2 de octubre de 2017

"Algo" ha pasado ayer en Cataluña y España

Ayer ha tenido lugar “algo” ilegal en España. ¿Algo? ¿Un referéndum? No, no ha sido un referéndum. Pero se ha parecido mucho a lo que querían hacer los independentistas Puigdemont y compañía y a lo que pasó el 9-N. Así que podemos decir que el Gobierno ha perdido una batalla y los independentistas la han ganado. No, ni siquiera han ganado una batalla. Han ganado una escaramuza. Una escaramuza en la que, sin lugar a dudas, el gobierno ha cometido el error de subestimar al enemigo.

Pero una escaramuza no es la guerra[1]. La guerra está todavía por librar. Y la victoria de las huestes secesionistas en esta escaramuza tampoco es completa. Ciertamente, se ha votado. Pero, ¿alguien cree que los resultados de esto que se ha votado, sea lo que sea, tienen alguna validez? Evidentemente habría que estar loco para creer que sí. Sin embargo, hay locos que así lo creen. Pero, aunque no se hubiese depositado ni un solo voto, la escaramuza la hubiesen ganado exactamente igual los independentistas. Estaba ganada por ellos de antemano. Así lo ha dicho Puigdemont en días pasados en diferentes medios. “Si hay referéndum, ganamos; si no lo hay, también”. Efectivamente, porque su objetivo en esta escaramuza no era que se depositasen más o menos votos, sino dar un paso más hacia el punto al que quieren llegar y que será el verdadero comienzo de las hostilidades: La declaración unilateral de la independencia. La forma de llegar a ella les resulta indiferente. El gobierno ha intentado retrasarla. Si hubiese puesto en vigor hace unas semanas o meses el artículo 155 –cosa que con mayoría absoluta en el Senado puede hacer sin encomendarse a Dios ni al diablo–, eso mismo, en ese instante, creo, hubiese dado lugar a la declaración unilateral de independencia. Pero, no me cabe la menor duda de que si lo hubiese hecho así hace unos meses o semanas, no hubiese contado con el apoyo del segundo partido constitucionalista: el dubitativo y falaz PSOE. ¿Importa hacerlo sin ese apoyo? Creo que sí, y mucho. Aunque el concurso del PSOE no sea necesario para invocar el 155, creo que es imprescindible contar con él. Una declaración unilateral de independencia con un frente constitucionalista roto de antemano hubiese sido empezar la guerra en malas condiciones para el Estado de Derecho. Hay quien acusa a Rajoy de pusilánime, o más aún, de cobarde o, peor, de traidor por no haberlo hecho así. La prudencia nunca ha sido bien vista por los exaltados. Y los prudentes siempre son “asesinados” en sentido real o figurado, generalmente por los de su lado. Ese fue el caso de Isaac Rabin, para desgracia de Israel. Pero los exaltados nunca han ganado una guerra, aunque puedan ganar alguna que otra escaramuza o, incluso, batalla.

Así pues, primera escaramuza para los secesionistas. Concedido. Pero con una salvedad. Hay quien dice que el gobierno ha perdido la batalla de la imagen ante la supuesta “brutalidad” de las cargas “policiales”. No he visto ni una carga y, mucho menos brutal. He visto cordones policiales, codo con codo, “band of brothers”, en actitud defensiva –alguna vez la defensa llevaba aparejado algún palo a algún radical provocador, pero, ¿cargas?, ni media– ante una muchedumbre exaltada que les increpaba vociferante. He visto algo que no he visto más que entre musulmanes: el uso de escudos humanos de niños y viejos. En cambio, en otras ocasiones he visto en televisión cargas de otras policías europeas contra manifestaciones antisistema. Eso sí eran cargas. Así que la escaramuza mediática, diga lo que diga Puigdemont y compañía, no la han ganado los secesionistas. Quien haya tenido ojos en la cara habrá visto a una policía sufrida, disciplinada y ejemplar. Como español, me siento orgullosos de ellos. Tanto como asqueado por la traición de baja estofa de los “mossos de escuadra”. ¡Vergüenza y oprobio para los cobardes!

¿Y mañana? Apuesto por el 6 de Octubre, 83º aniversario de la declaración de independencia de Companys, como el día en que se hará la DUI. Es imposible que Puigdemont resista semejante tentación. Dan igual los votos, los síes y los noes que se inventen. Hubiese sido igual si no hubiese habido ese “algo”. Con esta convicción, el ciudadano Tomás Alfaro Drake, recomendaría, y le pediría el cuerpo, empezar ya los preparativos para la aplicación del 155. Pero el ciudadano Tomás Alfaro Drake, afortunadamente, no tiene responsabilidad de gobierno y lo que le pida el cuerpo es irrelevante. Cuando sí tienes esas responsabilidades, no te puedes dejar llevar por lo que te pida el cuerpo. Porque si empiezas esos preparativos antes de la DUI, te encontrarás con que la caña quebrada del PSOE se te ha clavado en la mano. Así pues, en la guerra, habrá que esperar a la DUI antes de empezar con el 155. Y entonces veremos que pasa. ¿Me atreveré a mojarme? Sí, porque no me importa equivocarme. No las tengo todas conmigo que, incluso previa DUI, el PSOE apoye en bloque el 155. Pero sé que el mismo día en que se declare el 155, el irresponsable Pedro Sánchez dirá que hay que “negociar”, eufemismo para decir, hacer concesiones. De hecho en las declaraciones de postureo de ayer por la tarde, se le vio convencido que si él hubiese sido Presidente del Gobierno hubiese evitado esta situación “negociando”/concediendo. ¿Será ingenuo o se está echando un farol? De hecho, a esta situación se ha llegado a base de negociaciones/concesiones desde hace muchos años. Suarez, Felipe, Aznar y, sobre todo Zapatero, están en la lista de los que han negociado/concedido y alimentado a la bestia independentista. ¿La han calmado? Ni por un instante. Le han hecho ver más cerca su meta, le han hecho babear de impaciencia y le han dado armas. Y aún antes, durante el franquismo, si hubo dos regiones de España especialmente mimadas en lo económico, esas fueron las provincias catalanas y las vascongadas. Y el primer gobernante que, en muchos años, le ha dicho a Cataluña, con mayor o menor éxito; “hasta aquí hemos llegado” ha sido, guste a quien guste y moleste a quien molesta, Mariano Rajoy. ¿Qué podría haber puesto el freno con más energía? Puede que sí. Pero no es fácil con la herencia que ha recibido del problema catalán con todos sus antecesores, Franco incluido. Especialmente viniendo tras el pródigo Zapatero. Y los independentistas han ido a elegir, precisamente, el momento en el que, por verle en minoría, con una oposición sanchista irresponsable y contando ellos con los izquierdistas de Podemos y la CUP como aliados, creían que no iba a dar ninguna batalla. No quiero ni pensar lo que hubiese pasado con un PSOE-Podemos en el gobierno. Y estuvo a punto de pasar.

Ocurre con Cataluña lo que con algunas familias. Que tienen la desgracia de que haya un hijo que, vaya usted a saber por qué traumas infantiles o congénitos, nacen, o se hacen desde muy pequeños, envidiosos y retorcidos. Se están continuamente fijando en lo que reciben, comparándose con sus hermanos, ciegos para lo que se les da y con una inmensa lupa de aumento para lo que reciben otros, perpetuamente descontentos y reivindicativos sin la más mínima razón. Pues bien, lo peor que se puede hacer con esos hijos envidiosos es intentar calmar su envidia haciéndoles la pelota con regalitos. Eso, lejos de hacerles menos envidiosos les hace sentirse acreedores a más y más privilegios. Desgraciadamente, en la familia de España, esa es Cataluña. Desde antes de los Reyes Católicos, cuando formaban parte de la Corona de Aragón. Pero, a fin de cuentas, Cataluña es nuestra hermana y debemos hacer todo lo posible para que entre en razón. Pero, ¿cómo? Debo reconocer que no lo sé y eso me apena mucho. Sé lo que no hay que hacer; darles más. Pero no tengo ni idea de lo que hay que hacer. Y eso, repito, me apena enormemente. Además, para más desazón mía, una persona es una, ella y punto, y su psicología es suya y se la come con su pan, aunque haga la vida a cuadros a ellos mismos y a los demás. En cambio los catalanes no son uno. Son varios millones, todos mis hermanos, y entre ellos hay, además, muchos, la mayoría, gente estupenda, industriosa y que se gana lo que tiene y está orgulloso con sus logros, sin mirar a los lados. Pero hay una minoría, que se impone por métodos intimidatorios, haciendo que la psicología de masas catalana parezca ser la suya. No estaría mal que esta mayoría noble, industriosa y silenciosa dejase de ser esto último. Por supuesto, ya hay algunos que dan la cara, pero son los menos. Ayer fue, creo, la primera vez que vi una manifestación que pueda llamarse multitudinaria de esta mayoría de catalanes secuestrados por el secesionismo. En esta guerra, ayudaría mucho que se hiciesen notar. El otro día, Salvador Sostres, publicó un magnífico artículo bajo el título de “Nosotros”. En él decía que la única salida era la ternura. Por supuesto, fue tachado de equidistante en los comentarios de exaltados que seguían al artículo. Y, añado yo: la ternura sin concesiones. Me parece muy acertado. Esa es la única posible, aunque dudosa, solución con un hijo envidioso y probablemente también lo sea con Cataluña. Lo que ocurre es que no tengo ni la más remota idea de cómo se hace eso en política.

Pero, como decía en el párrafo anterior, ya se está clamando por darles más para calmarles. Y, lo peor, lo que más me temo, es que, al final, es posible que hasta Rajoy entre en el juego, poniendo las semillas para la derrota final en esta guerra. O puede que este gallego que ya nos ha sorprendido evitando el rescate, sacándonos, al menos casi del todo, de la crisis, poniendo un muro, con las debilidades que se quiera, pero el primer muro, al secesionismo, nos sorprenda con alguna otra cosa. Por supuesto, para sus críticos, todo eso lo ha hecho muy mal. Y puede que tengan razón. Pero lo ha hecho. Mal que les pese. Siempre he admirado a los gallegos y últimamente más. Tal vez porque tienen la astucia y la frialdad que me faltan y les importa una mierda el juicio de los demás que a mí a veces me paraliza. Pero, sea como sea, yo, mientras se mantenga estatuariamente firme, estaré con el gallego. Tengo la tentación, y voy a caer en ella, aunque sé que seré criticado, de aplicarle algunos versos y el último del poema “If”, de Rudyard Kipling. Pero voy a empezar a entrenarme en el oficio de gallego.

Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todo a tu lado es cabeza perdida y te lo achacan.
Si puedes mantener la confianza en ti mismo cuando todos dudan de ti y, no obstante, ser indulgente con sus dudas.
Si sabes esperar sin desalentarte en la espera, o siendo engañado no contestas con engaño, o siendo odiado no respondes con odio y, aún así, sabes no parecer demasiado bueno o demasiado sabio.
Si puedes soportar ver tus palabras falseadas por embaucadores que han hecho de ellas trampas para idiotas…
Si ni enemigos ni amigos del alma pueden dañarte.
Si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado.
… lo más importante, ¡serás hombre, hijo mío!

Yo estaré con el gallego, mientras no entre en el baile de las concesiones.




[1] Por supuesto, el símil bélico es sólo eso, un símil. De ninguna manera uso esos términos más que en un sentido analógico.

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