Tomás Alfaro Drake
Introducción
El 6 de Enero, en una entrada de este blog dedicada a Simone de Beauvoir, me comprometí a hacer un análisis de cómo el pensamiento occidental ha derivado hacia la posmodernidad. Luego, pensé que no me bastaba con ese análisis. Necesitaba ver qué reacción estaba habiendo en este pensamiento contra esa decadencia. No me gusta la palabra reacción ni contra. Lo que se está produciendo no es una reacción contra nada, sino un reavivamiento del pensamiento sano que hizo posible Occidente y de cuyas rentas ha venido viviendo nuestra cultura dilapidando una preciosa herencia. Por eso he llamado a esta “reacción” “nuevo renacimiento”. No sé exactamente a dónde me llevará este intento, pero se dice que el que no se arriesga, no cruza el mar. Así que empiezo hoy una serie de escritos que espero sirvan para algo y que no sean demasiado densos ni demasiado largos. Pero no sé cómo me saldrá el intento. Este párrafo iniciará cada una de las “entregas”, para recordar para qué los escribo. No recomiendo empezar la lectura de esta serie por cualquier sitio. Si alguien está interesado en ella, creo que es mejor remontarse al primero, publicado el 20 de Enero del 2008.
Edmund Husserl y la fenomenología.
Hasta aquí los caminos existenciales para escapar de la trampa de la posmodernidad. Es cierto que estos caminos se salen del racionalismo, sin perder de vista la “mordedura de lo real” –en palabras del propio Marcel. Pero hay contestaciones a la posmodernidad desde planos mucho más formalistas en el plano racional, aunque también basados en la intuición. El grito de guerra, “¡vuelta a las cosas mismas!” lo lanzó Edmund Husserl (1859-1938) en nombre de la fenomenología. La fenomenología es una corriente filosófica creada por Husserl, que postula que los fenómenos reales están ahí, delante de nosotros. No son creación nuestra, simplemente están ahí y requieren de nosotros una respuesta, una explicación de su esencia. Y para ello, debemos situarnos delante de ellos, libres de prejuicios, y analizarlos desde todos los puntos de vista, racionales, existenciales e intuitivos. Para ello Husserl diseñó una metodología precisa y sistemática para llegar a la intuición de la esencia de las cosas que es la base de la fenomenología. “Éste es el punto esencial: la fenomenología no es un sistema de proposiciones y verdades filosóficas [...] sino un método de filosofar que viene exigido por los problemas que trata la filosofía” [1]. Alrededor de Husserl apareció el llamado Círculo de Gotinga, al que pertenecieron filósosfos como Adolf von Reinach, Theodor Conrad, Edith Stein y otros. No está claro que Husserl abandonase definitivamente las bases idealistas del pensamiento. Sus discípulos así lo creyeron. Pero al final de su vida parece que volvió a dar un vacilante paso atrás hacia el idealismo. Sea como fuere, sus discípulos no estaban dispuestos a volver a los cuarteles de invierno kantianos y siguieron avanzando decididamente por la senda de vuelta al realismo.
La explosión de la fenomenología.
De estos dos troncos, existencialismo-vitalismo y fenomenología aparecen una pléyade de filósofos agrupados en diferentes corrientes. La clasificación de las distintas corrientes es un tanto ficticia, porque casi todas ellas trabajan con muchas ideas comunes que desarrollan para llegar a conclusiones que representan perspectivas diferentes de una misma realidad. La riqueza y variedad de este despertar del ave fénix es tan amplia en nombres y corrientes, que es imposible reflejarlas mínimamente, pero todos ellos han buscado y están buscando denodadamente caminos llenos de vitalidad y esperanza para escapar de la trampa posmoderna. De una manera u otra, todos podrían llamarse filósofos del encuentro, porque gran parte de su pensamiento está orientado al nuevo encuentro de la persona consigo misma, con el tú, con la realidad y con Dios. El hecho de que apelen a la intuición como forma de conocimiento transracional, no quiere decir que no sean “empíricos”. Tienen el empirismo de la experiencia. De la experiencia compartida por muchos y muy distintos tipos de personas, filósofos y no filósofos, gente que vive, mentalmente sana, hartas de teorías desgajadas de la realidad, que exigen de la filosofía que les dé una explicación inteligible de lo que les pasa en la vida. No es de extrañar que, de la misma forma que el empobrecimiento y la eventual negación de la realidad alejaron el pensamiento de Dios, la vuelta a las cosas mismas, a la realidad en toda su riqueza, acerque a Dios como única explicación razonable de la misma. De hecho, un gran número de estos filósofos son conversos al catolicismo desde posturas ateas derivadas del racionalismo o del idealismo. A muchos de ellos, el reencuentro con una realidad recuperada, les ha producido una inmensa alegría de vivir que les ha llevado a Dios. No al Dios deísta, cuya muerte proclamó Nietzsche, sino al Dios creador y mantenedor de esa realidad reencontrada.
Algunas frases ilustrativas de la filosofía del encuentro
Quiero, aunque el resultado pueda ser un poco caótico, citar algunas de las frases más significativas del pensamiento de algunos de los filósofos de este nuevo renacimiento. Más adelante haré un tímido intento de sistematización.
“Yo soy yo y mi circunstancia” [2].
“Alguien que yo conozco muy bien ha escrito mucho más tarde que ‘el hombre es un animal que se nutre de trascendentales’. Con términos diferentes, Bergson nos aseguraba que tal alimento estaba a nuestro alcance; que éramos capaces de conocer verdaderamente lo real, que por medio de la intuición alcanzamos lo absoluto. Y nosotros traducíamos que podíamos conocer verdaderamente, absolutamente, conocer lo que es. Poco nos importaba entonces que eso sucediera a través de la intuición que trasciende los conceptos o por medio de la inteligencia que los forma; lo importante, lo esencial, era el resultado posible: alcanzar lo absoluto”[3].
“¿Quién soy yo? ¿Un profesor? No lo creo: enseño por necesidad. ¿Un escritor? Tal vez. ¿Un filósofo? Lo espero. [...]. Y también, quizás, una especie de zahorí con la cabeza pegada a la tierra para escuchar el ruido de las fuentes ocultas y de las germinaciones invisibles” [4].
“Una cosa es rehusar la tiranía de las definiciones formales y otra es negar al hombre, como a menudo hace el existencialismo, toda esencia y toda estructura. Si cada hombre no es sino lo que él se hace, no hay ni humanidad, ni historia, ni comunidad” [5].
“No puedo pensar sin ser, ni ser sin mi cuerpo; yo estoy expuesto por él a mí mismo, al mundo, a los otros; por él escapo a la soledad de un pensamiento que no sería más que pensamiento de mi pensamiento. Al impedirme ser totalmente transparente a mí mismo, me arroja sin cesar fuera de mí en la problemática del mundo y las luchas del hombre. Por la solicitación de los sentidos me lanza al espacio, por su envejecimiento me enseña la duración, por su muerte me enfrenta con la eternidad. Hace sentir el peso de la esclavitud, pero al mismo tiempo está en la raíz de toda consciencia y de toda vida espiritual. Es el mediador omnipresente de la vida del espíritu” [6].
“para tener un yo es preciso ser querido por otro yo y, a su vez, quererle; es preciso tener una consciencia, al menos oscura, del otro y de las relaciones que unen entre sí los términos de esta red espiritual que es el hecho primitivo de la comunicación de las consciencias... Otro no significa no-yo, sino voluntad de promoción del yo, transparencia del uno para el otro. Es una coincidencia de los sujetos, una doble inmanencia... Desde entonces se constituye o se revela una conciencia colegial, un nosotros” [7].
“La posibilidad de dirigirnos sin límites hacia una realización total de nosotros, que fuera a la vez realización total de la red de personas con las que nos encontramos en la existencia, no puede explicarse ni por los esfuerzos del yo ni por la colegialidad de todos los yo. No puede explicarse más que por un Dios, que debe ser personal. No solamente estamos causados por el ser, sino también queridos por un Dios... La fenomenología del cogito concreto (del pensamiento concreto) nos impone el reconocimiento de esta prioridad divina en nosotros como una conclusión de la reflexión sobre la causa y el fin de nuestro querer” [8].
“Con el concepto de entreveramiento[9] el subjetivismo queda definitivamente superado; es más, se puede decir que el concepto de entreveramiento nace precisamente para eliminar el subjetivismo y para desembarazar para siempre el camino de la antítesis entre subjetivismo y objetivismo”. [...]. “Conocer y poseer la verdad no es posible sin comprometerse, sin tomar partido, sin exponerse personalmente; y esto no sucede sólo en la filosofía entendida como formulación de la verdad, sino en cualquier entreveramiento que sea digno de este nombre por mínimo e insignificante que sea ya que, en cada proceso de conocimiento siempre se encuentra comprometida la verdad y el entreveramiento más exiguo posee por sí mismo un valor ontológico” [10].
“Las circunstancias nunca me dejaron mucho tiempo para el estudio. Por temperamento prefiero el pensamiento a la erudición, de lo que pude darme cuenta en mi corta carrera de profesor en Cracovia y Lublin. Mi concepto de la persona, ‘única’ en su identidad y del hombre, como tal, centro del Universo, nació de la experiencia y comunicación con los demás, en mayor medida que de la lectura. Los libros, el estudio, la reflexión... me ayudan a formular lo que la experiencia me enseña” [11].
“El hombre se ha convertido en ‘imagen y semejanza’ de Dios no sólo a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de las personas que el varón y la mujer forman desde el comienzo. La función de la imagen es la de reflejar a quien es el modelo, reproducir el prototipo propio. El hombre se convierte en imagen de Dios no tanto en el momento de la soledad cuanto en el momento de la comunión. Efectivamente, él es desde el principio no sólo imagen en el que se refleja la soledad de una Persona que rige el mundo, sino también, y esencialmente, imagen de una inescrutable comunión divina de personas” [12].
“Hay sólo dos hechos en la vida espiritual, dos hechos que tienen lugar entre el yo y el tú: la palabra y el amor. En ellos radica la salvación del hombre, la liberación de su yo, de su autorreclusión en sí mismo” [13].
“El sentido del tú [...] no puede saciarse hasta que se encuentra al Tú infinito”. “En cada tú, nos dirigimos al Tú eterno” [14].
“La vida se hace hacia adelante; el hecho de que acontece, su temporalidad, le marca esa dirección y ese avance el que consiste la futurición. Pero no se la puede identificar con la mera fluencia temporal, y tampoco es simplemente un ‘proceso’; el transcurso del tiempo me lleva ciertamente hacia delante, pero en cada instante estoy, lo cual no quiere decir que este quieto, sino que, sin pararme, estoy instalado. Precisamente, la anticipación del futuro en el presente, la retención en él del pasado, son las condiciones que me permiten estar. Ni soy sólo presente, ni sólo futuro, soy futurizo, y esa ‘presencia’ del futuro y del pasado hacen que esté instalado en el tiempo, y no simplemente lo ‘cruce’. La instalación es lo que propiamente hace que pueda proyectarme y no, simplemente, esté ‘lanzado’” [15].
Termino con una frase que no es de ningún filósofo, pero es una buena muestra de que todos los caminos llevan a Roma y toda búsqueda sincera a la verdad. Es de un matemático que, por circunstancias de la vida, ganó el premio Nobel de Economía. Me refiero a John Nash. Su discurso de recepción del premio ante la Academia Sueca terminaba con la siguiente frase:
“Yo siempre he creído en los números, en las ecuaciones, en la lógica del entendimiento. Después de dedicar toda una vida con estos propósitos me pregunto: ¿Qué es realmente la lógica? ¿Qué es lo que guía a la razón? [...] He hecho el descubrimiento más importante de mi carrera, el descubrimiento más importante de mi vida. Es solamente en las misteriosas ecuaciones del amor donde se pueden encontrar la lógica y la razón. Estoy aquí esta noche por ti (dirigiéndose a su mujer). Tú eres la razón por la cual existo. Tú representas todas mis razones. Gracias”.
He dudado mucho si soltar esta retahíla de citas, pero me parece que son una buena introducción para hacer boca antes de abordar en los próximos artículos lo básico de la filosofía del encuentro.
[1] Adolf von Reinach, Introducción a la fenomenología.
[2] José Ortega y Gasset.
[3] Raïsa Maritain (mujer de Jacques Maritain y también filósofa) Las grandes amistades, narrando su encuentro y el de Jacques Maritain con Bergson.
[4] Jacques Maritain, Carnet de notes.
[5] Emmanuel Mournier, El personalismo.
[6] Emmanuel Mournier, El personalismo.
[7] Maurice Néodoncelle, La reciprocidad de las consciencias.
[8] Maurice Néodoncelle, Consciencia y logos. Horizontes y reflexiones de una filosofía personalista.
[9] De este concepto de entreveramiento, que es básico para la filosofía del encuentro, pero que no es en absoluto intuitivo, se hablará en el siguiente artículo. De la misma manera, se hablará de los conceptos de subjetivismo y objetivismo, que tampoco tienen el sentido que normalmente se les da de forma coloquial, sino que más bien se refieren a la errónea división del mundo en sujeto y objeto. Volveremos sobre esta frase dentro de unos artículos y quedará totalmente aclarado su sentido o, al menos, así lo espero.
[10] Luigi Pereyson. La primera parte de la cita es de “Filososfía y verdad”. La segunda de “Verdad y entreveramiento”
[11] Juan Pablo II, en entrevista a André Frossard publicada como libro “No tengáis miedo”.
[12] Juan Pablo II, Varón y mujer.
[13] Ferdinand Ebner, Palabra y amor.
[14] Martín Buber, Yo y tú.
[15] Julián Marías, Antropología metafísica.
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Muy bueno, Tomás, como siempre, pero con ganas de leer las próximas entregas.
ResponderEliminarYa has hablado el existencialismo-vitalism y ahora de la fenomenología. Intuyo que tratarás también el personalismo y me ha gustado ese nombre global de "filosofía del encuentro". Realmente descriptivo.
¿de quien es la cita número 9, la del entreveramiento? pensaba que sería de López-Quintás, pero no dices el autor...
Felicidades y hasta el próximo!