7 de enero de 2021

Hoy, 7 de Enero, ¡San Fermín!

 

¡Un momento! –habréis pensado algunos al ver el título de estas líneas– que San Fermín es el 7 de Julio, no el 7 de Enero. Muy cierto, pero es que yo acabo de correr un encierro de San Fermín muy peculiar y he salido indemne de él gracias, creo, al quite de san Fermín con su capotico. Me explico.

Como todos los que tenéis una cierta antigüedad en este envío ya sabéis, en Julio de 2018 fui a Pamplona en San Fermín. No corrí el encierro, pero sí que me puse en la parte de arriba de la cuesta de Santo Domingo, entre la pared –pegado a la misma y metiendo tripa para presentar la mínima superficie– y las astas de los toros, sin refugio alguno. Antes de hacer esto, que pudiera parecer una locura, hice un estudio estadístico que consistió en ver cuantos heridos por asta de toro de promedio había por encierro y cuantas personas corrían en él. El resultado que obtuve es que había un 0,6 por mil de probabilidades de resultar herido por asta de toro. Y herido por asta de toro dista muchísimo de muerto o, incluso, de herido grave. La mayoría de los heridos por asta de toro eran dados de alta en el mismo día. Así pues, hice lo que hice arropado por la seguridad estadística y creyendo que el subidón de adrenalina iba a ser espectacular. Pero no hubo tal subidón. Pasaron los toros y me dije a mí mismo: “¿Ya está? ¿Esto es todo?”. El que no leyese en su momento la crónica de ese día y esté interesado, que me lo diga y se la mando. Luego, tras el encierro, vino la parte lúdica. Porque fui a Pamplona con varios de mis hijos y, tras el encierro nos pegamos un gran desayuno en la plaza del Castillo, fuimos luego al apartado de los toros en la plaza, comimos opíparamente en el Hotel Europa, fuimos a los toros y, felices y contentos, nos volvimos a Madrid.

Pero, decepcionado por el déficit de adrenalina, decidí que en San Fermín 2019 correría delante de los toros. Ciertamente, esto añadía, al riesgo de la herida por asta de toro el de una caída o un golpe con contusión y, en el peor de los casos, una rotura de un hueso. Pero esto de los ingresados por contusión era tan improbable como la herida por asta de toro y prácticamente nunca la contusión pasaba a la rotura de un hueso como máximo y esto era, además también muy improbable. Como llevo desde hace muchos años viendo los encierros por televisión, sé que, además, los que resultan accidentados de una u otra manera eran aquellos que se podía ver que no tenían ni la más remota idea de cómo se corría un encierro en Pamplona. Ese año vi miles de veces vídeos de muchos encierros y estudié el sitio más apropiado donde correr. Mi estrategia era situarme unos veinte metros después de la curva de entrada a Estafeta, por el lado de dentro, por supuesto, y echar a correr en cuanto los toros doblasen la esquina, para tener tiempo de acelerar y estar en mi punta de velocidad al alcanzarme los toros. Por supuesto, no es lo mismo ver pasar a los toros por delante metiendo tripa que correr delante de ellos. Esto segundo debe dar un subidón de adrenalina que te cagas, aunque el riesgo es el mismo. Pero hay que estar en forma y ser capaz de un sprint brutal durante unos cincuenta o sesenta metros. Por eso, desde mediados de Julio de 2018 empecé a prepararme para poder hacer eso al año siguiente. El entrenamiento consistía en andar cada día durante media hora, trotar durante cinco minutos y acabar con un fuerte sprint de cien metros. Este sprint lo llevaba a cabo corriendo en diagonal varias veces por la pista de tenis de mi casa (sin red, claro), en donde colocaba estratégicamente los patinetes y otros artilugios de mis nietos, que simulaban montones de gente sobre los que tendría que saltar. Además, el sprint lo hacía mirando hacia atrás mientras corría porque así hay que hacerlo para ver por dónde vienen los toros. Por supuesto, antes y después de todo el proceso, hacía calentamiento y estiramiento muscular.

Así lo hice durante todo el año y al llegar Julio de 2019 estaba preparado. Pero entonces surgió el ultimátum de mi mujer. Los datos estadísticos no parecían impresionarla en absoluto y me puso al corriente de lo que podría pasarme en casa si iba a los Sanfermines, aunque volviese indemne. El ultimátum surtió su efecto y, por supuesto, no fui. Pero, aunque perdí la esperanza de poder hacerlo en el 2020 ni en ningún otro año, ya que el ultimátum se mantendría, no por ello dejé de entrenar. Como todos sabemos, el coronavirus hizo imposible los Sanfermines 2020, pero eso no me hizo cejar en mi entrenamiento porque, además, me sentía –y estaba– super en forma.

Así llegamos al 20 de Julio de 2020. Por esas fechas, acabados los exámenes de la UFV y del IE, yo teletrabajaba desde mi casa de Liandres en Cantabria. Pero no perdonaba mi entrenamiento. Ese día acabé el mismo pletórico. Me consideraba un super hombre. Pero esa tarde empecé a sentir unas molestias musculares que atribuí a una sobrecarga de los tendones. Cuando esto me pasa, como a los deportistas de elite, 😉 me concedo unos días de descanso hasta que se me pasa. Así lo hice, pero no sólo no se me pasó, sino que la cosa iba a más día a día. No contaré todo el proceso que merece la pena olvidar. Diré que con serias dificultades y una operación de caballo, logré recuperarme casi perfectamente en muy poco tiempo. Casi completamente, porque en el proceso se me hinchó el pie derecho como una bota. Así las cosas, el día 1 de Octubre fui a un angiólogo –nunca antes había sabido que así se llaman los médicos que se dedican al aparato circulatorio– que me dijo que se me había formado un coágulo profundo en una vena de la pierna. Me informó de que si me tomaba las cosas con disciplina, las probabilidades de que me pasara “algo gordo” eran pequeñas. La disciplina era sencilla: siete días de inyectarme heparina en la tripa y, luego, tres meses de tomar Xarelto, un fármaco anticioagulante. La heparina en la tripa me la puso solícita mi mujer, yo no me atrevía ni de coña. El Xarelto he sido capaz de tomármelo yo solito. Lo que me preocupó fue lo de las probabilidades de que me pasara “algo gordo”. Le pregunté qué era eso de algo gordo y cuáles eran esas probabilidades. Me dijo:

 - A una de cada 25 personas con un coágulo, éste se le desprende y le va a parar al pulmón causándole una embolia pulmonar. Y de éstas, a una de cada 20 muere.

- O sea –le dije un poco aprensivo, tras un sencillo cálculo mental, y lo de un poco aprensivo es una forma suave de hablar– que tengo un dos por mil de probabilidades de palmarla.

- Así es –me respondió lacónico– vuelva a revisión tras tres meses de Xarelto.

 Por supuesto, me tomé las cosas con disciplina. Pero, además, tras el susto inicial, decidí tomármelas con deportividad. Se trataba de un Sanfermín muy especial en el que no podía decidir, con o sin ultimátum de mi mujer, si correrlo o no correrlo. Tenía que correrlo sí o sí. Y estos toros eran más peligrosos. Tenía más probabilidades de palmarla en estos Sanfermines que de ser herido por asta de toro en los de verdad. Lo cierto es que en estos he pasado menos miedo que el día que estuve en la calle con los toros de verdad, pegado a la pared metiendo tripa. Y en estos tres meses y una semana, también ha habido actividad lúdico, familiar, profesional adicional que los han hecho agradables, felices y fructíferos. Pero hoy se han cumplido los tres meses de Xarelto, tras los siete días de la heparina. Y he ido a revisión. ¡El coágulo se ha disuelto del todo! ¡O sea, que los toros de este Sanfermín han entrado todos en el corral y ha sonado el tercer chupinazo! Desde luego, un respiro, aunque mi natural optimismo lo daba por hecho. San Fermín me ha hecho el quite con su capotico. ¡Bien por san Fermín! Pero, en este encierro, el percance que he tenido me ha dejado una ligera secuela. Las venas de retorno de las piernas son una verdadera obra de ingeniería. Tienen por dentro unas válvulas en forma como de nidos de golondrina que permiten que la sangre suba, impulsada por la contracción muscular, pero impiden que baje. Pues parece que allí donde ha habido un coágulo, los nidos de golondrina se destruyen sin posibilidad de recuperarse, por lo que la circulación sanguínea se hace peor. Resultado; pierna ligeramente hinchada y pinchacillos continuos en la misma para recordártelo. Pero nada que te impida hacer tu vida con absoluta normalidad. Es más, lo que tienes que hacer es andar lo más posible. Bueno, intentaré llevarlo con la mayor paciencia posible y hasta con alegría. Porque, a fin de cuentas, te recuerda a cada momento que sigues necesitando a san Fermín y su capotico.

 Claro que en estos tres meses, me he dado cuenta que estoy corriendo otro Sanfermín con más riesgo todavía. El Sanfermín de la pandemia. Y la verdad es que lo estoy viviendo con prudencia, pero sin aprensión. Sé que este Sanfermín tiene también su san Fermín. Y también tiene su lado lúdico, familiar, profesional en paralelo, con su alegría y fructificación. Hoy acabo de hacerme consciente, además, de que la vida es un continuo sucederse de Sanfermines. Sanfermines que son cada vez con toros más grandes y más peligrosos. Pero Sanfermines que tienen a su san Fermín que, a medida que crecen en peligrosidad, se va llamando Dios. Y Sanfermines que tienen también su lado lúdico, familiar y profesional en paralelo. Pero hay una cosa segura: un día, en uno de esos Sanfermines, me pillará el toro. Y la herida por asta de toro será mortal. A todos nos pasará eso en un Sanfermín u otro, aunque no lo queramos correr. Bueno, ese día espero decir: “Que me quiten lo bailao”. Y estoy seguro de que después seguiré viendo todos los Sanfermines de la vida desde un balcón de la calle Estafeta. Hay gente que paga una pasta gansa por ver los Sanfermines de toros de carne y hueso desde uno de esos balcones. Yo los veré gratis desde el mejor balcón, en compañía de san Fermín y de Dios. Y seguro que podré echar el capotico para hacer algún quite a la gente que quiero y que esté en la calle corriendo los toros que le toquen.

 Por eso hoy, 7 de Enero, ¡VIVA SAN FERMÍN!

3 comentarios:

  1. Tomás siempre me da alegría leerte. Hoy más.
    No me extraña que el coágulo haya salido corriendo de tu cuerpo...ese no debía saber donde se estaba metiendo!!
    Nos vemos en San Fermín.
    Un abzo.

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  2. Sí, seguro que la vida da más cornadas Antonio.

    No te dreas, Pablo, aunque éste se haya ido, vendrán otros "coagulos" bajo otros disfraces. Lo importante es estar preparado.

    Abrazo a los dos.

    Tomás

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