Tema: Evolución, evolucionismo, Darwin, darwinismo, religión, cristianismo.
Tomás Alfaro Drake
Visión cristiana de la teoría de la evolución.
La mirada penetrante de Charles Darwin durante su viaje científico alrededor del mundo embarcado en el Beagle entre 1831 y 1835 descubrió lo que ahora es una afirmación difícilmente discutible. A saber: Que la vida que hierve sobre la Tierra no fue creada en su estado actual, sino que las distintas especies evolucionan unas a partir de las otras en un intento de adaptación al medio a través de la “lucha por la vida”. No son pocas las interpretaciones erróneas, anticientíficas y perversas que se han dado a esta idea de lucha por la vida. El llamado darwinismo social, ideología que hubiese espantado al propio Darwin, está en la base de totalitarismos tan horribles como el Nazismo. Esta aberración nace de la poco afortunada frase de “lucha por la vida”. Ésta, parece indicar una confrontación violenta, pero no es éste su sentido. Un ratón más asustadizo que otro puede iniciar la huída ante un gato una fracción de segundo antes que otro más “valiente”. Aquel salva la vida y la transmite mientras que éste muere sin descendencia. Nadie dirá que esta “lucha por la vida” supone un dominio por la fuerza de un ratón sobre el otro. Pero no quiero centrarme en las cuestiones sociales que se han derivado del darwinismo, sino en su aspecto puramente biológico. La teoría darwinista de la evolución, enunciada por Darwin en 1859, se completó al desarrollarse la genética, disciplina desconocida en sus tiempos. La teoría resultante es la llamada teoría sintética de la evolución.
Antes he dicho que nadie, hoy día, duda de la evolución de las especies ni, por tanto, de que el cuerpo del hombre deriva de otras especies. Los hallazgos paleontológicos de Atapuerca han arrojado nueva luz, sin zanjar la cuestión, sobre quienes pueden ser nuestros abuelos como especie. Nuestro cuerpo de homo sapiens es primo más o menos lejano de chimpancés, gorilas y orangutanes, sobrino de diversos tipos de australopitecos y puede que del hombre de Atapuerca. Sin embargo, si bien parece indudable que la evolución de las especies ha hecho aparecer nuestro cuerpo de homo sapiens en este planeta, hay dos puntualizaciones imprescindibles desde una óptica cristiana.
La primera se refiere a la propia teoría sintética de la evolución. Ésta afirma categóricamente que los únicos motores de la evolución son la adaptación al medio y el azar. La adaptación al medio seleccionaría los organismos mejor dotados para sobrevivir en ese medio y transmitir los genes causantes de esa mejor adaptación a la descendencia. Nada que objetar a esto si se interpreta bien el sentido de adaptación al medio o, si se prefiere, “lucha por la vida”. Pero no puede decirse lo mismo del azar. Afirmar categóricamente que las mutaciones genéticas que modifican los organismos se producen únicamente por el azar es algo gratuito y absolutamente indemostrable científicamente. Si yo tiro un millón de veces un dado al aire, cada numero saldrá, de forma aleatoria, aproximadamente 166.666 veces. Pero si una mano invisible coloca voluntariamente una vez el dado en el 5, nadie será capaz de demostrar a posteriori esa intervención no aleatoria. La aplicación estricta de la teoría sintética de la evolución nos llevaría a la conclusión de que la ésta no tiene una orientación y que la aparición del cuerpo del homo sapiens en la Tierra ha sido fruto de una pura casualidad. Pero es perfectamente lícito negar la mayor. Si no se puede demostrar que todas las mutaciones son debidas al azar cabe que las debidas a otra causa, por pocas que sean, dirijan la evolución precisamente hacia el hombre. Y esto es exactamente lo que creo como cristiano. El cuerpo del hombre estaba pensado por Dios y Él se ha valido de alguna intervención subrepticia en el azar para que éste llegue a aparecer. La evolución tiene como fin, ni más ni menos, que la aparición del cuerpo del hombre.
La segunda puntualización se refiere al alma del hombre. Es verdad que Dios parece haberse valido de la herramienta de la evolución para producir nuestro cuerpo a partir del barro figurado del Génesis. Pero no es menos cierto para un cristiano, que el alma de cada hombre ha sido creada de forma particular y exclusiva por Dios para todos y cada uno de nosotros e infundida por Él en nuestro cuerpo. Nuevamente esta creencia cristiana no entra en contradicción con ningún principio científico. La ciencia sólo puede hablar con autoridad de lo que se puede tocar, pesar o medir y, por lo tanto, el alma cae totalmente fuera de su esfera de conocimiento. La ciencia no puede decir que el alma no existe porque se escape a la medición. Sólo puede decir que no sabe nada de ella.
Por lo tanto, al César lo que es del César... yo no puedo convencer científicamente a un no creyente de que lo que digo sea cierto. Pero, de la misma manera, ningún razonamiento puede tachar de incompatibles con la ciencia las creencias católicas que acabo de enunciar. Lleve el no creyente su agnosticismo como pueda. Pero que ningún cristiano lleve su fe como una losa que le impida afirmar que, como hombre de su tiempo que es, participa de las verdades que la ciencia va descubriendo. Más aún, el cristiano puede y debe llevar su fe como una Buena Noticia que da respuesta a las preguntas que la ciencia no puede contestar: ¿Qué somos?, ¿para qué estamos aquí?, ¿qué va a ser de nosotros?
Visión cristiana de la teoría de la evolución.
La mirada penetrante de Charles Darwin durante su viaje científico alrededor del mundo embarcado en el Beagle entre 1831 y 1835 descubrió lo que ahora es una afirmación difícilmente discutible. A saber: Que la vida que hierve sobre la Tierra no fue creada en su estado actual, sino que las distintas especies evolucionan unas a partir de las otras en un intento de adaptación al medio a través de la “lucha por la vida”. No son pocas las interpretaciones erróneas, anticientíficas y perversas que se han dado a esta idea de lucha por la vida. El llamado darwinismo social, ideología que hubiese espantado al propio Darwin, está en la base de totalitarismos tan horribles como el Nazismo. Esta aberración nace de la poco afortunada frase de “lucha por la vida”. Ésta, parece indicar una confrontación violenta, pero no es éste su sentido. Un ratón más asustadizo que otro puede iniciar la huída ante un gato una fracción de segundo antes que otro más “valiente”. Aquel salva la vida y la transmite mientras que éste muere sin descendencia. Nadie dirá que esta “lucha por la vida” supone un dominio por la fuerza de un ratón sobre el otro. Pero no quiero centrarme en las cuestiones sociales que se han derivado del darwinismo, sino en su aspecto puramente biológico. La teoría darwinista de la evolución, enunciada por Darwin en 1859, se completó al desarrollarse la genética, disciplina desconocida en sus tiempos. La teoría resultante es la llamada teoría sintética de la evolución.
Antes he dicho que nadie, hoy día, duda de la evolución de las especies ni, por tanto, de que el cuerpo del hombre deriva de otras especies. Los hallazgos paleontológicos de Atapuerca han arrojado nueva luz, sin zanjar la cuestión, sobre quienes pueden ser nuestros abuelos como especie. Nuestro cuerpo de homo sapiens es primo más o menos lejano de chimpancés, gorilas y orangutanes, sobrino de diversos tipos de australopitecos y puede que del hombre de Atapuerca. Sin embargo, si bien parece indudable que la evolución de las especies ha hecho aparecer nuestro cuerpo de homo sapiens en este planeta, hay dos puntualizaciones imprescindibles desde una óptica cristiana.
La primera se refiere a la propia teoría sintética de la evolución. Ésta afirma categóricamente que los únicos motores de la evolución son la adaptación al medio y el azar. La adaptación al medio seleccionaría los organismos mejor dotados para sobrevivir en ese medio y transmitir los genes causantes de esa mejor adaptación a la descendencia. Nada que objetar a esto si se interpreta bien el sentido de adaptación al medio o, si se prefiere, “lucha por la vida”. Pero no puede decirse lo mismo del azar. Afirmar categóricamente que las mutaciones genéticas que modifican los organismos se producen únicamente por el azar es algo gratuito y absolutamente indemostrable científicamente. Si yo tiro un millón de veces un dado al aire, cada numero saldrá, de forma aleatoria, aproximadamente 166.666 veces. Pero si una mano invisible coloca voluntariamente una vez el dado en el 5, nadie será capaz de demostrar a posteriori esa intervención no aleatoria. La aplicación estricta de la teoría sintética de la evolución nos llevaría a la conclusión de que la ésta no tiene una orientación y que la aparición del cuerpo del homo sapiens en la Tierra ha sido fruto de una pura casualidad. Pero es perfectamente lícito negar la mayor. Si no se puede demostrar que todas las mutaciones son debidas al azar cabe que las debidas a otra causa, por pocas que sean, dirijan la evolución precisamente hacia el hombre. Y esto es exactamente lo que creo como cristiano. El cuerpo del hombre estaba pensado por Dios y Él se ha valido de alguna intervención subrepticia en el azar para que éste llegue a aparecer. La evolución tiene como fin, ni más ni menos, que la aparición del cuerpo del hombre.
La segunda puntualización se refiere al alma del hombre. Es verdad que Dios parece haberse valido de la herramienta de la evolución para producir nuestro cuerpo a partir del barro figurado del Génesis. Pero no es menos cierto para un cristiano, que el alma de cada hombre ha sido creada de forma particular y exclusiva por Dios para todos y cada uno de nosotros e infundida por Él en nuestro cuerpo. Nuevamente esta creencia cristiana no entra en contradicción con ningún principio científico. La ciencia sólo puede hablar con autoridad de lo que se puede tocar, pesar o medir y, por lo tanto, el alma cae totalmente fuera de su esfera de conocimiento. La ciencia no puede decir que el alma no existe porque se escape a la medición. Sólo puede decir que no sabe nada de ella.
Por lo tanto, al César lo que es del César... yo no puedo convencer científicamente a un no creyente de que lo que digo sea cierto. Pero, de la misma manera, ningún razonamiento puede tachar de incompatibles con la ciencia las creencias católicas que acabo de enunciar. Lleve el no creyente su agnosticismo como pueda. Pero que ningún cristiano lleve su fe como una losa que le impida afirmar que, como hombre de su tiempo que es, participa de las verdades que la ciencia va descubriendo. Más aún, el cristiano puede y debe llevar su fe como una Buena Noticia que da respuesta a las preguntas que la ciencia no puede contestar: ¿Qué somos?, ¿para qué estamos aquí?, ¿qué va a ser de nosotros?
Estimado Tomás:
ResponderEliminarNo soy antievolucionista, ni lo contrario. Pero me sorprende que sea tan poco discutida una teoría que, en mi opinión, es tan difusa.
La mutación azarosa no puede explicar por sí sola la generación de estructuras tan complejas que la adaptación va fijando o deshechando.
Un librito que leí demasiado tempranamente atribuía a Darwin la frase "tengo que reconocer que el ojo está hecho para ver". Aunque no la he encontrado, es sorprendente que cuestionar la evolución darwiniana como explicación completa a la generación de todos los seres vivos (¿y de la vida?) sea escandaloso. Muchos complejos tenemos que quitarnos de encima.
Un saludo y gracias por tu blog.
Asís
Respuesta de Asís a "Visión Cristiana de la evolución
ResponderEliminarEstimado Tomás:
No soy antievolucionista, ni lo contrario. Pero me sorprende que sea tan poco discutida una teoría que, en mi opinión, es tan difusa.
La mutación azarosa no puede explicar por sí sola la generación de estructuras tan complejas que la adaptación va fijando o deshechando.
Un librito que leí demasiado tempranamente atribuía a Darwin la frase "tengo que reconocer que el ojo está hecho para ver". Aunque no la he encontrado, es sorprendente que cuestionar la evolución darwiniana como explicación completa a la generación de todos los seres vivos (¿y de la vida?) sea escandaloso. Muchos complejos tenemos que quitarnos de encima.
Un saludo y gracias por tu blog.
Asís
6 de julio de 2007 6:41
Señor Alfaro:
ResponderEliminarNavegando por el Google me he topado con su interesante blog; al que me he puesto a leer empezando por sus primeros artículos para no tocar temas que de los que haya escrito anteriormente. Me refiero a “Visión cristiana de la evolución”. Y entro en el tema.
Yo tampoco tenía claro lo del “azar” por eso era más lamarquista que darwinista (he de confesarle que a la hora de pensar en alguien que “dirija” la evolución, me parecía más razonable que esa dirección la tomasen los propios seres vivos, que un ser sobrenatural que lo mismo podría ser Dios, que Zeus, que Odín). Pero ahora tengo mucho más claro lo del “azar”.
En su escrito dice que la Teoría Sintética afirma categóricamente que los únicos motores de la evolución son la adaptación al medio y el azar”. Yo más que hablar de “azar” hablaría de “diversidad”; en la que no cabe duda que azar juega un papel muy importante, pero no exclusivo. Normalmente, esa diversidad, las distintas especies, la obtienen de la “mezcla” de los genes de sus progenitores. Por ejemplo:
Todas las mujeres son diferentes, y entre sus diferencias están mayor o menor facilidad en parir. Hay algunas que mueren de parto y otras que paren como extraordinaria facilidad (se les caen los niños de camino al hospital). Esta característica, como todas, se heredan de madres a hijas. Sin embargo, las mujeres de parto difícil tienen más dificultades en tener hijos (muchas mueren en el primer parto) que las de parto fácil, que pueden y de hecho tienen muchos más hijos que las anteriores. Esto hace que las mujeres de parto difícil vayan desapareciendo y las de parto fácil vayan siendo mayoritarias en la población. En definitiva este mecanismo demuestra que la especie humana evoluciona lentamente a tener partos tan fáciles como el resto de los mamíferos.
Claro, todo esto siempre que el hombre no intervenga dificultando esta selección natural ayudando a parir a las mujeres con dificultades, mediante la cesárea (que no estoy en contra ni mucho menos, solo digo que la intervención humana en cualquier ámbito, no solo el humano, trastorna la evolución de los seres vivos: los animales evolucionan hacia la desconfianza y la vida nocturna por culpa de la caza, otros animales evolucionan hacia el “sedentarismo” por culpa de los zoológicos, etc).
Respecto al azar, yo entiendo dos tipos: el que afecta a los genes y el que afecta el medio. Un ejemplo del segundo caso sería, la “mala suerte” que tuvo este planeta cuando hace 60 millones de años, cayó un meteorito que extinguió a los dinosaurios permitiendo la evolución de los mamíferos y con ellos al hombre. Si ese meteorito no llega a caer, los dinosaurios aún dominaría en planeta y quizás hubiesen evolucionado hasta llegar a un dinosaurio inteligente con sentimientos religiosos y convencido de haber sido creado por Dios a su imagen y semejanza.
El azar que afecta a las mutaciones. Las mutaciones genéticas existen: las vemos en la formación de células cancerígenas, la acondroplasia, los distintos tipos de trisomías, monomías, etc. Este tipo de mutaciones las podemos considerar negativas.
También existen mutaciones positivas. Si hay hombres blancos y hombres negros, es evidente que es debido a una diferencia genética que afecta, al color de la piel haciéndolas más aptas a zonas de diferente radicación solar. Si no se cree en la evolución, esto supone que se ha creado, al menos dos “Adan” y dos “Evas” de distinto color y si admitimos que existe evolución, una raza a evolucionado de la otra. Y dependiendo de cual raza consideramos que ha evolucionado de la otra, ¿podríamos decir que la evolución tiene como fin la aparición del hombre blanco o negro?.
A tenor de lo anteriormente expuesto, yo no tengo ni idea del porcentaje de mutaciones positivas y mutaciones negativas hay respecto a un total; pero si hay un Dios que dirige la evolución, parece difícil de explicar como en ocasiones dirige las mutaciones de forma positiva para crear distintas razas y en otras ocasiones mutaciones negativas para. Por ejemplo, tener niños con Síndrome de Dawn.
Por otra parte, también sorprende que si hay un ser inteligente que dirige la evolución, produzca órganos en los seres vivos que, aunque funcionen, no parecen la mejor solución de las posibles. Por ejemplo:
¿Que sentido tiene que los machos de los mamíferos, entre ellos el hombre, tenga pezones o tetillas, si nunca va a dar de mamar?. Esto tiene explicación desde una evolución aleatoria, no desde una evolución dirigida.
¿Que sentido tiene cruzar, a nivel de la garganta, el conducto que conduce aire de la nariz a los pulmones con el conducto que conduce alimentos sólidos y líquidos de la boca al estómago?. Esto, lo único que produce es que pueda entrar gases en el estómago o lo que es peor, líquidos y sólidos en los pulmones?.
Si evacuamos sólidos, líquidos y espermatozoides. ¿No sería más lógico evacuar sólidos y líquidos por el ano y dejar el pene para evacuar espermatozoides exclusivamente y así evitar que estos vallan “manchados” de orina?.
¿Que sentido tiene ponerle alas a un ave como el avestruz, para que luego no vuele? Y ¿que sentido tiene crear un ave como un pingüino para que viva bajo el agua?; es como crear algo tan absurdo como un avión submarino.
Le podría poner miles de ejemplos que aunque funcionen y sean una maravilla, solo tienen lógica porque han surgido del azar y se han adaptado al medio donde viven.
Como me he extendido mucho, del alma le preguntaré en otro escrito.
Sr Alfaro, continúo con el asunto del alma.
ResponderEliminarEn su escrito dice que “La ciencia sólo puede hablar con autoridad de lo que se puede tocar, pesar o medir y, por lo tanto, el alma cae totalmente fuera de su esfera de conocimiento”.
Como sabrá la palabra “alma” es de origen latino, viene de “anima” y se definía como aquello que hace a los seres vivos, seres “animados”, dotados de ánima o dotados de alma. El mismo origen tiene la palabra “animal”; por lo tanto, se les consideraba dotados de alma al igual que a los humanos.
Desde este punto de vista, aunque la ciencia no la puede tocar, pesar o medir, si que puede tener constancia de su existencia a través de los siguientes requisitos:
- El alma el algo que tienen los seres vivos
- El alma es algo de lo que carecen los seres muertos
Luego se puede definir al alma como: La diferencia que hay entre un ser vivo un segundo antes de morir y ese mismo ser vivo un segundo después de morir.
Al caer el alma en manos de los cristianos, se la negaron a los animales y la reconocieron como “hecha a imagen y semejanza de Dios” (Dios hizo al hombre con un alma a su imagen y semejanza y con un cuerpo a imagen y semejanza al de los chimpancés).
¿Podría la ciencia constatar la existencia de este “alma cristiana”, sin tener que tocar, pesar o medir, como ha hecho con el “alma greco-latina”?. Pues planteemos unos requisitos como lo hemos hecho anteriormente:
- El alma es algo que tiene el hombre como Stalin o Hitler,
- El alma es algo que tiene el hombre como Gandi o Luther King
- El alma es algo de lo que carecen los animales
- El alma es algo hecho a imagen y semejanza de Dios.
Si analizamos detenidamente esto, llegamos a la conclusión de que el alma cristiana no existe, porque sería imposible que cumpla las cuatro condiciones anteriores.
Por todo ello se puede considerar la invención del alma como un pretexto, vacío de contenido, para considerar a los humanos “seres especiales”, “seres elegidos”.
Sr Alfaro.
ResponderEliminarMe resulta cada vez más frecuente encontrar comentarios en los que se afirma algo y se transfiere la carga de la prueba a quien pretenda discutirlos, como hace usted cuando dice "Si no se puede demostrar que todas las mutaciones son debidas al azar cabe que las debidas a otra causa, por pocas que sean, dirijan la evolución precisamente hacia el hombre". En mi opinión esto es una postura inaceptable y fraudulenta en un razonamiento, si no se puede demostrar algo, no por ello tiene que se lo opuesto, simplemente no poseemos las herramientas adecuadas, de forma que si no podemos demostrar que todas las mutaciones sean debidas al azar, no por ello hemos de aceptar su propuesta, que tampoco usted demuestra. En caso contrario, si no podemos demostrar que no existan 1890 dioses con forma de caballo verde y cuatro cuernos, es que existen.
Querido Juan C. Luis, Soy Tomás: Son los que afirman que TODAS las mutaciones se producen al azar lo que deben probar una afirmación tan gratuita como ligera. Pero como explico en mi entrada, el azar es indemostrable y por eso les molesta que se lo digan. Eso sí es fraude, no decir que CREO que debe haber una causa. De hecho, uno de los prncipios básicos de la lógica es que no hay efecto sin causa. Además, los que opinan que el sólo azar rige la evolución usan, también fraudulentamente el nombre de Darwin, porque Darwin jamás dijo eso. Te pongo literalmente lo que dijo Darwin en "El origen de las especies": “Hasta aquí he hablado como si las variaciones (mutaciones) tan comunes en los seres orgánicos en domesticidad, y en grado más pequeño en los que viven en estado natural, fuesen debidas a la casualidad. Es sin duda una expresión totalmente incorrecta, pero se utiliza para confesar francamente nuestra ignorancia de la causa de cada variación particular. [...] Consideraciones de este tipo me inclinan a atribuir menos peso a la acción directa de las condiciones ambientes, que a una tendencia a variar debida a causas que ignoramos por completo” (El origen de las especies, Capítulo V, Leyes de la variación. Efectos del cambio de condiciones). Yo no afirmo poder probar que existe Dios. Por lo tanto, no tengo que soporar ningún peso de la prueba. La fe de todos los cristianos se basa en que hemos experimentado la presencia de Cristo en nuestras vidas. Si eso me hubiese pasado sólo a mí, tal vez pudieras decir que estoy loco, pero es que le ha pasado a millones de personas que, por oro lado, muchas d ellas han demostrado con su vida, no sólo que no están locos, sino que muchos de ellos se pueden contar entre los hombres y mujeres mejores de la humanidad. Yo, sin poderme contar entre éstos, te puedo asegurar que estoy al menos tan cuerdo como tú. Cuando haya millones de personas cuerdas y maravillosas que digan que han experimentado en sus vidas la presencia benéica de 1890 dioses con forma de caballo verde y cuatro cuernos, me lo cuentas, me dices qué han hecho de bueno en nombre de esos dioses y hablamos. Mientras tanto, si tú no has experimentado la presencia de Dios en tu vida, pues lo siento por ti, pero si uno no ve la luz, no puede decir que los que sí la ven se la inventan. Como nadie está ciego para ver a Dios tal vez puedas pensar qué haces mal para no experimentar esa presencia maravillosa. Si crees que no merece la pena, de acuerdo, eres muy libre, tú te lo pierds, pero eso sigue sin permitirte decir que por tu no has tenido la experiencia de Cristo, las de esos otros millones son falsas. Así que, hasta la vista.
ResponderEliminarTomás.