¡Un momento! –habréis pensado algunos al ver el título de estas líneas– que San Fermín es el 7 de Julio, no el 7 de Enero. Muy cierto, pero es que yo acabo de correr un encierro de San Fermín muy peculiar y he salido indemne de él gracias, creo, al quite de san Fermín con su capotico. Me explico.
Como todos los que tenéis una cierta antigüedad en este envío ya sabéis, en Julio de 2018 fui a Pamplona en San Fermín. No corrí el encierro, pero sí que me puse en la parte de arriba de la cuesta de Santo Domingo, entre la pared –pegado a la misma y metiendo tripa para presentar la mínima superficie– y las astas de los toros, sin refugio alguno. Antes de hacer esto, que pudiera parecer una locura, hice un estudio estadístico que consistió en ver cuantos heridos por asta de toro de promedio había por encierro y cuantas personas corrían en él. El resultado que obtuve es que había un 0,6 por mil de probabilidades de resultar herido por asta de toro. Y herido por asta de toro dista muchísimo de muerto o, incluso, de herido grave. La mayoría de los heridos por asta de toro eran dados de alta en el mismo día. Así pues, hice lo que hice arropado por la seguridad estadística y creyendo que el subidón de adrenalina iba a ser espectacular. Pero no hubo tal subidón. Pasaron los toros y me dije a mí mismo: “¿Ya está? ¿Esto es todo?”. El que no leyese en su momento la crónica de ese día y esté interesado, que me lo diga y se la mando. Luego, tras el encierro, vino la parte lúdica. Porque fui a Pamplona con varios de mis hijos y, tras el encierro nos pegamos un gran desayuno en la plaza del Castillo, fuimos luego al apartado de los toros en la plaza, comimos opíparamente en el Hotel Europa, fuimos a los toros y, felices y contentos, nos volvimos a Madrid.
Pero, decepcionado por el déficit de adrenalina, decidí que en San Fermín 2019 correría delante de los toros. Ciertamente, esto añadía, al riesgo de la herida por asta de toro el de una caída o un golpe con contusión y, en el peor de los casos, una rotura de un hueso. Pero esto de los ingresados por contusión era tan improbable como la herida por asta de toro y prácticamente nunca la contusión pasaba a la rotura de un hueso como máximo y esto era, además también muy improbable. Como llevo desde hace muchos años viendo los encierros por televisión, sé que, además, los que resultan accidentados de una u otra manera eran aquellos que se podía ver que no tenían ni la más remota idea de cómo se corría un encierro en Pamplona. Ese año vi miles de veces vídeos de muchos encierros y estudié el sitio más apropiado donde correr. Mi estrategia era situarme unos veinte metros después de la curva de entrada a Estafeta, por el lado de dentro, por supuesto, y echar a correr en cuanto los toros doblasen la esquina, para tener tiempo de acelerar y estar en mi punta de velocidad al alcanzarme los toros. Por supuesto, no es lo mismo ver pasar a los toros por delante metiendo tripa que correr delante de ellos. Esto segundo debe dar un subidón de adrenalina que te cagas, aunque el riesgo es el mismo. Pero hay que estar en forma y ser capaz de un sprint brutal durante unos cincuenta o sesenta metros. Por eso, desde mediados de Julio de 2018 empecé a prepararme para poder hacer eso al año siguiente. El entrenamiento consistía en andar cada día durante media hora, trotar durante cinco minutos y acabar con un fuerte sprint de cien metros. Este sprint lo llevaba a cabo corriendo en diagonal varias veces por la pista de tenis de mi casa (sin red, claro), en donde colocaba estratégicamente los patinetes y otros artilugios de mis nietos, que simulaban montones de gente sobre los que tendría que saltar. Además, el sprint lo hacía mirando hacia atrás mientras corría porque así hay que hacerlo para ver por dónde vienen los toros. Por supuesto, antes y después de todo el proceso, hacía calentamiento y estiramiento muscular.
Así lo hice durante todo el año y al llegar Julio de 2019 estaba preparado. Pero entonces surgió el ultimátum de mi mujer. Los datos estadísticos no parecían impresionarla en absoluto y me puso al corriente de lo que podría pasarme en casa si iba a los Sanfermines, aunque volviese indemne. El ultimátum surtió su efecto y, por supuesto, no fui. Pero, aunque perdí la esperanza de poder hacerlo en el 2020 ni en ningún otro año, ya que el ultimátum se mantendría, no por ello dejé de entrenar. Como todos sabemos, el coronavirus hizo imposible los Sanfermines 2020, pero eso no me hizo cejar en mi entrenamiento porque, además, me sentía –y estaba– super en forma.
Así
llegamos al 20 de Julio de 2020. Por esas fechas, acabados los exámenes de la
UFV y del IE, yo teletrabajaba desde mi casa de Liandres en Cantabria. Pero no
perdonaba mi entrenamiento. Ese día acabé el mismo pletórico. Me consideraba un
super hombre. Pero esa tarde empecé a sentir unas molestias musculares que
atribuí a una sobrecarga de los tendones. Cuando esto me pasa, como a los
deportistas de elite, 😉
me concedo unos días de descanso hasta que se me pasa. Así lo hice, pero no
sólo no se me pasó, sino que la cosa iba a más día a día. No contaré todo el
proceso que merece la pena olvidar. Diré que con serias dificultades y una
operación de caballo, logré recuperarme casi perfectamente en muy poco tiempo.
Casi completamente, porque en el proceso se me hinchó el pie derecho como una
bota. Así las cosas, el día 1 de Octubre fui a un angiólogo –nunca antes había
sabido que así se llaman los médicos que se dedican al aparato circulatorio–
que me dijo que se me había formado un coágulo profundo en una vena de la
pierna. Me informó de que si me tomaba las cosas con disciplina, las
probabilidades de que me pasara “algo gordo” eran pequeñas. La disciplina era
sencilla: siete días de inyectarme heparina en la tripa y, luego, tres meses de
tomar Xarelto, un fármaco anticioagulante. La heparina en la tripa me la puso
solícita mi mujer, yo no me atrevía ni de coña. El Xarelto he sido capaz de
tomármelo yo solito. Lo que me preocupó fue lo de las probabilidades de que me
pasara “algo gordo”. Le pregunté qué era eso de algo gordo y cuáles eran esas
probabilidades. Me dijo:
-
O sea –le dije un poco aprensivo, tras un sencillo cálculo mental, y lo de un
poco aprensivo es una forma suave de hablar– que tengo un dos por mil de probabilidades
de palmarla.
-
Así es –me respondió lacónico– vuelva a revisión tras tres meses de Xarelto.
Más cornadas da la vida…
ResponderEliminarTomás siempre me da alegría leerte. Hoy más.
ResponderEliminarNo me extraña que el coágulo haya salido corriendo de tu cuerpo...ese no debía saber donde se estaba metiendo!!
Nos vemos en San Fermín.
Un abzo.
Sí, seguro que la vida da más cornadas Antonio.
ResponderEliminarNo te dreas, Pablo, aunque éste se haya ido, vendrán otros "coagulos" bajo otros disfraces. Lo importante es estar preparado.
Abrazo a los dos.
Tomás