Tomás Alfaro Drake
Nuestro sistema solar está dentro de la galaxia de la Vía Láctea. Sí, es la misma Vía Láctea que vemos en el cielo por la noche como una mancha lechosa que lo cruza de un lado a otro. La vemos así porque la vemos desde dentro. Si la viésemos desde lejos, veríamos una bola central, el bulbo, enormemente brillante, lleno de miles de millones de estrellas muy juntas, y rodeado de un disco fino, con unos brazos espirales que se extienden hacia fuera en ese disco. Es una galaxia espiral. Hay otros dos tipos de galaxias: elípticas e irregulares. Ninguna de estas dos pueden generar las condiciones necesarias para la vida. Las órbitas de sus estrellas son tan caóticas y excéntricas que, si tuviesen planetas, serían muy pronto arrancados de ellas. Las galaxias espirales son, de lejos, las menos frecuentes. Nuestra Vía Láctea es de las galaxias más grandes que existen. Y la vida necesita, para aparecer, de una galaxia gigante. En las galaxias pequeñas y medianas, no se podrían haber producido todavía las suficientes explosiones de supernovas como para generar los materiales que tienen que poblar el espacio para que aparezca la vida. Pero, estas galaxias espirales gigantes tienen un grave peligro: Alojan en su núcleo un inmenso agujero negro que devora toda la materia que se le acerca generando un infierno de radiación. Es como el ogro del castillo. El ogro de la nuestra Vía Láctea, que lo hay, parece estar dormido. No se “oye” la radiación que emiten los agujeros negros al devorar a sus víctimas. Es muy improbable que la vida sea posible en una galaxia con un gran ogro furioso. Nuestro castillo es, por tanto, una joya. Espiral, suficientemente grande como para tener un laboratorio en el que haya todo tipo materiales, pero con el inevitable ogro profundamente dormido. Más aún, las galaxias no suelen encontrarse solas. Se agrupadan en los llamados cúmulos de galaxias. A su vez, estos cúmulos están agrupados en supercúmulos y estos, en super-supercúmulos que parecen alineados en estructuras filamentosas, como una tela de araña tridimensional. Por poner un símil, el universo puede parecerse a un viñedo. Las cepas están agrupadas en hileras. En cada cepa hay muchos racimos, en cada racimo hay muchas uvas y en cada uva hay muchas pepitas. Pues bien, nuestro cúmulo de galaxias, nuestra uva, es una uva con muy pocas pepitas. La Vía Láctea está en un cúmulo de galaxias que se llama el Grupo Local. Hay en nuestra uva, el Grupo Local, dos pepitas muy grandes, la propia Vía Láctea y la galaxia Andrómeda. Luego hay otras dos pepitas medianas, las dos galaxias llamadas Nubes de Magallanes y, por fin, unas 30 galaxias enanas más. Normalmente, los cúmulos de galaxias suelen tener muchas más galaxias y, además, muy próximas unas de otras. Es decir, nuestra uva es muy grande y tiene pocas pepitas, por lo que cada pepita está bastante lejos de las demás. Esto es muy importante para que haya vida, porque si las galaxias de un cúmulo están demasiado próximas, se producen mareas gravitatorias entre ellas que dificultan, incluso impiden, que sus estrellas tengan planetas. El astrónomo Sydney van der Bergh dice que las galaxias son como las personas, cuanto más las conoces más te das cuenta de lo peculiar que es cada una. Sin embargo, hay personas más peculiares que otras. Y nuestra Vía Láctea parece que es una de las más peculiares. O sea, que del inmenso número de galaxias del universo, unos 100.000 millones, sólo una mínima fracción es capaz de alojar vida. En ese sentido, cuando se dice que la Vía Láctea es un galaxia más entre cien mil millones, se está obviando algo muy importante: que tiene unas capacidades que la habilitan para el premio Nobel de galaxias. Decir que Richard Feyman, el premio Nobel de física más joven de la historia, es un ser humano más entre miles de millones, es decir sólo la mitad de la verdad. Decir que la Vía Láctea es una galaxia más, es olvidar que es una de las escasas espirales, que es una de las poquísimas gigantes, que su ogro está dormido y que está uno de los rarísimos cúmulos con pocas galaxias muy alejadas unas de otras.
24 de febrero de 2008
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