9 de noviembre de 2008

¿Cuántas Evas hubo?

Este es el 28º artículo de una serie sobre el tema Dios y la ciencia iniciada el 6 de Agosto del 2007.

Los anteriores son: “La ciencia, ¿acerca o aleja de Dios?”, “La creación”, “¿Qué hay fuera del universo?”, “Un universo de diseño”, “Si no hay Diseñador, ¿cuál es la explicación?”, “Un intento de encadenar a Dios”, “Y Dios descansó un poco, antes del 7º día”, “De soles y supernovas”, “¿Cómo pudo aparecer la vida? I”, “¿Cómo pudo aparecer la vida? II”, “Adenda a ¿cómo pudo aparecer la vida? I”, “Como pudo aparecer la vida? III”, “La Vía Láctea, nuestro inmenso y extraordinario castillo”, “La Tierra, nuestro pequeño gran nido”, “¿Creacionismo o evolución?”, “¿Darwin o Lamarck?”, “Darwin sí, pero sin ser más darwinistas que Darwin”, “Los primeros brotes del arbusto de la vida”, “La división del trabajo”, “La explosión del arbusto de la vida”, “¿Tiene Dios una inmoderada afición por los escarabajos?”, “Definamos la inteligencia”, “El linaje prehumano”, “¿Un Homo Sapiens sin inteligencia?”, “El coste de un cerebro desproporcionado”, “Si no hay nada que decir, hablar es muy peligroso” y “El regalo de la inteligencia”.


El nacimiento de una especie suele producirse a partir de una numerosa población de individuos. Suele, pero no tiene por qué ser así. Es un mero problema de supervivencia. Si sólo una pareja forma la nueva especie, su supervivencia es poco probable. Sin embargo, el hombre no es una especie nueva en el sentido darwinista de la palabra. El Homo Sapiens existía anatómicamente antes del regalo de la inteligencia. Se puede decir que el hombre es el Homo Sapiens, un especial cultivo anatómico cuidado personalmente por el Diseñador en su jardín, más la inteligencia, un injerto hecho directamente por el Diseñador después de que la planta haya llegado a su plenitud para que dé un fruto también especial. Pero con independencia de esto, cabe preguntarse: ¿En cuantos Homo Sapiens se realizó ese injerto? Las probabilidades de que la nueva “especie” “artificial[1]” superviviera siendo una sola pareja son menores que si fuesen varias o muchas. Pero no olvidemos que ya desde varios millones de años antes, las probabilidades de supervivencia de los Australopitecos o cualquier especie de Homo eran nulas y que sólo se mantuvieron por las “subvenciones” del Diseñador. Sin embargo, a partir del regalo de la inteligencia, el hombre era mucho más capaz de sobrevivir. De hecho, aparecido el hombre, el resto de Homos Sapiens sin inteligencia, se extinguieron. Pero esto no invalida la pregunta. ¿Cuántos seres humanos recibieron el don de la inteligencia? Esta pregunta puede parecer imposible de responder. Sin embargo la biología moderna nos puede dar la sombra de una respuesta. Todos los seres vivos del reino animal, en cada una de nuestras células, tenemos unos “chismes” que se llaman mitocondrias. No vamos a entrar ahora en detalle sobre qué son y para qué sirven las mitocondrias. Son como una pequeña célula dentro de las células de los organismos. Pero a diferencia de las células “normales”, que son una mezcla de las células paternas y maternas, las mitocondrias que hay en todo ser vivo animal vienen exclusivamente de las madres. Los machos no aportan sus mitocondrias a su descendencia, sólo lo hacen las hembras. Esto permite trazar el linaje femenino de cualquier ser vivo. Pues bien, del análisis estadístico de las semejanzas entre mitocondrias de miles de seres humanos los científicos han determinado, con un margen de error despreciable, que todos los seres humanos que hoy viven provienen de una sola mujer. No es de extrañar que a esta mujer, madre de todo el género humano hoy vivo, le hayan dado el nombre de Eva mitocondrial. Esto no implica, sin embargo, que en el inicio del género humano hubiera únicamente una mujer, sino que, si hubiese habido más, sus linajes se habrían extinguido en los 50.000 años transcurridos desde su aparición. A decir verdad, un sencillo tratamiento matemático predice que esa extinción sería lo que ocurriese en una población con varios linajes femeninos que no hubiese crecido o que lo hubiese hecho muy lentamente. La población humana ha pasado de una o varias parejas hace 50.000 años a unos 5.000 millones de personas hoy en día. Esto, que puede parecer un crecimiento impresionante, no lo es. Tan sólo un modesto 2% por generación. Por lo tanto queda la puerta abierta a la posibilidad de que haya habido varias Evas. Pero, y esto es lo importante, la ciencia también deja la puerta abierta a que haya habido sólo una mujer al inicio de todo. Algo parecido se ha hecho con los linajes masculinos, a través del llamado cromosoma Y que se transmite sólo de varón a varón. Sin embargo, los resultados son mucho más ambiguos que los de Eva, por lo que no se puede decir nada contundente al respecto. En definitiva, no sabemos cuantas Evas hubo, pero la ciencia nos dice que es perfectamente posible que haya habido tan sólo una.
[1] La palabra artificial viene de “artificio” –“hacer con ingenio”, ya que arte se refiere en este caso a algo ingenioso, como las artes de pesca, por ejemplo–. Generalmente se identifica con algo hecho por el hombre. Aquí lo empleo en el sentido de artificio hecho por el Diseñador. El hombre es un ser “artificial”, es decir, hecho por Dios con ingenio.

4 comentarios:

  1. Sr Alfaro:

    Le he enviado un par comentarios a su primer escrito, el del 2007, Visión cristiana de la evolución. ¿Los ha visto?

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  2. Desde mi punto de vista, hay tantas evas como queramos; dependiendo de donde hagamos el corte y de la muestra que se tome. Por ejemplo:

    Si comparo los genes de las mitocondrias de mis células con los de mis hermanos, el resultado dará que mi “Eva” familiar es mi madre, que ha vivido una generación anterior a la mía. Si a esa muestra le añadimos los genes de las mitocondrias de mis primos, el resultado dará que mi “Eva” sería mi abuela materna, que vivió dos generaciones atrás. Si a esa muestra le añadimos los genes de las mitocondrias de mis primos segundos, el resultado dará que mi “Eva” sería mi bisabuela materna, que vivió tres generaciones atrás. Si a esa muestra le añadimos los genes de las mitocondrias de mis primos terceros, el resultado dará que mi “Eva” sería mi tatarabuela materna, que vivió cuatro generaciones atrás. Etc, etc.

    Si tomamos una muestra de los genes mitocondriales de las personas de raza blanca, el resultado dará que nuestra “Eva” sería una antepasada que debió vivir hace unos 10.000 años. Si a esa muestra se le añaden genes mitocondriales de las demás razas, el resultado dará una “Eva” que ya no pertenece a nuestra raza, si no que sería negra, de la especie Homo sapiens y que debió vivir hace unos 150.000 años (a esta Eva se refiere el estudio mencionado al principio del artículo). Pero si a esta muestra se le añadiesen genes mitocondriales de hombres de neadertal, el resultado daría una “Eva” que ya no pertenecería a nuestra especie si no que sería una Homo antecesor, que debió vivir hace unos 800.000 años. Etc, etc.

    Si a esta muestra le añadimos genes mitocondriales de chimpancés, el resultado darían una “Eva” que ya no pertenecería a nuestro género (Homo) si no que sería una protochimpancé que debió vivir hace unos 5 millones de años. Si le añadimos genes del resto de los simios, el resultado sería una “Eva” protosimia que debió vivir hace unos 16 millones de años. Etc con los primates, etc con los mamíferos, etc, con lo vertebrados, etc.

    Todo esto demuestra nuestro parentesco con el resto de los seres vivos; que es tanto más lejano cuanto más lejano fue el momento en que se separaron nuestras ramas evolutivas. Mi parentesco más cercano es con mis hermanos cuyas ramas evolutivas se separaron tan solo una generación (nuestros genes son prácticamente idénticos, probablemente un 99,99%), después mis primos de los que me separé hace 2 generaciones (mayor diferencia genética)... de los chimpancés hace 5 millones de años (un 99% de semejanza genética), de los demás primates hace 40 (probablemente un 85% de semejanza genética), de los mamíferos 200 millones de años (mayor diferencia genética (70-75%))...de los insectos nos separamos hace unos 1.000 millones de años y nuestra diferencia genética ronda el 40%... hasta llegar a que nuestros parientes más lejanos son las plantas de las que nos separamos hace unos 4.000 millones de años y tenemos muy pocos genes en común.

    Con quien no tenemos ni un solo gen en común y por lo tanto ningún parentesco biológico es con Dios ni con los extraterrestres.

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  3. Me parece, Paco, que no has entendido adecuadamente este asunto del ADN mitocondrial. Seguro que Tomás te lo explica mejor que yo pero, aún asi, te diré algo:

    El ADN mitocondrial no recombina pq no está en el núcleo de la célula, del óvulo, en este caso, sino en el citoplasma. La unión óvulo-espermatozoide fusiona, recombinando, el material genético de ambos núcleos pero aprovechando íntegramente el citoplasma del óvulo. La mitocondria, probablemente, sea una bacteria que se coló en nuestras células para ayudarnos a respirar y que tiene su propio ADN. Por eso, si se analiza el ADN mitocondrial de tus hermanos, primos, vecinos, amigos y congéneres de distintas razas y paises, y se introduce el coeficiente de variabilidad espontánea, perfectamente conocido, se ve, no que cada generación tenga su "Eva", como dices de una manera extrañamente simplista, sino que esa "Eva" es la misma para todos.

    Esto no es interpretación filosófica o religiosa sino ciencia.

    pedromr.

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  4. Pedro,

    Ya se que el DNA mitocondrial no está en el núcleo. ¿En que parte de mi escrito digo lo contrario?.
    El DNA mitocondrial está en el citoplasma del óvulo y en la “cola” del espermatozoide. Así, cuando el espermatozoide fecunda el óvulo, pierde la cola; por lo tanto, la célula-huevo resultante recombina los genes de ambos progenitores en el núcleo de la célula, mientras que en la mitocóndria de esa célula permanecen genes exclusivamente de la madre y los genes mitocondriales del padre se han perdido al soltar la cola el espermatozoide.

    En consecuencia, no se pueden rastrear los antecesores de los seres vivos a través de los genes nucleares por estar mezclados, tampoco se puede rastrear los antecesores paternos por no haber genes mitocondriales del cigoto masculino; así que solo se pueden rastrear antecesores femeninos a través de los genes mitocondriales de las células porque se heredan directamente de madres a hijos (e hijas) sin ninguna alteración a excepción de mutaciones.

    Entonces, ¿como localizar a nuestra “Eva”?, pues tomando una muestra de genes mitocondriales de todo tipo de razas humanas y de puntos lo más distantes del mundo posible, se localizan los genes que tienen en común, se toma nota de las mutaciones y como esas mutaciones se producen a espacios de tiempo regulares, se puede establecer cuando vivió la antepasada común a todas las razas. A esta antepasada, se la ha llamado “la Eva negra”.

    Es cierto que mi explicación es simplista; pero acostumbro a escribir, no solo para expertos como D. Tomás, si no para cualquiera que llegue a estos textos, aunque no haya oído hablar nada de este asunto. Y lo que he querido expresar es que, si en vez de comparar los genes mitocondriales de todas las razas, se hubiesen comparado exclusivamente los de los miembros de la raza blanca, el resultado habría dado una antepasada común a los bancos (Eva blanca) y si se hubiese incluido a los chimpancés, otra Eva distinta antepasada común a todos los simios.

    Es cierto que comparar los genes de los primos es exagerado porque seguro que no ha habido ninguna mutación en tan poco espacio de tiempo. Pero bueno, esto no altera mi conclusión final y es que estamos emparentados con todos los seres vivos en mayor o menor medida (muy emparentados con nuestros hermanos, menos emparentados con los chimpancés y muy poco emparentados con la mosca del vinagre, por ejemplo).

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