10 de octubre de 2017

Un símil taurino para esta tarde con Puigdemont

En primer lugar, debo decir que me equivoqué en lo de que Puigdemont llevase a cabo la DUI el día 6 de Octubre, emulando a Companys. Pero, esta tarde se espera su comparecencia en el Parlament de Cataluña para… ¿DUI, o retirada, o… qué? He ahí la cuestión. Dbería no hacer ninguna apuesta, pero soy un ludópata compulsivo que le gusta jugar al póker y perder. Preveo, con grandes probabilidades de equivocarme, que va a ser “qué”. Para llevar a cabo la DUI, creo que le faltará valor y apoyo y, retirarse, no puede.

Creo que le faltará valor porque sabe que, o logra realmente la independencia, cosa harto dudosa, o le esperan unos cuantos años de cárcel por flagrante delito de rebelión, establecido en el artículo 472, punto 5º del código penal: “Declarar la independencia de una parte del territorio nacional”. Delito con una pena de 15 a 25 años de prisión e inhabilitación por este mismo periodo. Podría, en su disparatada y ciega chifladura, declararse en rebeldía y escudarse detrás de sus sediciosos mossos o sus enfervorecidas turbas, durante un tiempo. Pero más pronto que tarde daría con sus huesos en la cárcel para una temporadita. Si no es por chifladura, necesitaría tener las narices que tuvo un ya olvidado por muchos, o no conocido por los más jóvenes, Marcelino Camacho, que se pasó casi 20 años en las cárceles de Franco. Y no le veo yo suficientemente bragado para esperar vanamente en el trullo una irrealizable temprana independencia que le libere.

Creo que, tal vez, le pueda faltar apoyo. Para llegar a la DUI necesitaría mayoría absoluta en el Parlament. Y la tiene. Cuenta con los 61 diputados de JxS, los 10 de la CUP y, especulativamente, con los 11 de la sucursal de Podemos, porque ayer por la tarde se vio al lamentable Echenique, y a la impresentable Colau dicendo que los de Podemos no son partidarios de la DUI, aunque no esté nada claro de qué son partidarios. Mal augurio, Puchi. Con todos, serían 82 en total. Muy por encima de los 68 que hacen falta para la mayoría absoluta. Pero eso si le quitamos 11, quedarían 71. Pero, eso de la locura, o de los huevos si es que es cuestión de huevos, no es generalizable. A la vista de lo que se ha podido traslucir esta semana pasada. Hay, dentro de las filas del PDeCAT, hasta Mas dixit, gente que pueda tener un poco más de lucidez, o un poco menos de huevos o una mezcla de las dos cosas. A la vista de esta situación, podría haber, dentro del PDeCAT, quien rompiese la disciplina de voto y se abstuviese. Por supuesto, sin avisar o, incluso, sin asistir, como en el tamayazo[1]. Con 4 de estos, y si Podemos se abstiene, la DUI no saldría. Y eso sí sería una cagada espectacular, Puchi. Claro, en estas cosas, nadie se retrata demasiado y Puigdemont puede no saber con qué fuerzas cuenta realmente. Así que…

Pero, tampoco tiene fácil retroceder. Si después de todo el tinglado que ha montado, ahora se achanta, sus bases callejeras le van a crucificar políticamente. De hecho, parece que pretenden tomar los alrededores del parlament para “ayudarle” a tomar la decisión. Así que está entre la espada y la pared. O entre las tablas y el descabello. Y es aquí donde viene el símil taurino.

Los que entienden de toros saben que no hay toro más peligroso que el toro manso. A un toro bravo se le torea y el torero puede lucirse y hasta salir por la puerta grande. Pero con un toro manso eso es imposible. El toro manso, se acula a las tablas y parece decir al torero: “ven tú a por mí. Entra en mi terreno. Y, antes que te des cuenta, lanzaré un arreón, no una embestida, y te ensartaré hasta la cepa del pitón. Pero si esperas que yo vaya a tu terreno, puedes esperar sentado”. Cualquier torero sabe perfectamente que intentar lucirse con un toro manso es peligrosísimo. Pero la presión del público puede inducir a error al más pintado. Manolete y Joselito intentaron lucirse, presionados por su ego y el público, con dos mansos, Islero y Bailaor, y acabaron empitonados y muertos. El buen aficionado a los toros sabe, cuando aparece un manso, que el matador debe hacer una faena de aliño, llevar al toro al caballo, aunque no entre, que se le pongan banderillas reglamentarias, aunque sea a una mano y de paso, hacerle una faena de aliño y despacharlo de la manera más apañada posible. Pinchazo y descabello. Luego, el toro será silbado en el arrastre y, a esperar una mejor tarde con mejor ganado. Y el taurino sabe encontrarle la grandeza escondida a esta lidia sucia y, a menudo, larga. El turista, o el espectador que no sabe de toros, en cambio, le pedirá al torero que se luzca, que para eso ha pagado. Y si el torero le hace caso, ¡ay!, puede acabar como Manolete o Joselito. En este caso, el toro manso, aculado en las tablas de su callerío que no le deja retroceder, se llama Puigdemont. Pero el matador no es ni Rajoy ni el gobierno. Es España. Rajoy no es sino la inteligencia y voluntad del matador. Y, si no quiere que corneen a España, deberá andarse con ojo ante el toro manso, por nombre Puigdemont. Creo que éste no embestirá. Se aculará a tablas con un sí es no es, a ver si el torero se mete en sus terrenos y da el arreón. Una declaración de independencia simbólica, le soplan al oído alguno de sus compañeros de partido. DUI en diferido se lee en los periódicos. ¿Mandé? ¿Qué demonios serán esas cosas? Por haber, hay un tipo llamado Tramosa, eurodiputado él, que le dice que hay que declarar la independencia y suspender sus efectos durante un tiempo a la espera de poder sentarse en una mesa, sin condiciones previas, con el Gobierno español para negociar un referéndum acordado”. Y dice haberlo copiado de la independencia Eslovena, como si España y la antigua Yugoeslavia tuviesen algo que ver. ¡Vaya caos! Pero creo que Puigdemont, basándose en tanta confusión, intentará decir  sin decir, manteniéndose en la ambigüedad esperando que se le acuse de traición. Y lo hará con la esperanza, es lo que tiene el Estado de Derecho, de que, si se juzga mal la situación, presionados por el vocerío de las gradas, un juez, aplicando la ley, diga que no ha habido delito. Y entonces, la cogida para España sería mayúscula. Por eso yo, taurino harta la médula, le pido a la inteligencia y la voluntad del matador que mida bien los terrenos y los tiempos, que España es el muslo, en dónde viene a clavarse siempre el pitón, interesando a menudo también el escroto, o sea, los cojones, lo que es especialmente doloroso. Y continua, inmisericorde, la fuga de empresas. Hasta la del independentista Víctor Grifols amenaza con irse con su empresa si hay una DUI. Pero, mejor no envistas Puchi que, si te saben lidiar, acabarás con pinchazo y descabello, sin pena ni gloria, arrastrado entre pitos, sin haber podido empitonar a España. Y yo, taurino, ¡disfrutaré con la lidia!



[1] Para quien no lo sepa, el día 10 de Junio de 2003, iba a tener lugar mediante el voto de 47 diputados del PSOE y 9 de IU frente a los 55 del PP, la investidura del socialista Rafael Simancas como Presidente de la comunidad de Madrid. Sin previo aviso, los diputados del PSOE Eduardo Tamayo y Mª Teresa Sáez, no se presentaron a la votación, con lo que Simancas no pudo ser investido y se convocaron nuevas elecciones. Las especulaciones son muchas pero la hipótesis más plausible parece ser la de que estos dos diputados lo hicieron porque se vieron excluidos de posibles cargos para lograr el pacto del PSOE con IU.

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