30 de marzo de 2020

¿Será el coronavirus el fin de nuestra civilización?


Recibo de un buen amigo, a través de WA, el siguiente texto, que transcribo tal cual.

Hola amigos.

Necesito desfogarme y compartir un pensamiento que me viene  a la cabeza estos días de reclusión forzada, a saber:

No me estoy volviendo loco con el confinamiento pero me asalta una duda y quiero compartirla.

En el siglo 3-4 de nuestra era cayo el imperio romano y la civilización entró en un gran cambio, convulsión que duró casi hasta la Edad Media y siguientes..

Otomanos, Barvaros, bizantinos.... Las cruzadas, guerras por los territorios, enfermedades, minería, la religión y el control por el poder de las gentes...

Constantino tomó un poder enorme impulsó el cristianismo y acabo con un modelo imperante...

Pregunto:

¿Esto que estamos viviendo puede ser un cambio de era, de civilización?

La nuestra la occidental actual aprox 3000MM estamos confinados, asustados y mirando hacia no se donde porque no hay nada.,,, se puede producir y se replantea su modelo de vida y podemos entrar, occidente (atencion no oriente),en una nueva manera de entender las condiciones de vida, en donde se produce una vuelta a los entornos rurales? En definitiva estamos en puertas de un gran cambio donde el control sobre las personas sea más intenso y el mundo se seccione de forma abrupta en ricos, muy ricos y la inmensa mayoría en pobres?

Me gustaría tener la posibilidad de hablar con algún filósofo, historiador, pensador con amplias miras que pudiera encontrar un hilo conductor o por el contrario desechar de plano pero con razonamientos este asunto.

La tecnología, la economía, la Salud y en general las condiciones de vida de esta, la nuestra civilización han sido extraordinarias y quizás por ello nos hemos vuelto TODOS confiados, cómodos y con derecho a....

A lo mejor alguno de vosotros piensa que el progreso está escrito pero yo también pienso que no aprendemos de los errores y ahí están...

Abrazos

Y, al hilo de esta angustiosa pregunta desgrano alguna reflexión. Por supuesto, es una reflexión no conclusiva.

No es imposible que la civilización occidental caiga como cayó el Imperio Romano, pero si eso ocurre, no será por lo que está pasando ahora, por el coronavirus. Tal vez sea conveniente que haga un circunloquio para hablar de Arnold J. Toynbee y su monumental obra “El estudio de la historia”.

Es una obra de 14 tomos, que un intelectual inglés, D. C. Somervell, resumió en tres tomos de 500 páginas cada una y que un servidor, tras leer estas 1.500 páginas varias veces, digerirlas y aprehenderlas ha resumido a su vez en dos versiones: una de 71 páginas con otras 61 de apéndices-elucubraciones y otra, más destilada, de 31, sin paja. Por supuesto, si alguien quiere cualquiera de mis versiones, no tiene más que pedírmelas. Pero ahora me dispongo a resumirla en unas líneas, para seguir después con mis reflexiones ante la pregunta de mi amigo.

“El estudio de la historia” no es un libro de historia en el que se narren, más o menos ordenadamente y con más o menos hilación de causa a efecto, la historia de un pueblo, una nación o la humanidad. No. Es un análisis de por qué nacen, por qué se desarrollan y crecen, por qué colapsan y por qué mueren las civilizaciones. Y lo que hace Toynbee para contestar a estas preguntas es aplicar el método empírico. Primero hace un censo de las 21 civilizaciones que según él han existido en la historia de la humanidad. A continuación busca de forma inductiva lo que tienen en común en su nacimiento, desarrollo y muerte todas esas 21 civilizaciones. Y, sin una idea a priori, se deja llevar por el factor común que saca, para cada fase, de cada una de las civilizaciones. Su libro está lleno de miles de ejemplos comparativos que ilustran su tesis. No he leído el libro original, pero Somervell respeta muchos de esos ejemplos, por lo que su compendio, que es el que yo he leído, sigue siendo denso. Mis resúmenes, explican la tesis, pero casi desnuda de ejemplos, de ahí su brevedad. El De las 21 civilizaciones, Toynbee afirma que sólo están vivas la Cristiana Occidental[1], la Cristiana Oriental, representada por Rusia y la Europa del Este[2], la del Lejano Oriente, con sus variantes china y japonesa, la Hindú y la Islámica. Y de estas, todas menos la Cristiana Occidental, aunque vivas todavía, ya han sufrido el colapso y, duda de si la Cristiana Occidental lo habría sufrido ya cuando escribió su libro.

No diré nada sobre la causa del nacimiento de las civilizaciones según Toynbee, pero sí diré unas palabras sobre su desarrollo, su colapso y su muerte. Según Toynbee, las civilizaciones se desarrollan a base de que, como fruto de ese mismo desarrollo, se le van planteando lo que él llama incitaciones, que podrían llamarse retos, que la civilización resuelve satisfactoriamente, para que vuelva a aparecer una nueva incitación a la que dar respuesta. Y así sucesivamente una y otra vez. A base de dar respuestas positivas a sucesivas incitaciones, la civilización va desarrollando lo que Toynbee llama un “estilo”. La civilización colapsa precisamente cuando se encalla en dar respuesta a una nueva incitación. Si no es capaz de encontrarla, se produce el colapso que lleva hacia la muerte. El intervalo entre el colapso y la muerte puede ser muy largo e, incluso, parecer que la civilización está en una fase de brillantez, pero es una impresión engañosa, como el canto del cisne. Toynbee no es en modo alguno determinista, como sí lo es Oswand Spengler, como buen alemán, en su libro “La decadencia de Occidente”. Toynbee cree en la libertad humana y en que el hombre, en el uso de esa libertad, siempre puede dar un tour de force al destino y cambiar su rumbo. Pero, cuanto más avanza en el colapso, más difícil será este tour de force. Para Toynbee, una civilización en su fase de desarrollo es invencible por cualquier amenaza externa, sea esta un enemigo aparentemente más fuerte o, como en este caso, un virus. Y así lo muestra en cantidad de ejemplos de civilizaciones que están claramente en desarrollo y superan pruebas aparentemente invencibles. Sólo diré uno de esos ejemplos. En sus inicios, la pujante civilización Helénica, la progenitora de la Civilización Cristiana Occidental, parecía sentenciada en su enfrentamiento con la poderosa pero colapsada civilización siríaca, representada en ese momento por el Imperio Meda. Son las que ahora llamamos guerras médicas (por librarse contra los medos, no por tener nada que ver con los médicos). Cualquier observador externo de ese momento histórico hubiese apostado sin vacilar a que los medos acabarían con los griegos en un abrir y cerrar de ojos. No fue así. Los medos salieron con el rabo entre piernas y, siglos más tarde, Alejandro Magno destruiría por completo al Imperio Persa, sucesor de los medos. Sin embargo, cuando la civilización está colapsada, cualquier golpe externo, la derrumba, porque ya está muerta por dentro y sólo le queda la fachada que, por brillante y grandiosa que pueda parecer, es un castillo de naipes. El Imperio Romano, último bastión de la civilización Helénica, sucumbió a las invasiones bárbaras porque en el siglo V ya estaba podrido por dentro, no por la fuerza de los bárbaros. El propio Toynbee da una larga explicación, soportada con muchos ejemplos, de síntomas que pueden indicar si una civilización ha sufrido ya colapso o no. Síntomas que no voy a explicar aquí, porque son prolijos y largos. El que quiera saber, que vaya a Salamanca. Tiene cuatro opciones: la primera, leer los 14 tomos de Toynbee. La segunda, leer el compendio de Somervell. Estas dos opciones son complicadas porque tanto la obra original de Toynbee como el compendio de Somervell son muy difíciles de encontrar y muy largos de leer. La tercera y la cuarta son leer alguno de mis resúmenes; el largo o el corto. Pero tal vez el signo que más significativo para saber si una civilización ha sufrido colapso es que desprecia el “estilo” que ha ido creando durante su etapa de desarrollo, produciéndose en el interior de cada persona lo que Toynbee llama un “cisma en el alma”. Puede llegar incluso a aborrecer lo que un día fue su “estilo”. Fin del circunloquio.

Así las cosas, la pregunta es: ¿Había colapsado ya la civilización occidental antes de la aparición del coronavirus? Si la respuesta es , entonces, este brote de coronavirus puede ser el tiro de gracia. Pero si le respuesta es no, entonces sabremos responder cómo civilización a esta pandemia, como lo han hecho otras civilizaciones ante amenazas externas en muchas ocasiones. Y, ¿cuál es la respuesta a esa pregunta? No lo sé. Como he dicho antes, el propio Toynbee no acaba de decantarse sobre si la civilización Cristiana Occidental ha entrado en colapso o no. Y si él no se siente capaz de hacerlo, yo menos. Pero sin entrar en la complejidad del análisis de las causas hecha por Toynbee, diré algunas cosas que muestran la ambivalencia en la que se encuentra la civilización Cristiana Occidental.

En el lado negativo, diré que creo que desde hace tres siglos la civilización Cristiana Occidental ha traicionado su “estilo”. La modernidad, como pensamiento filosófico, y su prolongación, la posmodernidad, son una clara traición a ese “estilo”. No voy a extenderme tampoco aquí sobre esto. Una vez más, a quien quiera saber cómo se ha producido esa traición, le invito a leer “El camino a la posmodernidad y el nuevo renacimiento”, que escribí hace años y que también mandaré a quien le interese. La búsqueda de la verdad con la razón era una de las marcas de ese estilo. Hoy en día, la razón, oh paradoja del racionalismo, a sido sustituida por el sentimiento y la verdad es despreciada, cuando no odiada, y sustituida por la “verdad” subjetiva de cada uno. A eso se le ha dado en llamar la “posverdad”. Otra seña de identidad de ese “estilo” eran los valores cristianos. También este aspecto del “estilo” de nuestra civilización está siendo repudiado. Baste ver cómo en el fallido borrador de la constitución europea se omitía de forma consciente cualquier mención al cristianismo como una de las raíces de nuestra civilización. Ciertamente, nuestra civilización está imbuida de valores cristianos, pero vaciados de su base cristiana. Y sin esa base que es su fundamento, esos valores son tan sólidos como un castillo de naipes. De hecho ya se han derrumbado en varios sitios como el aborto o la eutanasia. Pero tal vez lo más grave sea que por una combinación de muchas cosas, demasiadas personas de nuestra civilización han –o hemos– entrado en una especie de convencimiento de que todo nos es debido y de que tenemos una especie de derecho, no escrito en ningún sitio, a lo que otras generaciones han conseguido para nosotros. Nada menos cierto, nada más anestésico y nada más peligroso. Estas cosas pueden ser parte de ese “cisma en el alma” y enterramiento del “estilo” de nuestra civilización.

Sin embargo, en el lado positivo podemos colocar la victoria de nuestra civilización contra los dos horrores ideológicos del siglo XX: El nazismo y el comunismo. En 1940 nadie hubiese apostado por la derrota del nazismo y en los años 60 parecía que el comunismo podía acabar dominando el mundo. La civilización Cristiana Occidental derrotó a ambos. Pero mientras el nazismo ha quedado reducido a una panda de marginados sociales, el comunismo todavía está dando coletazos por el mundo, incluso dentro de los países más representativos de nuestra civilización y, desde luego, aunque de manera subrepticia, en la mente de muchos probos ciudadanos de esos países que jamás dirían que tienen un ápice de comunismo en su mente, pero tienen muchas de sus ideas imbuidas de manera casi inconsciente. También la civilización Cristiana Occidental ha acabado con la esclavitud y, hoy en día, el racismo está en claro retroceso.

Sería largo, y no sé si muy útil, seguir considerando datos a favor o en contra. Pero, también podría ser –y esa es mi esperanza– que esta amenaza del coronavirus sea un aldabonazo que despierte las conciencias, que nos saque del sopor, que nos haga darnos cuenta de que no podemos dar nada “for granted” y, tal vez así, hacernos capaces de dar respuesta a tantas incitaciones a las que no parece que estemos siendo capaces de dar respuesta. Si es así, el coronavirus no solamente no acabaría con nuestra civilización, sino que sería un revulsivo para la misma que la hiciese reaccionar y la rejuveneciese. ¿Cómo? No sé. ¿Hacia dónde? No sé. Una de las señas de identidad que Toynbee da para una civilización en desarrollo es que su luz irradia hacia todos los pueblos que la rodean de forma que éstos, lejos de querer acabar con ella, lo que desean es integrarse en ella. Tal vez si despertamos, si reaccionamos, si rejuvenecemos, podamos irradiar esa luz hacia otras civilizaciones, como hemos hecho, no sin sombras, es cierto, en el pasado.

La respuesta no vendrá dada por ningún estado, aunque los estados y las organizaciones supraestatales puedan ayudar. Vendrá de la libertad individual y libremente colectiva al mismo tiempo de millones de personas entre las que nos contamos todos nosotros. Vendrá, si viene, de la mano de lo que Toynbee llama las “minorías creativas”, a las que también alude, como lector de Toynbee que a buen seguro es, el Papa emérito Benedicto XVI. Acabo por tanto con una frase del entonces, en 1939, cardenal Eugenio Pacelli, más tarde Papa Pío XII, que se refería, precisamente, a los enfrentamientos de nuestra civilización con el nazismo y el comunismo:

“Doy gracias a Dios cada día por haberme hecho vivir en las circunstancias presentes. Esta crisis, tan profunda y universal, es única en la historia de la humanidad. El bien y el mal se han enfrentado en un duelo gigantesco. Nadie tiene, pues, derecho a ser mediocre”.

Nadie. Nosotros tampoco en esta situación. Seamos, sin saberlo –o sabiéndolo– una “minoría creativa”. El primer paso hacia el tour de force que revierta el colapso, si es que se ha producido, es ser conscientes de lo cerca que podemos estar del precipicio. Y si ese colapso no se ha producido, alejémonos de él. Seamos lúcidos. Positivamente lúcidos. Optimistamente lúcidos. Activamente lúcidos.

P.D. No veo para nada que esto pueda llevar a una vida más rural. Eso puede parecer muy bucólico y puede que esté bien para los hobbits, pero si no queremos irnos a la mierda de verdad, hay que seguir produciendo “pan” para miles de millones de personas y eso, con la vida rural… Y eso, aunque la palabra no esté de moda, se llama capitalismo. Que, por cierto, es una de las marcas de “estilo” de la civilización occidental y que no ha parado de multiplicar ese “pan” y hacer que más y más gente tenga acceso a él. Y de ninguna manera lleva a que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres. Al contrario, ha llevado, y seguirá llevando, a que disminuya la pobreza en todo el mundo. Es la increíble máquina de hacer “pan”. Aunque no sólo de “pan” viva el hombre.


[1] Toynbee se declara agnóstico, pero no por ello deja de darse cuenta de que en la raíz de la civilización occidental está el cristianismo y por eso la llama Cristiana Occidental.
[2] Toynbee terminó de escribir “El estudio de la historia” en los primeros años 70 del siglo pasado, cuando todavía el comunismo dominaba en esa parte de Europa. Ve el comunismo como un dogma cristiano corrompido del que se ha extraído a Dios, ve que eso tiene relación con el giro dado por el cristianismo en el imperio bizantino –no por cuestiones dogmáticas, sino por la sujeción del cristianismo al poder en ese imperio bizantino–, y predice con claridad su hundimiento.  Murió en 1975, por lo que no pudo ver el éxito de su predicción. Pero seguro que, a pesar de la caída del comunismo en Rusia, seguiría considerándola como la civilización Cristiana Oriental.

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