Cuenta
una fábula que un día un escorpión le pidió a una rana que le permitiese cruzar
un ancho río cabalgando sobre su espalda.
-
No –le respondió la rana indignada–, jamás te permitiré que cruces el río sobre
mi lomo. Me clavarías tu aguijón y me matarías.
-
No haría semejante cosa –le respondió de forma convincente el escorpión– porque
al matarte a ti, me ahogaría yo también. Ya sabes que no sé nadar. Mi suerte y
tu suerte estarían unidas por un interés común.
A
la rana le pareció que el razonamiento del escorpión era suficientemente
convincente y le dejó montare sobre su espalada. El escorpión iba sobre el lomo
de la rana muy tranquilamente, mientras hablaba con ella con suavidad diciendo
cosas con buen criterio.
-
Parece que este escorpión no es tan malo como dicen –pensó para sí misma la
rana–. Tiene una voz melodiosa y dice cosas muy sensatas. No hay que dejarse
llevar por la fama de los demás.
Cuando
llegaron al centro del río la rana notó una cierta inquietud en la voz del
escorpión al tiempo que notó cómo éste se movía nervioso. De repente, notó un
terrible pinchazo en la parte de arriba de su cabeza. Después, una parálisis se
fue apoderando de sus miembros y no pudo seguir nadando. Por supuesto, el escorpión
no sabía nadar, por lo que ambos empezaron a hundirse. Cuando la rana estaba a
punto de morir y el escorpión de ahogarse, aquella dijo con voz lastimera:
-
¿Pero por qué has hecho esto escorpión? Ahora, como tú mismo dijiste, moriremos
los dos, cuando ambos podíamos haber llegado bien a la otra orilla.
-
¡Ay, ranita! –le respondió el escorpión con una voz entre apenada y exultante–
es que no puedo evitar ser un escorpión.
Y,
acto seguido, los dos murieron.
Me
parece que lo que estamos viviendo políticamente en España es un cuento como
éste pero muchísimo más complejo.
Pedro
Sánchez se ha lanzado a cruzar el río de la legislatura. Pero lo ha hecho con
varios grandes escorpiones a la espalda. Escorpiones a los que, a diferencia de
la rana del cuento, le son necesarios, ya que sin ellos no podría ni siquiera
haber empezado la travesía. Estos escorpiones se llaman Pablo Iglesias –el neocomunismo–
y los separatistas catalanes y vascos llamados Gabriel Rufián, Quim Torra y Aitor
Esteban, acompañados por los herederos de los asesinos de ETA. Por si fuera
poco, lleva otros escorpiones más pequeños a la espalda: Se llaman BNG y Nueva
Canarias. Sánchez cree que los escorpiones que lleva encima le ayudarán a
llegar al otro lado. Pero estos escorpiones, con casi absoluta seguridad, serán
fieles a su naturaleza y le picarán más pronto que tarde. Hasta aquí parece que
la mayor complejidad del cuento político en comparación con el de la fábula estriba
en que la rana lleva encima no uno sino tres o más escorpiones. Pero la cosa es
aún más compleja, porque Sánchez no es una rana, sino que es, el también, un
escorpión o tal vez una serpiente venenosa que cree tener capacidad de
hipnotizar a los escorpiones de encima y a unas ranas que se ha colocado debajo
y que, a su vez, cree que podrán sujetar el aguijón de los escorpiones que le
cabalgan. Sí, así de complejo. Esas ranas son sus ministros. Bueno, algunos de
sus ministros. Porque los hay que son también escorpiones. Sánchez ha colocado
a todos estos escorpiones-ministros, procedentes de Podemos, bajo la égida de Pablo
Iglesias, uno de los escorpiones que va a su espalda. Ahí le encontramos, en la
posición ambivalente de cabalgador y cabalgado, como Vicepresidente de Derechos
Sociales y, bajo él, a su querida mujer, al más puro estilo peronista, Irene Montero
como ministra de igualdad, a Alberto Garzón, que saca rédito a la fusión del
moribundo partido IU con Podemos, con la cartera de Consumo –sea lo que sea que
quiera ser ese ministerio– y a Yolanda Díaz en Trabajo. Sin embargo, junto a
ellos, como supuesto controlador, ha puesto a una rana-rana, José Luis Escrivá,
en Seguridad Social. Que nadie vea en lo de rana-rana nada peyorativo. Al
contrario. José Luis Escrivá es, creo, una persona de probada ortodoxia
económica. Ha sido el primer titular de un organismo creado por Rajoy, el AIReF
(Agencia Independiente de Responsabilidad Fiscal). Al frente de esta agencia ha
señalado de forma reiterada, haciendo gala de su independencia, los abusos en
gasto público que llevarían a un déficit disparado. En particular ha dejado muy
claro que las pensiones se podían acabar convirtiendo, si no se les ponía coto,
en un cáncer insostenible. Ha señalado también el efecto negativo que podría
tener un aumento excesivo del SMI. Lo que no se me alcanza es qué espera a
hacer y cómo espera esta rana-rana poder controlar a los escorpiones que le
flanquean por los cuatro costados. ¿Quién se comerá a quién? Me caben pocas
dudas. Sánchez ha inventado otro intento de control de estos comunistas
ministros. Se trata de la Vicepresidenta Nadia Calviño, también, aparentemente,
de tendencia ortodoxa en lo económico. Ortodoxia que no ha impedido, sin
embargo, que el déficit se dispare en la última fase del gobierno en funciones,
a pesar de que los presupuestos de Rajoy seguían vigentes. ¿Otra condenada,
junto con Escrivá, a una misión imposible? Me temo que sí. Domar a los
escorpiones no es tarea fácil. Sobre todo cuando dependes de ellos.
Por
el lado de los escorpiones independentistas catalanes parece que el ministro de
Justicia, Juan Carlos Campo, llega con el encargo de desjudicializar el
“conflicto político” de Cataluña. Desjudicialización que será seguida muy de
cerca por los otros grandes escorpiones cabalgantes, PNV y Bildu, y por el
pequeño, el BNG, que tomarán buena nota de las nuevas fronteras entre lo
judicial y lo “político”. La incógnita en este frente es la ministra de
Política Territorial, la canaria Carolina Darias. ¿Qué papel adoptará cuando se
aborde el tema de la financiación autonómica en la que los independentistas
catalanes y vascos esperan ser recompensados económicamente a costa de la
penalización a otras comunidades? Es una incógnita importante. Pero, otra vez,
¿cómo los puede frenar si los necesita?
No
es objetivo de estas líneas analizar el gobierno en su conjunto, por lo que
dejo aquí el análisis de estas contradicciones. Con una mirada poco perspicaz
podría pensarse que todo este montaje es un astuto sistema de check & balance,
al más puro estilo americano. Pero, como he dicho, esta perspectiva me parece
poco perspicaz. Porque los sistemas de check & balance a la americana, al
igual que el federalismo –hacia el que también apunta el PSOE–, se basan en que
todos los componentes comparten una lealtad hacia un sistema común al que todos
quieren defender. Y pensar que eso se da en este caso, me parece de una
ingenuidad miope. Aquí funciona más bien la filosofía que intentó practicar en
su vida un amigo mío de la primera juventud. Cuando a los 16 o 17 años mi grupo
de amigos de entonces hablábamos sobre lo que queríamos ser en la vida –médico,
ingeniero, abogado, economista, empresario, etc.– uno de ellos proclamaba que él
quería dedicarse en la vida a “engañar a los negros como chinos y a los chinos
como negros”. Así, con estas palabras. Una especie de pequeño Nicolás
anticipado en unos 50 años. La cosa es que mientras nosotros estudiábamos y
empezábamos nuestra vida profesional, a él le iba muy bien y nos miraba con
cierta conmiseración. Que yo sepa no escribió ningún “Manual de supervivencia”,
pero pasados los años acabó como el rosario de la aurora. Así pues, nada de
check &balance basado en la lealtad; negros engañados como chinos y chinos
como negros. Pero ocurre que ni chinos ni negros son tontos. También podría
compararse este supuesto check & balance con el que estableció Stalin con
los Berias, Khrushchevs, Molotovs, Melenkovs, Zhukovs y otros ovs. Stalin supo
mantener el check & balance entre ellos, pero todos le dejaron morir como
un perro cuando le vieron caído. Porque, además, también dentro del propio PSOE
hay dirigentes laminados o sometidos por Sánchez que no se atreven a
manifestarse abiertamente, pero que son escorpiones amparados en el miedo pero
dispuestos a tomar su venganza tan pronto como huelan la debilidad. “Siembra
vientos y recogerás tempestades” es un aforismo que bien se puede aplicar a lo
que esta haciendo Sánchez.
Por
último, sobre toda esta balsa de Medusa que pretende cruzar la legislatura, se
cierne la losa de Damocles de la economía. Sujetada en sus cuatro esquinas por
sendos globos aerostáticos, puede caerles a todos ellos –y desgraciadamente a
todos los españoles– sobre sus –nuestras– cabezas en cuanto el aire caliente
que los sustenta se enfríe más de lo que ya lo está haciendo o se apague del
todo la llama que calienta ese aire por las políticas económicas suicidas que
se pueden precipitar por los escorpiones de los ministerios.
¿Todo
esto, suena complicado? Sí, lo es. Mucho más que la simple fábula de la rana y
el escorpión. Pero no más que la mente que ha creado todo este entramado para mantenerse
en el poder a toda costa. Veremos en qué momento de la legislatura se hunde el
tinglado, a quién arrastra y hasta dónde.
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