En este vídeo entre el minuto 1
y el 2 con 15 segundos, Albert Espinosa dice algo muy profundo. Nos cuenta cómo su padre le decía que, de vez en cuando, debía parar el mundo. Parar el
mundo era salirse de él un rato para conversar con una sola persona. Si lo
hacía así, al volver al mundo, el universo le premiaría, porque los que mueven
el mundo son los que lo paran. ¡Qué cierto es! Yo procuro todos los días
salirme del mundo para pararlo, hablando con una sola persona, que es la que
rige el Universo. Para hablar con Dios. No, para hablar no, simplemente para
ponerme delante de la presencia, no de una fuerza anónima, abstracta o ciega,
sino de una Persona a la que le importo y que ha creado este universo por amor
y para que yo pueda existir en él y pagarle amor con amor. Y, cuando vuelvo, sé
que Él, por haberme salido del mundo para estar con Él, ha movido un milímetro
el universo en la dirección correcta. Sólo un milímetro. Ese es mi premio. El premio no es satisfacer mis deseos. Pero, qué pasaría si
7.000 millones de personas aportasen su milímetro cada día. Hace tiempo leí una
frase que decía: “Da cada día un paso en la dirección correcta y estarás
marcando el rumbo a la humanidad”. Pues ese es mi paso cada día. No puedo darlo
por 7.000 millones de personas. Sólo puedo darlo por mí. Pero lo que puedo
hacer, lo hago.
En otro orden de cosas. Ayer, en 13TV difundieron el
testimonio de la madre Verónica, la abadesa y fundadora del Instituto Iesu
Communio, acerca del coronavirus. Esta mujer, y sus hijas espirituales, como
tantas otras personas que dedican su vida a la oración contemplativa, sí que
dan muchos pasos cada día en la dirección correcta y mueven el mundo.
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