25 de marzo de 2020

Un post cuádruple que creo puede ayudar a sobrellevar el confinamiento del coronavirus


Aprovechándome del confinamiento, abuso de mis envíos. El de hoy, además, cuádruple pero, al menos, son cortos. Y de los cuatro, dos van de monjas

El primero, en el cuerpo del texto, es la meditación de hoy de las Dominicas de Lerma, que pego a continuación.

El segundo es una oración de Edith Stein, santa Teresa Benedicta de la Cruz, que mando el documento

¡¡¡¡¡Olé por las monjas!!!!!

El tercero, como hoy es la anunciación de María, es un texto mío extraído de mi libro “El Señor del azar?”. No estaría mal, en el día de hoy, encomendar a María esta terrible plaga que nos ataca.

El cuarto es de... ¡agarraos! Jean Paul Sartre describiendo la Anunciación en su obra teatral Barioná.

Abrazo a todos y ¡¡¡¡¡feliz día de la Anunciación!!!! Sí, feliz a pesar de los pesares.

Ahí va el primero:

Olé por la monja!!!!!

Hola, buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.

PROTECCIÓN EXTERIOR... E INTERIOR

Ayer me mandaron unas fotos de unos médicos con sus mascarillas, guantes, trajes... para estar en el hospital y protegerse del coronavirus. Por otro lado, me enviaron unas fotos de unos policías con gafas, mascarillas, guantes... Hoy ha venido el de la mensajería a por los paquetes de las pulseras, y también llevaba lo mismo. Todos llevan esto para protegerse del coronavirus, y tratan todo de una manera especial, porque todo lo que nos rodea es una situación especial y, por eso, necesita un trato distinto.

Cuando llegué a la oración y me puse a orar por todas estas personas, me daba cuenta de que la situación que estamos viviendo es especial, y por ello, también necesitamos nuestra protección. Porque estamos siendo bombardeados de muchísima información. Desde noticias, hasta actividades para hacer, encuentros virtuales.... cosas buenas. Pero el exceso nunca es bueno, porque siempre tiene la otra cara de la moneda. Y por ello me preguntaba si nos estamos protegiendo ante el exceso de información o, por lo contrario, nos cuelan todas.

Si no te cuidas, empezarás a estar más irritado, más impaciente, te saldrá mirar solo por ti, pasar de dialogar e ir a la tuya... Cada vez el amor estará más debilitado.

Por ello, hoy no te dejes llevar por el día: coge el día en tus manos y decide qué vas a leer, qué vas a escuchar, qué vas a ver. Porque Cristo no quiere que vivas estos días tirando y esperando a que pasen; Cristo quiere vivir estos días contigo en plenitud, y en esa información está Él: búscale, dedica tiempo a orar, a leer de Él, a conocerle más. Porque Él quiere protegerte y cuidar tu interior, pero necesita de tu libertad.

Hoy el reto del amor es decidir tres cosas que quieras hacer, donde cuides tu cuerpo y tu espíritu. Y si algo de lo que estás haciendo estos días te está dañando, sé valiente y di un no. Apuesta por la Vida.

VIVE DE CRISTO






Esta oración la escribió Edith Stein, desde el convento carmelita de Echt, en plena Segunda Guerra Mundial, poco antes de ser gaseada en Auschwitz. En la Primera Guerra Mundial, antes de su conversión y de hacerse carmelita, estuvo en un hospital de infecciosos, jugándose la vida. Pero ella sentía que su terrible esfuerzo era una gota de agua en un océano de horror y eso le hacía sentirse inútil a pesar de todo. Su enfoque en la Segunda Guerr Mundial, desde el convento, su enfoque cambia. He aquí su oración:

Los brazos del crucificado están extendidos para arrastrarte hasta su corazón. Él quiere tu vida para regalarte la suya.

El mundo está en llamas. Pero en lo alto, por encima de todas las llamas se eleva la Cruz para extender la Resurrección. El mundo está en llamas. ¿Deseas apagarlas? Abrázate a Cristo crucificado. Desde el corazón abierto brota la Sangre del Redentor. Ella apaga las llamas de todo infierno.

Deja libre tu corazón a Dios; en él se derramará el Amor redentor hasta inundar y hacer fecundos todos los rincones de la tierra.

Oyes el gemir de los heridos, oyes la llamada agónica de los moribundos... oyes el gemir de cada hombre en el corazón de Cristo. Te conmueve el dolor de la humanidad y deseas aliviar, abrazar y curar sus heridas más hondas.

Abraza al Crucificado.  Si estás esponsalmente unida a Él, en ti está su Sangre. Unida a Él estás omnipresente como Él.

En el poder de la Cruz puedes estar en todos los frentes, en todos los lugares de aflicción y esperanza. A todas partes llevas su amor misericordioso, en todas partes derramas su preciosísima Sangre que alivia, redime, santifica y salva.

¿Quieres sellar para siempre esta alianza con Él?

¿Cuál es tu respuesta?

Señor, ¿a quién vamos a seguir? Sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna.

Santa Benedicta de la Cruz (Edith Stein.)






La Anunciación a María.

Así pues, llegado el momento adecuado de la historia, fue concebida una niña en un pequeño rincón del mundo y le fue asignada una de las dos almas libres de pecado original. La niña creció, se hizo mujer, y llegó el momento de plantearle la gran cuestión. ¿Querría participar en el Plan de Dios y concebir milagrosamente al Salvador anunciado por el Antiguo Testamento? Desde luego, María, como buena judía que era, debía conocer de memoria, por imperativos de su propia religión, todos los libros de la Ley judía, que son, salvo algunas excepciones, que los que forman lo que llamamos el Antiguo Testamento. Por lo tanto, cuando le fue planteada la cuestión, ella sabía lo que se le estaba proponiendo. El Evangelio de san Lucas nos dice que fue el Arcángel Gabriel el que se la planteó. Veinte siglos de repetición de la historia, de arte y de sensiblería, nos ocultan la crudeza del tema. Imagínese el lector a una pobre jovencita aldeana, que ha decidido llevar una vida sencilla dedicada a la contemplación y a la oración, desposada, pero todavía no casada, con un hombre con el que había llegado al acuerdo de no tener ninguna relación sexual. En un instante, una aparición que no debía tener nada de tranquilizadora le pregunta, de un solo golpe, si quiere ser madre del Rey Mesías, del Hijo del Hombre, del Siervo Sufriente y del mismo Dios. Todos los profetas del Antiguo Testamento, Moisés, Jeremías o Jonás, por poner algunos ejemplos, aceptan su elección como una pesada carga de la que en repetidas ocasiones se lamentan amargamente. Y debían ser hombres curtidos. Qué losa debió caer sobre esa pobre muchacha. Y sin embargo, a ella solo se le ocurre una pregunta. "¿Cómo ha de ser eso si no conozco varón?" A lo que se le responde que no es necesario, que su desposado, y cualquier otro hombre, será ajeno a todo. Supongo que por mucha que fuese la ingenuidad de esa pobre chica, no se le ocultarían los enormes problemas que podría tener. Aunque la lapidación de las adúlteras era una ley que había caído en desuso hacía tiempo, el panorama no debía ser nada tranquilizador. Y sin embargo, sin preguntar más, con una sencillez que causa más asombro cuanto más se reflexiona, ella no responde nada más ni nada menos que: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí segun tu palabra". Compárese esta sencilla respuesta con la opinión que le merece a Jeremías la responsabilidad de haber sido elegido por Yavé como su heraldo. "Maldito el día enque nací; el día en que mi madre me parió no sea bendito. Maldito el hombre que alegre anunció a mi padre: << Te ha nacido un hijo varón>>, llenandole de gozo. Sea ese hombre como las ciudades que Yavé destruyó sin compasión, donde por la mañana se oyen gritos, y al mediodía alaridos. ¿Por qué no me mató en el seno materno, y hubiera sido mi madre mi sepulcro, y yo preñez eterna de sus entrañas? ¿Por qué salí del seno materno para no ver sino trabajo y dolor y acabar mis días en la afrenta?" Jeremías(20, 14-18).

¿Pudo haberse negado María? A mí no me cabe la menor duda. Dios necesita de nuestra libertad para nuestra salvación. Imagino a todos los seres conscientes de la Creación, que conocían el Plan de Dios y deseaban la restauración de Humanidad, con la respiración contenida, esperando la respuesta. Imagino a la propia Humanidad, si fuese consciente de su suerte, esperando, como un reo sometido a juicio, la lectura de su veredicto de condena a muerte o de amnistía. Puedo oír el suspiro de alivio y hasta el sollozo de alegría, después de la tensión contenida, de todos los seres creados. "Hagase en mí según tu palabra". Luz verde, vía libre, adelante. Una pequeña mujer ha abierto el camino de la Salvación. "¡Bendita tú entre las mujeres!" le dirá inspirada por Dios su prima Isabel. "Una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" le dirá, también inspirado por Dios, el anciano Simeón anticipando la visión del Siervo Sufriente. Por su parte, Jesús sancionó todas estas alabanzas cuando en medio de la muchedumbre, alguien gritó: "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron", a lo que Él respondió: "Más bien dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan", frase que, lejos de disminuir el mérito de María, lo traslada de una razón biológica a otra espiritual.








Sartre escribió Barioná en el otoño de 1940, en campo de concentración nazi en el que estuvo prisionero tras la capitulación de Francia en la Segunda Guerra Mundial. Lo hizo a petición de sus compañeros de prisión, en especial de un grupo de sacerdotes que estaban prisioneros con él. Se representó en el campo el día de Navidad de 1940 y Sartre hizo el papel del rey Baltasar. Después, Sartre no permitió su publicación aunque circularon algunas copias piratas elaboradas a partir de las partes de cada actor. Veintidós años después, en 1962, Sartre autorizó una publicación de 500 ejemplares que se agotaron inmediatamente. Acompañando esta edición apareció la siguiente nota del autor.


“Si he tomado el tema de la mitología del cristianismo, eso no significa que la dirección de mi pensamiento haya cambiado ni siquiera por un momento durante el cautiverio. Se trataba simplemente, de acuerdo con los sacerdotes prisioneros, de encontrar un tema que pueda hacer realidad, la noche de Navidad, la unión más amplia posible entre los cristianos y los no creyentes”.

Jean Paul Sartre  31-10-62

Años más tarde, en 1967, ante la petición de la editora Elisabeth Marescot, 3, rue Joseph Sansboef, Paris (8º), Sartre autorizó una nueva edición de la que no conozco el número de ejemplares y que es casi imposible de encontrar. La editora encabezó esta segunda edición con la siguiente nota:

Nota del editor con ocasión de la segunda edición de “BARIONÁ”


Desde 1962, los 500 ejemplares de la primera edición de Barioná han seguido su destino... Estudiantes alemanes, americanos, ingleses, franceses, italianos y japoneses que, por su relaciones culturales francesas o por frecuentar la Biblioteca Nacional, descubrieron un Jean Paul Sartre insólito, desearon tener su propio texto de esta obra.

Entre estos últimos, los hay que esperaban una reimpresión de la obra para terminar la elaboración de una tesis desarrollada a través del existencialismo y su padre.

Si el Sr. J.P. Sartre ha accedido a responder a nuestra solicitud ha sido en parte para permitir a aquellos que la consulta de Barioná suponía un oneroso viaje. (sic)

Y damos las gracias al autor de Barioná, tanto más calurosamente cuanto que ha sido a título rigurosamente graciable por el que éste ha autorizado una segunda y limitada edición de su obra.

Diciembre de 1967

El presente texto está traducido a partir de un ejemplar de esta segunda edición encontrado por la Universidad Francisco de Vitoria en la biblioteca de la Universidad de Indiana.




PROLOGO

(música de acordeón)

El Pregonero de imágenes.
Mis buenos señores, voy a contaros las extraordinarias e inauditas aventuras de Barioná, el hijo del Trueno. Esta historia tiene lugar en el tiempo en que los romanos eran dueños de Judea y espero que os interese. Podéis mirar, mientras hablo, las imágenes que están detrás de mí; os ayudarán a representaros las cosas como eran. Y si quedáis contentos, sed generosos. Suene la música, empezamos

(Acordeón)

Mis buenos señores, he aquí el prólogo. Soy ciego por accidente, pero antes de perder la vista he mirado más de mil veces las imágenes que vais a contemplar y las conozco de memoria porque mi padre era pregonero de imágenes como yo y me ha dejado estas en herencia. Esta que veis detrás de mí y que señalo con el bastón, sé que representa a María de Nazaret. Un ángel acaba de anunciarle que tendrá un hijo y que ese hijo será Jesús, Nuestro Señor.

El ángel es inmenso, con dos alas como dos arcos iris. Ustedes pueden verlo, yo no, pero lo veo aún en mi cabeza. Ha penetrado como una inundación en la humilde casa de María llenándola con su cuerpo fluido y sagrado y con su gran vestido flotante. Si miráis atentamente el cuadro, os daréis cuenta que se pueden ver los muebles de la habitación a través del cuerpo del ángel. Se ha querido remarcar así su transparencia angélica. Está delante de María, que apenas le mira. María reflexiona. El ángel no tiene necesidad de hacer oír su voz, similar a la del huracán. No ha hablado; ella le presentía ya en su carne. En este momento el ángel está delante de María y María es innombrable y misteriosa como un bosque por la noche y la buena noticia se ha adentrado en ella como un viajero se pierde en los bosques. Y María está llena de pájaros y de largos murmullos de hojas. Y mil pensamientos sin palabras se despiertan en ella, pesados pensamientos de madres que sienten dolor. Y mirad, el ángel parece no poder penetrar en esos pensamientos demasiado humanos: siente ser ángel, porque los ángeles no pueden nacer ni sufrir. Y esta mañana de Encarnación, ante de los ojos sorprendidos de un ángel, es la fiesta de los hombres porque es el momento en el que el hombre va a ser sacralizado. Mirad bien la imagen, mis buenos señores, y suene la música; el prólogo ha terminado; la historia va a comenzar nueve meses más tarde, el 24 de Diciembre, el las altas montañas de Judea.

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