Aunque el 28 de Abril todavía está lejos, me temo que la
campaña ya ha empezado y creo mi obligación moral entrar en ella. Sí, sé que mi
alcance mediático es tan pequeño que la influencia que pueda tener puede
considerarse despreciable. Pero creo que fue Sartre el que dijo algo así como
que “cuando escribas, hazlo como si lo que escribes vaya a llegar a todo el
mundo, aunque sepas que va a llegar a muy pocos. Apunta al corazón, y dispara”.
Así que la inutilidad del esfuerzo no me exime de lo que creo que debo hacer.
El objetivo de mi campaña es intentar, a pesar de ese mínimo alcance, que el 28
de Abril no acabe en un gobierno presidido por Pedro Sánchez, con el apoyo de
Podemos y de los independentistas antiespañoles. Y me temo que eso no es, ni
mucho menos, una hipótesis desdeñable, sino que es altamente plausible. A
aquellos a los que este escenario no les repugne, no les gustará este mail,
pero este post no va destinado a ellos.
Pero me estoy enrollando con disquisiciones sobre mi
insignificancia mediática. Voy al meollo de la cuestión. Creo que el conjunto
PP, C’s y VOX va a tener más votos que el conjunto de los que anteriormente he
citado. Pero con la ley electoral que tenemos, el diseño de las
circunscripciones y la regla de Hont, es muy, pero muy probable que, a pesar de
esta mayoría en votos, nos encontremos con un gobierno como el que he dicho
antes. Y creo que eso sería una gran tragedia para España. No hay nada peor en
la vida que ignorar la realidad. Y una de las maneras más comunes de hacerlo es
confundir los deseos con esa realidad. Y esto es lo que percibo a mi alrededor
en mucha gente que, como digo, tiene el mismo objetivo que yo. Porque si se
atendiese a la realidad, la postura sensata sería que, en las provincias con 3,
4 o 5 (y no digo 6, o, debería decirlo?) escaños, el voto de los que quieren
cerrar la puerta a un nefasto gobierno apoyado por enemigos de España fuese al
partido, de entre esos tres, que en esa circunscripción tuviese más intención
de voto. No tengo datos de en cuáles de esas provincias predomina qué partido,
pero apostaría que en la mayoría de ellos es el PP. No me une nada,
absolutamente nada, al PP, pero creo que la realidad es así. No obstante, hay
formas de saberlo con más certidumbre y provincia a provincia. Afortunadamente
yo voto en Madrid y en Madrid la regla de Hont tiene muy poca importancia. Pero
si votase, por ejemplo, en Segovia, que sólo tiene 3 escaños, me enteraría muy
bien de cuál sería ese partido. Es bastante fácil, basta con leer las encuestas
de los principales institutos de investigación y promediar. No es, desde luego
un método exacto, pero se parece a la exactitud más de lo que pueda ser
cualquier regla del dedo y cualquier buen deseo. Y, hecho eso, votaría al que
las encuestas diesen como mayoritario. Si fuese C’s me costaría mucho, mucho,
pero lo haría. Si fuese VOX me costaría muy poco, o casi nada, porque coincido
en muchas cosas con los postulados de VOX, tal como dije y puede leerse, en lo
que escribí después de las elecciones andaluzas (aunque haya otras que me
frenan). Y si fuese el PP me costaría sólo un poco menos que si fuese VOX. Y
este un poco menos es la resultante de dos tendencias. Por un lado, en general,
coincido más con los postulados de VOX que con los del PP, a pesar de que en
este último se está produciendo una limpia de los elementos que me hacen
arrugar la nariz (aunque todavía queda Alberto Núñez Feijóo, y algún otro, que
me produce un profundo rechazo). Con todo, me siento más cerca a los postulados
de VOX. Pero, en sentido contrario, la experiencia en la gestión de la cosa
pública, de la que carece totalmente VOX, y el activo del PP de habernos sacado
por dos veces de la crisis en las que habían sumido a España los gobiernos de
Felipe González y Zapatero, pesa mucho para mí. Pero, repito, si viviese en
Segovia, con mayor o menor satisfacción, votaría por el partido que tuviese un
mejor score en lo que he dicho antes. Porque la realidad es muy tozuda e
ignorarla es algo muy peligroso. Y esto es algo que los propios partidos
deberían considerar y, si fuesen sensatos y responsables, acordar. Obsérvese
que no estoy decantándome, en lo práctico, por ningún partido, sino por un
método. Y este método es igualmente aplicable al Senado y, en este caso, para
todas las circunscripciones.
Sé, por experiencia que habrá mucha gente que compartiendo mi
objetivo final, estará pensando un voto distinto, con imperativos de conciencia,
sobre todo si va a votar a VOX. “Es que yo voto en conciencia”, pensarán muchos. Lo que, de alguna manera, es una
velada acusación de que yo me paso mi conciencia por el forro. Pues no, yo
también tengo conciencia y voto de acuerdo con ella. Lo que ocurre es que mi
conciencia, que es tan recta como la de cualquiera y más que la de muchos, me dice
que actúe como lo voy a hacer y que haga esta campaña. Porque, hasta donde mi
ignorancia me permite, creo que la conciencia no tiene que ir unida a la
negación de la realidad. Al revés, la conciencia debe guiarse por la prudencia
y la prudencia es, según las definiciones las virtudes hechas por Santo Tomás,
la virtud que, analizando a la luz de la razón las consecuencias de nuestras
acciones, opta por lograr el mayor bien o, en su caso, evitar el mayor mal.
Santo Tomás no daba puntada sin hilo. Me preocupa que muchos votantes de VOX se
estén contagiando de la supuesta superioridad moral de la que siempre se ha gloriado,
falsamente, por supuesto, la izquierda.
Pero este argumento, tan evidente y tan práctico, y que no
prejuzga sobre que hacer en Segovia o en Ávila, sino que propugna conocer la
realidad y actuar en consecuencia, será criticado por dos cosas. La primera por
buscar el voto útil (o, en versión peyorativa, de propugnar el voto del miedo)
y, la segunda, por buscar el mal menor. Lo que ocurre es que votar no es una
cuestión de echarle cojones, sino de inteligencia. ¡Por supuesto que hay que
buscar el voto útil! ¿O vamos a hacer una apología a la inutilidad? ¡Viva el
voto inútil, sea el que sea, y vivan mis cojones! Pues, ¡¡¡¡no!!!! ¿Miedo? No
tener miedo de lo que hay que tenerlo no es valor, es temeridad. Y la temeridad
jamás ha conducido a una actuación sensata. Me siento orgulloso de tener miedo
y de actuar para intentar evitar que aquello de lo que tengo un miedo racional
(¡y este lo es, vaya si lo es!) se haga realidad. Y me siento más orgullosos
todavía que mi voto lo dirija mi cabeza y no mis vísceras.
La crítica al mal menor es más sutil y, en determinadas
circunstancias puede ser válida. Creo que no en ésta. El tema más acuciante en
este asunto es el del aborto y tomaré el toro por los cuernos. Ese asunto traza
líneas rojas que mi conciencia no me permite traspasar. Jamás votaría a un
partido que haya participado o diga que va a participar en una ley que ampliase
la posibilidad del aborto. Desde luego el PP no lo ha hecho. A mí, como a
muchos de los que me criticarán, también me hubiese gustado que Rajoy hubiese
aprobado la ley propugnada por Gallardón. No voy a entrar aquí en la discusión
de por qué la retiró y lo único que hizo, en vez de retirarla, fue dar una
tímida marcha atrás a la nefasta ley Aído. A saber, que no se permitiese
abortar a los menores sin consentimiento paterno. Me cabreó enormemente esta
actuación, pero no me dejaré llevar por mis vísceras. Por supuesto, me parece
una medida infinitamente insuficiente pero no supone ampliar la ley del aborto.
Por lo tanto, no hay traspaso de la línea roja. No tengo tan clara la actitud
de C’s. Creo, aunque no puedo asegurarlo, que no estaba en el Congreso cuando
se aprobó la ley Aído aunque me temo que si hubiese estado la hubiese apoyado.
Pero esto es juzgar sobre juicios e intenciones, lo que no es adecuado. Por
tanto, si fuese segoviano y en Segovia tuviese más probabilidad de tener más
votos C’s, creo que le votaría. Con inmenso desagrado, pero le votaría.
Termino. No descarto, lo he escrito después de las
elecciones andaluzas, votar algún día a VOX. Pero ese día no será el 20 de
Abril. Mi conciencia y mi inteligencia, analizando la realidad, me llevan a
votar al PP ahora, aun votando en Madrid. Si fuese segoviano lo haría sólo si
el PP fuese el partido con más probabilidades de obtener más votos allí. Me
gustaría que PP, C’s y VOX llegasen a algún tipo de acuerdo alrededor de estos
principios. Y jamás votaré por cojones ni inútilmente. Votaré usando la
inteligencia, mirando a la realidad y sin dejarme llevar por los buenos deseos.
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