Hoy han pasado 4 días desde el último análisis de la
epidemia que os mandé. Tocaba, por tanto, hacer un folow up. Pero ocurre que es
imposible hacerlo. Cada día se hace un número de test diferente, aunque no se
sabe cuántos ni de qué tipo. Esto falsea los datos de contagios, ya que a más
tests, mayor es el dato de personas contagiadas. Esto hace que los datos no sean
comparables con los del pasado, ni de un día respecto al siguiente o el
anterior. En estas condiciones, es imposible hacer nada que tenga el menor
sentido. He hablado con un amigo mío, físico y matemático y me dice que la
Asociación Española de Matemáticos está protestando ante las instancias que
puede para pedir consistencia en los datos y que no saben cómo hacer para que
la serie sea coherente. Por otro lado, lo de los muertos es otra coña. Según el
Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), a través de su estudio MoMo, sobre el
análisis estadístico de la mortandad por cualquier causa, dice que entre el 17
de Marzo y el 14 de Abril, ha habido ha habido 21.882 muertos más de los que se
pueden estimar estadísticamente que debería haber en circunstancias normales.
Dado que los muertos reconocidos por el coronavirus entre esas dos fechas son
de 17.913, esto indica que hay un 22% más de muertos que los reportados entre
esas dos fechas (La cifra de 21.882 puede verse en documento adjunto que procede de la web
del ISCIII).
Pero como lo probable es que este porcentaje tampoco sea
consistente en el tiempo, tampoco resulta posible corregir el número de muertos
para hacer una serie comparable. Así que, ante este caos, me he planteado dejar
de hacer mis análisis. ¿Para qué gastar tiempo inútilmente?
Lo que sí he hecho es un análisis de la manera sensata de salir paulatinamente del confinamiento:
Dentro de poco empezará la danza. ¿Tendremos listo el carnet de baile?
El
título de estas páginas es largo y necesita muchas aclaraciones. Eso espero
hacer con lo que sigue.
Una
de las mejores cosas que he leído sobre la dinámica de esta pandemia del
coronavirus y la forma de controlarla es un estudio que se llama “El martillo y
la danza”. Para el que quiera leerlo entero, ahí va el link a la traducción al
español del mismo, ya que el original está escrito en inglés:
Al
que prefiera leer el original inglés, seguro que no le cuesta nada encontrarlo
ayudado por san Google.
Su
autor, Tomás Pueyo, es un ingeniero español radicado en Silicon Valley y este estudio
es la continuación de otro. Básicamente, y con riesgo de caer en el simplismo,
el estudio divide la lucha contra el coronavirus en dos fases a las que llama
el martillo y la danza. El martillo es la herramienta que hay que aplicar cuando
la epidemia ha cogido desprevenido a un país, que es lo que ha venido a pasar,
en mayor o menor grado, con un mayor o menor grado de culpabilidad, en casi
todos los países. La excepción, tal vez la única, ha sido Corea del Sur. Y es
la excepción porque desde muy pronto, desde antes de verse desbordado, ha
pasado a la danza, evitando así pasar por el martillo.
Efectivamente,
si un país está desprevenido, normalmente se da cuenta de lo que se le viene
encima cuando ya tiene su sistema sanitario desbordado. Pero para entonces, ya
es tarde. Si no quiere llegar a mortandades sobrecogedoras tiene que aplicar el
martillo. Cuando digo mortandades sobrecogedoras, el estudio no se refiere sólo
a las muertes producidas por el propio coronavirus, sino también a las muertes
por otras enfermedades que se podrían evitar –las muertes– con un sistema
sanitario no colapsado, pero que se producen debido a ese colapso. El martillo
son las durísimas medidas de confinamiento que han tenido que adoptar estos
países, de una manera más o menos reluctante. Medidas que tienen un impacto
durísimo en la economía, pero que han llegado a ser inevitables. El aspecto
clave de la lucha con la enfermedad es el llamado “número reproductivo básico”
o más coloquialmente, tasa de contagio, llamada R0. R0 es el número de personas
que son contagiadas por cada persona que ya ha contraído la enfermedad. Cuando
R0 es mayor que 1, la pandemia crece exponencialmente, tanto más rápidamente
cuanto mayor sea. Pero si es menor que 1, entonces, la pandemia se empieza a
atenuar, tanto más rápidamente cuanto menor sea R0. Pues bien, salvo Corea del
Sur y, tal vez, algún otro país clarividente, todos los demás, cuando se han empezado
a ocupar de la pandemia, tenían ya una R0 muy alta y eso llevó inmediatamente
al colapso de su sistema sanitario. En España, el Instituto de Salud Carlos III
(ISCIII) se ocupa, creo que tan seria como infructuosamente, de medir ese R0. El
16 de Abril R0 para el conjunto de España era de 0,91. A finales de Febrero era
8!!!. Bajó a aproximadamente a 2 durante los primeros días de Marzo, hasta la
nefasta manifestación del 8-M que disparó esta variable hasta más o menos 4. A
partir del confinamiento, y hasta el día 14 de Abril, R0 bajó hasta
aproximadamente 0,75 para repuntar ligeramente y estar en 0,91 en la última
fecha disponible, el 16 de Abril. No obstante, la medición de esta variable por
el ISCIII es muy poco fiable, porque por muy bien que lo pueda hacer
técnicamente el ISCIII, se basa en datos oficiales y estos, hoy por hoy, tienen
una fiabilidad muy baja[1].
En
el link adjunto pueden verse los datos que, sobre el valor de R0, publica el
ISCIII en su página web, en forma de gráfico[2], a nivel nacional y por
CCAA:
Para
verlo hay que bajar hasta la parte más baja de la página. Pues bien, volvamos
al martillo. Ya se ha visto que cuando se tiene una R0 alta, no hay otra
solución que el martillo del confinamiento para rebajarla. Los países con alta
R0 que se han negado en principio al confinamiento, han tenido que rectificar
rápidamente. Según el artículo de “El martillo y la danza”, mantener el
confinamiento hasta dejar a un nivel muy bajo de R0, tendría un coste para la
economía totalmente inasumible[3]. Por lo tanto, a partir de
una determinada R0 no muy inferior a 1, hay que empezar a relajar el
confinamiento, para no asfixiar a la economía. El autor del estudio cifra esta
R0 en 0,85, sin justificar, hasta donde yo he podido entender, esta cifra. Evidentemente,
con un R0=0, la enfermedad se acabaría muy pronto, pero llevarlo a 0 requeriría
mucho tiempo de paralización y crearía una recesión sin precedentes en la
historia. Pero levantar el confinamiento indiscriminadamente con una R0 de 0,91,
a lo que ya hemos llegado, según parece, crearía un riesgo enorme de que se
produjese un rebrote y hubiese que volver a la casilla de salida, lo que
también produciría una recesión nunca vista. Así pues, ese 0,85 surge, si no he
entendido mal de un equilibrio, un trrade-off entre estos dos extremos. No veo
ninguna razón que haga inaceptable esta R0 de 0,85.
A
partir de esa R0, empieza la danza. El nombre de la danza puede parecer un
signo de alegría. No es ese el sentido que le da el autor. A lo que se refiere,
es a la danza entre la relajación de las medidas de aislamiento y el R0. Y no
hay ningún precedente para saber cómo se baila bien esta danza. Pero lo que sí
es evidente es que es necesario ser capaces de tomar dos tipos de medidas:
1. 1. Medidas
que hagan que, para una medida de relajación determinada, el efecto de ésta en la
R0 sea el menor posible.
2. 2, Medidas
que, una vez establecidas las de tipo 1, nos permitan saber en tiempo real el
efecto en la R0 produce la relajación permitida.
A
su vez, estas medidas de tipo 2 ayudarán a descartar, mejorar o diseñar nuevas
medidas de tipo 1 más eficientes.
Si
esta danza se baila bien, pasaremos una temporada más o menos larga con un R0
de 0,85, compatible con una actividad económica cada vez más normalizada, hasta
que desaparezca la enfermedad. Es importante ver que, aunque la R0 no baje nunca
de 0,85, la enfermedad acabará por desaparecer. Lo podemos ver en el siguiente
cuadro:
Ciclo
|
1
|
2
|
3
|
4
|
5
|
6
|
7
|
8
|
9
|
10
|
Nº
de casos nuevos 100
|
85
|
72
|
61
|
52
|
44
|
38
|
32
|
27
|
23
|
20
|
Es
decir, con un R0 de 0,85 y partiendo de 100 casos, el número de nuevos
infectados iría disminuyendo y, si la suma de los curados y, desgraciadamente, de
los muertos, supera el número de nuevos infectados, esto haría que el número de
caos disminuyese. Tendríamos que coexistir durante bastante tiempo con la
enfermedad, pero, si se hace bien, en el periodo de danza, ésta no interferiría
con la actividad económica ni colapsaría el sistema sanitario, con lo que la
tasa de mortandad bajaría notablemente. Si en vez de 0,85 se empezase la danza
con 0,7, por ejemplo, es obvio que se acabaría antes con la enfermedad, pero se
tardaría mucho más tiempo de confinamiento para llegar a R0=0,7 que a R0=0,85 y
ese retraso en empezar la danza sería terrible para la economía.
Ahora,
¿qué herramientas son necesarias para poder llevar a cabo los tipos de medidas
1 y 2 comentados más arriba? Básicamente, dos herramientas: Test masivos y
dispositivos electrónicos y Apps.
Creo
que conviene aclarar los diferentes tipos de test y su utilidad.
Hay
cuatro tipos de test.
1º:
el test PCR de material genético. Este test descubre la presencia del virus a
través de la detección de su material genético. Es fiable al 100%, pero
necesita unos medios clínicos y profesionales complejos y tarda varias horas en
dar resultados. Parce que no es útil para hacerlo de forma masiva por muy útil
que sea en su uso clínico.
2º:
El test de antígenos. Este test detecta, precisamente, la corona que da nombre
al virus. Los elementos de esa corona son lo que se llaman antígenos, que son
los que ponen en marcha al sistema inmunitario. Este test detecta la presencia
del virus. La muestra se obtiene con un bastoncillo que se mete por la nariz,
es fácil de hacer y da resultados casi instantáneamente. Es decir, se puede
hacer masivamente, en cualquier sitio: en la calle, en una gasolinera, en una
tienda, a la entrada del lugar de trabajo, etc. Pero es imposible evitar los
falsos negativos. Los test de antígenos de baja calidad aciertan en un 40% de
los casos y los de buena calidad en un 80%, pero siempre existe la posibilidad
del falso negativo, lo que los hace arriesgados.
3º
y 4º: Los test de anticuerpos. Estos test detectan la presencia de anticuerpos generados
por el sistema inmunitario en respuesta a los antígenos del virus. Se tienen
que hacer sobre una pequeña muestra de sangre, pero basta con un pinchazo en el
dedo, como ocurre con los test de farmacia para medir el ácido úrico. O sea, no
hay que hacer extracción de sangre. Se pueden hacer masivamente, pero siempre
en una farmacia o un ambulatorio. Son fiables, para detectar esta reacción del sistema
inmunitario, pero si se tiene el virus desde hace menos de 5 días, el sistema
inmunitario no ha tenido tiempo de reaccionar y da negativo. No es un falso
negativo en el sentido de que no está viendo si se tiene el virus o no, sino si
el sistema inmunitario ha reaccionado o no. El 3º detecta los anticuerpos
llamados IgM. Como se ha dicho aparecen a los 5 días de la infección y no
desaparecen hasta poco después de que se haya eliminado el virus. Por tanto si
aparecen estos anticuerpos, es muy probable que se tenga todavía el virus y se
pueda, por tanto, contagiarlo. El 4º detecta los anticuerpos llamados IgG.
Éstos aparecen después de que se haya eliminado el virus y se mantienen durante
mucho tiempo. Son los que confieren inmunidad.
Por
supuesto, está también la toma de temperatura, pero este test es muy poco útil.
Se puede tener la temperatura normal y, o bien porque todavía no han aparecido
los síntomas o bien porque se trate de una persona asintomática, estar
infectado. Pero, además, pueden dar positivo porque se tenga fiebre por
cualquier otro motivo y no tener el virus ni ser síntoma del coronavirus. Así
que, aunque es muy fácil de hacer e inmediato, sólo sirve para un primer
filtrado demasiado rudimentario.
Una
combinación del 2º, 3º y 4º pueden ser una herramienta eficaz para implementar
las medidas 1 y 2 comentadas más arriba. Si se da positivo en el 2º, la persona
tiene que estar recluida, pero si da negativo, todavía hay dudas, porque podría
ser un falso negativo. Además, aunque realmente fuese negativo, sería
susceptible de contagiarse. Pero si el 3º y el 4º dan negativo y positivo
respectivamente (-/+), es señal inequívoca de que esa persona ha eliminado el
virus, ha vencido a la enfermedad y está inmunizado. Por tanto, esa persona
puede hacer una vida totalmente normal, con independencia de en qué fase de la
danza se esté con carácter general. Resultados +/+ o -/-, querría decir que la
persona todavía no está lista para reincorporarse al 100% a la vida normal. En
el primer caso (+/+), sería cuestión de días hasta que, ya inmunizado, haya
desaparecido el virus y se convierta en -/+. En el segundo caso (-/-), la
persona o no se ha contagiado o podría estar contagiado y no haber generado
todavía anticuerpos. En ambos casos, debería seguir confinado.
La
segunda herramienta es la de que voluntariamente,
el que se haga por su cuenta los test 3º y 4º y dé -/+ pueda llevar esto en su
móvil o en otro soporte para acreditar su movilidad. Mientras esto sea así,
voluntario y bajo control exclusivo del ciudadano, esto no es peligroso para el
control de la privacidad y las libertades individuales por parte del gobierno.
Otras maneras de utilizar la información de resultados de los test, sí que podrían
entrañar un serio peligro para las libertades individuales y la privacidad y,
por tanto, creo que deben ser evitados, salvo para controles en puntos
concretos, anónimos, que no queden registrados en ningún sitio o únicamente en
un documento de uso exclusivo del portador, y que sirvan únicamente como
filtros pasa-no pasa a determinados centros de trabajo u otros lugares en
función de la fase de la danza en la que nos encontremos. Pero el tema de la
privacidad de los datos personales es algo mucho más amplio a lo que tal vez
dedique unas líneas próximamente.
Son
muchas las variantes que puede adquirir la danza y muchas las formas de aplicar
las herramientas para ir diseñando las medidas de liberalización, combinadas,
por supuesto, con medidas de higiene y protección (mascarillas, guantes, distancia,
etc). Y no hay, hoy por hoy, un protocolo fiable. Habrá que ir funcionando por
prueba y error. Pero para que los errores no sean garrafales habrá que ser capaz,
con esas herramientas, de medir en tiempo real o casi la R0 y reaccionar
en consecuencia. Será necesario un sistema de cooperación global para que cada
país pueda ir aprendiendo de las experiencias de otros. Esto es lo que llamo el
carnet de baile (este término es mío). Y estas páginas, en su título, se
preguntaba: ¿Tendremos listo el carnet de baile en España? Y, a la vista del
recorrido errático, distorsionado, opaco e incompetente que se está viendo
hasta el momento, me temo que no. Pero, es un camino que hay que recorrer sí o
sí, porque el confinamiento se tiene que acabar más pronto que tarde. Sin
embargo, lo más terrible sería que por esa incompetencia mezclada con mala
voluntad, se baile mal, haya un rebrote de la epidemia en España y tengamos que
volver a la casilla de salida. Entonces, ni V ni U, una L terrible. Qué miedo
le tengo a esta danza con el desastre que puede empezar a bailar este gobierno
con un carnet de baile sin pies ni cabeza, desorientado y bailando con quien no
se debe y como no se debe. ¡Recemos para que no se produzca el desastre!
[1] La baja fiabilidad no es debida a
burda manipulación de los datos de base por parte del gobierno. Esos datos de
base son elaborados por mucha gente cualificada, sanitarios, matemáticos,
estadísticos, científicos, etc., todos con el ojo puesto en ellos, y es muy
difícil que el gobierno los pueda cambiar. Lo que sin ninguna duda hace el
gobierno con inmensa desfachatez es manipularlos en su presentación. Esta poca
fiabilidad del dato fuente viene, fundamental, aunque no únicamente, de que el
número de infectados registrados un día, depende de cuántos test se hayan hecho
ese día, y con el caos y la incompetencia con la que está funcionando este gobierno,
esto no lo sabe nadie, ni siquiera ellos.
[2] Dado que los gráficos están en
escala logarítmica, su lectura a ojo es muy defectuosa. He intentado inútilmente
buscar esos datos en una tabla numérica en lugar de en un gráfico, pero no lo
he encontrado.
[3] Cuando hablo de coste para la
economía no me refiero sólo a cosas como rebaja del PIB u otras variables
estadísticas, me refiero a vidas. Una gravísima recesión económica tiene
también un altísimo coste en vidas, aunque éstas sean anónimas y difíciles o
imposibles de medir. Es decir, esta comparación no es de datos económicos con
vidas humanas, sino de vidas con vidas.
Me parece estupendo. Claro y brillante. Lástima de los datos de partida, como si no tuviesen importancia
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