Este
gobierno ha iniciado –o, más bien, ha recrudecido– la guerra para lograr el
control ideológico de las mentes a través del adoctrinamiento. Recientemente se
ha iniciado una batalla importante en esta guerra. Empezó hace unos meses
cuando en la CCAA de Murcia se implantó el llamado “pin parental” que permite a
los padres vetar que se adoctrine a sus hijos en la ideología LGTBI –y suma u
sigue de siglas–. Parece que Madrid y Andalucía, van a intentar seguir esa
misma vía. Por supuesto, esto es algo que la izquierda totalitaria disfrazada no
puede permitir y su virulenta reacción no se ha dejado esperar. El siguiente
movimiento de la batalla, lo ha lanzado la ministra de educación, Isabel Celaá,
avisando de que llevará a los tribunales el pin parental. La frase que más ha
llamado la atención es la de que “los hijos no pertenecen a los padres”. Por
supuesto, la cosa es mucho más profunda pero, antes de seguir conviene
detenerse antes sobre esta frase.
Es
evidente que los hijos no pertenecen a los padres. Ningún ser humano pertenece
a ningún otro, pero mucho menos al estado. La época de la esclavitud ya ha terminado
pero si sometemos a los niños al rodillo ideológico del estado, tal vez no haya
esclavitud, pero sí un totalitarismo de las conciencias que, por supuesto, se
traducirá en un totalitarismo político. Las palabras de la ministra son mucho
más sutiles y más maquiavélicas de lo que puedan parecer. Es evidente que un
padre no puede decidir por su hijo que no vaya a ninguna escuela, ni que no
aprenda matemáticas, ciencias, lengua o historia. Pero sí que puede decidir,
hasta que su hijo sea mayor, que educación ética, religiosa o filosófica quiere
para él. Esto se llama, simplemente, LIBERTAD. El estado puede y debe
asegurarse que en aquellas cosas que no forman parte del espacio de la libertad
de enseñanza, la formación sea igual para todos. Sólo hay un teorema de
Pitágoras, sólo hay una ley de la gravedad, no se puede enseñar que no existen
los adjetivos o que no existió el holocausto. Son cosas objetivas e
incontrovertibles. Pero los padres sí pueden, deben y tienen la obligación –y
el derecho– de decidir sobre multitud de cosas sobre las que no hay nada
incontrovertible. Y en esa multitud de cosas entran la ética y la religión. Por
supuesto, también en estas cosas hay un límite. Nadie puede enseñar una ética
en la que matar a un ser humano sea algo bueno –cosa que se hace con el aborto–,
ni una religión que dijese que robar es bueno. Pero, salvadas estas
aberraciones, los padres, hasta que sus hijos sean mayores, tienen derecho
sobre cómo quieren educar a sus hijos en estas cuestiones. Y tienen ese derecho
en nombre de la libertad. Y lo tienen aunque tal vez puedan equivocarse. Porque
la libertad asegura que las equivocaciones sean individuales y no manipuladas
desde el omnímodo poder del estado. La libertad es el único antídoto contra la
dictadura. La ministra, maquiavélicamente, ha llevado el foco de atención a una
frase, que puede ser defendible para la educación en cuestiones incontrovertibles,
para desviar el foco del auténtico fondo de su mensaje. La izquierda quiere
acabar con la libertad.
La
ministra ha avisado que llevará la cuestión a los tribunales. Y mezcla este
aviso con afirmaciones falsas que quiere hacer pasar por verdaderas. Afirma que
el pin parental socava el derecho de los niños a ser educados, que censura la
actuación de los centros docentes y su profesorado, lo equipara con una
objeción de conciencia, que contradice la Convención sobre los Derechos del Niño
y otras leyes como la de violencia de género, etc. Sé que mi sutileza para
buscar las vueltas y las interpretaciones extrañas a los textos legales, como
tan a menudo se hace, es muy limitada, pero sé leer y leo.
La
Constitución Española dice en su artículo 27, puntos 1, 2 y 3:
1. Todos tienen el derecho
a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza.
2. La educación tendrá por
objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios
democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.
3. Los poderes públicos garantizan el
derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación
religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
El artículo 10.2 de la Constitución dice:
2. Las normas relativas a los derechos
fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de
conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y
acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España.
Así pues, conviene ir a esas fuentes.
La Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU,
dice en su artículo 26.3:
3. Los padres tendrán derecho preferente a
escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.
Y el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, también de la ONU, estipula en su artículo 18.4:
4. Los Estados Partes en el presente Pacto
se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los
tutores legales, para garantizar que los hijos reciban la educación religiosa y
moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
El Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, en su artículo 13.3 establece:
3. Los Estados Partes del siguiente Pacto
se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los
tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las
creadas por las autoridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las normas
mínimas que el Estado prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y de hacer
que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que esté de
acuerdo con sus propias convicciones.
Por último, la Carta de los Derechos Fundamentales
de la UE dispone, en su artículo 14.3:
3. Se respetan, de acuerdo con las leyes
nacionales que regulen su ejercicio, la libertad de creación de centros
docentes, dentro del respeto a los principios democráticos, así como del
derecho de los padres a garantizar la educación y la enseñanza de sus hijos conforme
a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas.
A la vista de esto, parece meridianamente
claro que tanto la Constitución española como los diferentes tratados de la ONU
y de UE que tratan este asunto, dan como prioritario el derecho de los padres a
elegir la formación ética y religiosa que quieren dar a sus hijos. Por supuesto
que hay quien se pueda agarrar para negar esta evidencia, como a un clavo
ardiendo, a tres párrafos que pueden leerse en estas fuentes legales. El primero
es el punto 2 del artículo 27 de la Constitución:
2. La educación tendrá por
objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los
principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades
fundamentales.
El segundo es el párrafo que a
continuación señalo en negrita del punto 3 del artículo 13 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU:
3. Los Estados Partes del siguiente Pacto
se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los
tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las
creadas por las autoridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las
normas mínimas que el Estado prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y
de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que
esté de acuerdo con sus propias convicciones.
Así como del también señalado con negrita
en el punto 3 del artículo 14 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la
UE:
3. Se respetan, de acuerdo con las leyes
nacionales que regulen su ejercicio, la libertad de creación de centros
docentes, dentro del respeto a los principios democráticos, así como del
derecho de los padres a garantizar la educación y la enseñanza de sus hijos
conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas.
El gobierno izquierdista actual se agarra,
efectivamente, como a un clavo ardiendo, a estas frases que lee de forma tergiversada
y fuera de contexto. Es cierto que las leyes de adoctrinamiento se han elaborado
según las normas democráticas, pero el punto citado de la Constitución española
y de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE se refiere a que el contenido
de la enseñanza respete los principios democráticos de convivencia y a los
derechos y libertades fundamentales. Pretender que el hecho de que unos
padres no quieran que a sus hijos se les adoctrine en una ideología de género
que, a todas luces va contra sus convicciones morales y religiosas, implica que
éstos no respetan los principios democráticos de convivencia y a los
derechos y libertades fundamentales, es una burda manipulación. Por otro
lado, la educación en materia de ideología de género puede estar, según la
letra de la ley, dentro de las exigencias mínimas prescritas y aprobadas por el
Estado en materia de enseñanza en sus planes de educación, pero está en
flagrante contradicción con la libertad educativa garantizada por la Constitución
y por los tratados internacionales suscritos por España. Que unos padres no
quieran que su hijo sea adoctrinado en la ideología de género no implica, ni
siquiera muy remotamente, que no fomenten el respeto a la diversidad de
cualquier tipo y, muchísimo menos, que inciten al odio y la violencia hacia el
que es distinto. Pretender agarrarse a esto para actuar jurídicamente contra el
pin parental, cuyo derecho está tan explícitamente expresado en todos los
cuerpos legales, es, sencillamente, ridículo. Pero, precisamente por eso, este
gobierno, para aplastar las libertades individuales bajo el peso de un estado
opresor, necesita imperiosamente someter al poder judicial. Ya ha empezado por
la Fiscalía General de Estado. Veremos cuál es el siguiente paso.
Así pues, cierto, los hijos no pertenecen
a los padres. Por supuesto, mucho menos al estado. Pero los padres sí son los
que tienen el derecho a elegir la formación de sus hijos en las materias que no
son cuestiones incontrovertibles, siempre que no inciten al odio ni a ningún
tipo de discriminación. Sería algo aberrante presumir que por no querer para
sus hijos la educación en ideología de género se concluyese que les incitan al
odio al que es distinto.
El mes pasado empecé a leer un libro de
Schopenhauer con el título de “El arte de tener razón”. En él se exponen 38
estratagemas para llevarse la razón en una discusión de cualquier tipo. Las
llama así, estratagemas, porque deja claro que no son estrategias para defender
la verdad, sino para llevarse la razón. De hecho, el traductor distingue entre
el término alemán Recht haben, que traduce por tener razón, en el
sentido de haber mostrado la veracidad de los postulados, y el término Recht
behalten que traduce por llevarse la razón, en el sentido de triunfar en la
discusión, aunque sea contra lo que es verdadero. Schopenhauer no pretende dar
argumentos para tener razón, sino para llevársela. En sus intenciones explica,
sin tomar partido, que lo mismo puede servir para el éxito del sofista que para
el desenmascaramiento de éste por parte del que busca la verdad. Es en este
sentido en el que yo voy a usar uno de ellos. El libro que empieza prometiendo
un gran interés, pero a partir de la cuarta o quinta estratagema, se pierde en
aspectos más anecdóticos que importantes. Por eso abandoné su lectura. Sin
embargo, en las primeras estratagemas, explica claramente, la seguida por la
ministra Celaá. Se trata de poner en boca del oponente una tesis falsa –en este
caso sería “los hijos pertenecen a los padres”– para dar como verdadera una
tesis contradictoria con la primera que es, también, falsa. En este caso sería:
“Por lo tanto, el estado tiene derecho a definir todos los aspectos de la educación
de los hijos, incluso los ideológicos o los falsos y contraproducentes”. Por
tanto, no nos dejemos envolver en esa dialéctica. No, los hijos no pertenecen a
los padres, pero mientras sean menores, el derecho a elegir su formación en todos
los aspectos morales y religiosos les pertenece plenamente, por supuesto,
siempre que no les eduquen en el odio y la violencia. Y si las leyes aprobadas,
aunque lo sean democráticamente, van contra este derecho de los padres, que es
natural y está, además, reflejado en todos los cuerpos de derecho positivo, la
iniciativa legal debe ser de los padres para defender ese derecho y pedir la
nulidad de esas leyes. No es una cuestión baladí. Este tema es una piedra de
toque. Lo que se defiende con él es, nada menos, la LIBERTAD PERSONAL, frente
al estado totalitario. Vivir en un estado apisonadora o ser ciudadanos libres
depende de que seamos capaces de enfrentarnos con ese estado al principio.
Luego, puede ser tarde. El momento es AHORA.
Por eso piso que se firme la siguiente
petición:
Soy de donosti. En el colegio de mis hijos quieren traer a los de la AVT a dar charlas sobre ETA Gracias al pin parental al fin podré impedirlo.
ResponderEliminarHola anónimo. Me temo que no sabes lo que es el pin perental. El pin parental te permitirá que tu hijo no vaya a la actividad de los de la ATV en su colegio, pero no podrá evitar que vayan al colegio y expliquen a los niños cómo ETA ha asesinado a miles de personas. Y me alegro mucho. Tu hijo no oirá la verdad, pero la verdad será divulgada.
ResponderEliminarTomás