Tomás Alfaro Drake
El 27 de Mayo pasado, dentro del conjunto de entradas bajo el título “la Iglesia y la pederastia”, publique una carta enviada por el misionero uruguayo Martín Lasarte al New York Times, quejándose del tratamiento que los medios daban a ese tema. Ignoro si en el New York Times le habrán publicado el artículo o no. Pero el País digital del domingo pasado, recoge una entrevista con él, en la que, más allá del tema de la pederastia, se ve cómo es la vida de un sacerdote misionero católico. Y hay miles como el, a los que hay que añadir a las religiosas y voluntarios. Recojo hoy esta entrevista en esta entrada.
El PAÍS digital, Domingo, 13 de Junio del 2010
Veinte años de misión en África
El sacerdote uruguayo Martín Lasarte lleva casi la mitad de su vida en Angola, donde ha convivido con la guerra, la pobreza y otras condiciones extremas. El salesiano destaca la labor de múltiples ONG y agencias de ayuda humanitaria en el país, que deben lidiar con niños desnutridos y lo peor de dos regímenes.
GABRIELA VAZ
“Che, gordo, ¿nos vamos para Angola?”. Martín Lasarte tenía 17 años cuando le formuló esa pregunta a su compañero de banco en el colegio Juan XXIII. Era 1981 y los salesianos habían asumido el "Proyecto África", lo que significaba colocar como prioridad de su misión al continente negro. Así, cada nación donde ya estaba la congregación apadrinó un país africano para enviar personal y recursos. A Uruguay, Argentina, Paraguay y Brasil les tocó Angola. El primer misionero uruguayo, un sacerdote llamado Milán Zednicek, fue quien se acercó al Juan XXIII a brindar una charla a los alumnos. Y fue después de esa presentación que comenzó la pasión angoleña para el estudiante de 6º de Ingeniería Martín Lasarte.
Pero pasó casi una década antes de que ese deseo se concretara. Entrar a Angola –un país que por entonces se encontraba en plena guerra civil, que bajo un régimen comunista se había vuelto otra pieza en el ajedrez de la guerra fría y que tenía en la pobreza (aún la tiene) una característica insoslayable– era, como poco, difícil. Lasarte lo logró en 1990, como parte de la misión salesiana, y al año siguiente se ordenó sacerdote.
Desde entonces, el cura uruguayo ha vivido las experiencias más removedoras: desde transportar a niños desnutridos hasta enterrar a fallecidos, ser un canal de salvación a través de la distribución de alimentos y educar a pequeños y jóvenes. Todo en un país castigado por la guerra, la corrupción y una marginalidad fulminante.
Angola tiene un territorio de 1.246.700 km cuadrados, en el cual viven 18,5 millones de habitantes. El 70% subsiste con 1,7 dólares por día. Paradoja I: la nación es rica en petróleo (lo que hace a su economía extremadamente dependiente del oro negro). Paradoja II: Luanda, la capital angoleña, es la ciudad más cara del mundo para los extranjeros, según un informe de 2009 de la revista Forbes. Por otro lado, esta ciudad literalmente se "hinchó" en tiempo de guerra, pasando de 200.000 a cinco millones de habitantes. "Las infraestructuras son insuficientes para tal población. Hay áreas hermosas reconstruidas y nuevos barrios para personas con posibilidades económicas. Pero la mayoría de la periferia es extremadamente pobre y degradada", explica desde allí Lasarte.
La guerra civil es otro capítulo. El conflicto, que se dio entre 1975 y 2002, enfrentó al partido MPLA, que tenía a Cuba como aliado, contra la agrupación política Unita, entre otros opositores. Los primeros recibieron apoyo soviético y los segundos colaboración de Estados Unidos y China. El respaldo internacional perpetuó la contienda, que tuvo treguas e impasses, pero que sólo culminó en 2002 con la muerte de Jonas Malheiro Savimbi, el líder de la Unita, quien nunca había aceptado que el MPLA ganara las elecciones en 1992. Este partido es el que gobierna hasta hoy.
-¿Qué cosas cambian desde el fin de la guerra?
-Comienza una nueva era. Poder salir de noche, visitar una ciudad vecina, que las familias se reúnan, que muchísimos jóvenes y adultos empiecen a estudiar… ¡La guerra acabó! Muchas naciones invierten, sobre todo se da el casamiento Angola-China. Miles y miles de chinos desembarcan para trabajar en todos los niveles. Ahora el gran desafío es construir una sociedad equitativa. Hay muchas luces y muchas sombras. Hay apertura, colaboración, mayor libertad, más educación, más conciencia de los propios derechos, pero también mucha corrupción. Una mezcla extraña con lo peor de dos sistemas: un control y centralización de un esquema mono-partidario y un liberalismo económico despiadado.
- ¿Cómo fue su recorrido?
- Cuando llegué en Angola en 1990, mi destino fue Lwena (capital de la provincia de Moxico). Ahí, como diácono, era coordinador de "Caritas", organizaba la distribución de alimentos y otros bienes de subsistencia, y fomentaba pequeñas cooperativas agrícolas. Esos años fueron duros: hambre, aislamiento completo, ataques a la ciudad. Como Lwena era una ciudad sitiada en el extremo este del país, enviaban muchos militares revoltosos y castigados. Era como la "Siberia" de Angola. Meses después, cuando salí de allí hacia Roma, para realizar una especialización, la guerrilla hizo una ofensiva en la cual murieron más de 500 civiles. En los diarios sólo salía que un francotirador había disparado a una persona en Sarajevo… Regresando a Angola me quedé en la capital, Luanda, como profesor y formador de nuestros jóvenes salesianos. Al final de 2001 fui destinado nuevamente para mi querida Lwena, como párroco y director de la misión en uno de los períodos más delicados de la historia de Moxico: postguerra y reconstrucción. En ese período debimos empeñarnos como nunca en la emergencia humanitaria. En nuestra parroquia de 90.000 kilómetros cuadrados animábamos actividades pastorales, distribución de alimentos y herramientas agrícolas; organizábamos cooperativas agrícolas, escuelas rurales; trabajábamos en alfabetización, perforación de pozos de agua, puestos sanitarios, hasta construcción de puentes.
-¿Qué hace ahora?
-Desde 2008 estoy otra vez en Luanda coordinando actividades de la congregación. Educación, alfabetización, niños y adolescentes en riesgo, universitarios, catequesis, asociacionismo juvenil, formación profesional, comunicación social, voluntariado. Colaboro para que las diversas áreas de la misión salesiana en el país funcionen.
-¿Cómo lleva adelante el objetivo de educación?
-Es el tema neurálgico. La riqueza de un pueblo no consiste en las materias primas, sino en su gente, su cultura. El gobierno invierte muchísimo en la educación. En los últimos años entraron más de 50.000 funcionarios públicos a esta área, pero la calidad es pésima. Los profesores, directores, administradores, en su gran mayoría no están bien preparados para este servicio. Muchos entraron por nepotismo, clientelismo político o pagando buenas sumas de dinero. No tenemos personal vocacional para la educación, sino funcionarios públicos con un salario asegurado. Otro fenómeno que afecta es el sistema de corrupción instaurado en la sociedad angoleña (según International Transparency, Angola ocupa el lugar 162). Esto exigirá un enorme camino de educación cívica, control social, cambio de estructuras. Si bien existen estos problemas, Angola tomó una iniciativa inteligente. Aprovechó las fuerzas sociales presentes en la educación, y así ha hecho protocolos de colaboración con la Iglesia Católica y otras iglesias. De esta forma nuestras escuelas son gratuitas y podemos llegar a los más pobres. Por año cursan en nuestras escuelas más de 11.500 alumnos y 4.000 en los centros de formación profesional.
-¿En qué medida lo han afectado las experiencias más duras que vivió en Angola?
-La presencia de la Iglesia en los lugares de enfrentamientos fue por muchos años casi la única presencia "humanitaria". A mí me tocó dirigir la misión de Moxico entre 2002 y 2007. Los portugueses llamaban a este lugar "el fin del mundo". Sobre todo en el período final de la guerra se creó una situación humanitaria de extrema emergencia. Quien coordinaba con inmensa creatividad y celo estas actividades en nuestra comunidad era el padre Santiago Christophersen, también uruguayo. Los desplazados internos, los ex guerrilleros y los retornados padecían enormes necesidades. Muchos manifestaban señales de desnutrición. Cuando se rindió la guerrilla, un gran grupo comenzó a concentrarse en Cangumbe, a 80 km de nuestra misión. Fuimos en dos jeeps a traer los niños para el centro nutricional. El camino hasta allí estaba minado. Seguimos en cuanto se podía e invocando a María Auxiladora. Hicimos diversos viajes. Uno de los jeeps activó un ingenio explosivo para tanques. Gracias a Dios reventó sólo el detonador. El cable conductor estaba cortado. La Auxiliadora, se portó bien. Cada tanto aparecía alguna mina. Los militares llamaban a los misioneros "revienta-minas". Después que pasábamos nosotros, comenzaban a pasar otros vehículos. El mapa de seguridad de la ONU indicaba la mayor parte de nuestra parroquia como área roja. Esta experiencia me ha dejado tantas cosas. Luego de dos décadas de trabajo con ONG y agencias humanitarias, puedo constatar la fuerza de la fe y caridad cristiana. No en vano muchísimas nacieron de matriz cristiana. En 1998 hubo un avanzada de la guerrilla contra Lwena. Las ONG abandonaron la ciudad. Los misioneros quedaron y nos preguntaban: "¿Vuestra ONG no se va?". A lo que respondía mi predecesor y director de la misión, el padre Edmundo Valenzuela, ahora obispo en Paraguay: "La nuestra es una ONG un poco original, por eso nos quedamos".
El dato
Algo más sobre el padre Martín Lasarte
Tiene 47 años y hace 20 que vive en Angola. Su primer destino fue Lwena, capital de Moxico, al sureste del país. Allí fue coordinador de Caritas y organizaba la distribución de alimentos. Al tiempo voló a Roma para realizar una especialización y a la vuelta quedó asignado en Luanda, la capital angoleña, como profesor de jóvenes salesianos. En 2001, regresó a Lwena, a cargo de una parroquia que tiene un predio de 90.000 km cuadrados. Desde 2008 y hasta hoy se está en Luanda, coordinando actividades de la congregación, como las pastorales y el voluntariado. Continúa brindando clases de Sagrada Escritura en el Seminario Mayor y acompaña de cerca a un internado para chicos de la calle en las afueras de la capital.
Las cifras
27 Son los años de guerra civil que vivió Angola, entre 1975 y 2002. Fue el conflicto más largo de África.
20% Fue su tasa de crecimiento entre 2004 y 2007, la más alta del planeta. El 70% de la población vive en la pobreza.
La Iglesia, los medios y las noticias escandalosas
En una carta publicada en el semanario Búsqueda, el padre Martín Lasarte opina sobre el relato que los medios de comunicación realizan de la pedofilia de algunos sacerdotes católicos y critica la "ampliación del tema en forma morbosa". Para él, de esa manera se desconoce y se opaca la obra positiva de la Iglesia.
-¿Cómo entiende que los medios deberían cubrir este tipo de noticias?
-En mi opinión, gran parte de la comunicación social, lo que en cierta manera tiene su lógica de supervivencia, está movida por criterios económicos y no éticos. Por lo tanto, el sensacionalismo y el escándalo venden. Esto se aplica en todos los campos, frente a todas las instituciones y a cualquier persona pública. Sumado a esto, hay medios, con una línea editorial claramente anticatólica –si no anticristiana–, y eso ha favorecido la amplificación, el morbo, las generalizaciones y en casos la falta de verdad sobre estos escabrosos hechos. Es en ese contexto en el que, a mi modo de ver, el problema de la pedofilia –que es real, vergonzoso y también presente en las familias, escuelas públicas y diversas instituciones civiles y religiosas– ha dado una gran oportunidad para atacar a la "Iglesia pedófila" y no a la "pedofilia en la Iglesia". Muchos ilustres intelectuales y periodistas protestantes, judíos y agnósticos han denunciado este "linchamiento mediático".
-¿Cuál sería el criterio ético para tratar el tema?
-El mismo que para cualquier otra noticia: la verdad, esto es la objetividad, la ponderación de las informaciones; una recta motivación: el bien. Realmente buscar el bien de la sociedad, la dignidad de los niños, la justicia. Y, si no fuera porque es pedir mucho, también la caridad, que es expresión de la belleza. Es hermoso cuando se dicen grandes verdades, que hasta llegan a doler, pero en la caridad. No hay verdad plena si no es en el amor; y no hay amor auténtico que no se viva en la verdad. A todo eso lo podemos llamar "respeto" por el otro.
Aún así, y "pese los pesares", Lasarte entiende que los medios de comunicación "han ayudado a la Iglesia a crecer en su identidad, humildad y a continuar su purificación interna de modo que pueda ser más auténtica y mejor servir a la humanidad. Hay una lindísima frase en la carta a los Romanos que dice: `Para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien".
Varios compatriotas trabajando por Angola
El día a día de Martín Lasarte transcurre en contacto continuo con "la juventud" angoleña, explica él, que incluye tanto a religiosos como a laicos –"oratorianos, universitarios, escolares, grupos parroquiales, animadores, profesores, instructores, catequistas", enumera– y también muchísimos extranjeros, llegados de todos los puntos del globo, desde latinoamericanos hasta hindúes, vietnamitas, franceses, eslovacos o austríacos.
Y por supuesto, no faltan los compatriotas. "He conocido algunos que han venido por negocios, en el área agropecuaria y de comunicaciones. Estuvo, como director del Plan Alimentar Mundial (PAM) en Angola, Oscar Sarroca, que fue quien llevó adelante esta importantísima agencia de las Naciones Unidas con gran profesionalidad en momentos muy delicados, al final de la guerra. Como estábamos los dos con la misma causa humanitaria, hicimos una gran amistad".
En este momento, hay también en Angola otros salesianos uruguayos. "Milan Zednicek fue el primero a venir. Fue entrenador de un equipo de fútbol de la primera división. Ahora está como vicario episcopal en la región que en estos momentos es la más tensa de Angola: Cabinda. El padre Santiago Christophersen ahora es director de una enorme obra en Benguela, donde hay una gran parroquia, escuela y centro de formación profesional. Santiago Boix, un joven sacerdote que acompaña una de las escuelas más grandes de Angola en la ciudad de Luanda, en el barrio Lixeira ("Basurero" en portugués), anima la pastoral juvenil de esa parroquia con más de 2.000 jóvenes y la catequesis con cerca de 6.000 catecúmenos (niños, adolescentes, jóvenes y adultos). En Roma, haciendo una especialización está Andrés Algorta, y dando clases, Ramón Uría".
***
Tengo varios sacerdotes amigos que son misioneros en el noroeste de Kenia, junto al lado Turkana, uno de los sitios más pobres del planeta. Mi mujer conoce a varias monjas del colegio en el que estudió en su infancia que han estado en Ruanda en los 90, en plena época de la guerra civil y la masacre de Hutus y Tutsies, en las que varias monjas de su comunidad murieron asesinadas. Cuando les preguntamos asombrados de donde sacan fuerza para dedicar TODA su vida a la misión, nos miran con sorpresa, como si les estuviésemos preguntando una estupidez. Sin un titubeo, en ambos casos por separado, nos dijeron. “De Cristo, a través de la Eucaristía que nos da la Iglesia, por supuesto”. Para ellos no hay dos Iglesias, la de misiones y la del mundo civilizado, la jerárquica y la de a pie. Para ellos sólo hay una Iglesia, la que desde hace 2000 años ha hecho presente a Cristo en la Eucaristía cada día. Saben que el mundo de la miseria necesita al mundo opulento, siempre que éste haya sido transformado por Cristo. Saben que para esto tiene que haber misioneros en este mundo opulento. Saben que la jerarquía es necesaria para que la Iglesia pueda seguir existiendo los próximos 10.000 años. Saben que en la única Iglesia que hace presente a Cristo en la Euceristía tiene que haber muchos papeles.
Estoy leyendo “Ébano” el magnífico libro de Ryszard Kapuscinski, que recomiendo con toda mi alma, en el que cuenta sus muchas experiencias en África como corresponsal. La sensación que deja el libro es de desolación y de desesperanza. No se ve qué salida puede haber para África ante las secuelas de las innumerables guerras y genocidios que la han asolado y que la asolan, ante la corrupción que impera en cada rincón del continente, ante el hambre, la desnutrición y sus secuelas, ante la falta generalizada de formación de sus habitantes, etc. Parece que toda puerta estuviese cerrada y toda luz de esperanza apagada. Kapuscinski no habla más que de pasada, en algún párrafo de su libro, de los misioneros y misioneras católicos. Sin embargo, si hay un resquicio en esa puerta, si una tenue luz puede alumbrar una brizna de esperanza, sólo puede venir de los misioneros católicos, de esa “ONG un poco original”, cuyos miembros no son cooperantes durante unos años, sino toda la vida, que se quedan cuando todos los demás se van, que llevan ayuda material, humana y espiritual a ese mundo, pero que, sobre todo, están dando allí la primera capa de esa imprimación penetrante y transformante, que ha hecho diferente a occidente sin que nos demos cuenta de hasta qué punto, que es lo único que puede cambiar radicalmente África y todo el mundo, verdaderamente revolucionaria, y que se llama cristianismo. Esa ONG es su Iglesia, es su madre. Y también la mía.
19 de junio de 2010
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extraordinaria la vida del padre lasarte digno de imitarse,jesus dijo lo que hagas con el projimo lo estaras haciendo conmigo.
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