10 de enero de 2020

Requiem por la democracia


Creo que la democracia o, prefiero decir, el Estado de Derecho, está gravemente enfermo de una enfermedad que tiene un enorme paralelismo, que intentaré trazar, con el SIDA. Lo que escribo a continuación lo escribo tras escuchar en el debate de investidura, las intervenciones de ERC, EH Bildu y la CUP. Pero no es algo que piense por primera vez y de ello dan prueba multitud de escritos míos que son públicos en mi blog. Es decir, no lo escribo por un calentón, sino como fruto de una larga reflexión que viene de lejos.

El SIDA es una enfermedad terrible. El cuerpo humano –y el de otras muchas especies– está preparado para rechazar la inmensa mayoría de las enfermedades causadas por bacterias o virus. Lo hace gracias a un prodigio de la naturaleza que es el sistema inmunitario. Ningún organismo puede sobrevivir si su sistema inmunitario no funciona correctamente. Por eso, lo terrible del SIDA es que el VIH (Virus de Imunodeficiencia Humana), el agente que causa la enfermedad, ataca, precisamente al sistema inmunitario del organismo destruyéndolo y permitiendo así que cualquier enfermedad oportunista, que sería muy fácilmente rechazada por un organismo sano, le produzca la muerte.

Exactamente eso le está pasando al Estado de Derecho. Personas, agrupadas en partidos, que no solamente no creen, sino que detestan el Estado de Derecho, lo infectan desde dentro y, tras provocar la destrucción de su sistema inmunitario, lo atacan como lo haría una enfermedad oportunista.

La destrucción del sistema inmunitario del Estado de Derecho viene de lejos y sus causas son múltiples. No voy a enumerarlas aquí, pero arrancan de un buenismo que, a su vez, tiene su origen en un ataque a la verdad y a la capacidad humana para descubrirla, que nace de la Ilustración y que degenera en un pensamiento débil en el que nada es mejor que nada y todo tiene la misma validez, llegando a un relativismo suicida. Ahora, a este relativismo se ha dado en llamarle posverdad, pero es lo que es. Dejémoslo ahí. Hitler y Mussolini ya se aprovecharon de esa carencia inmunitaria en Alemania e Italia. El Reino Unido estuvo a punto de sucumbir cuando en el periodo de entreguerras un débil sistema inmunitario, permitió que, ante la pasividad de su política pacifista, Hitler se rearmarse hasta los dientes cuando, atajado desde el principio, podría haber sido fácilmente destruido. Francia, en ese mismo periodo, sucumbió. Como hace el virus del VIH, este virus contra el Estado de Derecho, tiene mutaciones que le hacen adaptarse a cada situación. Y dos de sus cepas mutantes, provenientes del comunismo y nacionalismo, amigados en su ataque al Estado de Derecho, ya han encontrado la forma de acabar con sus defensas. Se han encontrado por el camino con un PSOE cargado de un buenismo que rayaría en la estupidez si no fuera porque se basa en la ambición de una persona sin escrúpulos como es Pedro Sánchez, cuyo camino fue allanado por Rodriguez Zapatero, de infausta memoria.

Vayamos a la primera cepa de este VIH, el neocomunismo. Lo que digo a continuación, lo digo, no porque lo haya leído en ningún sitio, que también, sino porque lo he vivido en primera persona. Como ya he contado en alguna ocasión, en mis primeros años de vida profesional como ingeniero, milité en el PCE y en CCOO. Corría el segundo lustro de los 70’s. Era yo un joven ingeniero preocupado con la suerte de los menos favorecidos y, llevado de este sentimentalismo, erré el tiro y creí que el comunismo era la mejor manera de mejorar su suerte. Tras unos años de militancia eficiente, el siguiente escalón del aparato cometió el error de pensar que yo, el camarada ingeniero, ya estaba maduro para ser iniciado en el catón del neocomunismo, entonces llamado Eurocomunismo y que ya ha sufrido una mutación adicional. En la primera lección del catón había varios puntos:

1º Nosotros perseguimos la instauración del paraíso comunista, en el que todo el mundo será feliz. Esto nos da una superioridad moral y, por lo tanto, cualquier medio nos está permitido. No estamos sometidos a la moral pequeño-burguesa. La mentira y el fingimiento sistemáticos es nuestra herramienta básica. Pero si el momento histórico lo requiere, cualquier, CUALQUIER, medio nos está permitido. No me hablaron, claro está, en esos años del asesinato y el exterminio del enemigo político, no era el momento correcto, pero la historia, y el presente, en países como Venezuela, ha dejado claro que si llega el caso, es un medio válido.
2º La democracia burguesa era algo que no nos incumbía. Había que penetrar en ella para destruirla desde dentro. Había que fingir el acatamiento a sus normas, pero jamás llegar a creernos nosotros mismos este fingimiento. Enrico Berlingüer, Secretario General del PCI se presentaba como el más demócrata de Italia. Santiago Carrillo, el sanguinario asesino de Paracuellos, también se había “convertido” a la democracia burguesa y pactaba para hacer posible la transición. Georges Marchais, en Francia, se debatía en la duda de si convertirse al Eurocomunismo. Sólo Álvaro Cunhal, en Portugal, donde se atisbaban vientos de posible revolución armada, se mantenía fiel al más puro leninismo. Por supuesto, de cara para fuera, apoyábamos la postura estratégica de Berlingüer o Carrillo, pero hacia donde se miraba con esperanza y admiración era a Portugal y a su líder comunista Cunhal.
3º El movimiento sindical comunista, CCOO, como el comunismo, no intentaba mejorar las condiciones de vida, trabajo o seguridad de los trabajadores. No. Éstos eran un medio para llegar, si era posible, a la huelga general revolucionaria. Esto lo viví directamente. En Dimetal, la empresa en la que trabajaba, habían echado a dos personas. Hicimos una huelga y los readmitieron. Yo, ingenuo de mí, dije: “Qué bien, que hemos conseguido que los readmitan”. A lo que el jefe de CCOO del comité de empresa me miró un poco de arriba abajo y me dijo con cierta sorna: “¡Tú, Tomás, no te has enterado de qué va la película!”. “¿No? ¿Pues dime de qué va?”, le pregunté sorprendido. “Mira –me respondió como quien explica a un niño una lección elemental–, lo bueno hubiese sido que, a raíz de la huelga, hubiesen echado a algunos más. Entonces nosotros hubiésemos hecho otra huelga y, ojalá hubiesen echado a otros, porque entonces hubiésemos podido movilizar a la huelga a las fábricas vecinas. Y si en esa huelga hubiese habido nuevos despidos, tal vez se hubiese unido todo el polígono industrial. Y, así, nuestro ideal es llegar a la huelga general revolucionaria. Por supuesto, esto es el cuento de la lechera y es prácticamente imposible llegar a eso si no se dan las condiciones objetivas necesarias –‘condiciones objetivas necesarias’, un término muy marxista que significa malestar generalizado–. Pero ese es nuestro objetivo, no que los readmitan”.
4º En el frente propagandístico, había que convertir en altavoces de nuestra “conversión” a la democracia a cualquier institución: Universidades, colegios, Iglesia, medios de comunicación y cualquier otro estamento. Éstos, al apoyarnos, jamás deberían pensar que estaban apoyando la revolución, sino la democracia. Ayer, sin ir más lejos, en una de las tertulias de la televisión, concretamente de 13TV, una periodista que parecía ser de derechas decía: “Hay una cosa que sí hay que reconocerle a Podemos; que va de cara”. ¡Pobre ingenua! Éste es el tipo de abducción de la estrategia Gramsciana.
5º Había un demonio con patas. Se llamaba Alexander Solzhenitsyn. Era un mentiroso, completamente vendido al imperialismo occidental, que escribía unos libros de burda propaganda antisoviética que un buen comunista no debía leer bajo ningún concepto. Por supuesto, compré “Archipiélago Gulag” y lo leí. En secreto, claro, sin decir nada a nadie.

Doy gracias a Dios de que los gerifaltes del marxismo militante se equivocasen conmigo, anticipando mi aleccionamiento cuando todavía no estaba maduro para ello. Por aquella época yo había leído un libro de economía, de la que no sabía nada porque nada de ella había estudiado en mi carrera e ingeniero. Era el Samuelson, que no es precisamente un tratado de economía liberal. Pero era suficiente para que me fuese dando cuenta de que el sistema comunista era imposible que funcionase, de que era el camino hacia la ruina. Estoy hablando de los últimos 70’s, mucho antes de que esto fuese una evidencia empírica. Estas dos cosas unidas –las primeras lecciones del catón y mis pequeños conocimientos adquiridos de economía– hicieron que me diese cuenta de “de qué iba la cosa”. En ese proceso de huelgas fui suspendido de empleo y sueldo durante 21 días. Por supuesto, salí del movimiento sindical y abandoné mi activismo político sacudiéndome el polvo de los zapatos. Me fui a hacer el MBA por el IESE y, poco a poco, empecé un muy paulatino proceso que me llevó, a través de lo que entonces se llamaba la “economía social de mercado” –esta denominación ha dejado su huella en la Constitución–, hacia el liberalismo económico como única forma de crear riqueza para todos. Pero la lección se me quedó muy bien grabada. Ahora, cuando veo a Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero y otros de su cuerda, se lo que piensan digan lo que digan y hagan lo que hagan, con sólo mirales. Pero es que, además, la hemeroteca es muy traidora. Sólo hay que darse una vuelta por ella y por videos que están en la red, para escuchar de la boca o pluma de Iglesias, su desprecio por la democracia, el Estado de Derecho y sus instituciones. También nos encontraremos con entusiastas alabanzas a Hugo Chavez, del que fueron asesores políticos y del que cobraron dinero. Naturalmente, todo esto ocurría antes de que existiese Podemos, cuando Pablo Iglesias y sus secuaces eran solamente profesores universitarios que aleccionaban a sus alevines en la Facultad de Ciencias Políticas de la UCM. Ahora que ven que pueden tocar poder –que de hecho lo tocan– moderan su discurso y se visten con piel de cordero, en perfecta armonía con la estrategia gramsciana. Pero son lo que son. Por si esta evidencia no fuese suficiente, el propio Iglesias escribió un artículo, con el título de “Understanding Podemos”, en el número 93 de la New Left Review –de la más extrema izquierda mutada, de ahí el New– en Mayo-Junio de 2015”. Por supuesto, a quien me lo pida le mandaré el texto de ese artículo en inglés o en español. En él queda patente su ideología, su desprecio por el comunismo tradicional y su proyecto de utilización del PSOE. Todo muy ilustrativo. Eso en cuanto a la primera cepa, la comunista, del VIH de la democracia. Es patente que sólo quieren usar las instituciones del Estado de Derecho para infiltrarse en ellas y destruirlo desde dentro. ¿Su estrategia? Aparte de la infiltración en los estamentos antes dichos, la creación de unas demandas sociales inasequibles que lleven a crear las “condiciones objetivas” de las que hablé antes de malestar y violencia social. Basta mirar a Chile o a Francia para ver cómo lo hacen.

La segunda cepa del VIH es el nacionalismo, mutado en independentismo. No creo que sea difícil darse cuenta de que los partidos independentistas españoles, ERC, JxC y PNV como los más importantes, que no los únicos, de España, no creen en la Constitución española y también buscan destruirla y lo afirman sin tapujos de ningún tipo. No sé si creen o no en la democracia en abstracto. Lo que es evidente es que no creen en ESTA democracia ESPAÑOLA. Lo han demostrado con los hechos, llevando a cabo actividades delictivas gravísimas contra el Estado de Derecho. Pero no disimulan cuando dicen explícitamente que lo van a volver a hacer a la menor oportunidad que tengan y que no van a parar en su intento hasta que no consigan la independencia de Cataluña. Y tampoco disimulan que no les importa una mierda la Constitución cuando la juran o prometen. “Por la libertad de los presos políticos, por el retorno de los exiliados, por la república catalana y por imperativo legal, sí, prometo. Esta fue la inaudita fórmula usada por ERC en la constitución del último parlamento. En 1991, el Presidente del Senado planteó al Tribunal Constitucional la anulación de la fórmula de promesa o juramento en la que se añadía “por imperativo legal”. El TC, con el criterio garantista de la libertad de pensamiento, dijo que el añadir esa coletilla no era obstáculo para la validez de la promesa o juramento, porque al final, la promesa existía y las causas por las que se hiciese eran irrelevantes. Esto, llevado al máximo ha degenerado en esta esperpéntica fórmula. Pero no escribo esto para pedir –aunque me parecería muy bien– que el TC explicitase hasta qué extremo se puede llevar esta falsedad. Lo que me importa aquí es dejar meridianamente claro, si es que hace falta hacerlo, que esta gente odia la Constitución Española. Pero si esto no bastase, la intervención de Montserrat Bassa desde la tribuna de oradores de la sesión de investidura del día 7 de Enero, lo dejó bien claro: “Nos importa un comino la gobernabilidad de España”. ¿Debemos agradecerle que no dijese que les importaba una mierda? ¡Pero es exactamente eso lo que les importa!

Y he aquí que estas dos cepas, se han aliado para aprovecharse de un PSOE que se ha convertido en una organización al capricho de su actual secretario general, Pedro Sánchez, en el que cualquier disidencia ha sido y es inmediatamente laminada. Pero no han pasado dos días de la investidura cuando los socios de Podemos este Sánchez, se dan cuenta de que hacer el camino con un mentiroso compulsivo y narcisista es realmente muy difícil. Ya se han encontrado con la primera tomadura de pelo.

La democracia, si se quiere que funcione, tiene que partir de la aceptación honesta y sin condiciones de sus reglas de funcionamiento por todos los participantes en ella. La libertad de pensamiento y de expresión es un derecho fundamental indudable y que hay que defender con uñas y dientes. Pero no estoy hablando de eso. Estoy hablando del derecho a participación en un juego –un juego que es el mayor logro de la civilización Occidental– con unas reglas. Jamás se me ocurriría permitir a un tramposo, que además dice que va a hacer trampas, que jugase una partida de poker conmigo. O, ¿nos podemos imaginar a un jugador de fútbol reincidente que en el intercambio de saludos inicial del partido le dijese al árbitro que su objetivo era romperle la pierna al delantero contrario? ¿No debería el árbitro sacarle roja directa? Es pura defensa propia de la democracia, del Estado de Derecho y, por consiguiente, de la propia libertad de expresión. No sería el primer ejemplo de cómo se destruye un derecho en nombre, precisamente, de ese derecho. Sé que no es fácil buscar un antídoto contra este VIH que se extiende por el organismo de la democracia, sin que ocurra lo de “muerto el perro se acabó la rabia”, o sea, que nos carguemos la democracia en nombre de la democracia, que es el extremo opuesto. Pero también sé que si no tomamos conciencia de lo que está pasando y ponemos todos los medios para intentar encontrar la vacuna de este SIDA, las infecciones oportunistas llevarán a la tumba al Estado de Derecho. Tenemos delante el ejemplo de Venezuela. Cierto que España y Europa no son Venezuela, pero no caigamos en la tentación de “la ciudad alegre y confiada”, de que eso no nos puede pasar a nosotros. Nada está garantizado. Máxime cuando tenemos enfrente gente astuta, con una clarísima estrategia a largo plazo.

Pero me permito volver a la abducción de los medios de comunicación –y cuando hablo de éstos, podría añadir otros estamentos e instituciones–. Estoy harto de oír en tertulias a periodistas, incluso de derechas, que no saben distinguir en derecho a la libertad de expresión y la libertad política, que lo tiene todo el mundo, del supuesto derecho a la libertad para romper la baraja. Y son ellos, esos medios de comunicación, o colegios, o universidades o párrocos, los que “educan” a la gente en la papanatería de dejarse engañar sin apreciar esta diferencia.

Termino con unos versos de Gabriel Celaya y Blas de Otero, dos poetas comunistas que, aunque estuviesen dispuestos a instaurar un sistema dictatorial en España, creo que, a pesar de todo, la amaban sinceramente:

Gabriel Celaya
“Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros”

Blas de Otero:
“Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra”.

Nos queda la palabra. ¡Usémosla dignamente!

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