Pero decir que toda religión es un invento del miedo a la muerte es una afirmación gratuita y, desde luego, basada en un silogismo muy malo. Supongo que un tuberculoso hace unos 100 años, tenía miedo a la tuberculosis, pero ese miedo a la tuberculosis no hace mentira la existencia de bacterias, no inventadas por el hombre, que dan lugar a los antibióticos. No existe ninguna ley de la lógica que diga que los remedios a nuestros miedos no pueden existir. Tu mal silogismo dice:

“Todo el mundo tiene miedo a la muerte, hay quien afirma que existe un remedio sobrenatural para esa muerte, luego… ese remedio tiene que ser un invento”. ¡Bingo! Si Aristóteles levantase la cabeza se volvería a caer de espaldas. Los psicologismos baratos no tienen mucho peso a la hora de pensar estas cuestiones. Yo te podría dar argumentos psicologistas diciéndote, tú mismo lo has dicho, que es el miedo a una doctrina mal enseñada, peor aprendida y nunca analizada con objetividad de adulto, el que te ha hecho cerrarte a Dios. Pero no te doy ese argumento, que no conste en acta, porque la existencia o la no existencia de Dios es totalmente independiente de lo que a ti o a mí nos apetezca o nos de miedo. A mí, desde luego, se me ha quitado hace mucho ese miedo a un Dios mal conocido, que tú has tardado, dices, cuarenta trabajosos años en quitarte. ¿Te lo has quitado tú del todo? A mí se me quitó totalmente el día que me encontré con ese Dios amor que, a cambio, me dio su Luz y su Vida. Me pasó, poco a poco, en un maravilloso proceso de profundización, en el que, como decía san Anselmo:

"Te buscaré deseándote,
te desearé buscándote.
Amándote te encontraré,
encontrándote te amaré"
.

Ésta es la auténtica razón de mi fe –que he visto la Luz– y no esta estéril esgrima intelectual en la que nos estamos enredando y que estoy dispuesto a seguir si es tu deseo porque es incluso divertida. Éste es el tesoro que me gustaría compartir con todos, tú incluido, por supuesto. Así que ya basta de argumentos del miedo y de anacrónicas rebeldías infantiles.

Saludos.

Tomás Alfaro Drake

6 de diciembre de 2008

Un musulman, padre de la Patria andaluza

Tomás Alfaro Drake

Así, como suena, no hay trampa ni cartón. El 2 de Noviembre del 2006, el pleno del Congreso de los Diputados, aprobó, sin ningún voto en contra, con tan sólo la abstención del BNG y de EA, el Estatuto de Autonomía de Andalucía. Posteriormente, el 18 de febrero del 2007, el Estatuto quedó raquíticamente aprobado en referéndum con una participación del 36,28% y un sí del 87,45% de los votantes. Es decir, sólo un 31,73% de los andaluces censados votaron que sí. En el preámbulo de esa ley se dice textualmente:

“En los últimos 25 años, Andalucía ha vivido el proceso de cambio más intenso de nuestra historia y se ha acercado al ideal de Andalucía libre y solidaria por la que luchara incansablemente Blas Infante, a quien el Parlamento de Andalucía, en un acto de justicia histórica, reconoce como Padre de la Patria Andaluza en abril de 1983”.

Pero, ¿quién era Blas Infante? Fue notario de Casares, Málaga. Su actividad política le llevó a liderar las llamadas “Juntas Liberalistas de Andalucía”, movimiento autonomista basado en una reinvención de la historia de Andalucía que exaltaba toda su historia, hasta la reconquista de Al-Andalus por los perversos Reyes Católicos que inauguraron, siempre según la “historia” inventada por Infante, una era de oscurantismo y sometimiento con la que había que terminar. Pueblos como los tartesios, griegos, fenicios, íberos, romanos, visigodos y musulmanes o personajes como Trajano, san Isidoro y Averroes, participaban por igual de su condición de andaluces. Naturalmente, este carácter indeleble permanecía inmutable a través de los siglos y era mucho más importante para Infante que cualquier otra insignificante diferencia superficial. Pero de todas las épocas pretéritas, la más luminosa era la musulmana-andalusí. No es de extrañar que, con estas ideas, Infante se interesara más y más por la cultura musulmana hasta que, el 15 septiembre 1924, en Marrakech, celebrase su Shahada, (ceremonia de introducción en el Islam) en una pequeña mezquita de Agmhat, adoptando el nombre de Ahmed, apócope de Mohamed, el nombre del Profeta. Entre los testigos del acto por el que Ahmed Infante se reconocía musulmán se encontraba Omar Dukali, supuesto descendiente del último Rey de Sevilla. Le regalaron una chilaba y una daga bereber.

Más abajo reproduzco algunos párrafos del preámbulo del Estatuto, una joya de la literatura de ciencia ficción histórico-política con algunas notas de pintoresquismo más típico del No-Do de otras épocas que de un texto legal. Pero más allá de ese pintoresquismo, se aprecia cómo palpitan en él los ecos míticos de la historiografía de Infante.

Naturalmente, Infante llevó es secreto su conversión, porque entonces no era políticamente correcto convertirse al Islam. Pero antes incluso de hacerse musulmán, su mujer hizo, con unos trapos verdes y blancos traídos de Marruecos, la primera bandera de Andalucía. Conviene recordar que los colores verde y blanco son los colores del Profeta que figuran en la mayoría de las banderas de los países islámicos. Todo ello, bandera, escudo y piano en el que se interpretó por primera vez el himno de Andalucía, puede venerarse hoy en día, como objeto de culto laicista-nacionalista-intercultural, en la que fue su casa, en Coria del Río, “Villa Alegría”, convertida en Casa Museo de Blas Infante. En Julio de 1936, Infante fue sacado de su casa y fusilado. Ignoro qué habrá sido de sus restos mortales, pero no me extrañaría que en la agenda del superjuez Baltasar Garzón figurase, en segundo lugar, después de Federico García Lorca, la exhumación de los mismos.

Por supuesto, en la campaña política del Referéndum se tuvo muy buen cuidado de que no trasluciese todo este asunto de la conversión al Islam del padre putativo de los votantes del sí, del no y de los abstencionistas. Tener un padre de la patria musulmán que mirase con malos ojos el culto al Rocío, a la Macarena o a Jesús del Gran Poder, que anatemizase la cría de cerdos en Jabugo o que prohibiese comerse sus sabrosas extremidades rociadas con fino en la feria de Sevilla, tal vez hubiese podido cambiar el signo del referéndum. Aunque ya estamos acostumbrados a que un referéndum se apruebe con abstenciones superiores al 50%, este pequeño dato podría, más allá de fomentar más aún la abstención, haber disminuido peligrosamente los síes y aumentado los noes y posibilitar la proeza de que el Estatuto se hubiese aprobado con un 10% de síes sobre el total de andaluces censados.

Claro que hubo voces que se alzaron dando a conocer esta información, pero fueron inmediatamente acalladas por el agujero negro del silencio oficial. Incluso alguno, como el filósofo Gustavo Bueno, que hizo más ruido de la cuenta, fue debidamente vilipendiado como anti-andaluz, anti-patriota, anti-tolerante y anti-Alianza-de-las-Civilizaciones. Como una pequeña reparación, sugiero que quien lea esto ponga en Google “Blas Infante” “Gustavo Bueno” y lea su interesante artículo a este respecto.

Pero más allá de las bromas, que no son bromas, del jamón y del vino o de la Macarena y del Nazareno, ¿Alguien se imagina el juego que puede dar todo esto a los musulmanes que reclaman Al-Ándalus como su patrimonio? Por si acaso, y para hacer boca, ahí va el texto de uno de los hadices[1]:

<>[2].

Obviamente éste es un hadiz apócrifo que seguro no pronunció así Mahoma, pero poco importa, porque, como nos dice J. Vallvé: <>[3].

Algún día les llegará a los musulmanes añorantes de Al-Andalus el momento de sacar este curioso hadiz del armario. Y tal vez les hayamos dado razones para pensar que su reclamación es justa, puesto que nosotros mismos hemos hecho a un musulmán nada menos que padre de la Patria Andaluza. He ahí un pequeño punto para la reflexión.


Textos del Preámbulo del Estatuto de Andalucía

Andalucía, a lo largo de su historia, ha forjado una robusta y sólida identidad que le confiere un carácter singular como pueblo, asentado desde épocas milenarias en un ámbito geográfico diferenciado, espacio de encuentro y de diálogo entre civilizaciones diversas. Nuestro valioso patrimonio social y cultural es parte esencial de España, en la que andaluces y andaluzas nos reconocemos, compartiendo un mismo proyecto basado en los valores de justicia, libertad y seguridad, consagrados en la Constitución de 1978, baluarte de los derechos y libertades de todos los pueblos de España.

Andalucía ha compilado un rico acervo cultural por la confluencia de una multiplicidad de pueblos y de civilizaciones, dando sobrado ejemplo de mestizaje humano a través de los siglos. La interculturalidad de prácticas, hábitos y modos de vida se ha expresado a lo largo del tiempo sobre una unidad de fondo que acrisola una pluralidad histórica, y se manifiesta en un patrimonio cultural tangible e intangible, dinámico y cambiante, popular y culto, único entre las culturas del mundo.

Esta síntesis perfila una personalidad andaluza construida sobre valores universales, nunca excluyentes. Y es que Andalucía, asentada en el sur de la península ibérica, es un territorio de gran diversidad paisajística, con importantes cadenas montañosas y con gran parte de su territorio articulado en torno y a lo largo del río Guadalquivir, que abierta al Mediterráneo y al Atlántico por una dilatada fachada marítima, constituye un nexo de unión entre Europa y el continente africano. Un espacio de frontera que ha facilitado contactos y diálogos entre norte y sur, entre los arcos mediterráneo y atlántico, y donde se ha configurado como hecho diferencial un sistema urbano medido en clave humana.

Estos rasgos, entre otros, no son sólo sedimentos de la tradición, sino que constituyen una vía de expansión de la cultura andaluza en España y el mundo y una aportación contemporánea a las culturas globales. El pueblo andaluz es heredero, por tanto, de un vasto cimiento de civilización que Andalucía puede y debe aportar a la sociedad contemporánea, sobre la base de los principios irrenunciables de igualdad, democracia y convivencia pacífica y justa.

El ingente esfuerzo y sacrificio de innumerables generaciones de andaluces y andaluzas a lo largo de los tiempos se ha visto recompensado en la reciente etapa democrática, que es cuando Andalucía expresa con más firmeza su identidad como pueblo a través de la lucha por la autonomía plena. En los últimos 25 años, Andalucía ha vivido el proceso de cambio más intenso de nuestra historia y se ha acercado al ideal de Andalucía libre y solidaria por la que luchara incansablemente Blas Infante, a quien el Parlamento de Andalucía, en un acto de justicia histórica, reconoce como Padre de la Patria Andaluza en abril de 1983.

[…]

Esta vocación de las Juntas Liberalistas lideradas por Blas Infante por la consecución del autogobierno, por alcanzar una Andalucía libre y solidaria en el marco de la unidad de los pueblos de España, por reivindicar el derecho a la autonomía y la posibilidad de decidir su futuro, emergió años más tarde con más fuerza y respaldo popular.

[…]

El Manifiesto andalucista de Córdoba describió a Andalucía como realidad nacional en 1919 […]

[…]

El grado de desarrollo económico, social y cultural de Andalucía ha sido posible gracias al Estatuto de Autonomía. […].

[1] Los hadices son supuestas sentencias atribuidas a Mahoma y relatadas por compañeros suyos muy próximos después de su muerte. Para los musulmanes tienen una fuerza de ley muy próxima a la del Corán.
[2] J. Vallvé, “La división territorial de la España musulmana”, Madrid, 1986, pag. 24.
[3] J. Vallvé, “Abderramán III”, Barcelona 2003, pag. 35.