25 de marzo de 2019

Dentro de 9 meses será Navidad. Hoy es la fiesta de la Encarnación


Efectivamente, dentro de exactamente nueve meses será Navidad. Por eso hoy es el día de la Encarnación de Jesús. Un día de inmensa importancia aunque a menudo pase desapercibido. Pretendo que hoy no pase eso y, para ello, os copio un texto de Jean Paul Sartre –sí, Jean paul Sartre– sobre la encarnación, sacado de su auto de navidad Barioná, escrito en 1940 en el campo de prisioneros nazi en el que estuvo internado como soldado francés que era. Dice así:

“Mis buenos señores, he aquí el prólogo. Soy ciego por accidente, pero antes de perder la vista he mirado más de mil veces las imágenes que vais a contemplar y las conozco de memoria porque mi padre era pregonero de imágenes como yo y me ha dejado éstas en herencia. Ésta que veis detrás de mí y que señalo con el bastón, sé que representa a María de Nazaret. Un ángel acaba de anunciarle que tendrá un hijo y que ese hijo será Jesús, Nuestro Señor.

El ángel es inmenso, con dos alas como dos arcos iris. Ustedes pueden verlo, yo no, pero lo veo aún en mi cabeza. Ha penetrado como una inundación en la humilde casa de María llenándola con su cuerpo fluido y sagrado y con su gran vestido flotante. Si miráis atentamente el cuadro, os daréis cuenta que se pueden ver los muebles de la habitación a través del cuerpo del ángel. Se ha querido remarcar así su transparencia angélica. Está delante de María, que apenas le mira. María reflexiona. El ángel no tiene necesidad de hacer oír su voz, similar a la del huracán. No ha hablado; ella le presentía ya en su carne. En este momento el ángel está delante de María y María es innombrable y misteriosa como un bosque por la noche y la buena noticia se ha adentrado en ella como un viajero se pierde en los bosques. Y María está llena de pájaros y de largos murmullos de hojas. Y mil pensamientos sin palabras se despiertan en ella, pesados pensamientos de madres que sienten dolor. Y mirad, el ángel parece no poder penetrar en esos pensamientos demasiado humanos: siente ser ángel, porque los ángeles no pueden nacer ni sufrir. Y esta mañana de Encarnación, ante de los ojos sorprendidos de un ángel, es la fiesta de los hombres porque es el momento en el que el hombre va a ser sacralizado. Mirad bien la imagen, mis buenos señores, y suene la música; el prólogo ha terminado; la historia va a comenzar nueve meses más tarde, el 24 de Diciembre, el las altas montañas de Judea”.

¿No es maravilloso?

Y quiero enlazar está magnífica “fiesta de los hombres” con la que fuimos “sacralizados” con la manifestación pro vida de ayer.

En esa misma obra de Barioná, se pueden leer pasajes que desembocan en un canto a la vida. Ahí van:

1º El juramento de Barioná

Barioná
Entonces, mis compañeros, no debemos resignarnos a la caída, porque la resignación es indigna del hombre. Por eso os digo: tenemos que acostumbrar con resolución nuestras almas a la desesperanza. Cuando descendí del monte Sarón mi corazón estaba cerrado como un puño sobre mi dolor, lo apretaba fuerte y duramente, como un ciego aprieta su bastón con su mano. Mis compañeros, cerrad vuestros corazones sobre vuestra pena, apretad fuerte, apretad duro porque la dignidad del hombre está en su desesperanza. Esta es mi decisión: no nos rebelaremos –a un viejo perro tiñoso se le manda a su perrera de una patada. Pagaremos el impuesto para que nuestras mujeres no sufran. Pero el pueblo va a amortajarse con sus propias manos. No haremos más niños. ¡He dicho!

1º Anciano
¿Qué? ¿No más niños?

Barioná
No más niños. No tendremos más relaciones con nuestras mujeres. No queremos perpetuar la vida ni prolongar los sufrimientos de nuestra raza. No engendraremos más, consumiremos nuestra vida en la meditación del mal, de la injusticia y del sufrimiento. Dentro de un cuarto de siglo, los últimos de nosotros estarán muertos. Tal vez yo parta el último. En ese caso, cuando sienta llegar mi hora, me revestiré con mi vestido de fiesta y me tumbaré en la plaza mayor con la cara mirando al cielo. Los cuervos limpiaran mi carroña y el viento dispersará mis huesos. Entonces el pueblo retornará a la tierra. El viento golpeará las puertas de las casas vacías, nuestras murallas de tierra se derretirán como la nieve de primavera en las laderas de las montañas, no quedará nada de nosotros sobre la tierra ni en la memoria de los hombres.

El coro de ancianos
¿Es posible que pasemos el resto de nuestros días sin ver la sonrisa de un niño, con el oscuro silencio espesándose a nuestro alrededor? ¿Para quién, ¡ay!, trabajaríamos? ¿Podremos vivir sin niños?

Barioná
¿Os lamentáis? ¿Osaríais, entonces, crear vidas jóvenes con vuestra sangre podrida? ¿Queréis refrescar con hombres nuevos la interminable agonía del mundo? ¿Qué destino deseáis para vuestros futuros hijos? ¿Qué se queden aquí, como buitres en una jaula, solitarios y desplumados? ¿O bien que bajen allí, a las ciudades, para convertirse en esclavos de los romanos, trabajar por salarios de hambre para acabar por morir en la cruz? Obedeceréis. Y deseo que nuestro ejemplo sea anunciado por toda Judea y que sea el origen de una nueva religión, la religión de la nada, y que los romanos sean los dueños de nuestras ciudades desiertas y que nuestra sangre caiga sobre sus cabezas. Repetid conmigo el juramento que voy a hacer: Ante el Dios de la Venganza y de la Cólera, delante de Jehová, juro no engendrar nunca más. Y si falto a mi juramento, que mi hijo nazca ciego, que sufra la lepra, que sea un objeto de desprecio para los demás y de vergüenza y dolor para mí. Repetid, judíos, repetid:

El coro de ancianos
Ante el Dios de la Venganza y de la Cólera...

Sara (la mujer de Barioná)
¡Parad!

Barioná
¿Qué quieres, Sara?

Sara
¡Parad!

Barioná
¿Qué pasa? ¡Habla!

Sara
Yo... venía a anunciarte..., ¡oh, Barioná!, me acabas de maldecir: has maldecido mi vientre y el fruto de mi vientre.

Barioná
¿No querrás decir que...?

Sara
Sí. Estoy embarazada, Barioná. Venía a hacértelo saber, estoy embarazada de ti.

Barioná
¡Ay!

El coro de ancianos
¡Ay!

Sara
Has entrado en mí y me has fecundado y yo me he abierto a ti y hemos rezado juntos a Jehová para que nos diese un hijo. Y hoy, que te lo traigo dentro de mí y que nuestra unión ha sido por fin bendecida, me rechazas y ofreces nuestro hijo a la muerte. Barioná, me has mentido. Me has poseído y me has hecho sangrar y he sufrido sobre tu cama y he aceptado todo porque creía que tú querías un hijo. Pero ahora veo que me mentías y que buscabas simplemente tu placer. Y todas las alegrías que mi cuerpo te ha dado, todas las caricias que te he dado y he recibido, todos nuestros besos, todos nuestros abrazos, yo, a mi vez, los maldigo.

Barioná
¡Sara! No es verdad, no te he mentido. Quería un hijo. Pero hoy he perdido toda esperanza y toda fe. Es por este niño que tanto he deseado y que llevas dentro de ti por lo que no quiero que nazca. Es por él. Ve al hechicero, te dará unas hierbas y quedarás estéril.

Sara
Barioná, te lo suplico

Barioná
Sara, soy señor del pueblo y dueño de la vida y la muerte. He decidido que mi familia se extinguirá conmigo. Ve. Y no tengas añoranza; tu hijo hubiese sufrido, te hubiese maldecido.

Sara
Aunque tuviese la seguridad de que me traicionaría, que moriría en la cruz como los ladrones y me maldijera, incluso así, le traería al mundo.

Barioná
Pero, ¿por qué?, ¿por qué?

Sara
No lo sé. Acepto por él todos los sufrimientos que va a padecer aunque sé que yo los sentiré también en mi propia carne. No hay una espina en su camino que pueda clavarse en su pie sin clavarse también en mi corazón. Sangraré a borbotones por sus dolores.

Barioná
¿Y crees que los aligerarás con tu llanto? Nadie podrá padecer por él sus sufrimientos: para sufrir y para morir se está siempre solo. Incluso si estás al pie de su cruz, estaría solo para sufrir su agonía. Es por tu alegría por lo que le quieres dar a luz, no por la suya. No le amas suficiente.

Sara
Le amo ya, tal y como pueda ser. A ti, te elegí entre todos, vine a ti porque eras el más hermoso y el más fuerte. Pero al que espero, no le he elegido y, sin embargo, le espero. Le amo por adelantado, incluso si fuese feo, incluso si fuese ciego, incluso si tu maldición debe cubrirle de lepra, amo por adelantado a este niño sin nombre y sin cara, a mi niño.

Barioná
Si le amas, ten compasión de él. Déjale dormir el sueño tranquilo de los no nacidos. ¿Quieres darle como patria una Judea esclavizada? ¿Por morada esta roca helada y ventosa? ¿Por cobijo este tejado desvencijado? ¿Por compañeros estos viejos amargados? ¿Y por familia nuestra familia deshonrada?

Sara
Quiero darle también el sol y el aire fresco y las sombras violetas de las montañas y la risa de las niñas. Te lo ruego, deja nacer un niño, deja al mundo, una vez más, una oportunidad.

Barioná
¡Cállate! Es una trampa. Siempre creemos que hay una oportunidad más. Cada vez que se trae a un niño al mundo creemos que le damos una oportunidad, y no es verdad. Los naipes están marcados de antemano. La miseria, la desesperanza, la muerte, le esperan en cada esquina.

Sara
Barioná, estoy ante ti como una esclava ante su Señor y te debo obediencia. Sin embargo, sé que te equivocas y que haces mal. No conozco el arte de la oratoria y no encontraría ni las palabras ni las razones que pudieran confundirte. Pero tengo miedo delante de ti: ahí estás, rebosante de orgullo y de mala voluntad como un ángel rebelde, como el Ángel de la desesperación, pero mi corazón no está contigo.

............................................................................................

Barioná
Lo sé. Sin embargo, mira quienes son tus aliados y agacha la cabeza. Mujer, este niño que tú quieres hacer nacer es como una nueva edición del mundo. A través de él, las nubes y el agua y el sol y las casas y el dolor de los hombres existirán una vez más. Vas a recrear el mundo, va a formarse como una costra espesa y negra alrededor de una pequeña consciencia escandalizada que vivirá ahí, prisionera en el centro de la costra, como una larva. ¿Comprendes qué enorme incongruencia, qué monstruosa falta de sensibilidad, traer nuevos seres a este mundo fallido? Hacer un niño es aprobar la creación en el fondo del corazón, es decirle al Dios que nos tortura: “Señor, todo está bien y te doy gracias por haber creado el universo”. ¿Verdaderamente quieres cantar ese himno? ¿Puedes asumir decir: si este mundo pudiera volver a hacerse, lo reharía exactamente como es? Déjalo, mi dulce Sara, déjalo. La existencia es una lepra vergonzosa que nos roe a todos, y nuestros padres han sido los culpables. Mantén tus manos puras, Sara, y que puedas decir el día de tu muerte: no dejo a nadie detrás de mí para perpetuar el sufrimiento humano. Vamos, vosotros, jurad:

Ante el Dios de la Venganza y de la Cólera, juro no engendrar.

Coro de ancianos
Ante el Dios de la Venganza y de la Cólera, juro no engendrar.

Barioná
Y si faltase a mi juramento, que mi hijo nazca ciego, que sufra la lepra.

El coro d ancianos
Y si faltase a mi juramento, que mi hijo nazca ciego, que sufra la lepra.

Barioná
Que sea objeto de desprecio para los demás y para mí, de vergüenza y de dolor.

Coro de ancianos
Que sea objeto de desprecio para los demás y para mí, de vergüenza y de dolor.

Barioná
¡Ya está! Estamos comprometidos. Id, y sed fieles a vuestro juramento.

Sara
¿Y si, sin embargo, fuese voluntad de Dios que engendrásemos?

Barioná
Entonces, que haga un signo a su servidor. Pero que se dé prisa, que me envíe sus ángeles antes del alba. Porque mi corazón está cansado de la espera y no se desprende uno fácilmente de la desesperanza una vez que se ha probado.



2º Sara decide ir a Belén a ver al niño Jesús

Sara
Barioná, voy a seguirles.

Barioná
¡Sara! (Un silencio). Mi pueblo está muerto, mi familia deshonrada, mis hombres me abandonan. Creía que no podía sufrir más y me equivocaba. Sara, es de ti de donde me ha venido el más duro golpe. Entonces, ¿no me amas?

Sara
Te amo, Barioná. Pero compréndeme. Allí hay una mujer feliz y plena, una madre que ha dado a luz por todas las madres y es como un permiso lo que ella me ha dado: El permiso para traer a mi hijo al mundo. Quiero verla, verla, a esta madre feliz y sagrada. Ella ha salvado a mi hijo. Nacerá, ahora lo sé. ¿Dónde?, poco importa. Al borde de un camino o en un establo, como el suyo. Y sé también que Dios está conmigo. (Tímidamente). Ven con nosotros, Barioná.

Barioná
No, haz lo que quieras.

Sara
Entonces, ¡adiós!



3º Conversión de Barioná

Baltasar
Tengo también un mensaje para ti.

Barioná
¿Para mí?

Baltasar
Para ti. Ha venido a decirte: deja nacer a tu hijo. Sufrirá, es verdad. Pero eso no te incumbe. No te compadezcas de sus sufrimientos, no tienes derecho. Sólo él tendrá que tratar con ellos y hará de ellos exactamente lo que quiera, porque es libre. Lo mismo si es cojo, si tiene que ir a la guerra y pierde sus piernas o sus brazos, incluso si la mujer que ama le traiciona siete veces, es libre, libre de regocijarse eternamente de su existencia. Me decías hace un momento que Dios nada puede contra la libertad del hombre, y es verdad. ¿Entonces? Una nueva libertad va a lanzarse hacia el Cielo como un pilar etéreo ¿y tú tendrás la osadía de impedirlo? El Cristo ha nacido para todos los niños del mundo, Barioná, y cada vez que un niño va a nacer, el Cristo nacerá en él y por él, eternamente, para ser golpeado con él por todos los dolores y para escapar en él y por él, eternamente, de todos los dolores. Viene a decir a los ciegos, a los parados, a los mutilados, a los prisioneros de guerra: no debéis absteneros de hacer niños. Porque incluso para los ciegos, para los parados, para los prisioneros de guerra y para los mutilados, existe la alegría.

Barioná
¿Es todo lo que tenías que decirme?

Baltasar
Sí.

Barioná
Entonces, está bien. Entra en ese establo y déjame solo, porque quiero meditar y hablar conmigo mismo.

Baltasar
¡Hasta la vista Barioná, primer discípulo del Cristo...!

Barioná
Déjame. No digas nada más. Ve.

 

Barioná
Libre... ¡Ah!, corazón crispado en tu rechazo, deberías aflojar tus dedos y abrirte, deberías aceptar... Debería entrar en ese establo y arrodillarme. Sería la primera vez en mi vida que lo hiciese. Entrar, quedarme aparte de los demás, que me han traicionado, de rodillas en un rincón sombrío... entonces el viento helado de medianoche y el empíreo infinito de esta noche sagrada me pertenecerían. Sería libre. Libre. Libre contra Dios y para Dios, contra mí mismo y para mí mismo... (Da algunos pasos hacia la puerta del establo; coro en el establo). ¡Ah! ¡Qué duro resulta...!



4º Oración de Sara ante el peligro de muerte del niño Jesús y la matanza de los inocentes.

Sara
¡Mi niño, Dios mío, mi niño! Tú, al que amaba ya como si fuese tu madre y al que adoraba como tu sierva. Tú, al que hubiera querido dar a luz en el dolor, ¡oh, Dios!, que te has hecho mi hijo, ¡oh hijo de todas las mujeres! Eras mío, mío, me pertenecías todavía más que esta flor de carne que se desarrolla en mi carne. Eras mi niño y el destino de este hijo que duerme en el fondo de mí, y he aquí que se han puesto en marcha para matarte. Porque son siempre los machos los que desgarran al amparo de su apetencia y los que hacen sufrir a nuestros pequeños. ¡Oh Dios Padre, Señor que me ves!, María está en el establo, todavía feliz y llena de bendiciones, pero no puede pedirte que salves a su hijo porque todavía no sospecha nada. Y las madres de Belén también están felices y en sus casas, bien calientes, sonríen a sus hijos pequeños ignorantes del peligro que avanza hacia ellas. Pero a mí, a mí que estoy sola en el camino y que no tengo todavía a mi hijo, mírame, ya que me has escogido en este instante para padecer la agonía de todas las madres. ¡Oh, Señor!, me desgarro de sufrimiento y estoy destrozada como una copa rota. Mi angustia es enorme, tan inmensa como el Océano. Señor, yo soy todas las madres y te digo: ¡tómame, tortúrame, reviéntame los ojos, arráncame las uñas, pero sálvale! Salva al Rey de Judea, salva a tu hijo y salva también a nuestros pequeños.

¡¡¡¡¡¡Ufffffff!!!!!!!

Los cristianos sabemos, desde mucho antes de que la ciencia lo confirmara, que la vida humana empieza desde la concepción. Y lo sabemos porque cuando María, unos pocos días después de la Encarnación de Jesús en ella fue a visitar a su prima Isabel, embarazada de San Juan, Isabel le dice:

“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Pero, ¿cómo es posible que la madre de mi señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que ha dicho el Señor, se cumplirá”.

Añado también un pasaje de mi libro “El Señor del azar” sobre la encarnación.

“Así pues, llegado el momento adecuado de la historia, fue concebida una niña en un pequeño rincón del mundo y le fue asignada una de las dos almas libres de pecado original. La niña creció, se hizo mujer, y llegó el momento de plantearle la gran cuestión. ¿Querría participar en el Plan de Dios y concebir milagrosamente al Salvador anunciado por el Antiguo Testamento? Desde luego, María, como buena judía que era, debía conocer de memoria, por imperativos de su propia religión, todos los libros de la Ley judía, que son, salvo algunas excepciones, que los que forman lo que llamamos el Antiguo Testamento. Por lo tanto, cuando le fue planteada la cuestión, ella sabía lo que se le estaba proponiendo. El Evangelio de san Lucas nos dice que fue el Arcángel Gabriel el que se la planteó. Veinte siglos de repetición de la historia, de arte y de sensiblería, nos ocultan la crudeza del tema. Imagínese el lector a una pobre jovencita aldeana, que ha decidido llevar una vida sencilla dedicada a la contemplación y a la oración, desposada, pero todavía no casada, con un hombre con el que había llegado al acuerdo de no tener ninguna relación sexual. En un instante, una aparición que no debía tener nada de tranquilizadora le pregunta, de un solo golpe, si quiere ser madre del Rey Mesías, del Hijo del Hombre, del Siervo Sufriente y del mismo Dios. Todos los profetas del Antiguo Testamento, Moisés, Jeremías o Jonás, por poner algunos ejemplos, aceptan su elección como una pesada carga de la que en repetidas ocasiones se lamentan amargamente. Y debían ser hombres curtidos. Qué losa debió caer sobre esa pobre muchacha. Y sin embargo, a ella solo se le ocurre una pregunta. "¿Cómo ha de ser eso si no conozco varón?" A lo que se le responde que no es necesario, que su desposado, y cualquier otro hombre, será ajeno a todo. Supongo que por mucha que fuese la ingenuidad de esa pobre chica, no se le ocultarían los enormes problemas que podría tener. Aunque la lapidación de las adúlteras era una ley que había caído en desuso hacía tiempo, el panorama no debía ser nada tranquilizador. Y sin embargo, sin preguntar más, con una sencillez que causa más asombro cuanto más se reflexiona, ella no responde nada más ni nada menos que: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí segun tu palabra". Compárese esta sencilla respuesta con la opinión que le merece a Jeremías la responsabilidad de haber sido elegido por Yavé como su heraldo. "Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me parió no sea bendito. Maldito el hombre que alegre anunció a mi padre: << Te ha nacido un hijo varón>>, llenándole de gozo. Sea ese hombre como las ciudades que Yavé destruyó sin compasión, donde por la mañana se oyen gritos, y al mediodía alaridos. ¿Por qué no me mató en el seno materno, y hubiera sido mi madre mi sepulcro, y yo preñez eterna de sus entrañas? ¿Por qué salí del seno materno para no ver sino trabajo y dolor y acabar mis días en la afrenta?" Jeremías(20, 14-18).

¿Pudo haberse negado María? A mí no me cabe la menor duda. Dios necesita de nuestra libertad para nuestra salvación. Imagino a todos los seres conscientes de la Creación, que conocían el Plan de Dios y deseaban la restauración de Humanidad, con la respiración contenida, esperando la respuesta. Imagino a la propia Humanidad, si fuese consciente de su suerte, esperando, como un reo sometido a juicio, la lectura de su veredicto de condena a muerte o de amnistía. Puedo oír el suspiro de alivio y hasta el sollozo de alegría, después de la tensión contenida, de todos los seres creados. "Hagase en mí según tu palabra". Luz verde, vía libre, adelante. Una pequeña mujer ha abierto el camino de la Salvación. "¡Bendita tú entre las mujeres!" le dirá inspirada por Dios su prima Isabel. "Una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" le dirá, también inspirado por Dios, el anciano Simeón anticipando la visión del Siervo Sufriente. Por su parte, Jesús sancionó todas estas alabanzas cuando en medio de la muchedumbre, alguien gritó: "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron", a lo que Él respondió: "Más bien dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan", frase que, lejos de disminuir el mérito de María, lo traslada de una razón biológica a otra espiritual”.


Termino este envío, tal vez demasiado largo con tres links. Los dos primeros nos envían a sendas secuencias de la Anunciación y la Visitación de la película Jesús de Nazaret de Zeffirelli.

El tercero es al final de la marcha de ayer por la vida. Como cada año, mi hijo Pedro tocó al final de la misma. Esta vez fueron dos composiciones. La primera un Ave María compuesto por él y por Carlos Criado. La segunda, una improvisación para animar a la gente. El link ya está situado en ese momento. Empieza con el minuto de silencio anterior a la música,


¡¡¡¡¡¡¡¡Viva la vida!!!!!!!!!


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