Tomás Alfaro Drake
Este artículo puede considerarse como parte de la serie de “Dios y la ciencia” que vengo escribiendo. Lo escribo para reafirmar algo que escribí en el 9º de esa serie: “¿Cómo pudo aparecer la vida? I” y para complementarlo con una reflexión pertinente. Aunque intentaré que el artículo sea corto, no me voy a someter en él a la estricta regla de los demás de que no tenga más de una página. Tendrá las que tenga que tener. La causa de esta vuelta a lo ya tratado es la aparición en la prensa de una importante noticia de carácter científico. Efectivamente, hoy 26 de Enero del 2008 aparece en la prensa que un científico de los EEUU, Craig Venter, ha hecho un descubrimiento que puede abrir la puerta a la formación de vida sintética en el laboratorio. Parece que, tal vez algún día, podría llegar a diseñarse el genoma de una bacteria con propiedades distintas de cualquiera existente. Por ejemplo podría desarrollarse una bacteria con un código genético que atacase a determinadas células cancerígenas. Pero también podría hacerse otra que segregase una toxina mortífera y se convirtiese en una terrible arma biológica[1]. Como todos los avances científicos, tiene un doble filo ético. No es en sí mismo ni bueno ni malo, lo será según lo usemos los hombres. Pero de esto hablaré dentro de unas líneas.
Antes quiero volver sobre una afirmación que hice en el artículo antes citado de la serie. Dije allí: “Los científicos se han preguntado cómo la química pudo dar lugar a la vida. Pero las respuestas que se dan no son científicas, ya que no se puede realizar un experimento que, a partir de condiciones naturales, produzca vida”.
Pudiera parecer que el nuevo descubrimiento desmiente el párrafo anterior y que por lo tanto, se ha desvelado con él, al menos teóricamente, el origen de la vida. Sin embargo no hay nada de eso. Si todos los cuadros del mundo hubiesen aparecido misteriosamente una mañana colgados de sus respectivas paredes sin que conociésemos el “oficio” de pintor, el misterio de su aparición no quedaría resuelto porque un buen copista hiciese una copia con variaciones de “Las hilanderas”. No es lo mismo copiar en el laboratorio una hebra de ADN que realizar un experimento en el que esa hebra se forme espontáneamente. Y que esa hebra se forme espontáneamente, por azar, sigue teniendo las mismas probabilidades de que el cuadro de “Las hilanderas” apareciese pintado dejando un lienzo en blanco en la selva del Amazonas.
Sin embargo, este descubrimiento sí que abre importantísimas cuestiones éticas. No es nada nuevo. Hace más de dos siglos que la humanidad está avanzando en un proceso científico y tecnológico lleno de maravillosas aplicaciones que liberan al ser humano de pesadas cargas, pero que también posibilitan usos perversos o tienen consecuencias indeseables que le pueden sumir en la más abyecta situación. No pondré ejemplos de esto, porque cualquiera puede hacerlo. Pero la respuesta a esos problemas éticos no es científica, ni son los científicos los que la pueden dar. Tampoco es una cuestión de mayorías. Es una cuestión de búsqueda del bien basado en la verdad. Una cuestión espinosa en una sociedad que ha llegado a pensar que ni el bien ni la verdad existen y que todo es según del color del cristal con que se mire.
En esta situación, copio textualmente las conclusiones a las que, hace unos años llegaron un grupo de premios nobel de distintas ramas del saber agrupados en una asociación que lleva el nombre de "Nova Spes"; “Nueva Esperanza”:
DECLARACIÓN DE 12 PREMIOS NOBEL HECHA EN
ROMA EL 22 DE DICIEMBRE DE 1980
NOVA SPES, Movimiento Internacional para la promoción de los valores y del desarrollo humano.
J. Dausset Medicina Francia
C. de Duve Medicina Bélgica
L. Eccles Medicina Austria
F. O. Fischer Química Alemania
L. R. Klein Economía U.S.A.
H. A. Krelos Medicina Gran Bretaña
F. A. von Hayek Economía Gan Bretaña
S. Ochoa Medicina España
I. Pricogine Química Bélgica
C. H. Townes Física U.S.A.
M. F. H. Wilkins Medicina Gran Bretaña
R. S. Yallow Medicina U.S.A.
“Nosotros, ganadores del premio Nobel, compartimos con Alfred Nobel su preocupación por que la ciencia sea beneficiosa para la humanidad.
La ciencia ha proporcionado grandes bienes y nosotros esperamos que continúe proporcionándolos en adelante.
Sin embargo, el conocimiento científico se ha aplicado en ocasiones de forma absolutamente indeseable, como en la guerra, por ejemplo, al tiempo que su utilización para fines buenos puede tener efectos secundarios inesperados que no son deseables.
Además, la soberbia intelectual que la ciencia ha proporcionado, ha cambiado la idea que la humanidad tiene de sí misma y de su lugar en el universo, lo que ha llevado a los seres humanos a un empobrecimiento espiritual y a un vacío moral.
Creemos que los científicos deben tener una especial sensibilidad ética y estamos deseosos de derribar la tradicional barrera –o incluso oposición– entre la ciencia y la religión.
Las Iglesias, sin duda, pueden desempeñar un papel importante en el intento por conseguir este objetivo; y en particular reconocemos que la Iglesia católica está en una situación única para aportar una orientación moral a escala mundial”.
Aunque desde 1980 hasta ahora ha pasado más de un cuarto de siglo, me parece que estas palabras son ahora, si cabe, de más actualidad que entonces.
Al final, sólo han sido dos páginas.
[1] Creo que es necesario utilizar este tono cauto, aunque sólo sea para contrarrestar el triunfalismo científico-periodístico, muchas veces sin fundamento, de que la ciencia siempre sabrá llegar al final de los caminos que inicia. De momento, el avance reseñado está muy lejos de ser capaz de desarrollar semejante bacteria. Lo acepto como metodología, no por que lo dé por hecho, ni mucho menos.
27 de enero de 2008
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Justo pensé lo mismo: copiar no significa crear...
ResponderEliminarPero el problema, como bien indicas, no es científico, sino social. Una sociedad que sigue la máxima de que todo lo que pueda hacerse, debe hacerse...¿A dónde nos conducirá eso?