21 de octubre de 2017

El futuro ante un 155 necesario y bien aplicado

El 155 ya está en marcha con medidas concretas, contundentes y decididas, tras agotar, con paciencia y prudencia ejemplares, todos los caminos. No voy a desglosar esas medidas, cualquiera puede ver la comparecencia del Presidente del Gobierno o leerlo en cuanto aparezca por escrito. Pero sí quiero alertar sobre determinados peligros del futuro.

Estamos empezando un camino difícil, muy difícil. Y largo, muy largo. Pero ante este camino ya sólo quedan dos posturas, apoyar o poner obstáculos. Por supuesto, apoyar no quiere decir hacerlo incondicionalmente, pero sí lealmente. Poner obstáculos sería lo que siempre ha ocurrido en la historia de España, para nuestra desgracia. Demostrar una vez más la incapacidad de unirnos en lo fundamental, dejando de lado lo accesorio. Por supuesto, inmediatamente después han aparecido los Echenique y Rufianes de turno echando espuma por la boca. Dentro de poco lo hará Puigdemont, la CUP y la Colau. Ladran, luego cabalgamos, amigo Sancho. Los que no formemos parte del coro de esos ladridos debemos apoyar, cada uno desde su sitio, de forma unánime y clara.

Muchos se han opuesto hasta hoy a Rajoy llamándole cobarde, pusilánime, incluso, traidor, malinterpretando su prudencia y astucia. Creo que el tiempo de esto ha pasado. Es de sabios rectificar a tiempo y, por lo tanto, pido a los que hayan estado en esta postura, que son sabios, que lo hagan cuando todavía es tiempo y no se empecinen en su postura.  Por otro lado, está el PSOE que, si bien ha apoyado la aplicación del 155, ya ayer en El Mundo, avisaba que la aplicación del 155 debería ser “muy, muy limitadas” –no limitadas, ni muy limitadas, sino muy, muy limitadas– y ser “lo más breve posible”, además de avisar que no quieren que “en ningún caso se repitan escenas violentas como las del 1 de octubre e incluso se evite una posible detención de Puigdemont en medio de un enfrentamiento civil para tratar de impedirla” (Diario El Mundo, Viernes 20 de octubre de 2017, pag 4). Pero la fiscalía ya ha dicho que está preparada para acusar de rebelión a Puigdemont si declara la independencia, cosa que Puigdemont ha dicho, en la última respuesta al Gobierno, que hará. Sí lo hace, por supuesto, hay que detenerle. Pero, en cualquier caso, habrá “un enfrentamiento civil” y, parar la detención de Puigdemont por miedo a esos enfrentamientos, aparte de no estar en las manos del gobierno, sería un grave error. Y si se producen estos “enfrentamientos civiles” –que se producirán aunque no se acuse y detenga a Puigdemont, con su destitución ya anunciada en el 155–, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del estado tendrán que intervenir. Y si, ojalá no sea así, hay heridos, hay que estar incondicionalmente con las FFCCSE en defensa de la legalidad. ¿Lo estará el PSOE? ¿O se romperá la caña quebrada y herirá la mano de quien se apoya en ella. Esperemos que no se rompa, pero… Por otro lado están, claro, los perros que ladran. Entre estas Scylla y Caribdis tiene que pasar el astuto Ulises. Intentemos ensanchar el paso y rememos con todas nuestras fuerzas para pasar lo más rápido posible. Pero no dividamos el frente los que queremos la unidad de España dentro de la más estricta legalidad. Hay dos citas del Evangelio que me gustaría traer aquí:

“Los que no están contra mí, están conmigo”. No estemos contra un Gobierno que apoya con la legalidad la unidad de España.

“El que no recoge conmigo, desparrama”. Recojamos con ese Gobierno las cosas que puedan servir para suturar la herida tras la necesaria cirujía.

Hay que decidir si estamos con las cañas quebradas, con los perros que ladran o con los jinetes que cabalgan. No hay mucho término medio. No obstante, este apoyo, tampoco puede ser incondicional. Por ejemplo, se ha dicho, sin ninguna base en las declaraciones de Puigdemont, que va a ser él quien va a disolver el parlament y convocar elecciones antes de que el Senado apruebe las medidas del 155. Pienso que si eso ocurre, no por ello debe darse marcha atrás en el 155. Las elecciones que pueda convocar de Puigdemont, que serían antes de Navidad, no son las elecciones que Cataluña y España necesitan. Espero que si esta trampa de Puigdemont se produce, el gobierno no retroceda, aunque algunos de sus aliados –la caña quebrada– le puedan pedir que lo haga. Esperemos que Puigdemont no intente ese camino y que, si lo hace, nadie trague ese cebo.

Recemos, cada uno con la fe que tenga y en la que lo tenga, para que la mente del Gobierno, la oposición, el pueblo español y, por qué no, los independentistas, sea iluminada por ese o eso en lo que cada uno crea y a lo que rece. Yo se lo pido a Dios con toda mi alma.


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