2 de septiembre de 2012

¡Mira que si, al final, el bosón de Higgs no vale para casi nada!


Tomás Alfaro Drake

El mes de Julio nos ha sorprendido con el casi seguro hallazgo del bosón de Higgs y eso me dio pie para escribir un artículo sobre él. Aunque lo de la partícula de Dios sea una tontería, sí es cierto que ese bosón juega, o parece jugar, un papel muy importante, diríamos que vital, en el edificio de la ciencia. Parece ser, nada menos, que la explicación de por qué las partículas de materia tienen masa. Mucha gente tiene la idea de que ese edificio de la ciencia está sólidamente cimentado en verdades empíricamente demostradas e inamovibles. Esto crea un respeto reverencial por la ciencia. Pero ocurre que esta imagen es totalmente falsa, como ya demostrara el reconocido filósofo de la ciencia Karl Popper. Al contrario de lo que la gente opina, el edificio de la ciencia está siempre en precario y, muy a menudo, verdades que se consideraban básicas pasan a engrosar las filas de la falsedad o, al menos de las de poca importancia. Tal puede ser el caso de la explicación de la masa a través del bosón de Higgs.

Efectivamente, en el número de Junio del 2012 de la revista “Investigación y Ciencia”, aparece un interesantísimo artículo firmado por el premio Nobel Frank Wilczek, con el título “La teoría del electrón cumple 120 años”. Wilczek recibió el premio Nobel por su contribución al desarrollo de la teoría llamada cromodinámica cuántica. Esta rama de la ciencia explica cómo los cuarks se integran en los protones y neutrones ligados por unas partículas llamadas gluones. Esta teoría también da razón de la fuerza nuclear fuerte que explica por qué los protones se encuentran unidos en el núcleo atómico a pesar de que, al tener carga positiva, deberían repelerse y disgregar ese núcleo. En este artículo se hace un repaso de cómo Hendrik Antoon Lorenz, basándose en las ecuaciones sobre el electromagnetismo de James Clerk Maxwell, descubrió, en 1892, la “necesidad” de la existencia de una partícula a la que llamó electrón. Posteriormente, en 1897, Joseph John Thomson descubrió empíricamente dicha partícula, la primera postulada y encontrada de las que ahora forman el modelo estándar.

Pues bien, en el artículo de 1892 en el que Lorenz postulaba el electrón, intentaba también explicar de dónde venía su masa. Afirmaba que ésta provenía de la interacción de esa partícula con los propios campos electromagnéticos que ella misma creaba. Este artículo supuso una sólida base sobre la que Einstein apoyó el hallazgo de sus teorías de la relatividad especial y general. Hasta el punto de que Einstein afirmara que Lorenz significó para él más que cualquier otro al que se hubiese encontrado en el camino de su vida. Posteriormente, con la aparición de la mecánica cuántica, esta idea de que la masa del electrón se explicaba por la interacción con su propio campo electromagnético, cayó por tierra. Pero Wilczek, en este artículo de Junio de 2012 de “Investigación y Ciencia” afirma que años más tarde, su equipo y él, expertos en cromodinámica cuántica, lograron explicar la masa de los protones, neutrones y otras partículas –entre las que no se encuentra el electrón– mediante un mecanismo similar al de Lorenz de 1892. La masa de estas partículas quedaría explicada, según Wilczek y su equipo, por el efecto que sobre ellas mismas produce su propio campo de gluones. Cierto que este mecanismo no puede explicar la masa de los electrones, pero dado que la masa de protones y neutrones es enormemente mayor que la de los electrones, el principio expuesto por Wilczek daría razón de la masa de la inmensa mayoría de la materia conocida, relegando al bosón de Higgs a un papel totalmente secundario. Así es la dura vida de los descubrimientos científicos. Hoy están en la cima de la popularidad para mañana verse condenados al ostracismo o a un plano secundario. Si tienen razón Wilczek y su equipo, el bosón de Higgs pasaría de ser la partícula de Dios a ser un simple actor de reparto. “Sic transit gloria mundi”.

Pero, aunque resulte que el bosón de Higgs sólo explique una pequeña parte de la masa del universo, me reafirmo en lo que dije en mi anterior artículo: ha merecido la pena su búsqueda. Y esto por tres razones.

La primera es que sea mucho o poco lo que el bosón de Higgs explique de la masa del universo, es una partícula elemental y uno de los constituyentes de la materia. Por lo tanto, explica la realidad. Y aunque sólo sea para hacernos entender mejor de qué está hecho el universo, merece la pena. Para los creyentes, nos merece la pena doblemente porque creemos que la realidad es como una flecha que apunta a su Creador y, por tanto, al conocerla mejor a ella, le conocemos mejor a Él.

La segunda es porque de los descubrimientos de la ciencia básica, aparentemente poco relacionados con la vida cotidiana, se desprenden SIEMPRE descubrimientos subsidiarios de enorme utilidad práctica. El transistor, que nos ha llevado hasta las tecnologías de la información sin las que no sería imaginable la vida de hoy en día, se descubrió gracias a investigaciones básicas que buscaban entender unos materiales que se llamaron semiconductores. Nadie, mientras se investigaba sobre estos semiconductores podía ni siquiera imaginar que aquellas aguas traerían estos magníficos lodos.

La tercera porque el diseño y la construcción de los aceleradores de partículas que permiten investigar la existencia del bosón de Higgs conllevan el desarrollo de tecnologías auxiliares que redundan, también SIEMPRE a favor del desarrollo.

Como dije en mi anterior artículo sobre el bosón de Higgs, si no fuese por la curiosidad innata e intrínseca en el Homo Sapiens, que le lleva a querer entender el mundo que le rodea, aunque esto parezca no tener una utilidad práctica, estaríamos todavía en las cavernas.

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