Fernando ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Sobre la Inquisición":
No estoy de acuerdo con el fondo del artículo.
Objetivamente, sin necesidad de ser católico para pensarlo, lo mejor que la ha pasado a España ha sido el tribunal del Santo Oficio. No ha habido institución más popular que ésta en España, ni siquiera la monarquía, y cuando fue suprimida por los liberales se hizo contra el sentimiento del pueblo. La Inquisición trajo paz, estabilidad, respeto a la ley y promoción de la cultura. Era la vértebra de todo el Imperio Español y representaba su espíritu católico de justicia universal. Condenar la Inquisicón es faltar a la memoria de todos los hombres buenos, sabios y santos que formaron parte de ella, que eran la inmensísima mayoría. ¿O pediremos perdón por el sacerdocio sólo porque haya curas indeseables?
Le recomiendo el libro "Proceso contradictorio a la Inquisición Española" de Jean Dumont. No es fácil de encontrar, pero lo tiene en la biblioteca de la Universidad.
Le contesto:
Me parece bien que no estés de acuerdo con el fondo del artículo. De los desacuerdos y cambios de impresiones sale la luz.
Sin embargo, yo creo, con el Papa, que la Iglesia ha hecho bien en pedir perdón por muchas cosas que hizo la Inquisición y que estuvieron muy mal. Cuando digo la Iglesia, me refiero a todos los cristianos que la formamos. Desde luego, yo no he quemado a ninguna bruja ni a ningún hereje, pero si creemos, por el dogma del Cuerpo Místico de Cristo, que la Iglesia es ese Cuerpo y que todos los cristianos somos solidarios en cierta medida a través de Él, entonces no nos queda más remedio que pedir perdón. Por lo tanto, yo, Tomás Alfaro, sí que lo pido.
¿Por qué creo que el Papa Juan Pablo II hizo bien en pedir perdón? Porque la Iglesia, si quiere ser fiel reflejo de su Maestro, no debería haber quemado a nadie ni condenado a nadie a penas físicas por sus actos, o su heterodoxia. No es así como se extiende la verdad, sino como dice la oración de perdón que aparece en mi entrada original, por la dulzura de la caridad, conscientes de que la verdad sólo se impone con la fuerza de la verdad misma. Cualquier otro método de extenderla es contraproducente, no es acorde con el mensaje evangélico y la Iglesia, que debe ser testigo del evangelio, hace bien en pedir humildemente perdón si no es testigo fiel de la Buena Noticia. Y si quiere que esta Buena Noticia resplandezca, tiene que purificarse. ¿Hay algo que purifique más que pedir perdón? Además, la oración de perdón del Papa es una oración de perdón a Dios. Sin embargo, el Evangelio nos dice que antes de dejar la ofrenda en el altar, debemos reconciliarnos con nuestro hermano si tiene algo contra nosotros. Dicho esto, no debemos pedir perdón por ser Iglesia, debemos dar gracias por serlo, pero sí por lo que hayamos hecho mal. De la misma manera, y contestando a tu pregunta, no debemos pedir perdón por el sacerdocio, sino dar gracias por los sacerdotes que, santos o no, hacen presente a Cristo en el mundo. Pero, precisamente por eso, sí debemos pedir perdón por los curas indeseables que, desgraciadamente, como tu dices, los hay y manchan el rostro de Cristo. Y por los cristianos indeseables. Todos lo somos en alguna medida.
En mi artículo no digo que todo lo que ha hecho la Inquisición sea malo, ni que deba asumir más culpas que las reales, no las inventadas o exageradas por hombres de mala voluntad y/o ignorantes. Pero para extender la verdad, la primera verdad es la de uno mismo. Cuando la Iglesia pide perdón por lo que hizo mal la Inquisición, no falta a la memoria de los hombres buenos, sabios y santos que hubo en ella. De hecho la Escritura dice que el justo peca siete veces al día porque el trigo y la cizaña crecen juntos en nuestro corazón. O, como dijo Soljenitzin: "la línea que separa el bien del mal pasa justo por medio del corazón del hombre". Por lo tanto, estos hombres, desde el cielo, también habrán pedido perdón y estarán purificados.
En fin, que me alegro de que me hayas dado pie para decir esto.
Gracias por ello y gracias por el libro recomendado. Lo leeré.
Tomás Alfaro Drake
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