20 de marzo de 2022

¿La tumba de Putin?

Creo, con el bajo nivel de convencimiento que se puede tener sobre un tema tan difícil, que Ucrania va a ser la ‘tumba’ de Putin. Pero esto no me consuela mucho, porque puede ser también la tumba de cientos de millones personas si estalla una conflagración nuclear. Pero empecemos desde el principio. 

Hace unos días, entre varios tertulianos que hablaban de la guerra sin tener ni idea, en el espacio “código Samboal” de 13, había uno, un general de división recientemente jubilado del ejército español, con gran experiencia de destinos en la OTAN que sí que sabía de lo que hablaba. Dijo unas palabras que no tienen desperdicio. Ana Samboal preguntaba a los contertulios cuánto creían que iba a durar la guerra. Este general dijo algo así como: “La guerra convencional va a durar muy poco y la va a ganar Putin, pero la guerra de ocupación va a durar mucho, años, y Putin la va a perder”. Añadía que, según su experiencia, mantener una ocupación permanente de todo el territorio de Ucrania, requeriría de un millón de soldados y esto le parecía insostenible para el ejército ruso ya que ni siquiera podría ser capaz de reclutar a esa cantidad. Además, señalaba que el elemento más importante para era el espíritu de victoria, que iría in crescendo en Ucrania a medida que pasase el tiempo e irá menguando en Rusia. Creo que este general está en lo cierto y hay muchos ejemplos recientes e históricos de que esto es así. En casos recientes tenemos la ocupación de Afganistán por el ejército soviético y la de Irak por el de los EEUU. Ello sin el mucho más reciente caso de la salida de este último país de Afganistán, al caer su gobierno ante la presión de los rebeldes talibanes.

Si nos remontamos a la historia, que es maestra de vida, tenemos el caso de la ocupación de la península Itálica –que todavía no era Roma, sino una confederación de ciudades-estado independientes, bajo el paraguas del derecho romano– por Anibal. Anibal conquistó toda Italia en un abrir y cerrar de ojos. Cruzó los Alpes con su ejército y derrotó a los romanos en las batallas de Tesino y Trebia en  218 a. de C. y Tasimeno en 217 a. de C. Entonces los romanos cambiaron de táctica y, tras elegir dictador a Quinto Fabio Máximo, decidieron seguir una guerra de guerrillas y de hostigamiento. Pero el orgullo romano no podía soportar eso. Tomaron por cobardía la actitud de Fabio, le destituyeron y volvieron a presentar batalla a Anibal en Cannas, en 216 a. de C., donde fueron otra vez derrotados. De vuelta Fabio al poder absoluto, siguió con su táctica, hoy conocida como fabiana, de golpear aquí y allá, para retroceder inmediatamente y buscar otra ocasión. Por eso recibió el sobrenombre de Cuntactor –el que retrasa–. Anibal, para provocar a los romanos, llegó a sitiar Roma. Pero fue inútil. Los romanos aguantaron dentro de sus murallas sin salir a combatir a Anibal. Éste se retiró a Capua, la única ciudad-estado que se alió con él, mientras su ejército se reblandecía en la ociosidad. La siguiente generación de generales romanos cambió de estrategia y en 203 a. de C., Roma llevó un ejército al norte de África, amenazando directamente a Cartago. Aníbal, tras 15 años de ocupación de Italia, tuvo que volver precipitadamente a África para la defensa de su ciudad. Pero Escipión, de sobrenombre Africano por su éxito, le derrotó en la batalla de Zama y Cartago fue vencida y sometida a tributo.

Es curioso observar que el propio Putin, hasta ahora, ha seguido una estrategia fabiana. Siempre ha sabido esperar la debilidad de Occidente para dar un paso y quedarse quieto.  Pero, como los romanos en Cannas, ha perdido la paciencia y ha presentado una guerra abierta en Ucrania, intercambiando los papeles. Ahora él es Anibal y Ucrania es Fabio. Es posible que sea derrotado, como lo fue Anibal, por puro desgaste.

Otro frente es el de la logística. Abastecer a un ejército es algo tremendamente difícil. También aquí hay antecedentes históricos. Jerjes, el persa, invadió la Hélade en 480 a. de C., cruzando el Helesponto en un puente de barcas con un poderoso ejército que se estima entre 250.000 y 500.000 guerreros. Tomó Grecia e incendió Atenas en otro abrir y cerrar de ojos, a pesar de la heroica resistencia de los espartanos en las Termópilas. Sin embargo, Atenas, incendiada pero dueña del mar tras la batalla naval de Salamina y aliada con Esparta, impidió con su flota el abastecimiento del ejército persa a través del Egeo, obligándole a tener unas largas y vulnerables líneas de abastecimiento por tierra, por la costa norte del Egeo. Esto fue fatídico para el rey Jerjes. Los atenienses y espartanos masacraron al debilitado ejército persa en las batallas de Platea y Micala, que tuvieron lugar el mismo día según una estrategia de pinza cuidadosamente planeada. ¿No es razonable pensar que el ejército ruso se verá también debilitado por la dificultad de suministros? En un interesante artículo, que copio más abajo, el autor dice que “en la guerra, los amatreurs estudian la estrategia y los profesionales estudian la logística”. En la Segunda Guerra Mundial, los aliados vieron cómo se retrasaba su marcha hacia Berlín, tras el desembarco de Normandía, porque los tanques de Patton y Montgomery se quedaban sin suministros de forma repetitiva. Y parece que en esta guerra los rusos utilizan amateurs para la logística, lo que no es muy prometedor. De hecho, parece que el avance ruso se ha detenido y, en cambio, han recrudecido los bombardeos, que no requieren de una buena logística. Rusia ha sufrido en tres semanas tantas pérdidas como EEUU en toda la guerra de Irak y Afganistán. Y Kiev, cuya caída se daba como inminente, todavía resiste y, según las últimas noticias, parece que poco a poco, alentada por Zelenski, va recobrando su pulso, que parecía totalmente muerto.

Está además el frente económico. Se oye decir que las sanciones económicas son inútiles. No lo creo así. Pueden serlo para un país en paz gobernado por un tirano, Pero la guerra requiere cantidades ingentes de dinero y hay que financiarla. Dinero del que la nunca muy boyante economía rusa –Rusia tiene más o menos el mismo PIB que España y el triple de habitantes– carecía antes de los embargos y del que carece de forma lacerantemente acuciante con éstos y con los gastos de la guerra. China puede ayudar a Rusia, pero no le va a regalar nada. También en esto de la guerra económica hay un precedente histórico. Esta vez es de la historia contemporánea. Alemania perdió la Primera Guerra Mundial sin que un sólo soldado aliado pusiera los pies en su suelo. Simplemente, colapsó económicamente.

Sin embargo, ya se empiezan a oír voces, y no en España o en Europa, sino en muchos artículos y políticos en EEUU que afirman mandar armas a los ucranianos es como invitarles al suicidio y que, por lo tanto, habría que suspender estos envíos. Parece que el heroísmo ajeno no gusta.

¿Cuál fue el factor que desencadenó esta guerra? No creo que la señal de ataque la diese la amenaza de que Ucrania entrase en la OTAN. Eso lleva siendo así desde hace años. Tampoco la guerra de las milicias prorrusas en el Dombas. También llevan ya años. Creo que la señal de ataque la dio la retirada de Afganistán de los EEUU con el rabo entre piernas. Eso fue lo que hizo pensar a Putin que había llegado el momento de otro ataque fabiano, esta vez a mayor escala. Pero esta vez falló en sus cálculos. Creyó que iba a pasar como con Crimea. Y, aunque es cierto que ni la OTAN, cuyo tratado fundacional se lo impide, ni Europa, que carece de capacidad militar, se han declarado beligerantes, sí que están haciendo un bloqueo económico a Rusia y prestando un apoyo económico, en material bélico y mediático, que Putin no esperaba. Y, el heroísmo del pueblo Ucraniano y de su líder, Vlodimir Zelenski, están siendo un revulsivo para la decadente Europa. Hitler también creyó que un bombardeo sistemático de las principales ciudades de Inglaterra doblegaría a los ingleses que, en el periodo entre guerras estaba sufriendo también una fuerte decadencia moral. Pero surgió, providencialmente, un personaje carismático: Winston Churchill. A veces, los países que han conquistado su libertad tienen unas reservas de valor de las que parecen carecer en circunstancias normales. ¿Será este el caso de Europa? No lo sé y, la verdad es que me siento un poco escéptico, pero… Ahí están también, entre Churchill y Zelenski, Ronald Reagan y Margaret Thatcher. ¿Estará forjándose un líder mundial de esas características? No lo sé, y ya he dicho que soy escéptico, pero lo deseo con toda mi alma.

Claro que también hay otro escenario. El de que en unos días, se llegue a un acuerdo que acepte, en mayor o menor medida, los hechos consumados de que Rusia se quede con la parte Este de Ucrania y con unas garantías de que, a pesar de ser un Estado soberano, Ucrania no pueda optar por formar parte de la OTAN ni de la UE y de que estas organizaciones no atenderán sus llamadas a formar parte de ellas. Eso sería una nueva victoria fabiana de Putin que quedaría anotada en su memoria y en la de sus sucesores para asestar el siguiente golpe cuando le parezca el momento adecuado. En el periódico de ayer, 17 de Marzo, un Finlandés, alistado en el ejército ucraniano, decía que él empuñaba las armas en Ucrania para que su hijo no tuviera que hacerlo un día en Finlandia. Y lo mismo pueden estar pensando los estonios, letones o lituanos, o los polacos, o los eslovacos –aunque estén en la OTAN–, o los moldavos, que no están, o los… si Putin gana esta batalla. Si se le deja obtener una victoria fabiana, Putin no se parará ahí. Sin embargo, si Putin ve fracasar su presión fabiana, tal vez veamos un refuerzo de la potencia militar de Europa y de su cohesión. Hay mucho en juego en la resistencia.

Sin embargo, esta situación tiene un aspecto del que no hay ningún precedente histórico. La amenaza del uso de la fuerza nuclear. Ciertamente, la guerra fría nos tuvo a todos los que la recordamos bajo la amenaza del MAD (Mutual Assured Destruction). Tenía yo 11 años cuando la crisis de los misiles en Cuba y lo recuerdo con angustia. Pero entonces, enfrente había un aparato político, el Partido Comunista, que, con toda su inmensa crueldad, no estaba al arbitrio de una sola persona, por mucho poder que tuviera y, además, se sentía llamado a instaurar el comunismo en el mundo para lo que, en primer lugar, necesitaba sobrevivir. Y por eso los barcos soviéticos que llevaban misiles a Cuba dieron la vuelta. Por eso y por la firmeza de Kennedy. Y por eso la guerra fría no acabó en guerra nuclear. Yo pensaba no volver a estar nunca más bajo la amenaza de la MAD, pero…. Sin embargo, la situación de la guerra fría no es el caso ahora. Ahora estamos en manos de un MAD. Lo que me lleva a la pregunta: ¿Está Putin loco?

La palabra loco es enormemente ambigua. Evidentemente, Putin no es un loco de los que se acostumbra ver en películas como “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Pero hay muchas patologías, generalmente acompañadas de una gran inteligencia, que no dan avisos externos o, al menos, no claros. El primer Lord Acton afirmó que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Me caben muy pocas dudas de que Putin es un hombre corrompido –diferente de corrupto que, probablemente también lo sea–. Creo que es también un hombre si escrúpulos. No se llega a ser Director de la KGB –y él lo fue– con escrúpulos de conciencia. Y un hombre corrompido y sin escrúpulos está, a buen seguro, podrido de patologías, se llamen como se llamen. Y, si ni siquiera tiene el contrapeso de gente que le controle, aunque sea por odio, puede hacer cualquier cosa, aunque esto suponga su destrucción y la de cientos de millones de personas e incluso la suya. Inmolarse por la Madre Rusia o, al menos convencerse de ello.

Así pues, la cosa pinta fea. Una victoria de la estrategia fabiana de Putin nos acerca al siguiente paso, pero una derrota suya en Ucrania puede tener consecuencias nefastas. ¿Hay un filo de la navaja por el que se pueda caminar sin cortarse en dos para buscar una salida a Putin que no sea ni remotamente interpretable como una victoria? ¡Ojalá la haya! ¡Ojalá esté en la sombra el líder que encuentre ese camino! Yo no puedo hacer otra cosa que pedírselo al Señor de la Historia.

 

 

 

 

Putin Is Finding War Is Hell, and Expensive

 

A decade-long effort to increase professionalism seems to have failed, but Russian troops are adapting in Ukraine and still have brute force on their side. 

 

General incompetence. 

Photographer: Alexey Nikolsky/AFP/Getty Images

By

 

James

 Stavridis

15 de marzo de 2022, 8:00 CET5:50

James Stavridis is a Bloomberg Opinion columnist. He is a retired U.S. Navy admiral and former supreme allied commander of NATO, and dean emeritus of the Fletcher School of Law and Diplomacy at Tufts University. He is also chair of the board of the Rockefeller Foundation and vice chairman of Global Affairs at the Carlyle Group. His latest book is "2034: A Novel of the Next World War." @stavridisj

 

One question I get repeatedly these days: What is wrong with the Russian military? Many in the West had a mistaken belief that the Russian war machine was a rough match for the North Atlantic Treaty Organization, and they are surprised at how much trouble the massive force is having subduing a much smaller and less-equipped neighbor, Ukraine.

During my time as NATO’s military commander, I spent time with the Russian military and the chief of its general staff at the time, General Nikolai Makarov. A congenial figure, Makarov told me about Russian efforts to modernize his forces, starting with professionalizing them and weaning the nation from a brutal conscript system. There were plans to improve offensive cyber capabilities, precision-guided weaponry and unmanned vehicles.

He seemed confident of progress, but from all I have seen in Ukraine, the decade-long effort has not been successful, and draftees abound. There is little evidence of the hardware improvements, either. The Russians present not as a sophisticated 21st-century army, but rather a blunt force in the style of World War II’s militaries.

Unlike in Syria, where Russian forces have been effective but are not fighting pitched battles against a serious standing military, today’s battles in Ukraine are showing the fissures in the Russian approach to training, equipping and organizing. Three key problems are worth highlighting, and none can be solved immediately, meaning they will continue to hobble operations in Ukraine.

The first is obvious: logistical failures. In the military, we often say that amateurs study strategy but professionals study logistics. Getting ammunition, fuel, food, heat, electricity and communications equipment to the troops is crucial. In particular, getting fuel forward has proven very challenging for the Russians, which is logistics 101 for a Western force.

The image of the 40-mile stalled tank and transport convoy outside of Kyiv is a good example of incompetence — any modern Western military would have developed the detailed plans to ensure that such a massive offensive weapon wouldn’t sit on highly exposed terrain for days. Supplying relatively small units in Syria is easy compared to providing sustenance for a 200,000-troop force.

 

A second challenge is perhaps less obvious but more insidious. A significant number of the troops invading Ukraine are conscripts or reservists. They are not a professional, volunteer force led by career senior enlisted cadres. There have been anecdotal examples of Russian soldiers who are literally unaware of the importance of their mission — some surprised to discover they are not on an exercise in Russia when captured by Ukrainians.


The third key misstep is the bad generalship on vivid display. The Russian plan encompassed attacking Ukraine from six different vectors, dividing their forces significantly. A battle plan that spreads forces over six axes is inherently flawed. This no doubt can be attributed to flawed assumptions and intelligence: The Russian generals must have expected the Ukrainians to welcome them with flowers and vodka, not bullets and Molotov cocktails.  

 

Russian killed-in-action numbers are stunning. In 20 years of hard fighting in Afghanistan, the U.S. suffered roughly 2,000 troops killed in combat. The Russians, in just over two weeks, have lost at least 4,000 and possibly twice that. This will haunt President Vladimir Putin even as he tries (but ultimately fails) to keep those numbers from his public.

 

In addition to blood, Russia is bleeding treasure. War is an expensive proposition, especially when your sources of hard currency are drying up due to Western sanctions. And much of the war chest that Putin counted on — more than $600 billion in reserves — has been locked down in Western institutions under sanctions.

 

Russia is reportedly sending its jets on 200 sorties a day, using a tremendous amount of fuel and spare parts that will be increasingly hard to come by given sanctions. Ukraine claims to have shot down more than 50 aircraft at $20 million to $50 million a pop. One recent estimate put the cost of the war at billions of dollars per day, and at that rate Putin will run out of money even before he runs out of public support.

For the Russians on the ground in Ukraine, the worst is still ahead. For Putin to subdue Kyiv, a city of nearly four million, he will have to throw a significant level of combat power into the fight. It took the U.S. First Marine Division — the most elite combat troops in the world — nearly two months to conquer Fallujah, an Iraqi city about a tenth the size of Kyiv.

The locals know every corner and intersection of their city, are increasingly well armed by the West, and are motivated to fight with their families behind them or evacuated to Poland. It promises to be a long and bloody battle.

Here is the caveat: Despite the failures of the Russian military thus far, it is adapting and learning as the battle unfolds. The Russians have held cyberattack technology in reserve for the moment, probably to preserve certain capabilities to use against the West as sanctions increasingly kick in. 

Moscow’s information warfare and decapitation strategies appear to be sharpening. At least two Ukrainian mayors have been kidnapped. Video of one being hauled off with a bag over his head was surely meant as an example to others. And the Russians have mass and sheer scale on their side, with more reserves upon which they can draw. This could be as many as several hundred thousand troops, depending on how much Putin is willing to move from elsewhere.

As of now, time is on the Russians’ side if they choose to simply grind down the Ukrainians and reduce the cities to rubble. But over a longer period, dissatisfaction at home, the coming of the spring mud and military failures will compound for Putin.

I do not detect an ounce of quit in the Ukrainians, particularly in their Churchillian leader, Volodymyr Zelenskiy. He will address the U.S. congress on Wednesday, and one of the topics upon which he will certainly touch are the tactical failures of the Russian military, coupled with fervent requests for more weapons and ammunition. 

Barring a peace agreement, this war is likely to be a long haul. I suspect we will learn more about both the tactical failures and underlying weaknesses of the Russian military before it is over.

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