Tomás Alfaro Drake
Desde que se supieron los resultados de las elecciones, todos los partidos, pero sobre todo el PSOE, afirman que la jornada electoral fue un triunfo de la democracia. Parece que la máquina izquierdista de la manipulación ha logrado que el partido que no diga eso pierda votos o, por lo menos crea que los va a perder. Como yo no represento a nada ni a nadie, sino a mí mismo ni tengo que hacer hipócritamente la pelota a ningún electorado, puedo decir lo que de verdad pienso, aunque lo oiga muy poca gente.
Yo creo que lo que ha pasado desde el viernes 7 hasta el domingo 9 ha sido lo contrario, una profunda herida a la democracia. Y lo creo porque es la segunda vez que los terroristas marcan el resultado de las elecciones. En las pasadas generales no me cabe duda –y creo que a nadie con dos dedos de frente le cabe– que sin el 11-M el PP hubiese ganado las elecciones de calle. Pero tras el 11-M ocurrió lo que no debería haber ocurrido en un país con un pueblo bien bragado. El electorado español, en una increíble demostración de cobardía, les mandó a los terroristas el mensaje de que íbamos a ser buenos con ellos. No estoy defendiendo la presencia de España en Irak –aunque hay que poner las cosas en su sitio y no ceder a la mentira izquierdista, las tropas estaban en misión humanitaria–, ni tampoco la actuación de Aznar en los últimos meses de su mandato como presidente, en los que perdió el contacto con la realidad. Pero si hay un momento en el que de ninguna manera había que sacar las tropas de Irak, ese era el del chantaje terrorista. Un pueblo bien bragado hubiese hecho exactamente lo contrario de lo que perseguían los terroristas. Pero el pueblo español, azuzado por una campaña orquestada en la jornada de reflexión, hizo exactamente lo que éstos querían que hiciese. Y los terroristas son asesinos inmundos, pero no idiotas. Saben interpretar bien los mensajes. Y el mensaje que recibieron fue claro: El pueblo español es manipulable por medio del terrorismo. El gobierno que salió de las urnas de un voto de cobardía actuó como cabía esperar de él, con cobardía, lo que, ciertamente, reafirmó a los terroristas en su idea de que podían hacer prevalecer sus preferencias en las elecciones democráticas. No afirmo que detrás del atentado del 11-M estuviese ETA, aunque tampoco lo niego. A fin de cuentas algún cerebro tenía que haber detrás de ese atentado, por mucho que la sentencia del juicio no pueda afirmar con pruebas que lo hubo. Y para ser cerebro, por desgracia, basta con una siniestra sugerencia. Tampoco afirmo –como sí lo hago para las elecciones generales del 2004– que sin el asesinato del viernes pasado el PP hubiese ganado las elecciones. Aunque entra dentro de lo posible, no me gusta entrar en el terreno de los futuribles. Pero me imagino a la cúpula de ETA a finales del 2007, cuando los partidos empezaban a planificar su precampaña, sonriéndose perversamente, sentados alrededor de una mesa de muerte y trazando sus siniestros planes sobre cómo iban a interferir en el voto esta vez. Además de la cobardía, el pueblo español está desarmado intelectualmente. Su lógica es, cada vez más, la de la sensiblería buenista. “Por tanto –creo que pensarían–, si asesinamos a un político socialista, nadie pensará que la respuesta sensata sería apoyar a quien más haya intentado oponerse al terrorismo en esta legislatura, no. Prevalecerá ese sentimentalismo del; ‘pobres, han matado a un socialista, es un mártir, por tanto, votemos al PSOE’. Y eso es lo que nos conviene”. Isaías Carrasco es, efectivamente, un mártir. Pero a los mártires hay que honrarlos, no compadecerlos. Y se les honra derrotando a quienes los han martirizado y no apoyando a quienes les han dado alas. No creo descabellado afirmar que si ANV no hubiese estado en el ayuntamiento de Mondragón, Isaías Carrasco, probablemente, estaría vivo. Naturalmente, en la jornada electoral ningún político del PP osó decir algo así, ni mandar mensajes por móviles diciendo PÁSALO. ¡Qué escándalo se hubiese montado si algo así se hubiese producido! Esa forma de actuar es, por supuesto, patrimonio exclusivo de la izquierda. Eso sí, los socialistas le dijeron a Rajoy que podía ir a la capilla ardiente de Isaías, para luego, en una bajeza mediática tan eficaz como repugnante, echarle a él y a la heroína María San Gil con cajas destempladas. Y por mucho que el indeseable –por sus actos los conoceréis– Pachi López increpase a Rajoy, por mucho que la última víctima de ETA haya sido socialista, es una verdad como un puño que el gobierno del PSOE, en esta legislatura, ha traicionado a las víctimas del terrorismo.
De modo que las jornadas del 7 al 9 de Marzo, han sido jornadas de luto para la democracia, diga lo que diga la máquina izquierdista de manipulación. Cuando dentro de cien años se estudie la historia de estos días, se recordará cómo, en dos elecciones consecutivas, un pueblo siguió los deseos de los terroristas y les envió señales de cómo podían ejercer una acción política por medio de la muerte. Esperemos que sea falso el refrán que dice aquello de “no hay dos sin tres”.
Una última aclaración. A pesar de mis duras palabras hacia el pueblo español, amo a España y a su pueblo, del que formo parte. Pero los errores de los pueblos no se corrigen haciéndoles hipócritamente la pelota, sino con la verdad. Y, en la modestísima medida de mi capacidad para crear opinión, no dejaré de proclamarla.
12 de marzo de 2008
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